Este artículo está basado en una disertación que Israel Gutman diera hace unos veinte años, en el marco de una conferencia cuyo tema eran los movimientos juveniles sionistas durante el Holocausto. El artículo presenta sólo uno de los aspectos del vasto campo de investigación y publicaciones del profesor Israel Gutman, uno de los miembros de la generación fundadora de la investigación sobre el Holocausto en Israel, y para quien las diversas facetas de la vida y el mundo interior de los judíos de Polonia durante el período del Holocausto son temas centrales de sus investigaciones.
La importancia de este artículo reside en el modo analítico con que se encaran las preguntas relacionadas con la posición que ocupaban los movimientos juveniles judíos - que eran básicamente entidades que estaban fuera del ámbito oficial organizado - como liderazgo alternativo del público judío.
En los últimos años se ha llevado a cabo, entre los historiadores que se ocupan de este período, una discusión acerca de las características públicas de los movimientos juveniles sionistas durante el período de entreguerras. Gutman representa en este artículo a quienes opinan que estos movimientos actuaron durante los años veinte y treinta como una especie de ente extra-territorial dedicándose en forma específica y exclusiva a lo relacionado con la visión del futuro de la vida en la Tierra de Israel, y evitando involucrarse como factor significativo en los problemas de la vida judía en Polonia (el "trabajar en el presente", como lo denominaban). Por lo tanto, se presenta en este artículo una narrativa según la cual el cambio paulatino ocurrido en los movimientos en relación con los sucesos del presente, y su participación en los niveles de conducción, representó un cambio esencial. Otros investigadores, entre ellos Aarón Weiss, señalaron una participación más profunda de los movimientos en la vida pública judía de las décadas anteriores al Holocausto, de modo tal que el cambio producido en su posición pública durante el período del Holocausto podría considerarse como una continuación natural de su situación previa. De una manera u otra, surge del artículo que, durante la mayor parte del período de la vida en los guetos, los movimientos juveniles no pretendieron ser una opción a la autoridad oficial del Judenrat (Consejo judío), aunque por otra parte fueron construyendo su postura como voz de oposición, de modo que en la etapa crítica del exterminio pudieron dirigirse al público en general, con la proposición de una respuesta esencialmente diferente de la que proponía el Judenrat.
Es importante destacar que el artículo, cuyo origen como ya se dijo yacía en un debate sobre los movimientos juveniles sionistas y pioneros, no hace referencia a las actividades ni a las características de otros movimientos juveniles judíos que actuaron en los guetos, en primer lugar el movimiento "Zukunft" [Futuro], y el Bund [Socialismo judío no sionista]. Otras investigaciones sobre los diversos movimientos juveniles, tanto sionistas como no sionistas, echarán luz en el futuro sobre las cuestiones de su posición pública y su influencia sobre el modus operandi de la conducción judía durante el período del Holocausto.
El concepto de "alternativo" se refiere generalmente a una posibilidad de elección entre dos caminos, dos sistemas de ideas o dos grupos de conducción - uno de ellos existente y establecido, y el otro que quiere ocupar su lugar. Si quisiéramos entender basádonos en esta definición de liderazgo alternativo y alternativa ideológica el papel cumplido por los movimientos juveniles y por sus líderes durante la Segunda Guerra Mundial en Europa Oriental, estaríamos sumidos en una falta de comprensión fundamental. Los líderes de los movimientos juveniles no se prepararon para asumir una conducción general, no pretendieron la supremacía en el liderazgo ni la autoridad pública.
Durante un lapso determinado, los movimientos y sus dirigentes trataron de eliminar la autoridad de la conducción existente encarnada por el Judenrat, y de suprimir todas las ilusiones que ella había difundido entre el público. En cuanto a la idea de la rebelión, intentaron difundirla y enraizarla en el público tan sólo cuando ya no quedaba otra esperanza – cuando quedó claro que la criminalidad asesina de los nazis no dejaba lugar para ningún escape, ninguna salida, y que los círculos del liderazgo existente, tanto el que operaba bajo la autorización de los nazis como el que lo hacía desde la clandestinidad, ya no tenía la capacidad para ver y para revelar la tragedia en toda su dimensión, y no se atrevía a sacar conclusiones acerca de la situación.
