Estructura
Tres alumnos, cada uno de los cuales leerá el testimonio de uno de los sobrevivientes del Holocausto: Trudi Birguer, Iosef Bau y Iona Steiner.
Además, dos o tres alumnos que leerán los fragmentos de enlace y los párrafos para la lectura.
Es posible invitar a un sobreviviente del Holocausto para leer los párrafos extraídos del manifiesto de los sobrevivientes.
Propuesta para el diseño:
Pueden proyectarse durante el acto las fotografías y los dibujos que se adjuntan, de acuerdo con los textos que se vayan leyendo y a los fragmentos de los testimonios.
Desarrollo del acto
Extraído del Manifiesto de los Sobrevivientes:
Hace 63 años, en la primavera de 1945, se silenciaron las voces y las atrocidades de la segunda guerra mundial, y nosotros, los sobrevivientes de la comunidad judía de Europa, salimos de los campos de la muerte y de los barrancos del exterminio, uno de la ciudad y dos de la familia, con el alma golpeada y llena de amargura, huérfanos, sin comunidad y sin hogar, y sin alguien cercano que nos aguardara, en el universo entero.
La guerra había terminado, pero nosotros nos preguntábamos, doloridos y perplejos, si después de las tinieblas de los guetos, de los trenes de la muerte, y de los campos de concentración y de exterminio, ¿seríamos aún capaces de reencender cerca nuestro un hilo de vida, de amar, trabajar, formar una familia, celebrar una festividad?
Nosotros no nos convertimos en enemigos del hombre y amigos de la venganza sobre sangre inocente. Este es el testimonio concluyente de los valores morales grabados en la esencia de nuestro antiguo pueblo, y de la fe en el espíritu del hombre y en su cuidado.
Nosotros elegimos la vida.
Nosotros nos rehabilitamos, nos incorporamos a la lucha por el establecimiento del Estado de Israel e hicimos nuestra contribución a la sociedad, en Israel y en todos los países de emigración a los que llegamos.
La mayor parte de los sobrevivientes del Holocausto llegaron a Israel – la nación del pueblo judío. Para ellos, ésa era la enseñanza existencial del Holocausto. En las bases del Estado de Israel se colocaron no solamente el recuerdo de los seis millones de hijos del pueblo judío que fueron exterminados, sino también las lecciones históricas para que el Holocausto no pudiera repetirse.
Iona Steiner nació en 1926 en Gromnik, Polonia. Sobre su niñez, nos cuenta:
"Nací en Gromnik, una pequeña aldea en el sureste de Polonia, en la cama de mi madre. Vivíamos en una casa-granja grande y cómoda, cubierta por un techo de tejas rojas que construyó mi padre. En ese entonces éramos una gran familia. […] Nuestra vida en la casa era una vida feliz. [...] Siempre había comida abundante sobre la mesa, y siempre nos vestimos con ropa limpia y abrigada."
"En septiembre de 1939 Alemania declaró la guerra a Polonia, y en dos semanas la conquistó. Entonces yo estudiaba en la escuela pública polaca, y justamente había comenzado el sexto grado. Me vi obligado a ir a la escuela a pie porque los alemanes habían confiscado todos nuestros caballos y nuestras vacas, prácticamente todo. Mi padre aún se mantenía firme. Creía que esa situación era solamente algo pasajero, y trataba de arreglárselas sin caballos y sin vacas.
Y entonces, un día, por la tarde, me llevaron.
{….}
Así comenzó nuestro sueño de horror."
Iosef Bau nació en 1920 en Cracovia, Polonia, y era el mayor de tres hermanos. Iosef nació artista: siempre dibujó, y escribió poesía y cuentos. A los once años obtuvo el primer lugar en un concurso de poesía. Estudio en la escuela secundaria hebrea, donde desarrolló múltiples actividades – diseñó escenografías para espectáculos que él mismo escribió; publicó un diario con historias y caricaturas que escribía y dibujaba, sobre los maestros y los alumnos, y hasta creó una estación de radio escolar. La escuela estaba llena de sus dibujos.
