Domingo a jueves: 9:00 - 17:00.
Viernes y vísperas de fiestas: 9:00 - 14:00.
Yad Vashem está cerrado los sábados y días festivos judíos.
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¿Cómo exponer una temática tan compleja y extensa como Shoah en tan sólo una acotada presentación? ¿Acaso, aún teniendo los tiempos suficientes, se podría alcanzar a abarcar toda su magnitud? Y suponiendo que pudiéramos sortear este “primer obstáculo”, ¿Por qué diseccionarlo en algunos breves ítems del mismo?
Cuando decidimos hablar sobre Shoah, además, ocurren algunos fenómenos particulares: Uno siente que le es difícil, que “cuesta” poner en palabras el horror y la locura extendida en tantos años.
Por otra parte, cuando se ofrece hablar de esta temática, podemos recibir una variedad de argumentaciones acerca de su inminente rechazo. “Ya lo sé”, “Yo ya he visto un film”, “Algo ya leí”, “Alguien ya me lo contó”, “Mis padres me contaron”, “Tengo bastante con mi propia vida”, “Esas fueron cosas del pasado”, “No quiero amargarme el día”, etc.
Confrontarse con el horror, la tragedia, y la muerte enmudecida, hacen a que uno “fabrique” motivos por medio de los cuales evada la escucha dolorosa y aguda, y lo remita a refugiarse en su propio mundo. A modo de defensa, la resistencia evita que acontecimientos tan aberrantes y colmados de irracionalidad y destrucción, lleguen a nuestra psiquis y produzcan terror, angustia y espanto.
Resulta imposible para nuestro raciocinio y nuestra manera de coherentizar la vida, estar escuchando y visualizando el límite de lo humano y su degradación auténtica. Es, sencillamente, “emocionalmente intolerable”.
Bajo el modo de identificación, al escuchar un testimonio, o bien al ver un film, nuestras mentes reconstruyen el horror, y promueven vernos allí, en lo imposible de las escenas, percibiendo la degradación humana a la enésima potencia.
Nuestro psiquismo es una maquinaria perfecta, al igual que todo nuestro funcionamiento del organismo. Hay, por así decirlo, un sistema de autorregulación constante, que tiende a mantenernos protegidos de toda amenaza que pueda desestabilizarnos en nuestro sistema. Evitar el desborde de la angustia es uno de las metas de nuestro psiquismo. Sin embargo, ello no siempre es alcanzado eficazmente.
Nuestros mecanismos defensivos tienden a evitar el desequilibrio y mantener cierta homeostasis. Intenta alivianar el dolor y controlar su intensidad, tiende a protegernos de alguna realidad avasallante, elabora estrategias par aminorar lo traumático, imposible de asimilar. Requerimos entonces, de la negación y la evitación, como medios predominantes de nuestro existir.
Shoah, un término que viene instalándose en reemplazo del conocido término “holocausto”, ya que este último no lo describe e identifica auténticamente. La catástrofe, la destrucción pura, intenta poner el nombre a aquello impensable,
inimaginable, inconmensurable, único, vivido en particular, dentro de nuestro pueblo judío.
Muchos interrogantes se me han ido presentando en mi mente con el correr de los días, en la experiencia como becario en Yad Vashem. El alto nivel académico que fue desplegando las unidades temáticas, las innumerables vivencias de percibir de cerca la complejidad de la Shoah, la enorme virtud de haber compartido la experiencia con un grupo de profesionales de alto nivel de recorrido y experiencia, junto con la heterogeneidad de sus procedencias, han ido contribuyendo para sentir una experiencia única. Paradójicamente, más que respuestas hallé cuestionamientos, incertidumbre, dolor e impotencia, al ir re-descubriendo la magnitud del accionar del propio humano, por sobre otros humanos, y, por sobre todo, la enorme dificultad de pensar y abarcar un posible entendimiento de la Shoah.
Quisiera aquí, citar tres de esas muchas preguntas que han quedado en mí; preguntas que me han llevado a pensar en otros muchos interrogantes acerca del Ser.
Partiremos de una idea fundamental: Su alta complejidad por las numerosas aristas y puntos de vista que posee. Asimismo, para iniciar este abordaje, debemos despojarnos de toda suerte de prejuicio y, por sobre todo, de llegar a tornarnos jueces de lo que fue sus vidas en esos tiempos.