Hay quiénes ven en el papel desempeñado por los movimientos juveniles durante este período como una puesta a prueba, un fenómeno que ya tiene antecedentes en la historia. Sucedió ya más de una vez que en días de crisis, y cambios revolucionarios, la juventud tomó en sus manos las riendas, señalando el camino. Más de una vez su coraje e independencia los llevartn hasta al grado de ejecutores de misiones del tipo que requieren asumir riesgos de muerte y entrega total. Pero esas cualidades solamente, propias de la edad, no alcanzan para explicar esa activa vitalidad de los movimientos juveniles en una etapa de ruptura de todas las convenciones y de desintegración social, ni su capacidad para llegar a una decisión y lograr conducir por su senda, hasta el final, a un público tan numeroso.
Rehabilitación y continuidad:
retorno de los líderes de los movimientos juveniles a los territorios de Polonia ocupados por los nazis
Trataremos de hacer foco en los puntos principales del período, y examinar el camino seguido por los movimientos juveniles en algunas etapas críticas. Como es sabido, la conducción establecida de la comunidad judía de Polonia en todos los aspectos – el nacional, el municipal y el comunitario – abandonó en su mayor parte Varsovia y las otras ciudades ya al comienzo de la guerra, buscando refugio en los territorios orientales del país que fueron anexados por la Unión Soviética, o huyendo hacia el extranjero. En esta ola de desplazados hacia los territorios anexados por los rusos, había también muchos egresados veteranos de los movimientos juveniles, y de sus líderes, pero hubo una diferencia básica en cuanto a la conducta de estos dos grupos de liderato. Los dirigentes de los partidos institucionalizados, a pesar de haber dejado a sus seguidores sin un cuerpo de conducción y sin instrucciones a seguir no consideraron la posibilidad de retornar a la zona de ocupación nazi. Contrariamente a esa actitud, en el seno de los dirigentes de los movimientos juveniles se despertó un sentido de responsabilidad hacia los miembros de sus grupos que habían quedado huérfanos de conducción, y surgió la exigencia de hacer retornar a la zona ocupada por los alemanes una delegación de dirigentes de los movimientos. Así volvieron por su voluntad, o por una "directiva del movimiento" – Mordejai Anielewicz, Itzjak Zukerman, Tzivia Lubetkin, Iosef Kaplan, Frumka Plotnitzka, Tusia Altman y otros, que fueron luego los arquitectos del movimiento clandestino en las zonas ocupadas y los jefes del movimiento de resistencia judía.
Sin embargo, sería un error pensar que el grupo de los jóvenes que retornaron impuso de algún modo su sello sobre el público en general, ya en la primera etapa de la ocupación. Los que regresaron tan sólo evitaron la paralización de la actividad de los movimientos juveniles, asegurando la continuidad y estableciendo normas de trabajo en condiciones de clandestinidad. La conducción oficial se concentró en manos de la comunidad, es decir en el Judenrat. Existen evaluaciones diversas acerca de la legitimidad de los Judenräte como conducción judía, así como existen dudas sobre si es correcto ver en ellos un factor que conservó la continuidad del sistema de dirigencia tradicional. Pero debemos recordar que en Varsovia, en Lublin y en otras comunidades judías, se incorporaron al Judenrat – especialmente en su composición inicial – personas que contaban con estatus público y autoridad, de entre los quehabían permanecido en su lugar.
Ya en la primera orden alemana emitida por Reinhard Heydrich en septiembre de 1939 para la erección de los Judenräte, se establecía que deberían estar integrados, en lo posible, por personas de autoridad y por rabinos. Los miembros de los Judenräte, reclutados a la fuerza para esos cargos, creyeron que a pesar de la clara tendencia de los alemanes a transformarlos en un instrumento ciego bajo sus órdenes tendrían, a pesar de ello, la posibilidad de servir a los intereses de los judíos y constituir una especie de escudo defensivo para el público, en su desgracia. La tragedia de los Judenräte está vinculada con esta misma dualidad, imposible de resolver. Al principio el público tendió a ver en el Judenrat un ente representativo, y considerando los cambios, era el único órgano representativo con que contaba.
Desde el Congreso Sonista en Helsingfors [Helsinki] los partidos sionistas estaban a favor, en mayor o menor medida, del "Dúigkait" [en ídish, "trabajo para el presente"], o sea a favor de los temas que eran de inmediata consideración. Opuestamente, en las épocas normales, los movimientos juveniles sionistas-pioneros no estaban involucrados en la vida política, o más precisamente, en la efervescente actividad política del sector judío. Su máximoanhelo se hallaba en la realización de sus ideales en la Tierra de Israel, y así fue que se abstuvieron del activismo político y de la intervención en los problemas locales corrientes. La filial, y el ken [hebreo por "nido" – centro juvenil)], y el Kibutz Hajshará [centro de adiestramiento agrícola], no eran sino un corredor. Una etapa temprana de preparación con vistas a una vida plena y "real" en un kibutz de Israel.
