“Nací en Varsovia en 1931. Mi padre era médico. Yo quería ser conductor de tranvía. Quería estar de pie, apoyado sobre el asiento del conductor, junto a la palanca de conduccir, advirtiendo a los que iban y venían, carruajes, carretas y automóviles, apretando con mi pie el pedal metálico que hacía sonar la campanilla, que tenía un sonido muy agradable. Hasta que comprendí que un policía era mucho más fuerte, en especial el policía que controlaba el tránsito, que con sólo levantar su brazo hacía que todos los vehículos se detuvieran, o continuaran su marcha, y decidí que sería policía.”
Niñez olvidada
Realización: Nurit Galron
Letra: Yaacov Gilaad
Música: Yehuda Ravitz
Viejo camino,
sendero en el jardín,
árbol y casa.
Papá allí,
mamá allá,
aquí me quedé.
Lo que fui
una vez, hace tiempo,
lo que ahora es
niñez olvidada.
Barraca verde,
no muy lejana,
la escuela.
El que quedó,
el que pasó,
quien ya no está,
lo que fuimos,
una vez, hace tiempo,
lo que me trae siempre a la misma
niñez olvidada.
Recuerdo cómo caminábamos siempre,
por la calle que se iba quedando desierta.
Nada cambió;
tan sólo aquí y allá se hace más débil el color,
quizás sea tan sólo el corazón que envejece.
Otro año,
ya aprendimos
quién soy yo,
quién eres tú.
Ya perdimos
lo que fuimos,
una vez, hace tiempo,
lo que aún me trae siempre a la misma
niñez olvidada.
Recuerdo cómo nos prometimos, sin saber,
cuándo y cómo volveríamos a encontrarnos.
Parece que fue tan sólo ayer,
pero ya se pone el sol,
quizás sea tan sólo el corazón que envejece.
Sendero en el jardín,
árbol y casa.
Papá allí,
mamá allá,
aquí me quedé.
Lo que fui
una vez, hace tiempo,
lo que aún me trae siempre a la misma
niñez olvidada.
Propuesta para la realización:
Mientras se oye la canción pueden proyectarse fotografías familiares de Uri Orlev.
Zofia y Maximilian, padres de Yurek, pasaron a residir a una aldea poco tiempo después del nacimiento de su hermano Kazyk, para alejarse de las calles de la gran ciudad y vivir en espacios más abiertos. Su padre era médico y su madre le ayudaba en su clínica de la ciudad. Yurek era un niño como todos. Le gustaba leer libros y jugar a los juegos de aventuras.
“Leí muchos libros, aún antes de la guerra. (...) Me gustaban los libros sobre guerras y aventuras que hacían poner los pelos de punta. Me gustaban los libros con héroes adultos, o niños que atravesaban todo tipo de adversidades e infortunios y sufrían mucho, hasta que todo se ponía en su lugar y llegaba a un final feliz. Un libro que no tenía un buen final me llenaba de estremecimiento, de una conmoción que persistía mucho tiempo después de que terminaba de leerlo. (...) Y cuanto más leía, más crecía mi envidia hacia esos héroes que describían los libros. ¿Por qué a mí no me pasa nada?. Y entonces estalló la guerra.”
Tempestad
Uri Orlev
Calma, todo está en silencio
y de pronto, la tempestad estalla,
rápidas corren las nubes por el cielo,
se agrupan y se tornan sombrías,
el viento sopla, aúlla,
se exalta entre las nubes.
Los árboles inclinan sus copas hacia la tierra,
y el viento silba entre ellos con furor,
al fin una gota se deja caer desde lo alto,
y otras mil, la tempestad se desata,
el rayo rasga de pronto la negrura,
y un trueno terrible rueda tras él,
y entonces se disparan sin pausa los relámpagos,
y tras ellos golpea el rugido de los truenos
(..)
El padre de Yurek fue reclutado por el ejército polaco. Luego de un tiempo, por orden de los alemanes, el niño de 9 años, junto con su familia y los demás judíos de Varsovia, pasó a vivir en el gueto. Para enfrentarse con la dura realidad de la vida en el gueto, Yurek y Kazyk se inventaban cuentos e historias.
“Un día me inventé la historia de que la guerra, el Holocausto, todo eso no había ocurrido en realidad. Era solamente un sueño que yo había soñado. Yo era el hijo del emperador de la China y mi padre el emperador había ordenado colocar mi cama sobre un gran escenario y disponer a su alrededor 20 (...) sabios (...) mi padre les ordenó dormirme y hacerme soñar ese sueño para que cuando llegara el momento, cuando heredara el trono de mi padre, supiera cuán malas son las guerras, qué es el hambre y qué es ser huérfano, y no hiciera guerras. Este cuento despertaba un gran interés en mi hermano. Cada vez que pasaba algo, que se producía un estado de temor o de miedo y nos encontrábamos en peligro inmediato, mi hermano me convencía para que le contara esa historia...”
