…Yo veo al futuro repetir el pasado
veo un museo de grandes novedades…
Cazuza
…Eso ya lo vi, eso ya lo escuché…
Charly García
Un fantasma recorre el mundo, a sólo 65 años de ser desterrado de la historia, condenado a la ignominia, el desprestigiado antisemitismo nacional-socialista ha retornado bajo su forma “políticamente correcta”, asumiendo una fraseología “socialista”.
Es sinceramente increíble que a 65 años de culminado el horror nazi con su plan de aniquilación universal de judíos, estos tengan que salir a defender su derecho nacional a la existencia como antes tenían que justificar su derecho a ser.
Lamentablemente estamos apreciando un fenómeno creciente a lo largo del mundo en el cual “masas enardecidas” de militantes izquierdistas “bien pensantes” y cultores de posturas “políticamente correctas” repiten las mismas consignas “progresistas” que repetían los nazis cuando amenazaban de muerte a los judíos; eso sí justifican la necesidad de esgrimir estos discursos acusando injuriosamente a los mismos de “ser” nazis. O sea, nótese lo absurdo de la situación: al igual que los nazis amenazan con exterminar a los judíos, principales víctimas de los nazis, porque acusan a éstos de ser nazis. Un argumento que, francamente, sólo alguien totalmente alienado puede realmente creer seriamente.
Esta lógica denota un profundo odio, a la vez que una supina ignorancia de los hechos históricos. Este discurso denota la presencia de prejuicios en estado puro. Los “argumentos” esgrimidos por estos antisemitas del siglo XXI muestran un esfuerzo sobrehumano por descalificar a los judíos y a su estado asignándole el lugar del “mal radical”, todo aquellas calificaciones que son negativas y dignas de condena en su pensamiento, por un movimiento mental son ligadas indisolublemente a Israel y a los judíos (así es como pasan a “ser”: imperialistas, colonialistas, genocidas, asesinos, nazis, etc.).
Es realmente surrealista ver movilizaciones de personas que se autoperciben de izquierda y que afirman combatir el racismo y toda forma de discriminación, mientras utilizan las mismas “metáforas” que usaban los nazis para referirse a los judíos; un ejemplo de ello es una secta de religión trotskista que afirma que los comercios e instituciones judías son “nidos de ratas” (la misma idea que el cineasta alemán Franz Hippler desplegó en su infame filme de propaganda nazi llamado “El Judío Eterno”).
De igual modo es indignante tener que soportar calumnias antisemitas, falaces acusaciones de genocidio contra Israel por parte de partidos políticos que avalaron directa o indirectamente al “Proceso de Reorganización Nacional” (la dictadura militar más feroz que tuvo que soportar Argentina, responsable de 30.000 desaparecidos y miles de asesinados). Partidos argentinos como el comunista (PC) que sostenía que había que “apoyar a Videla para ‘frenar el pinochetismo’ (SIC)”, el Partido Comunista Revolucionario (PCR) cuyos militantes avalaban indirectamente un golpe pues, amparándose en la tesis de “mientras peor, mejor”, sostenían que un golpe de estado contra el gobierno de María Estela Martínez de Perón crearía condiciones objetivas para un proceso revolucionario. Y qué decir de partidos como el Intransigente (PI) o la Unión Cívica Radical (de la cual provienen algunos “kirchneristas”) que colaboraron con la dictadura militar proporcionando funcionarios a dicha dictadura. Y, finalmente el Partido Justicialista, el PJ que integra el abanderado de la actual ola de antisemitismo “progresista” Luis D’Elía, que no sólo entregó funcionarios a la dictadura, sino al que pertenecieron notorios fascistas y torturadores como José López Rega o Ramón Camps (quienes nunca fueron expulsados del mismo). Y ni hablar del papel del primer gobierno peronista en negar la entrada al país a los sobrevivientes judíos de la matanza nazi, mientras que los “perseguidos políticos” (sus victimarios) tuvieron “puertas giratorias” para entrar al país con pasaportes de la Cruz Roja y el auxilio del Vaticano.