Después de terminar sus estudios en la escuela secundaria, comenzó a estudiar artes plásticas en la Universidad de Cracovia, pero llegó a estudiar tan sólo un año; la Segunda Guerra Mundial interrumpió sus estudios.
Cuando lo expulsaron, junto a su familia, al gueto de Cracovia, escribió acerca del desarraigo de su hogar:
Fragmento para la lectura:
"La destrucción de la casa" / Iosef Bau
Se alzaba una casa, y en esa casa tenía
cada habitante su mundo propio,
apretado entre paredes decoradas.
Y en esa casa, cada habitante tenía,
pequeñas cosas secretas, y recuerdos…
Hasta que llegaron los Extraños a destruir la casa…
quitaron el techo, sin anestesia,
comenzaron a arrancar ladrillo por ladrillo.
Las puertas se abrieron asombradas,
las ventanas se enceguecieron, la electricidad
se extinguió en los hilos de cobre,
las paredes retrocedieron, los cielorrasos
se desplomaron sobre la tierra,
los rincones se dispersaron
... y comenzaron a vagar por la calle:
los bienes de generaciones, expulsados,
las almas de los muebles, hechas astillas
y la chatarra amontonada por el viento de la memoria.
La gente buscaba sobre las aceras
mundos perdidos – extendían sus brazos
y clamaban:"¿¡Donde están nuestros tesoros!?"
Los hombres lloraban
y las mujeres, con los niños pegados a sus faldas,
cavaban con sus uñas en los islotes de ruinas,
para rescatar recuerdos secretos;
pero la aflicción y el desconsuelo eran inútiles
ya no ayudaban
ni las palabras, ni las lágrimas
Las casas del barrio
miraban con valiente indiferencia como una de ellas
era borrada del mapa de la ciudad.
Y los habitantes del barrio
se sumergían apurados en los escritos de los sabios
persiguiendo causas, y explicaciones,
que justificaran la destrucción de los edificios.
Y todos tenían la esperanza:
"que esta casa derruida sea nuestra expiación"
...y nadie se ofrecía para intervenir
y nadie comparaba el destino
de los "abandonados por la suerte"
con su propio destino, privilegiado, inmunizado.
Hasta el momento en que los Extraños comenzaban
a arremangarse frente a su propia casa.
Trudi Birguer, nacida Simon, nació en 1927 en Frankfurt, Alemania. Sobre los años de su infancia, nos relata:
"Mi infancia en Frankfurt fue cómoda y protegida. [...] cuando era pequeña, me veía a mí misma como "la niña de papá". Nací en un mundo seguro con esperanzas sólidas acerca del futuro. [...] Recuerdo mi infancia con mucha nostalgia."
Con el ascenso de Hitler al poder, la infancia feliz de Trudi se vio cruelmente tronchada. Su padre buscó refugio para la familia primero en la ciudad portuaria de Memel, en la costa del Báltico, y en 1939, al conquistar los nazis la ciudad, la familia huyó hacia Kovno, Lituania. En 1941, cuando Trudi tenía catorce años, fue encerrada junto con su familia en el gueto de Kovno.
"Mi infancia terminó el 15 de agosto de 1941, cuando los nazis rodearon todo el gueto de Kovno con una alambrada de púas. […] Pero como era yo todavía una niña, no veía la imagen completa. Sabía tan sólo que sobre los judíos se cernían amenazas en cada rincón, y que me estaba prohibido ir y venir a mi antojo. La limitación de mi libertad me causaba un gran dolor. […] Recuerdo como recogimos nuestras pertenencias antes de la expulsión. El contenido de nuestra casa ya se había reducido bastante, pero todavía teníamos objetos bonitos y de muy buena calidad: muebles, alfombras y otras cosas, que nos vimos obligados a dejar; [….] era difícil para mí separarme de los juguetes y los libros que tanto quería, y no podía acomodar en mi maleta las bonitas faldas y blusas, que no volvería a vestir nunca más."