Con el regreso del grupo principal de la conducción de los movimientos juveniles al territorio ocupado por los alemanes se formó, como ya se dijo, una nueva conducciónque desplegaba auroridad. Para que podamos evaluar lo dicho correctamente, debemos tener en cuenta que todos los movimientos juveniles recibieron antes de la guerra instrucción por parte de un grupo de enviados de Israel, que no solamente trazaron el lineamiento ideológico, sino que constituían la autoridad que determinaba y decidía todo lo concerniente a la actividad educativa interna, y también sobre los vínculos con factores externos a los movimientos. Este rango desapareció cuando los enviados abandonaron la Polonia ocupada.
La nueva realidad (junto con la ruptura total de los vínculos con el mundo judío libre), cambió la posición de los grupos de liderazgo en cada uno de los movimientos juveniles, transformándolos en grupos autónomos e independientes, obligados a allanar su propio camino dentro de la compleja realidad circundante, y a determinar y a decidir en todas las cuestiones que se presentaran dependiendo de su propio criterio únicamente. El reconocimiento de la autoridad de estos líderes en las nuevas circunstancias, y la disposición de los conducidos para recibir y reconocerdicha autoridad, fue también un proceso, que se conformó y cristalizó en forma simultánea con la actividad clandestina. Uno de los líderes de los movimientos juveniles de ese período que sobrevivieron, me confió en un diálogo que mantuvimos, que mirándolo a posteriori resultó ser una bendición el haber quedado solos, porque era dudoso que todas las operaciones del movimiento juvenil, y principalmente las rebeliones en los guetos, pudieran haberse realizado, si el grupo de enviados mayores de edad se hubiera quedado, formulando las líneas de acción y supervisando su realización.
De la posición separatista a la participación activa y el llamado a la resistencia
Dentro del amplio y muy importante cuerpo de documentación sobre los movimientos juveniles que ha llegado hasta nosotros – a través de los órganos periodísticos clandestinos de los movimientos juveniles que circulaban en Varsovia – se ponen en evidencia los procesos que atravesaron los movimientos juveniles durante la guerra. Entre otras cosas nos enteramos de que los líderes de los movimientos que volvieron de la zona oriental no tenían intención alguna, desde un principio, de asumir la conducción de la sociedad en general. Al principio este periodismo adoptó, en forma muy clara, las características de un periodismo interno, que se ocupaba de la rehabilitación de los movimientos, y de la adaptación de los métodos de acción a las condiciones de la guerra y la clandestinidad. En el centro de la atención se ubicaban los problemas de la educación que la realidad de la guerra traía aparejados, el fomento de la conexión ideológica de los miembros jóvenes, y la consolidación de su vínculo con la comunidad en Israel. Esta tendencia a ubicar el centro de la atención en lo interno, se manifiesta hasta en el estilo deredacción, que lleva el sello definido del movimiento de pertenencia, expresado a través del argot específico a veces solamente comprensible para los integrantes del grupo.
La segunda etapa de la actividad de los movimientos, que comenzó aproximadamente a mediados de 1941, se reconoce claramente a través del cambio en los contenidos, y hasta en el cambio del modo de expresión de las publicaciones mencionadas. Junto al material dedicado exclusivamente a los miembros del movimiento, se va agregando la edición de material que incluye noticias del frente, y el análisis de la situación política y militar. Comienzan a aparecer expresiones de profunda crítica con respecto a fenómenos de la sociedad judía en general, y con respecto al Judenrat, su política y sus instituciones, en particular.
Asimismo se publica material sumamente polémico y crítico respecto de los organismos clandestinos adversarios. En la última etapa, que comienza en la primavera de 1942, se produce otro cambio. Se reduce en gran medida, o desaparece por completo, la mirada hacia el interior del movimiento, para dejar lugar a la escritura política agresiva, que pone al descubierto la marcha hacia el asesinato en masa, y hace un llamamiento a la resistencia activa.