Estas condenas tienen la misma validez y el mismo sustento moral que las condenas contra Israel levantadas y sostenidas en la ONU por países “paraíso de los Derechos Humanos” como Cuba, Libia, Irán, Sudán, China, Siria y tantas otras “democracias vitalicias” (estados éstos que violan los derechos humanos en forma sistemática pero nunca son condenados, y que se alían entre ellos para generar condenas contra Israel basadas en falsas acusaciones).
Encontramos un ejemplo idóneo para ilustrar la situación “mental” actual de ciertos sectores de la “izquierda” devenido hoy heredero de las peores tradiciones del antisemitismo. Me refiero a un episodio protagonizado hace un par de años por la alcaldesa de la localidad española de Ciempozuelos. Allí, a instancias de la aludida “señora”, el Consejo Comunal de esa localidad decidió dejar de conmemorar el día del Holocausto (judío) reemplazando dicha conmemoración por la memoria de la Nakba (“tragedia”) palestina –o sea la creación de Israel-. Esto habla claramente de cómo en la ideología maniquea de estos sujetos la lógica es blanco-negro, amigo-enemigo; por un lado ven a los judíos como un todo (niegan el sufrimiento de algunos judíos por lo que, supuestamente, harían sus descendientes). Por otro lado, en sus obtusas cabezas no cabe la idea que, suponiendo que Israel fuera lo que ellos creen que es, puede haber solidaridad con unas y otras víctimas. Su lógica polar se expresa de igual modo cuando sostienen que los derechos del pueblo palestino pasan por negar los derechos del pueblo judío (no plantean la solución de dos estados para dos pueblos, sino uno sólo en lugar del estado judío).
Si tomamos un poco de distancia de esta retórica consignista, de este absurdo palabrerío vacío de contenido y comparamos ambos hechos: el Holocausto judío y el pretendido y denunciado “Holocausto” palestino, nos damos cuenta de la prestidigitación retórica y la extorsión moral a la que intentan que seamos sometidos.
- La población judía de Europa en 1939 era estimada en 8.301.000 de personas
- Las víctimas judías de los nazis en 1945, luego del Holocausto era estimada en 6.184.000 personas.
Esto significa que en el lapso de los seis años que duró la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), un 74,5% de los judíos europeos fue asesinado por la política nazi; esto representa 1.000.000 de judíos asesinados por año de guerra, 83.333 por mes; 2739,7 por día; 114,2 judíos muertos por hora; 1,9 por minuto. Este es un clarísimo indicador de la tragedia sufrida por este pueblo. Una tasa demográfica negativa, esto es que morían más judíos de los que nacían, del orden del -12%, esto es, que cada año se perdía, en promedio, un 12% de la población de judíos de Europa.
Existen otras estimaciones acerca de la población judía europea que difieren en algo con las planteadas arriba, por ejemplo, las estimaciones de Karady. Según este autor, la población judía europea en 1939 era de 9.480.000 personas, mientras que luego de la guerra, la misma era de 3.780.000, esto implica que en período perecieron 5.700.000 judíos. Esto sería el 60,1% de los judíos de la preguerra. Si hacemos un prorrateo de la cantidad de víctimas, vemos que estos datos varían en forma relativa (aunque no sustantiva) de los expresados más arriba. Distribuyendo los datos de Karady vemos que las víctimas judías ascendieron a 950.000 por año; 79.166 por mes; 2602,7 por día; 108,5 por hora; 1,8 por minuto. Esto representa una tasa demográfica negativa del orden del -10,1%; esto es una pérdida relativa del 10,1% de la población judía de Europa durante cada año de guerra.
De todas formas, vemos que los cálculos indican que en el período 1939-1945, la política nazi de exterminio sistemático de judíos generó casi dos muertos por minuto durante los 6 años de guerra. E implicó un decrecimiento poblacional de alrededor del 11% anual.
