Domingo a jueves: 9:00 - 17:00.
Viernes y vísperas de fiestas: 9:00 - 14:00.
Yad Vashem está cerrado los sábados y días festivos judíos.
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En realidad, no tengo presente la fecha exacta en que el doctor Naum Löewenstein Z"L llegó a Auschwitz. Aparentemente, en junio de 1942. Los alemanes, adueñados de París, lo deportaron desde allí.
Lo ví por vez primera, a fines de julio de 1942, en nuestro comando denominado: "Escuela de Construcción".
Los nazis soñaban entonces con erigir un imperio de mil años, para lo cuál buscaban gente joven y fuerte para su trabajo esclavo.
En julio de 1942, llegaron a Auschwitz nuestros supervisores, con la misión de seleccionar a los más jóvenes y fuertes hasta la edad de 23 años.
Llegaron a nuestro bloque anunciarndo enfáticamente que "Alemania planeaba establecer un nuevo orden mundial" y un "Tercer Reich que durara mill años". Por lo tanto estaban dispuestos a darle una chance a los jóvenes judios que demostraran : salud, resistencia y sentido de la colaboración.
Procedieron a separar a los jóvenes dotados para el trabjo de los mayores, débiles y agotados, y los trasladaron a otro bloque. Estos jóvenes fueron tratados algo mejor, durante un par de meses. Después empeoró el trato y quedó en evidencia una mentira más. Los nazis eran bestiales y despóticos y todos los prisioneros de Auschwitz , vivíamos en condiciones infernales e infrahumanas.
Desde el punto de vista sanitario, cuando empezó el maltrato, comenzaron a abatirse sobre nostros las enfermedades infecciosas, especialmente, disentería, tifus y toda clase de enfermedades transmisibles.
Las tristemente célebres cámaras de gas de Auschwitz, se terminarían de construir hacia diciembre de 1942, en pleno invierno. La situación de los enfermos era muy seria y los nazis procuraban un médico, que "curara" a esos desdichados. Le encomendaron al Dr. Naum Löewenstein Z"L, un judío, deportado de Francia, la atención y cura de los enfermos. Se le exigía un informe sobre los jóvenes que habría que descartar como trabajadores, para destinarlos a una muerte segura.
Pasaban las semanas y el médico no entregaba dichos informes, su conciencia y su corazón le impedían enviar a la muerte a esos jóvenes judíos. El doctor contaba con un botiquín ambulante con un único medicamento: "aspirinas". Casi diariamante concurrian a atenderse en su "consultorio", alrededor de cuarenta personas, entre niños y jóvenes. Pero que podía hacer este hombre tan humanitario y dedicado , sólo con aspirinas.?
En aquel tiempo, yo mismo caí enfermo de tifus y el Dr. Löewenstein , hizo todo lo posible para curarme, tenía fiebre muy alta, pero él me aconsejó que no dejara de presentarme al trabajo, como si nada ocurriera. Instruyó a otros internados judíos que realizaban trabajos forzados, para que ma ayudaran a simular un trabajo normal, ante el vigía nazi que controlaba las tareas.
Los nazis comenzaron a sospechar y citaron al médico para demandarle por qué no informaba los enfermos que debían retirarse del grupo de trabajo, para darles otro destino, seguramente fatal.
Con gran coraje, el Dr.Löewenstein adujo que el conseguía rápidamente la cura de los enfermos ya que se trataba de dolencias leves como dolores de cabeza, resfriados, etc., lo que probó exhibiendo fichas, con los correspondientes diagnósticos. Mentía para salvar vidas. El sabía el riesgo que corría su propia vida.
En nuestro grupo de trabajo: la "Escuela de Construcción", llegamos a simular competencias de carreras a fin de convencer a nuestros supervisores de la buena salud que gozábamos. La solidaridad entre nosotros era permanente y efectiva, El doctor nos había instruído para ayudarnos entre nostros, sustituir a otros compañeros en el trabajo, si estaban enfermos, los escondíamos y los enfermos también hacían esfuerzos sobrehumanos para evitar ser sorprendidos y enviados a la muerte.