Se produjo por lo tanto un proceso gradual, que llevó desde la actividad enclaustrada del movimiento, hasta la toma de posición y la participación en los asuntos públicos judíos en el gueto. La concientización de este proceso al mismo tiempo que éste se desarrollaba, se refleja en una carta que Tzivia Lubetkin escribió el 25 de septiembre de 1941 desde Varsovia, a los compañeros de los Estados Unidos: "Aparte de nuestro trabajo en la educación, debemos dirigir nuestra atención hacia asuntos de los que nunca imaginamos que deberíamos ocuparnos. Fundamos escuelas populares y colegios secundarios. Viajamos para realizar visitas, aunque el asunto no es para nada sencillo […]. Nunca nos habían conocido tanto como ahora".
Hasta la etapa de las deportaciones y los asesinatos en masa, los movimientos juveniles no se enfrentaron a los Judenräte. Como ya se dijo, no dejaron de asestar su crítica sobre el Judenrat y su política, y en determinados casos hasta se negaron a cumplir sus instrucciones, pero no pidieron su reemplazo por otro ente público, ni tan siquiera se les ocurrió la posibilidad de suprimir la institución, que en las circunstancias existentes realizaba tareas que resultaba imprescindible llevar a cabo. Naturalmente los movimientos juveniles buscaron respaldo, conducción y apoyo público en los partidos políticos en la clandestinidad, en especial en aquellos que les resultaban cercanos ideológicamente. Dado que los partidos no respondieron a sus expectativas, se agudizó en el seno de los movimientos la sensación de que no tenían a nadie en quién confiar, y se acentuó el sentimiento de independencia. En el órgano de expresión del movimiento "Hashomer Hatzair", "Negued hazerem" [contra la corriente], de mayo de 1941, se dice a este respecto: "El que el movimiento asumiera un papel como factor social en el gueto no fue el resultado de una actividad intencional, sino el resultado de (1) la tensión y el empuje del trabajo interno; (2) la actividad dentro del ámbito editorial; (3) el desmoronamiento de todos los partidos judíos".
Los partidos – sin sedes culturales ni periodismo legal, sin dirigentes públicos ni liderazgo reconocido – actuaban en su reducido círculo de miembros, y su acción se concentraba en la asistencia y la ayuda mutua, dirigida en primer lugar hacia sus miembros. Por el contrario, los movimientos juveniles traspasaron no solamente el círculo interno, sino también los límites y los muros del gueto. Los delegados y los mensajeros, y fundamentalmente las jóvenes del movimiento, que actuaban como mensajeras, eran el conducto que vinculaba no solamente a las filiales, haciendo de los movimientos un único cuerpo activo, sino también a todos los judíos dispersos por los guetos.
Del testimonio sobre Kovno, por ejemplo, surge que la primera fuente por la cual se enteraron tanto el público judío como la clandestinidad acerca de lo sucedido en Varsovia, en Vilna y en el oeste de Polonia, fue Irena Adamovich, una joven del grupo de los exploradores polacos, que se relacionó valientemente aún antes de la guerra con "Hashomer Hatzair", y durante la guerra sirvió como mensajera de confianza de los movimientos juveniles pioneros en la clandestinidad.
El trabajo educativo: la alternativa a la deseperación en la calle y el hogar
En este punto, quiero dirigir la atención hacia otro aspecto, que me parece indispensable para la comprensión del tema que estamos analizando. La guerra, la ocupación y el gueto, y todo lo que acarreaban, erosionaron y desestabilizaron en gran medida el mundo de los habitantes del ghetto desde el punto de vista espiritual y desde el social. Las publicaciones clandestinas de los movimientos juveniles señalaron constantemente este proceso de desintegración, en un lenguaje directo: "Las multitudes están hambrientas, y en lo que a ellas concierne, la única idea y el único contenido es el pan".
Los movimientos juveniles intentaron en todo lo posible mantener altos los espíritus, destacando especialmente que la inmunización de los jóvenes contra los daños de la situación y la desintegración que los circundaba era una condición necesaria para que, llegado el momento, al finalizar la guerra, dispusiera el pueblo de una reserva preparada para el cumplimiento de las misiones nacionales y sociales que se requirieran. La vitalidad de los movimientos juveniles y su fortaleza espiritual se mantuvieron y sobrevivieron a todos los golpes y a la destrucción absoluta que existía a su alrededor. Su atención estaba puesta en los desafíos y en las misiones, y su mayor logro fue el rechazo, aparente, de toda la realidad circundante, y el llevar adelante un modo de vivir y de pensar que se negaba, a pesar de los problemas, a transar con la fractura moral y la brutalidad que se adueñaban del control de la situación. No siempre lograron dar forma a esta textura tan especial. Es suficiente con sólo una cobertura general de los órganos periodísticos de los movimientos, para ver el esfuerzo que se hacía por efectuar una revisión de los principios ideológicos y morales, las imágenes, como símbolos y ejemplos a seguir, traídos desde ámbitos diferentes en espacio en tiempo. Sorprende ver hasta que punto se restringían al hablar de la realidad, y qué poco se ocupaban de palmearse a sí mismos la espalda por sus acciones y por sus logros.