En contraste, veamos lo que ocurre con la población palestina de los “territorios ocupados”:
- La población palestina de los “territorios ocupados” (Franja de Gaza y Cisjordania –a.k.a. Judea y Samaria-) alrededor de 1967 era de 1.045.000 personas
- La población palestina de los “territorios ocupados” (Franja de Gaza y Cisjordania –a.k.a. Judea y Samaria-) en 2007 se estima en 4.000.000
Estas cifras indican un crecimiento poblacional de 2.955.000 en el lapso de los 60 años transcurridos entre 1967 y 2007, esto implica un crecimiento de 49.250 nuevos pobladores cada año; 4.104,2 nuevos pobladores por mes; 134,9 nuevos pobladores diarios; 5,6 nuevos pobladores por hora. La población de los “territorios ocupados” se multiplicó en 400% en 60 años; esto implica una tasa mensual de crecimiento demográfico del 6,7% anual durante 60 años.
¿Se puede comparar una tasa del -11% anual con una tasa del 6,7%?. ¿Es lo mismo la reducción del 74,5% de la población con el crecimiento del 400%?. Pues esto es lo que comparan quienes afirman que los judíos le hacen a los palestinos lo mismo que los nazis le hicieron a ellos.
Si esto sola comparación no bastara para ver lo absurdo de la comparación deberíamos preguntarnos ¿qué es un genocidio?:
En el año 1948, se realizó la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, de la cual salió una resolución que, bajo el número 260 (III) A, fue aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 9 de diciembre de 1948 y que entró en vigencia el 12 de enero de 1951 y en cuyo Artículo II se define lo que se entiende por genocidio:
“Artículo II: En la presente convención, se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal:
- Matanza de miembros del grupo;
- Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
- Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia e que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
- Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
- Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo”
¿Cuál de las 2 situaciones se asemeja a la descripta en el artículo II?. Esto muestra, por si hiciera falta, el grado de parcialidad antisemita –o de ignorancia objetivamente antisemita- de quienes acusan a Israel de genocida.
Sólo alguien ignorante o abiertamente malintencionado puede ser capaz de comparar ambas situaciones como hacen descaradamente muchos “neófitos disfrazados de expertos” de la intelectualidad “progresista” quienes, inclusive llegan al delirio de plantear que lo que les pasa a los palestinos es “peor” que lo ocurrido, no sólo a los judíos, sino a cada uno de los pueblos que han sufrido tragedias y calamidades.
El “consenso” antisemita acrítico está tan extendido que, a pesar de los indicadores de arriba, a pesar de la inexistencia de una política genocida por parte de Israel, se ha “naturalizado” esta consigna de tal manera que muchos de los que la sostienen (incluyendo a algunos judíos como los “ultra-religiosos” Naturei Karta o los “ultra-ateos” como Noam Chomsky o Jose Wermus –Jorge Altamira-) encuentran perfecta coherencia en defender regímenes como la teocracia ultra-religiosa de Irán (que niega sistemáticamente el holocausto judío mientras anuncia explícitamente su intención de realizar nuevo holocausto que acabe con Israel) o apoyan abiertamente a grupos terroristas como Hamas o Hezbollah en cuyos estatutos se hace expresa mención de la liquidación de Israel como objetivo estratégico; mientras que, al mismo tiempo corean consignas calificando a los judíos de ratas, atacando instituciones mutuales comunitarias, sinagogas, cementerios, escuelas, etc. por el sólo hecho de pertenecer a la comunidad judía. Plantean el derecho a la autodeterminación de los pueblos para defender los derechos de los palestinos mientras blanden este mismo derecho palestino para negar ese derecho al pueblo judío. Gritan consignas reivindicatorias del nazismo mandando a los judíos a las cámaras de gas (Francia, Holanda, etc.) o a los hornos crematorios (EE.UU.). Mientras se atreven a acusar a los judíos de nazis. En sus discursos niegan el carácter judío del estado de Israel para ocultar su cada vez más evidente judeofobia, mientras que, al mismo tiempo, afirman el supuesto carácter confesional (judío) de dicho estado, y también atacan edificios comunitarios y domicilios particulares y empresas de ciudadanos argentinos de fe judía, ligando en su práctica lo que escinden en su discurso.