Se escuchará la canción:
La casa junto a los rieles / Ehud Manor
En la casa de junto a los rieles,
ya no andamos con los pies descalzos
y junto a la galería grande
ya no quemaremos las hojas de los álamos
La entrada cerrada, el cerrojo echado en las puertas
las persianas cerradas, también de día.
El firmamento está extendido, y sus ojos aún celestes,
pero la casa ya dejó de respirar.
Tiempo atrás, en la casa de junto a los rieles,
vi rostros felices.
Porque la casa vacía, junto a los rieles,
supo también de otras horas.
En la casa de junto a los rieles,
ya no piden una taza de agua por las noches.
Y a pesar de que el sol es aún redondo,
en el jardín ya no crecen girasoles.
La mañana es muda, la luz no asciende,
ni vuelan las palomas sobre el techo.
Quema el sol, golpea la lluvia,
pero la casa calla, calla como un pez.
Tiempo atrás, en la casa de junto a los rieles,
vi rostros felices.
Porque la casa vacía, junto a los rieles,
supo también de otras horas.
En la casa de junto a los rieles,
no bendicen más las velas al llegar el Shabat.
y junto a la galería grande,
ya no plantan árboles al llegar Tu-bi-Shvat
La casa está en silencio, y también sus ventanas,
los retratos fijos sobre la pared,
y llora el que ve con sus ojos su casa,
y no la puede reconocer.
Tiempo atrás, en la casa de junto a los rieles,
vi rostros felices.
Porque la casa vacía, junto a los rieles,
supo también de otras horas
La vida del niño Iona Steiner cambió por completo, en un solo día:
"Como todos los días, cuando terminaron las clases en la e escuela al mediodía, crucé la aldea en dirección al puente que atravesaba el río. [...] En cuanto subí al puente, un hombre que estaba parado a un lado del camino me señaló nerviosamente. Lo reconocí, era un comerciante local que hacía negocios con mi padre. [...] Todo sucedió tan rápido. Los alemanes levantaron sus armas y me ordenaron subir a la parte trasera del camión. […] No sentí miedo. Sólo me preocupaba cómo harían mis padres para saber donde me encontraba. No quería que mi madre se preocupara por mí.
Cuando llegamos al campo, los soldados nos ordenaron bajar del camión con una rapidez tal que no pude llevar conmigo el portafolios de la escuela."
Durante más de cinco años y medio estuvo Iona Steiner prisionero en distintos campos de concentración y de trabajo, y en el curso de esos años estuvo expuesto a la mayor crueldad, y sufrió las duras condiciones de la falta de alimento y la sensación de hambre permanente, el frío, el hacinamiento atroz, y el trabajo forzado. Nos cuenta:
"En esos mismos días, el chico de trece años que desfilaba por los campos, que cavaba canales, que picaba carbón, que miraba los muertos que se llevaban de allí, que se cuidaba de las azotainas, ese mismo chico, no era yo. El joven alegre y feliz de la granja cómoda y segura de Gromnik desapareció, y en su lugar creció y floreció un alma vacía, que se desplazaba y sobrevivía, como una máquina."
Cinco años estuvo Iosef Bau en el gueto y en los campos de trabajo.
Primero estuvo en el gueto de Cracovia, luego en el campo de concentración de Plaszow, de allí fue enviado al campo de Gross Rosen y finalmente estuvo en el campo de Brinlitz, en Checoslovaquia. En su libro nos relata:
"En el gueto, el paso de los días estaba bajo nuestro completo control. Los relojes medían el tiempo y los calendarios lo distribuían de acuerdo con normas reconocidas. Los periódicos alemanes nos dejaban ver, entre líneas, las noticias del gran mundo, y la gente que trabajaba tras los muros, nos traían un testimonio de lo que sucedía a nuestro alrededor.