En mi opinión, la fuente de su fuerza se hallaba en su negativa a resignarse a la realidad política imperante, y en su rechazo absoluto de normas sociales inadecuadas. Los movimientos juveniles eran el escape, el refugio de la calle sombría y amenazante, y de la casa sumida en las penurias; frente a la depresión, la falta de esperanzas y la sensación de ausencia total de fuerzas, y frente a la muerte que cubría todo con su sombra. El centro de reunión del movimiento era una especie de isla, donde se preservaban la sensación de libertad y los valores humanos firmemente basados en el mundo de la cultura.
Ringelblum escribe en su reseña biográfica de de Anielewicz, que el comandante de la Organización Combatiente Judía se lamentaba por cuanto tiempo valioso se había desperdiciado en el trabajo educativo y en cultivar el mundo espiritual de los jóvenes, cuando hubiera sido necesario prepararse para la lucha desde el comienzo de la ocupación, organizar de antemano los marcos, y adiestrar a los hombres. En forma similar se expresó Itzjak Zukerman al llegar a Israel, al presentar ante el Consejo del Kibutz Hameujad su profundo y detallado informe.
Hoy podemos disentir con sus ideas. Es comprensible que Mordejai Anielewicz, con su sensación de correr una carrera contra el tiempo, y Zukerman, al hacer el balance de aquel período, se lamentaran por cada día que no fue dedicado en forma directa a la preparación para la lucha. Sin embargo, aunque aceptemos la opinión de que la resistencia armada no fue tan sólo la etapa cumbre en el prolongado proceso de la actividad clandestina, sino su esencia y su contenido, por encima de todo, tampoco así podríamos desentendernos del hecho de que, sin el proceso educativo prolongado, no hubiera resultado posible la preparación de combatientes – por supuesto que no como se requería con vistas a una lucha que no prometía salida ni salvación, sino que tenía por esencia la elección del camino de la muerte. Un objetivo de lucha con estas características, solamente se podía presentar gracias a las reservas humanas forjadas en la fidelidad y en la adhesión a fuentes ideológicas y éticas firmes.
La idea de la resistencia: una alternativa al camino del Judenrat
Y de aquí, a la etapa en la cual los movimientos juveniles, como factor conductor dentro de la clandestinidad, adoptaron tanto la idea de la resistencia armada en sí como la de su realización concreta, y entraron en confrontación con los factores organizados del ámbito público en el gueto: con el Judenrat, con la policía judía, y en la mayoría de los casos, con los partidos en la clandestinidad y con la generalidad del público judío.
Nadie discute que hasta la etapa del exterminio en masa, hasta las acciones de los Einsatzgruppen (los grupos de acción de la Policía de Seguridad alemana) con el inicio de la "Operación Barbarossa", o sea desde el otoño de 1939 hasta fines de 1941, el propósito conjunto de todo el público judío en los territorios ocupados por los nazis, y dentro de él las fuerzas clandestinas de los movimientos juveniles, era sobrevivir, asegurar la existencia física frente a la política de los alemanes. Existía una discusión acerca de los métodos que debían adoptarse para la lucha por la existencia, y acerca de la distribución de las cargas entre los diversos grupos del gueto, pero no en cuanto al objetivo básico.
Este consenso inestable se quebró cuando los alemanes comenzaron con las acciones de asesinato, para romperse finalmente en mil pedazos. El primer paso en el nuevo rumbo era la toma de conciencia, el descifrar la situación, teniendo una visión realista del peligro y de sus dimensiones. En la noche del 31 de diciembre de 1941 al 1 de enero de 1942, se dio lectura en la reunión de los integrantes de los movimientos pioneros de Vilna a la conocida proclama redactada por Abba Kovner, donde se dice: "Hitler trama exterminar a todos los judíos de Europa. A los judíos de Lituania les ha tocado ser los primeros".