El nazismo no sólo fue un régimen político de dominación sino que, fundamentalmente, fue una forma extrema y particular que asumió el antisemitismo en el siglo XX. La seña particular del nazismo fue su antisemitismo exterminador; por lo tanto es un disparate digno de “analfabetos ilustrados” al acusar a un judío (o a un colectivo de ellos) de ser nazi. Particularmente porque lo que define al nazismo es su negación radical de “lo judío”.
Por el contrario, “Nazis” son quienes afirman que el pueblo judío no tiene derecho a tener su estado. “Nazis” son quienes, haciendo gala de un “humanismo selectivo” callan ante las muertes de israelíes. “Nazis” son quienes condenan las acciones terroristas de ETA, Al Qaeda, FARC, etc. mientras aplauden las acciones de “resistencia” (asesinato de civiles israelíes) de Hamas, Hezballah, Jihad Islámica, etc. “Nazis”, finalmente, son quienes se erigen en “jueces de la moral” reservándose el derecho a discriminar a determinados pueblos exigiéndoles una moral absoluta; quienes se arrogan el derecho a negarle a los judíos los mismos derechos que apoyan en otros pueblos (derecho a la vida, a la autodefensa, a la autodeterminación nacional, a vivir en paz, etc.). No hay lugar posible para llamarse a engaños, sin rodeos “Nazis” son quienes acusan a Israel de nazi intentando desembarazarse de su evidente antisemitismo proyectándolo sobre el estado judío.
El contexto que vivimos hoy nos recuerda al vivido en Alemania durante la República de Weimar con las calles ocupadas por hordas de “Camisas Pardas” que cobardemente (en pandilla) atacan verbal y físicamente a instituciones comunitarias y a integrantes de la colectividad judía ante el silencio cómplice de funcionarios de gobierno (algunos por suerte, ante la gravedad del asunto ya comenzaron a reaccionar).
Estos grupos de asalto, conformados en exclusividad por insignificantes, poco representativas pero extremadamente ruidosas sectas (nacional-)socialistas, parecerían competir por ver quien expresa mejor el legado antisemita del nazismo, quien es mas violento en sus prédicas y sus acciones, quien quema mayor cantidad de banderas de Israel, quien utilizar el peor insulto descalificativo contra los judíos, y si no se actúa contra ellos con todo el rigor de la ley antidiscriminatoria, pronto competirán a ver quien mata más judíos, vuela más escuelas o sinagogas, quien profana más tumbas en los cementerios judíos, etc.
Argentina es un país con una larga tradición antisemita; larga más no extendida. Esta tradición es sumamente peligrosa pues, durante la mayor parte de su historia ha tenido el aval explícito o implícito de los poderes del estado. Esta tradición se extiende desde los “jóvenes patricios” de la Liga Patriótica (y otros no tanto de la Unión Cívica Radical) quienes durante la primera presidencia del radical Hipólito Yrigoyen, en el contexto de la Semana Trágica, fueron los responsables del primer pogrom de América. Luego los asaltos a barrios judíos que ocurrieron el 17/10/1945 y que describe Daniel Lvovich en un artículo en la revista Índice. La presencia nazi en el gobierno de Perón representada por la Alianza Libertadora Nacionalista. La infame circular N° 11 de 1938 de Cancillería Argentina en la que se “desalentaba” a dar refugio a los judíos perseguidos por el nazismo. Posteriormente la transformación de Argentina en refugio de criminales nazis a finales de la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente la presencia de la Organización “nacionalista” Tacuara y sus múltiples atentados antisemitas durante la década del 60. Se destaca el hecho que este es el único país en el mundo con una versión vernácula de los infames “Protocolos de los Sabios de Sión”, me refiero al “libelo” llamado “Plan Andinia”. El trato diferencial dispensado a los detenidos-desaparecidos de origen judío secuestrados en las mazmorras militares durante la dictadura militar argentina de 1976-1983. Entre muchas otras cosas.