En esta presentación, resignando la multiplicidad de ítems que se deberían abordar, me focalizaré exclusivamente en aquel ser humano judío que ha debido atravesar la catástrofe, con sus incertidumbres, con sus aciertos y desaciertos, inmerso en el silencio del mundo que lo rodeaba.
Para ello, aunque de manera arbitraria, dividiré esta presentación en cinco ítems:
1. Los personajes
A mera intención de exponerlo, comúnmente se habla que en la Shoah, el humano ha tenido principalmente cuatro roles diferentes:
a. El perpetrador
b. La víctima
c. El observador pasivo
d. Quien ha sido denominado luego como “Justo de las naciones”, es decir, aquellos que han contribuido de una u otra manera para que un judío pueda subsistir a la adversidad.
Propondría agregar, además, otros dos personajes fundamentales:
2. Forma de vida
Desearía exponer aquí algunos de los muchos ítems que deberíamos tener presente acerca del estilo de vida que fueron llevando los judíos durante esos oscuros años.
En los primeros tiempos, y a pesar de la adversidad que debían atravesar -incluso ya viviendo en el ghetto- los judíos continuaban manteniendo la esencia del estilo de vida. Lograron seguir transmitiendo y enseñando, seguían los ritos y los rezos, se efectuaban casamientos, e incluso algunos decidían tener un hijo.
En esos tiempos, la incertidumbre era permanente, pues no había reglamentos claros. No podían conocer qué debían y qué no debían hacer allí. A solo modo de ejemplo, quedaba en duda si el sombrero debía llevarlo y sacárselo para saludar, o debía dejarlo a un lado.
La situación era sumamente confusa, y el futuro era una incógnita que muchas veces se mezclaba con idealismo y negación de la realidad. En verdad, nada podía saberse con exactitud. Había una mezcla de confusión y pensamientos idealizados.
De sentirse orgulloso por su nacionalidad, pasaron a confrontarse con la pérdida de su pertenencia a la nación donde ellos habían nacido, criado, e incluso militado.
Poco a poco fueron perdiendo derechos, lugares, vecinos. La pesadilla empezaba a anunciarse crudamente, no permitiendo todo ello, despertar de ese mal sueño.
“…Cumplía seis años. Los alemanes dominaban nuestra aldea… llegó el primer día de clases. Marisha, mi amiga polaca, me propuso ir a la escuela de la aldea… Llegamos a la puerta de la escuela. Allí estaba el portero. Lo conocía, vivía cerca de nuestra casa. El portero saludaba a cada alumno… Marisha entró y yo detrás de ella. ¡Buenos días! saludé. ¿A dónde vas? Me preguntó. A la escuela, a primer grado, contesté orgullosa mientras avanzaba. El hombre se paró delante de mí impidiéndome el paso. ¡Tú no puedes! dijo enérgicamente.- Pero tengo seis años… ¡Eres judía! -dijo- Los judíos no tienen derecho a estudiar. ¡En esta escuela no hay lugar para los judíos!...”
“Quería volar como una mariposa” La historia de Jana Gofrit, Yad Vashem, Jerusalem, 1998
3. Los dilemas éticos
Conjuntamente con un estilo de vida que fue deteriorándose, se fueron sumando un sinfín de replanteos que sacudían los aspectos más íntimos de la ética y los valores humanos.
Ellos debían elegir constantemente, aunque sin amplia libertad para ello. Debían decidir cómo vivir, cómo reacomodarse en los cambios que venían imponiéndose, cuánto podían pensar en sí mismos y cuánto en los otros.
Los riesgos eran cada vez mayores, debiendo desafiar dichos riesgos y seguir educando, cocinando para numerosas personas, ofreciendo traslados a medida que las fuerzas se iban desvaneciendo.
La adversidad les promovía empezar a infligir las normas y la conducta ética, transgrediendo leyes judaicas, robando algún alimento, pensando menos en el prójimo. La ley universal empezaba a convertirse en individual y totalmente subjetiva.
La búsqueda de protección y salvación a cualquier costo, elegir separar a la familia, encubrir situaciones, arriesgar sus propias vidas, pasaban a ser moneda corriente de cada día en sus vidas.