No nos ocuparemos ahora de las fuentes de esta audaz suposición – hoy sabemos fuera de toda duda, que esa era la lectura correcta del mapa de los acontecimientos. Es decir, los integrantes de los movimientos juveniles y sus líderes fueron los primeros en analizar en forma correcta lo que sucedía ante sus ojos, comprendiendo que no se trataba de un fenómeno local ni pasajero, sino de una epidemia que anunciaba el patrón del exterminio físico absoluto. Ante esta conclusión extrema se alzaron múltiples voces de duda y rechazo. Los judíos de los territorios ocupados en el oeste de Polonia, incluyendo a los partidos en la clandestinidad, argumentaron que la matanza de los judíos que se hallaban en los distritos que antes habían estado bajo el control soviético era un desastre que ocurría en las zonas marginales, y que no tenía relación alguna con el sistema de la ocupación alemana en la zona en que ellos residían. Los judíos de las zonas que sufrieron de las operaciones de asesinatos en masa de los Einsatzgruppen, y entre ellos miembros de la clandestinidad de los partidos no negaron el hecho, pero expresaron sus dudas sobre la interpretación generalizada. En su opinión los asesinatos no eran sino una ola pasajera, y la fuerza de su impacto podría frenarse con la incorporación de los judíos al sistema de producción alemán. En lo que a nosotros concierne es importante ver que el liderazgo de los movimientos juveniles, tanto el que se hallaba en los territorios que habían sido afectados como el que operaba en la zona de ocupación del centro y el oeste de Polonia, adoptó generalmente la posición de quienes veían en el asesinato un fenómeno general no limitado en el tiempo, ni a una zona específica.
La concientización de lo que ocurría y su comprensión eran solamente un aspecto del cambio que se produjo en las posiciones de los movimientos juveniles. El otro aspecto se revela en la declaración, que se incluía ya en la proclama del 1 de enero de 1942: "¡No marchemos como ovejas hacia el matadero! Es cierto, somos débiles y carecemos de defensa, pero la única respuesta posible frente al enemigo es la resistencia". Es decir, no sólo una previsión del futuro muy osada hay aquí, sino también la afirmación, de que dadas las condiciones de la realidad, la lucha era la única respuesta posible, aún cuando no pudiera esperarse de ella redención ni salvación. Este punto de inflexión señala por lo tanto el abandono de la posición según la cual deben concentrarse todos los esfuerzos en la supervivencia, dado que la supervivencia había dejado de ser una posibilidad. En una realidad en la cual no había ningún escape de la muerte debían ellos pensar y decidir como sería adecuado morir, como judíos y como seres humanos. No solamente este análisis de la realidad, sino también la acción propuesta en consecuencia, o una concepción como la surgida en Vilna, fueron adoptados por las mayores partes de grupos clandestinos de Polonia.
Asimismo, cristalizó la comprensión de la rebelión en los guetos, es decir la lucha dentro de los barrios donde estaban encerrados los judíos y desde los cuales se los sacaba hacia la muerte. El significado de la rebelión no se hallaba ciertamente en la búsqueda de vías de escape, sino en el intento de llevar a cabo una venganza del único modo posible, dadas las circunstancias existentes, y además de esto, actuar de un modo que expresara el compromiso con el futuro, y la fe en él.
En este punto de cambio de rumbo, con el fortalecimiento de la actividad de los centros de los movimientos en Varsovia, fue tomando forma lo que puede denominarse "la alternativa de los movimientos juveniles" o el "liderazgo de los movimientos juveniles". Lo que pedían y exigían los movimientos juveniles que se hiciera en esta etapa no era otro asunto interno de ellos, no otro programa operativo que incumbiera solamente a los activistas de la clandestinidad, sino una línea de acción que decidiera el destino de todo el público judío.
Es posible que si los integrantes de los movimientos juveniles hubieran dirigido el tremendo esfuerzo que exigió la preparación y la organización para la rebelión y su prueba en la lucha, hacia otros aspectos, si quizás se hubieran fijado como objetivo el salvarse a sí mismos como una élite digna de ser rescatada, quizás hubiera estado al alcance de su mano mantener con vida a un núcleo de unos cientos, o aún miles, de quienes se hallaban en su círculo cercano.