Recuerdo el amargo relato de un periodista amigo, de origen judío, militante de izquierda en los 70 y que le tocó el triste destino de ser detenido-desaparecido durante el proceso. Esta persona me relataba la angustia que sentía cuando, luego de interminables sesiones de tortura (en las que debía tolerar un “extra” por su identidad judía), era devuelto a su celda y allí soportaba “charlas políticas” con sus compañeros de infortunio en las cuales estos repetían las mismas diatribas y prejuicios antisemitas de sus torturadores pero mientras los torturadores militares las dirigían hacia “los judíos”, sus víctimas de “izquierda” lo hacían contra Israel.
Con semejantes antecedentes no es de sorprender la explosión de furia antisemita que hoy se observa en una parte de la izquierda argentina. De todas maneras esta descomposición ideológica de este sujeto social, como vimos arriba en el caso de la alcaldesa “socialista” de Ciempozuelos, es universal.
Las sociedades tienen un “resto” de antisemitismo perenne conformado por ideas como por ejemplo la “externalidad” de la comunidad judía respecto de los países donde viven. Recuerdo que cuando el 18 de julio de 1994 terroristas islámicos volaron la sede de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), el entonces Presidente de la Nación Argentina, el Dr. Carlos Saúl Menem envió sus condolencias al estado de Israel como si la mutual de los judíos argentinos fuese territorio extranjero. Algunos años después el ex-Canciller Carlos Ruckauff creó una “Oficina de Asuntos Judíos” en el ámbito del Ministerio de Relaciones Exteriores (como si la comunidad judía argentina fuese una nación extranjera). Hoy en día el actual líder del mayor movimiento antisemita de la postguerra en Argentina, el kirchnerista Luis D’Elía siguiendo esta línea de ver a los argentinos de origen judío como conciudadanos tuvo un exabrupto mediante el cual continúa esta línea de “extranjerización” de sus compatriotas judíos. Dijo D’Elía refiriéndose a la guerra defensiva de Israel contra Hamas: “Los judíos argentinos deben pedir explicaciones a su gobierno”. Este exceso verbal de D’Elía esconde, por un lado la idea conspirativa de la doble lealtad (“todos” los judíos son a la vez argentinos e israelíes –siendo, por supuesto, más leales a este último país). Por otro lado, del discurso de D’Elía se desprende que para este autor judío, sionista e israelí son sinónimos.
Siguiendo a rajatabla el razonamiento de este autor, nosotros, judíos argentinos deberíamos pedirle a nuestro gobierno las siguientes explicaciones: ¿Por qué una persona que violó las leyes vigentes en Argentina asaltando una comisaría, en vez de estar rindiendo cuentas por el delito que cometió actúa como portavoz “oficioso” del kirchnerismo sin que nadie lo desautorice, enarbolando discursos profundamente antisemitas, defendiendo a un estado que está sospechado de estar involucrado en dos atentados contra ciudadanos argentinos violando la soberanía nacional; además de que estas operaciones apologéticas de la violencia y la discriminación las realiza “becado” con una jubilación de privilegio que se le abona del erario público, o sea que vive indirectamente de los impuestos que los judíos argentinos con sus “capitales sionistas” pagan.
Sinceramente, los dichos de D’Elía son un insulto para los miles de judíos. En mi caso particular es inadmisible, soy cuarta generación de argentinos (con un bisabuelo nacido en 1893 en Moisesville), tener que estar explicando a antisemitas como D’Elía que mi bisabuelo, tres de mis abuelos, mis padres, yo y mi hijo somos ciudadanos argentinos, que no tenemos ninguna otra nacionalidad más que la argentina y que nuestro gobierno (al cual D’Elía dice que tenemos que pedir explicaciones) es el gobierno de la Dra. Fernández de Kirchner. D’Elía como es un asno prejuicioso, ignora estos hechos. Aplicando el mismo criterio deberíamos responderle a D’Elía que vaya a Italia a pedirle a su gobierno que rompa relaciones con Israel y que se deje de insultar a los judíos argentinos.
Dije hace poco en una carta personal: “Esta capacidad de autorregeneración del antisemitismo, el cual quedó desprestigiado en su versión de derecha y ahora aparece “reciclado” en una versión de izquierda, es algo apasionante para mí como científico social, pero como judío me aterroriza esta perenne perdurabilidad del odio en contra de mi pueblo.”
© Lic. Patricio A. Brodsky