Cerradas por muros siniestros,
calles judías pequeñas y angostas,
sombríos suspiros de hambre,
allí la vida es terrible, terrible.
Los carritos viajan por las calles,
y los caballos, silenciosos sus sonidos,
sólo judíos en los pisos de las casas,
y los pocos caballos judíos.
Ante ti la guardia de investigaciones,
y en ella el gendarme y el policía,
esta es la valla que frena tus pasos,
sólo el contrabandista no teme.
Tú posas una mirada sufriente,
el otro aspira tu mirada,
con el corazón enfermo de amarga pobreza
tú miras, hasta que duele.
Está prohibido incluso dirigir la mirada,
el guardia no permite ni una ojeada,
tú sueñas con un sendero en el campo,
sueñas con una fruta, sueñas con el verano (...)
Luego de un prolongado período de permanencia en el gueto, los alemanes comenzaron con las deportaciones de los judíos hacia los campos de concentración y lentamente, lentamente, el gueto se fue vaciando:
“La mayor parte del gueto ya estaba vacía, esto es, vacía de gente. (...) Vivíamos en un apartamento de un edificio (...) que se transformó en una fábrica. Todas las otras casas y todas las calles de los alrededores estaban vacías. Se podía salir a la calle, entrar en cualquier portal, subir por cualquier escalera, abrir cualquier puerta. (...) Entrar a cualquier apartamento y allí estaba todo. (...). Mi tía me enviaba a veces, junto a dos muchachos mayores, a buscar carbón para calentar nuestro apartamento. Yo también buscaba siempre el cuarto de los niños. Y si encontraba un cuarto de niños ordenado, buscaba dos cosas – estampillas, porque coleccionaba estampillas, y libros que todavía no hubiera leído.”
En las largas horas que pasaban escondidos, Yurek y Kazyk inventaban diversos juegos:
“Yo era Trazan, comandante del mundo, y mi hermano no era mi hermano, sino mi enemigo en tiempos de guerra, y volvía a ser mi hermano, que se encontraba al frente de un país vecino, en tiempos de paz. Cada uno de nosotros tenía su gran ejército, y durante los seis años de la guerra verdadera hicimos los juegos de nuestra propia guerra. La forma del juego la determinaban las condiciones – si era de noche, o en algún escondite oscuro, simplemente hablábamos, qué es lo que hago yo con mi ejército y qué hace mi hermano con el suyo. Cuando podíamos jugar durante el día sobre el piso, hacíamos las guerras de verdad, con soldaditos de plomo o con ejércitos de piezas de ajedrez o con grandes pilas de naipes que recogía de los departamentos de los deportados en las casas vecinas.”
Los sueños guardados
Realización: Mati Caspi /Java Alberstein
Letra: Ehud Manor
Música: Mati Caspi
Allí muy dentro en nuestro interior,
se esconden voces y recuerdos,
muchas imágenes ya olvidadas,
libros de maravillas y canciones.
Todos los recuerdos, día a día,
los primeros sueños
y todas las palabras de papá y mamá,
dichas hace tantos años.
Allí muy dentro en nuestro interior,
se esconden voces y recuerdos,
muchas imágenes ya olvidadas,
libros de maravillas y canciones.
Mundo maravilloso de nuestra infancia,
dormido entre la sombra de las sombras,
está con nosotros hasta nuestro último día,
oculto entre marañas de palabras.
Y a veces el rastro de un aroma o
un sonido familiar o un trozo de palabra
me devuelve un jardín en flor,
vuelve a la línea de partida,
y otra vez sueñas como un niño,
y otra vez eres ingenuo como entonces,
estás en medio del celeste, todo está conservado,
nada se esfuma.
Allí muy dentro en nuestro interior,
se esconden voces y recuerdos,
muchas imágenes ya olvidadas,
libros de maravillas y canciones.
Luego de varios años de trabajo duro y una vida insoportable en el gueto, la madre de Yurek enfermó. Fue internada en el hospital del gueto.
“Mamá se enfermó (...) Y fue internada en el hospital judío del gueto. Nosotros nos quedamos con la tía Stefa. La noche antes de que mamá perdiera el conocimiento, estaba acostada en su cama y la cabeza le dolía con más fuerza que lo habitual. Ellas pensaron que yo dormía y hablaban entre ellas. Mamá dijo “¿Qué será de los niños si no puedo resistir?”
””No te preocupes, Zofia”, dijo la tía Stefa, “Yo me llevaré a los niños.”
Y entonces mamá dijo:
“Stefa, llévalos junto a ti siempre, para bien o para mal.
”Y la tía Stefa lo prometió, y cumplió su promesa-
(...)