Llegar a ser elegidos para colaborar con el nazismo producía aún más conflictos internos, siempre con un hálito de esperanza que asumir dicho rol podría beneficiar en algo. Tuvieron que formar parte del comité, ser los cuidadores, ofrecerse desde algún oficio, ser los que recibían a las personas que bajaban de un tren, e incluso tener que hacer el angustiante trabajo de trasladar los cuerpos dentro de las fábricas de exterminio.
Recuerdo una de las duras escenas del film “Escape de Sobibor” donde algunos judíos lograban escapar del lugar, pero que inmediatamente fueron apresados. La consecuencia de dicha “osadía” fue sumamente dura y cruel. Enfrentados a toda su gente, se les obligó que elijan entre los que estaban, quiénes iban a ser sus “acompañantes” para ser fusilados. Si se rehusaban, “simplemente” todos morirían.
Aunque logremos registrar desde nuestras mentes lo que esa encrucijada significaba, nos resulta difícil pensar qué hubiésemos hechos nosotros mismos en esa terrible situación.
La pregunta, en definitiva, sería: ¿cómo elegir des-humanizadamente?
4. Sobrevivir después de la Shoah
Haber tenido que pasar por el escenario de horror y de locura, y sobrevivir, es uno de los estados más complejos de la mente. Un podría pensar lo “afortunados” que fueron aquellos que han logrado subsistir y salvarse de la muerte programada. Sin embargo, lejos está esta particular manera de percibirlo. Por el contrario, reiteradas veces se podía percibir en ellos, los sobrevivientes, una honda pregunta del alma: ¿Por qué yo? ¿Y ahora qué? poniendo en relieve un manto de culpa inconmensurable.
El vacío es profundo, sordo, con un tenor de oscuridad constante. Las imágenes y las sensaciones se siguen percibiendo como si el tiempo se hubiese detenido, como si el mundo se hubiese paralizado.
¿Qué sería mejor: Hablar y contar una y otra vez la historia? ¿O quizás mejor callar y evitarlo? ¿Sería mejor hacer borrar todo el pasado siniestro vivido o bien mantenerlo vivo para no volver a perder?
Pensando en los sobrevivientes y sus honorables acciones de vida, me preguntaba cómo afrontarían la insolencia y perversión de algunos personajes del mundo que, con ánimo de confundir y denigrar al humano, continúan negando la existencia de la Shoah.
Recuerdo testimonios de sobrevivientes. Cada uno de ellos ha ido planteado su historia con matices similares y diferentes a la vez. Sin embargo, en todos ellos se traslucía cierta expresión de sentimiento de paz, incluso, entremezclando alguna broma y alguna sonrisa. Nos enseñaban cómo fueron re-armaron su vida para poder trascender y recrear su nombre y el de sus familiares.
Es realmente llamativo cómo a pesar de las vivencias inhumanas, imposibles de asimilar, ellos pudieron reconstruir y vivificar sus vidas, hallando algún modo posible de darle sentido al subsistir.
Diferentes autores señalan que el poner palabras al sufrimiento reactiva el trauma. Sin embargo, acaso callando, ¿Lo aplaca?
Asimismo, en nuestra mente humana ocurren cosas “extrañas”. El relato de un hecho traumático va sufriendo modificaciones con el correr del tiempo. La primera vez que un hecho es contado, se encuentra embebido entre sollozos y falta
de aire. La segunda vez, quizás, se expresará con algunas lágrimas. La quinta vez podrá llegar a ser más “liviano” e incluso habría ya menos detalles. Probablemente a la décima vez que lo cuente, no sólo no habría lágrimas vertidas, sino que además, se sentiría como extraño al mismo.
Decididamente cuando hablamos de Shoah ¿Cómo podríamos hacer de lo incoherente, un relato coherente?
En este sentido enuncia Yolanda Gampel en su libro “Esos padres que viven a través de mí”: “…Para los sobrevivientes, describir por medio de palabras los crímenes inimaginables, ilimitados, del nazismo, significaría otorgarles finalmente un status imaginable, comprensible y limitado…”.
5. Algunas conceptualizaciones del psiquismo humano
Luego de haber ido exponiendo aquellos ítems que tenderían a personificar aspectos de la vida del judío en épocas de la Shoah, desearía acentuar ciertos conceptos que, a mi
modo de ver, merecerían mayor análisis y profundización.