En el campo de concentración, (por el contrario), el toque de la trompeta ocupaba el lugar del reloj, y el color del cielo, junto con los fenómenos de la naturaleza, intentaban ayudarnos a descifrar, en forma más o menos confiable, la identidad de un día determinado.
Era difícil, por lo tanto, determinar fechas que implicaban obligaciones, o la hora exacta de los sucesos […]"
En el gueto y en los campos, Iosef fue obligado por los alemanes a trabajar como artista gráfico y dibujante, y en secreto dibujó, escribió y dio testimonio de todo lo que veían sus ojos.
"Cierto día, al comienzo de la primavera, dibujé unos carteles para la policía judía. A cambio de ese trabajo recibí…un huevo. ¿Qué se hace con un huevo? ¿Cómo se lo come?... Uno de los policías me propuso una solución, adecuada para aquellos días carentes de toda lógica: Rompió la cáscara y volcó el contenido directamente sobre la chapa caliente de la estufa de carbón que se hallaba en el medio de la habitación. Raspó el huevo sucio y quemado con una cuchara pequeña colocándolo sobre un trozo de papel de periódico, me lo dio diciéndome: '¡Come, come, es muy bueno – buen provecho!' A pesar del hambre, no toqué ese manjar tentador, tan sólo corrí hacia mi padre, para agasajarlo con un desayuno especial… Pero no lo encontré. Me dirigí al encargado de la barraca: '¿Dónde está mi padre?'. Y él me contestó con dos palabras: 'Se fue'."
El arte salvó la vida de Iosef Bau, y gracias a su arte logró salvar la vida de cientos de personas, falsificando para ellos documentos mediante los cuales lograron escapar. Más tarde, cuando le preguntaron porque no falsificó documentos para sí mismo, respondió: "Si hubiera salido, ¿quién lo habría hecho?"
En el campo de Plaszow conoció a su mujer Rivka, y se casaron en secreto en el campo de mujeres. Al comienzo de su libro "La época del 38" escribió una dedicatoria para su esposa:
"Estuvimos juntos cincuenta y tres años, y a pesar de que los tiempos entonces eran difíciles, solamente gracias a ti pude dibujar y escribir […] Cuando cumplimos cincuenta años de casados, vinieron de muchas redes de televisión para filmarnos como la pareja más romántica de todos los tiempos. La pareja de la película "La lista de Schindler". Nos casamos muy en secreto dentro del campo, y hoy prácticamente todo el mundo lo sabe […]"
En el campo de concentración escribió e ilustró un libro del tamaño de la palma de la mano, llamado "El mundo y yo". Parte de las poesías están llenas de optimismo y humor.
El padre de Trudi Birguer fue atrapado cuando trataba de ayudar a un grupo de niños durante una operación en el gueto de Kovno, y asesinado. En julio de 1944 Trudi y su madre fueron deportadas al campo de concentración de Stuthof:
"Cuando recuerdo mi infancia y mi juventud, encuentro que a cada paso y en cada momento, perdía algo. Hasta llegar al campo de concentración de Stuthof, había sido despojada de casi todo lo que había tenido.[…] Frecuentemente pienso acerca de todo lo que me quitaron – mi casa, mi padre, mis abuelos y abuelas, mis tíos y tías, mi lengua materna y mi cultura […]"
En su libro Puente Angosto escribe Trudi que lo que la mantuvo con vida, todavía en el gueto, pero por sobre todo a partir de su llegada al campo, fue el gran amor que sentía por su madre, y su firme decisión de defenderla y salvarla. Durante el viaje de tortura en los vagones para ganado, intentó Trudi convencer a su madre para que saltara con ella del vagón:
" 'Yo no puedo', me dijo, 'Salta tú'. […] Mi madre me suplicaba que saltara. Hasta intentó empujarme, pero estaba demasiado débil. Me juré a mí misma que sobreviviríamos juntas, o moriríamos sin separarnos."