Un compañero del grupo, enfermó de poliomielitis, presentaba parálisis en las piernas y fiebre muy alta, pertenecía a nuesto Comando: "Escuela de Construcción". El Dr. Löewenstein nos dio instrucciones para que lo sacáramos de su lecho y lo pusiéramos de pie en la fila, que al amanecer y al atardecer de cada día, se formaba para permitir el recuento de prisoneros.Pudimos actuar con prontitud y arte, durante tres meses, sin que los nazis repararan en el enfermo, que de este modo se salvó de una muerte segura. Organizamos un grupo que secretamente le hacia masjes y lo ayudaba con ejercicios gimnásticos. Todos resignábamos un pan por semana y le proveíamos un plato más de sopa cada día, para reforzar su magra dieta. Así fue como logró recuperarse y escapar a la muerte.
Gracias a los consejos del Dr. Löewenstein, pudimos lograr, mediante artimañas increíbles, salvar también las vidas de otros compañeros enfermos.
Otro ejemplo de nuestras maniobras a favor de los débiles y enfermos, siguiendo los consejos del Dr. Löewenstein, fue lo que sucedió durante una "competencia deportiva" que organizaron los nazis, para poner a prueba a los prisioneros, para ellos quedaría en claro que los triunfadores en las pruebas de velocidad, eran sanos y útiles para el trabajo, y a los rezagados y lentos, se los eliminaba de la fila y de la vida, en las cámaras de gas.
El Dr. Löewenstein acordó conmigo en que yo reemplazaría en la carrera a quién estuviera enfermo o débil. Cuando el compañero con polio, fuera llamado a correr , yo partiría velozmente en su lugar. Por cierto que esta estragema comportaba un enorme riesgo, tanto para mí , como para el sustituído, lo mismo que para nuestro médico. Los nazis no se percataron del engaño. Me lanzé a correr salvajemente,con todas mis fuerzas, corría, caía y volvía a correr con el mismo ímpetu.
Un rato más tarde cuando me llamaron a mí,. volví a correr, con mi máximo esfuerzo. De esta manera protegí y salvé la vida de mi compañero, sobreviviente como yo, que vive en Paris y con quién me carteo o encuentro de vez en cuando.
El Dr Naum Löewenstein permaneció en Auschwitz hasta la llegada de los rusos y luego logró retornar a Francia, dónde se le tributó una extraordinaria recepción, como reconocimiento por los centenares de vidas de prisioneros judíos que había salvado y por su conciencia humanitaria como médico.
El grupo de ex-internados, nos reunimos con él, en junio de 1945. Estabamos en un lugar de cura y recuperación, en el que transcurrían nuetras vidas hasta que nos recuperáramos. Ninguno de nosotros pesaba más de 40 kilogramos. El tratamiento lo solventaba el gobierno francés.
El Dr. Löewenstein estuvo poco tiempo con nostros, pero luego cayó enfermo. Entró en un profundo estado depresivo, sintió su soledad y quizás pensó que ya no le era útil a nadie. Llegó a decirme: "Ahora no me necesita nadie". Le atemorizaba el futuro.
Averigüamos que tenía un pariente en Buenos Aires, que aceptaba recibirlo, pero el doctor no quizo emigrar.
Por un tiempo su estado de ánimo mejoró, pero luego recayó en graves depresiones.
Finalmente murió solo y enfermo en París. Ibamos a visitarlo y no quería recibirnos.
Este valioso médico que salvó tantas vidas, no pudo salvar la suya.....
Es, sin duda, uno de nuestros mártires, uno , entre los seis millones.
Honor a su memoria
(del libro "Ser humano en Auschwitz", de Charles Papiernik, Editorial Acervo Cultural, 2000)
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