Para ello, comparto algunas variables que hacen al suceder psíquico.
a. Cómo del miedo, el terror y el horror, pasaban a accionar “maníacamente” con actitudes heroicas, desafiando toda suerte de peligro, sin importarles riesgos y consecuencias.
b. De la impotencia y las continuas frustraciones, se sobreponían al dolor de la búsqueda y la necesidad de alcanzar mínimos logros diarios.
c. Aún ante el sentimiento de desvalimiento y con un cuerpo que se iba deteriorando abruptamente, no se dejaban entregar a la miseria silenciosa.
d. El enojo y los sentimientos agresivos se iban acrecentando, percibiendo la furia contenida, y una suerte de implosión dentro de sus almas silenciosas.
e. El amor al prójimo debió ir trocándose en egocentrismo, ya que en cada momento era más difícil mantener ese ideal de los preceptos, ante una realidad cruel y avasallante.
f. El escenario diario en el cual se hallaban, deambulaban, vivían, se iba tornando cada vez más insignificativo e indiferente. En este aspecto, nada podía promover asombro; nada generaba sentimiento alguno de compasión e incluso horror. Es que el ser humano es un ser “de costumbre”. En cierto modo, la convivencia en la miseria había logrado enceguecer los ojos de sus integrantes, oscureciendo el ambiente, congelando sus emociones, volviéndolos totalmente indiferentes como modo de posible subsistencia.
g. El umbral de tolerancia, esto es, el límite que nuestro todo nuestro organismo nos “permite” transitar en cierta armonía, se había sobre-extendido. Muchas veces el efecto era tal, que el dolor mismo quedaba ensordecido, fantasma, imperceptible. Nada llegaba a conmover, todo era caos.
Con el correr del tiempo, fueron sucediéndose numerosas pérdidas de diferentes grados de intensidad. Aunque imperceptible cual desarrollo de una planta durante el lapso de un día, el paulatino y silencioso proceso de aislamiento, degradación y deshumanización, fueron distorsionando el autoconcepto de sí mismo y su propia imagen reflejada.
La pérdida de identidad individual fue crucial. La nacionalidad, el sentimiento de pertenencia, los espacios físicos, su barrio, sus vecinos, los objetos personales hasta la trágica pérdida de seres queridos, fueron atacando a su psiquis de manera permanente.
No había tiempos para trabajar las pérdidas, no existía proceso de duelo alguno, ni siquiera el permiso de verter lágrimas en honor a quien había sido amado.
Su aparato psíquico era complejamente exigido una y otra vez. Sus posibles medios defensivos eran inoperantes para hallar resoluciones medianamente esperables. No había tiempos, tampoco espacios, solo silencio.
La aparente frialdad y apatía se sumaba a los hechos encadenados que no hacían más que certificar la decadencia humana.
¿Cómo podríamos pensar la angustia concomitante, ante tal encadenamiento de desastres, pérdidas y desesperanzas?
La angustia, aquel vacío atorado en el cuerpo, aquel agujero que no alcanza a expresarse en palabras, delata un desequilibrio y una señal de alarma. Los hechos traumáticos desencadenan una serie de efectos desestabilizantes. El cuerpo
habla por sí solo, es acompañado por malestares funcionales, pérdidas de criterio y objetividad. El dolor agudo provoca incertidumbre y desorientación temporo-espacial.
Las catástrofes sobrepasan el umbral humano promoviendo un torrente de angustia insostenible que muchas veces, termina anestesiando el propio alma.
El abandono de los seres queridos, el sentimiento de desolación, ensordece la mente y nubla la visión de un posible camino alternativo.
En realidad la angustia no conlleva palabras sino silencios. La sensación que se ve reflejada en el mismo cuerpo, desconcierta y busca incesantemente, algún medio para
apaciguarla.
Cuando la angustia es permanente, evidentemente ese ser deja de percibirla como tal, y pasa a ser un “ingrediente” más dentro de la constelación de la tragedia humana.
¿Cómo un sobreviviente podría atravesarla mediante la utilización de palabras racionales y concisas, sin llegar a caer en un dolor sordo y profundo?
Como fue enunciado en el comienzo de esta presentación, fue necesario acotar y focalizar la temática en algunos pocos puntos de vista.
Aún así, ha quedado pendiente un mayor análisis y despliegue conceptual en el camino, puesto que su alta complejidad requerirían de una mayor investigación, profundización y articulación en el tema.
Algunas modestas conclusiones que se podrían esbozar aquí, serían las siguientes:
Lic. Eduardo Daniel Levín
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