Al llegar al campo de Stuthof, Trudi y su madre fueron separadas durante la selección. Trudi logró eludir a los guardias, corrió hacia el grupo de mujeres que eran enviadas directamente a la muerte, encontró a su madre, intercambió sus ropas con ella y le pellizcó las mejillas para que pareciera llena de vitalidad. Las dos pasaron nuevamente la selección y salvaron sus vidas. Durante todo el período en que estuvieron prisioneras en el campo, insistió Trudi en cuidar a su madre y en permanecer junto a ella. De su testimonio:
"No trabajé para los alemanes. Trabajé para ella. […] el hecho de que hubiera alguien que se preocupaba por mí, y que yo tuviera por quién preocuparme, nos fortaleció a las dos y nos permitió seguir viviendo."
Se escuchará el poema:
Madre / Iosi Azulai
¿Quién marcha a mi lado
durante la travesía
con cada sueño, con cada mirada?,
madre
¿quién me envuelve toda
con un calor interminable
con amor, con preocupación?,
madre
sólo abrázame fuerte
y verás a quién quiero más que a nadie
no cambies
no te me vayas nunca, nunca
Estribillo:
Tú sabes el camino,
hacia el corazón que no tiene secretos
tu mano toca mi alma
y lo envuelve todo
¿Quién se da toda entera
sin sombra de arrepentimiento,
con su alma tan cerca de mí?
madre querida
nunca se quiebra
nunca se equivoca
y enjuga mis lágrimas
madre amada
sólo abrázame fuerte
y verás a quién quiero más que a nadie
no cambies
no te me vayas nunca, nunca
Tú sabes el camino,
hacia el corazón que no tiene secretos
tu mano toca mi alma
y todo lo reúne
resplandeces como el sol
y el mal se vuelve bien
ven madre, vence al miedo
y abrázame, cerca de ti
¿Quien marcha a mi lado
durante la travesía
con cada sueño, con cada mirada?
Madre ...
El campo de concentración Mauthausen, donde Iona Steiner estuvo prisionero durante los últimos meses de la guerra, fue liberado el cinco de mayo de 1945. Iona relata:
"Tres semanas antes del final de la guerra ya escuchamos el sonido de los disparos y los bombarderos de los aliados. Una de las bombas destruyó la cocina de las SS. […] Durante las dos últimas semanas de la guerra nuestra sangre fue derramada implacablemente. No nos daban alimento, y trabajábamos sin pausas durante todo el día. [...] Sabíamos que todo terminaría, pero nuestra fuerza para sobrevivir se iba desvaneciendo por el hambre. Miles murieron en esas últimas semanas. Nuestra liberación estaba tan cerca, pero no pudieron soportar más.”
Iona relata la liberación:
“Toda la noche permanecimos despiertos por la emoción. A la hora en que nuestra prisión (el campo de concentración de Mauthausen) ardía en llamas a nuestro alrededor, hasta los cimientos, nosotros estábamos sentados afuera conversando, planificando y reflexionando, como saldremos, hacia donde iremos. En cierto modo, creo que nos emocionamos como huérfanos, como niños.”
Luego de la liberación Iona fue hacia la ciudad de Linz, y desde allí a Salzburgo en Austria:
“Cierto día, por la tarde, vi un soldado con una Estrella de David grabada sobre su hombrera. Me quede estupefacto. Lo observé más de cerca y pude leer las palabras “Brigada Judía” rodeando el símbolo de la estrella de David. No podía creer que existiera sobre la tierra un judío, vivo y respirando, que fuera un soldado y no un prisionero. Fui siguiéndolo por las calles de la ciudad. No podía quitar mis ojos de él. Finalmente, luego de que se sentó junto a una escultura en la plaza de la ciudad, me dirigí hacia él.
Cuando estuve todavía más cerca vi. la palabra “Palestina” bordada sobre su insignia.
