Domingo a jueves: 9:00 - 17:00.
Viernes y vísperas de fiestas: 9:00 - 14:00.
Yad Vashem está cerrado los sábados y días festivos judíos.
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Livia Koralek (ahora Jana Spiegel) nació en 1921 en Gyor, Hungría. Completó sus estudios de magisterio en 1940 y comenzó su carrera docente en una escuela judía en el pueblo de Csorna. Anteriormente, mujeres no habían sido empleadas en la escuela, pero dado que la mayoría de los hombres habían sido enviados a campos de trabajo lejanos por las autoridades fascistas, había escasez de maestros varones.
Cuando los alemanes ocuparon Hungría, la escuela fue clausurada y Jana regresó a la casa de sus padres en Gyor. En junio de 1944, dos semanas después de haber sido encerrados en el gueto, Jana y sus padres fueron deportados a Auschwitz. En agosto Jana fue trasladada al campo de Parschnitz en los Sudetes; allí trabajó en una fábrica que producía componentes para aviones.
En vísperas de Yom Kipur (el Día del Perdón) Livia pronunció un discurso para las mujeres del campo a pedido de sus amigas. En él habló de la capacidad mutua de brindarse amor, a pesar de las terribles condiciones.
Las mujeres no comieron el pan que recibieron en Yom Kipur – lo escondieron bajo sus almohadas. En Pésaj trataron de realizar un Séder pero los alemanes lo dispersaron. Durante la semana de Pascua Livia no comió pan.
El discurso de Livia:
En nombre de todos los aquí presentes, imploro el perdón de Dios, porque somos culpables, hemos mentido, robado, y buscado defectos en el prójimo. Hemos causado dolor a nuestros padres, familiares, hermanos y amigos. Les hemos causado daño porque somos de carne y hueso, porque los malos instintos nos han guiado, y nos han alejado del sendero de la justicia y la honradez. Imploramos a Dios que nos perdone en nombre de nuestros amados, porque estamos lejos de ellos y no podemos solicitar su perdón. Ahora que estamos tan lejos de ellos nos apena haberles causado dolor. Que este Yom Kipur sea un día de perdón, clemencia y expiación. Y quiera Dios perdonarnos por todas nuestras iniquidades. Pedimos a Dios que escuche nuestras súplicas: que escuche los rezos de las madres, y perciba las añoranzas por sus bebés y pequeños hijos. Que escuche Dios las plegarias de las mujeres que aspiran ver a sus esposos, y las de los jóvenes que añoran estar una vez más en el seno de sus familias, con sus madres, padres, abuelas y abuelos. Todos añoramos ver a nuestros amados, y creemos en milagros; creemos que todas nuestras familias, parientes y seres queridos sienten lo mismo que sentimos nosotros en este frío, deprimente y miserable campo. Prometemos ser honrados y buenos. En verdad, no es fácil puesto que estamos tristes, hambrientos y helados, pero aquí, en este campo, debemos tratar de ser tolerantes. Yo recuerdo cuando nuestro valeroso y santo rabí de Gyor nos reunió en el gueto la noche del viernes antes de ser deportado a Auschwitz, y en las plegarias de la víspera del Sábado, nos habló de amor, del hecho de que a pesar de lo mucho que es concedido a otros, el amor todavía queda en el corazón del que da. Recuerdo su último sermón, dado la noche del viernes en las barracas del campo a aquellos que esperaban ser deportados. Entre otras cosas, dijo: “Dios no santifica al hombre, sino el hombre santifica a Dios. Es fácil mantener la humanidad en una bella vivienda, pero demostremos también nuestra humanidad aquí, en estas hacinadas barracas. También aquí, donde nos es concedida la décima, o vigésima o la vigésima quinta parte de un pequeño cuarto, es donde debemos tratar de preservar nuestra dignidad humana.”
Mis amigas, mis hermanas, recitemos la plegaria ´por nuestros pecados hemos sido desterrados de nuestra patria, y hemos sido alejados de nuestros hogares y tierras´.
Recitamos nuestros rezos y súplicas a Dios de memoria, sin libros de oraciones, pero éstas irrumpen de adentro de un corazón roto y en paz, porque creemos que en este día sagrado Dios juzgará a todas sus criaturas, y perdonará a todos nosotros. En este día santo, debemos enfrentar la prueba, debemos superar nuestro hambre, y conformarnos con la pequeña ración de pan que recibimos al final de un día de ardua labor, y no tocar la ración de otro. Debemos observar el mandamiento “No robarás”, porque si alguien toma la ración diaria de otro, esa persona no tendrá lo que comer todo el día, y se debilitará enormemente. Todos recibimos la misma pequeña ración, y debemos conformarnos con ella.
Nuestro Dios y el Dios de nuestros antepasados, perdona nuestros pecados en este Yom Kipur, escucha nuestras plegarias, observa nuestros sufrimientos y tráenos un buen año. Libéranos de los sufrimientos causados por el enemigo nazi, y haznos regresar a nuestras familias. Yo siento que el Todopoderoso escuchará nuestros rezos en este día sagrado, y secará las lágrimas de nuestros ojos y nos contestará con las palabras del rezo: ´He perdonado´.”
Después de ser liberada Livia contrajo tifus. Conforme se recuperó decidió volver a enseñar. En agosto de 1945 llegó a Budapest y fue enviada por el dirigente de la comunidad a la escuela hebrea “Tarbut”, recientemente establecida.
Los alumnos eran principalmente niños judíos huérfanos. Con el tiempo, el fundador de la escuela, Aladar-Yehuda Spiegel, se convirtió en el esposo de Livia. Ambos se casaron en enero de 1947, y en diciembre de ese año nació su primer hijo, Uri.
La escuela “Tarbut” funcionó por cuatro años, pero en 1949 fue clausurada por las autoridades comunistas. Jana (Livia) y su esposo esperaron durante un año recibir permisos de emigración, y después de obtener documentos falsos, emigraron a Israel en 1950 a través de Rumania e Italia. La pareja tiene dos hijos, Uri y Avishai, y han sido bendecidos con muchos nietos y bisnietos.
Colección de Objetos de Yad Vashem
Donación de Jana (Livia Koralek), Bnei Brak, Israel
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