En un momento determinado, los movimientos juveniles lograron, especialmente en los centros de Varsovia, establecer contacto con los grupos clandestinos polacos del Armja Krajowa [en polaco, Ejército de la Patria], cuyos hombres, incluyendo a los que apoyaban a la lucha de los judíos, se opusieron a esta idea de la lucha hasta el fin, y trataron de convencer a los judíos de que había que esforzarse por lograr caminos de escape y de vida.
Los miembros de los movimientos juveniles, y en especial sus líderes, rechazaron de plano esta opción. A pesar de esto, no sería correcto afirmar que la posibilidad de combinar la lucha con la salvación no encontró ningún modo de expresión, ni en los planes ni en las posiciones de los movimientos juveniles durante la última etapa. Las vacilaciones y las tendencias opuestas, que incluían tanto la lucha en el gueto como el cambio de orientación de la lucha hacia otros objetivos – como la lucha partisana, en la que había, además de la continuación de la marcha en el camino de la resistencia, una posibilidad de sobrevivir – se fortaleció en los lugares donde el público en general disentía de un modo abierto del camino que proponían los movimientos juveniles, y también en aquellos lugares en los que apareció la posibilidad concreta de unirse a los partisanos que operaban en la región. Así sucedió en Vilna y en Bialystok, donde los movimientos juveniles adoptaron en realidad un camino de dos carriles, combinación de rebelión en el gueto con la salida a los bosques. En otros lugares, como en Kovno y en muchas pequeñas aldeas, que estaban alejadas de los centros donde comenzó y se adoptó la concepción de la rebelión en los guetos, apareció también en los movimientos juveniles la tendencia a organizarse para abrirse camino hacia los bosques y unirse con los partisanos. En una serie de aldeas donde se desarrolló una resistencia tenaz ante las deportaciones, la intención, ya fuera expresada o tácita, no era la de llevar a cabo la lucha final en el lugar, sino rebelarse y abrir camino hacia el bosque para todos los que fuera posible.
Está claro que en una encrucijada como esta, el enfrentamiento entre la conducción de los movimientos juveniles, como autoridad de la clandestinidad en lucha, con el Judenrat, con partes de la clandestinidad partidaria y hasta con la mayoría del público en el gueto, era inevitable.
En muchos lugares, el Judenrat se aferraba a la concepción del trabajo como camino a la salvación. Sectores importantes de los partidos en la clandestinidad no se resignaban frente al pronóstico de las dimensiones de la aniquilación programada, y el público que sufría, el pueblo de Israel y sus familias, no estaban preparados para aceptar un camino que no dejaba ninguna esperanza, ninguna posibilidad. Comenzó sin embargo, a partir de 1942, el período de la lucha, en el que se produjo la unificación de los grupos clandestinos de los movimientos juveniles en un único cuerpo que estaría preparado para el combate, y que reclamaba ganarse el reconocimiento, y apoyo para sus objetivos.
No entraremos aquí en el detalle de lo sucedido en los distintos lugares. En forma general, podemos determinar que en dichos enfrentamientos por lograr el apoyo del público, la posición alternativa de los movimientos combatientes estuvo en desventaja. La mayoría, la multitud, se aferró a la ilusión y prefirió la esperanza vana. Está claro que un público amplio, padres y madres, personas que fueron educadas en el mundo de los conceptos normativos, no eran capaces de resignarse frente al temor angustioso. Tampoco todos aquellos que se asombraron y entusiasmaron con los actos de los movimientos juveniles eligieron unirse a ellos. Una lucha de estas características era un sendero transitable sólo para una minoría.
El enfrentamiento con el Judenrat se transformó en determinados lugares en una discusión abierta, que llegó hasta el enfrentamiento violento. Cuando se produjo el conocido enfrentamiento en Vilna, la multitud se unió al Judenrat, y solamente en Varsovia, por una conjunción de circunstancias especiales, el desarrollo resultó diferente. Por ello es que solamente en Varsovia pudieron los movimientos juveniles y la Organización Combatiente silenciar al Judenrat y a la policía judía, atraer hacia ellos a los diversos sectores de la clandestinidad y establecer un pacto con el público judío que aún quedaba en el gueto después de la "Gran Acción". Por eso fue que la rebelión en el gueto de Varsovia tuvo carácter general, popular y prolongado, y tomaron parte de ella tanto los combatientes como los integrantes del público judío, que se ocultaron, se negaron a obedecer a los nazis, y transformaron al gueto en un enclave que se negaba a rendirse.