¿Es usted de Palestina? Le pregunté en alemán.
¿Es usted judío? Me pregunto en ídish.
“Sí”, respondí.
“¿Qué hace usted en Salzburg? Usted debe viajar a Palestina”, dijo
[...] No sabía mucho sobre Palestina. Sólo vi que frente a mí había un soldado sano y libre que lucía una estrella de David, judío de Palestina. También yo quería estar allí.”
Cuando fue liberado del campo, Iosef Bau volvió a Cracovia. Su relato:
"Corrí emocionado hacia la calle de mi niñez, a la casa en que vivimos antes de ser exiliados al gueto. Nada había cambiado, la casa seguía siendo la misma casa…Sólo que los vecinos que se cruzaron conmigo por las escaleras, me contaron que en nuestro apartamento vivía ahora el guarda de la casa."
Iosef consiguió morada temporaria con unos vecinos que aceptaron alojarlo.
Continuó con sus estudios en la Universidad y en seguida realizó una exposición con los dibujos realizados en el campo de concentración. El alcalde de Cracovia inauguró la exposición.
Para subsistir trabajó como diseñador, gráfico y caricaturista en tres periódicos. También publicó un libro de poesías con ilustraciones.
Iosef, Rivka y la hija de ambos, de tres años de edad, emigraron a Israel en el año 1950.
Después de la liberación, Trudi y su madre volvieron a Alemania. Después de un tiempo, encontraron el nombre de su hermano en una lista de búsqueda de familiares, y viajaron a su encuentro. En su casa de Frankfurt encontró Trudi a Zeev Birguer, también él sobreviviente del Holocausto, único sobreviviente de toda su familia. Trudi y Zeev se casaron, y junto con la madre de ella, emigraron a Israel en el año 1947:
"La última noche después de zarpar, el capitán nos informó que en cualquier momento avistaríamos la costa. Todos nos concentramos sobre la cubierta y allí estuvimos parados durante horas, clavando la mirada en el horizonte brumoso con la esperanza de poder observar las primeras luces parpadeando desde la costa. Y entonces, de repente, aún en medio de la noche y bajo la luz de las estrellas, uno de nosotros logró distinguir las luces en el monte Carmel. ¡Luces de casas y calles judías!
Finalmente, luego de haber sido expulsados de tres países, después de haber perdido nuestras casas una y otra vez, vimos Nuestro país. Temblé de emoción. […] Llegamos a Haifa el 11 de noviembre de 1947. […] Abracé cálidamente a Zeev y a mi madre. ¡Ese era el comienzo de una vida nueva!"
Después de la guerra, Iona descubre que su hermano Paul también había sobrevivido. Luego de un largo período de busca, lona logró encontrar a Paul en lo que hoy es la República Checa, convenciéndolo de abandonar Praga y viajar con él a Israel. En su caminó se detuvieron en Hamburgo, Alemania, allí Iona estudió mecánica y luego conoció a Rivka (Regina) de la familia Singer:
"Decidimos, Rivka y yo, que había llegado el momento de emprender nuestro camino hacia Israel. Primero viajamos a Bélgica, y allí obtuvo Rivka la autorización para el ingreso a Israel. Tenía pasaporte alemán, y era por lo tanto ciudadana de algún país. Pero la mayoría de nosotros éramos gente sin país, sin nacionalidad."
“Cuando nos estábamos acercando a la costa de Israel, los ingleses abrieron fuego. Abordaron el barco, y enviaron a todos aquellos que no habían llegado a nado hasta la costa a un campo de detención inglés en Chipre.”
“Otra vez me atraparon. Otra vez estaba prisionero. Sentí un profundo disgusto al ver otra vez un campo, otra vez un campo lleno de judíos desgraciados y enfermos. Pero era imposible comparar el campo de detención de los ingleses con los campos de concentración alemanes. […] Durante los primeros días la sensación era sumamente extraña. ¿Qué es esto? ¿Que son esas alambradas de púas? Era muy difícil para mí entender que nuevamente era un prisionero.”
“Tuvimos suerte y pasó a nuestro lado una nave turca. […] Nos subieron a su nave y nos llevaron hasta la costa de Israel, cerca de Herzlia. […] No me pregunten como me sentía. Desaparecimos del lugar en cuanto pusimos pie en tierra. Cualquier lugar era bueno para nosotros. Estábamos en casa en la Tierra de Israel – el hogar de los judíos."
Se escuchará el poema:
“En la encrucijada” / Natan Alterman
En la encrucijada había un madero, de pie con las narices caídas.
Duerme, duerme, hijo. Cae la noche, noche de tormenta sobre el agua.
Calla, niño. El barco se ladea, por la furia del viento.
En la encrucijada había un madero, sin brote y sin fruto.
Sobre este madero una vez, hijo, llegó el padre de tu madre.
y la sombra del crepúsculo anidó en el madero, y las telas no movía.
Inclinó la cabeza el padre de tu madre, el rostro hacia Jerusalén,
rezó llorando la oración de la tarde, con su Dios de los dos.
Esto se contó, esto se dijo, en un bello poema, olvidado.
Calla, niño. El barco se ladea, gritando frente al viento.
Calla niño. El barco de lado, avanza, rugiendo amargura,
En la encrucijada había un madero, sin flor y sin fruta.
A este madero, hijo, se unió tu padre, atado con una cuerda,
hierro y látigo le golpearon, hijo, y ardiente crecía la vanidad
y cuando estuvo rojo el látigo mas filoso que un sable,
bajó tu padre a tierra silencioso, con el crepúsculo.
Bajó despacio de su altar, el rostro hacia Jerusalén.
Calla, niño. El barco de lado, se desploma, besa el agua.
Se desploma el barco sobre un lado, y asoma una garra desenvainada!
En la encrucijada se troncha el madero, se troncha, y se hará mástil.
Sobre cubierta erguido está, atado con alambre de acero.
el madero más viejo que un poema popular, que un canto a capella
Sobre él se rompe el viento nocturno, como si de nuevo, de repente,
estuviera sumergido en risas y quejidos, de tambor y clarinete.
Calla, niño. El portal de la gloria, se abre para el mástil.
Hoy es también columna de plegaria, hoy es también altar.
En la encrucijada había un madero, y no caerán narices.
Duerme, niño. El barco, de lado, se abre paso, penetra las aguas.
Iosef Bau fue reclutado en Israel para la unidad de Inteligencia, que se ocupaba de actividades técnicas secretas, donde su talento para el dibujo y el bosquejo podían encontrar un canal de expresión. Iosef no habló jamás acerca de esas actividades. En los años cincuenta abrió un estudio gráfico y de dibujos animados. Allí produjo publicidad, películas animadas y los títulos para la mayoría de las películas producidas en el país por ese entonces, haciendo de tal modo una importante contribución al establecimiento de la industria cinematográfica israelí que estaba entonces dando sus primeros pasos. De su modesto estudio salieron entonces los títulos para películas como: "Ocho tras las huellas de uno", "Kasablan", "Salaj Shabati", "Columna de fuego", "Ellos eran diez", y muchas otras.
Los anuncios publicitarios producidos por animación se presentaron en las salas de cine y en la televisión. Iosef Bau escribió, ilustró, editó y publicó ocho libros, en hebreo y en polaco. Su amor por el idioma hebreo y sus sutilezas se aprecia en sus libros y en la exposición de sus dibujos – "Hebreo habla hebreo" que se presentó entre otros lugares también en la Kneset [parlamento israelí]. El 27 de enero de 2007, Día Internacional del Holocausto, las creaciones de Iosef Bau se expusieron en el edificio de las Naciones Unidas en Nueva York. La obra de toda su vida, tan especial, le ha valido el reconocimiento internacional, y sus obras son presentadas en distintos lugares, en todo el mundo.
Rivka y Iosef Bau tivieron dos hijos y cuatro nietos.
Trudi y Zeev Birguer formaron su familia en Israel, tuvieron tres hijos y cinco nietos.
La difícil infancia de Trudi Birguer influyó sobre su modo de ver el mundo y sobre su de vida. Ella hizo una promesa: que en caso de salvarse, haría todo lo que estuviera a su alcance para que otros niños no sufrieran. Todos estos años trabajó Trudi para ayudar a los necesitados y a los que carecían de posibilidades. Siendo ya una mujer casada y joven madre, tomó a su cargo el cuidado de cincuenta familias numerosas del barrio de Romema, en Jerusalén. Desarrolló un proyecto educativo y familiar para la promoción de la educación de los niños necesitados, y con su enorme fuerza de voluntad tuvo la iniciativa, de crear una clínica dental para los necesitados en Jerusalén, reclutando para ello fondos y dentistas voluntarios de todo el mundo. En el año 1982 se le otorgó la distinción del Presidente del Estado la república para los voluntarios, y en el año 1991 el alcalde de la ciudad de Jerusalén le confirió el título de ciudadana distinguida.
Trudi Birguer murió el día 9 de AV del año 2002.
Iona llegó a Eretz Israel en enero de 1947, directamente al kibutz Ein Guev. En el kibutz lo esperaba su esposa Rivka. Al día siguiente de su llegada al kibutz Iona fue incorporado, como si fuera un miembro veterano, al trabajo en la herrería.
Su integración en el trabajo fue inmediata. Después del 29 de noviembre, Iona se incorporó al esfuerzo de guerra, comenzando a producir minas. Se al grupo que colocaba minas a lo largo del límite del kibutz – las minas que detuvieron a las fuerzas blindadas sirias. Paralelamente, Iona participó en la fabricación de dos morteros “Davidka”. Una de ell fue puesto en funcionamiento para la defensa de Ein Guev, y el segundo fue enviado Safed, y se transformó finalmente en el monumento que aún hoy se halla ubicado en una de las calles de la ciudad. Iona también se ocupó de los blindajes para los camiones del kibutz. Durante la Guerra de la Independencia Iona se unió a una unidad de ametralladoras. Más tarde fue enviado a la armería para ocuparse del mantenimiento de las armas. A comienzos de los años cincuenta Iona, Rivka y su hijo primogénito Shimon pasaron al kibutz Guinosar, y allí fue designado encargado de la sección de herrería, trabajo del que se ocupa hasta el día de hoy. Más tarde, fue puesto al frente del parque de maquinarias, el agua, las herramientas agrícolas, los vehículos, las viviendas y sus terrenos circundantes.
Rivka y Iona son los padres orgullosos de tres hijos y abuelos de cinco nietos. Iona continúa actualmente trabajando.
Se escuchará el poema:
Nacido en esta tierra / Ehud Manor
Padre, te canto a ti
porque un día
te levantaste y te fuiste.
Madre esta canción es para ti
por los días de tu viaje
tras papá, hacia aquí.
Viene el sol a la ventana,
rama verde que despierta de la noche,
y niño que abre sus ojos a lo celeste
aquí en la tierra del Señor,
a la sombra del Carmel,
junto al río.
Del Manifiesto de los Sobrevivientes:
Aunque el recuerdo del Holocausto está cargado e impregnado de destrucción, de maldad y de pérdida de la condición humana amenazando todos los valores humanos, nosotros, los sobrevivientes, que marchamos por el desfiladero de las tinieblas y vimos como nuestras familias, nuestras comunidades y nuestro pueblo eran exterminados, no nos hundimos en los abismos de la desesperanza y no perdimos la fe en el hombre y en la imagen divina. Nosotros buscamos rescatar del horror que perforó nuestra carne, un mensaje positivo para nuestro pueblo y para el mundo – un mensaje de compromiso con los valores del hombre y de la humanidad.