Todo el tiempo que mamá vivió pensé, sentía que existe una imagen como transparente que me protege todo el tiempo. Casi podía percibirla, escabulléndose, por el rabillo del ojo. Pero nunca llegué a verla realmente. Después de cierto tiempo mi madre reemplazó a la imagen misteriosa y ella misma nos protegía.”
Propuesta para la realización:
Se puede representar la conversación entre las dos mujeres
Ven Mamá
Realización: Arik Einstein
Letra: Leah Naor
Música: Ioni Rejter
Hace tiempo que toda la luz se le fue,
no te vayas de pronto también tú,
ven mamá, ven mamá,
ven y siéntate un poquito aquí.
El viento golpea los árboles
y tus manos son tan cálidas,
no te vayas, cuéntame mamá,
cómo es que vienen los sueños.
Si de pronto aparece un ángel,
vendrá lentamente hacia mi cuarto,
ven mamá, ven mamá,
y también tú lo verás
No, no le temo a la oscuridad,
y no tiemblo para nada,
ven mamá, ven mamá,
siéntate conmigo hasta que crezca.
La madre de Yurek murió en el hospital del gueto. Al morir la madre, la tía Stefa logró hacer pasar a Yurek y a su hermano a la zona polaca de Varsovia, y luego estuvieron escondidos en una aldea, en un sótano oscuro, durante largas semanas. Al final, tanto Yurek como su hermano fueron llevados al campo de Bergen-Belsen. La tía consiguió para ellos documentos para la "Aliá" (emigración) a Eretz Israel, y los hermanos se vieron obligados a separarse de ella.
“Yurek, oye, (...) mañana ya no habrá una tía que te explique cada cosa.” (...)
“No se atrevan a decir su verdadera edad”, les recordó Stefa. “Tú naciste en el treinta y cinco y tú en el treinta y tres. Recuerden, de otro modo no tendrán tiempo suficiente para sus estudios, y se verán obligados enseguida a ir a trabajar... Ustedes no son como todos los niños. Ustedes perdieron los seis años de la guerra.”
Kazyk se reclinó sobre ella y calló.
Yurek escribió un diario. En la primera página escribió con letras de imprenta:
“¿Quizá?”
“¿Por qué quizá?”
“Porque siempre dijimos que Quizá nos salvaríamos.”
“¿Tú deseas escribir sobre toda la guerra?”
“Sí”, dijo Yurek
Luego de un largo viaje los dos hermanos llegaron a Israel. Allí fueron enviados al Kibutz Ginegar.
“Este lugar, el kibutz, era un lugar sumamente extraño. La primera noche después de llegar me sentaron sobre el césped grande que hay al lado del comedor, y alrededor se agruparon todos los que hablaban polaco y yo les conté lo que había pasado durante la guerra. Durante varias horas nadie se movió ni emitió ningún sonido. Sólo se escuchaba el canto de los grillos, y a veces el mugido de una vaca o el ladrido lejano de un perro. Y sólo las estrellas se movían sobre las copas de los cipreses (...)”
Yurek Orlovsky cambió su nombre por el de Uri Orlev. Se casó y hoy es padre de Li, Daniela, Itamar y Mijael, y abuelo de Alía y Shaúl. Uri fue escritor y escribió muchos libros, entre ellos libros para niños.
“No sé si la escritura me ayuda para sobreponerme a lo pasado. Sólo sé que yo no puedo hablar, contar o pensar sobre lo que pasó como un hombre adulto. O en otras palabras: cuando yo recuerdo, vuelvo a transformarme en el niño que fui, y todo vuelve a presentarse ante mis ojos con total claridad. El hombre que soy hoy debe ir y venir con cuidado entre esos recuerdos, porque pueden ser muy peligrosos. Es como si yo caminara por la orilla de un lago congelado, teniendo todo el tiempo cuidado de no pisar demasiado fuerte. Esto es, no hablar ni pensar acerca de lo que pasó con los ojos del adulto que soy hoy. Eso puede ser como dar un salto sobre una capa de hielo muy delgado. el hielo se rompería y entonces me hundiría en el abismo. Y yo sé que posiblemente nunca podría volver.”
Menos, pero duele
Realización: Yehuda Poliker
Letra: Jonathan Guefen
Música: Yehuda Poliker
Con los días se olvida como si no existiera,
pero cuando la noche acecha,
te dice así, entre nosotros,
menos, pero aún duele.
Lo que en mí se ha herido, se hirió y sanará,
casi no pienso,
se aprende a estar así,
menos, pero aún duele.
Con una copa y una galleta se puede endulzar,
no hay límite para las huidas,
no desapareció, sólo se alejó o se adormeció,
y duele, pero menos,
no desapareció, sólo se alejó,
duele, pero menos.
Menos, pero todavía, todavía lastima,
va y viene, tú sabes,
duele si yo, si yo te toco,
duele si tocas tú.
Menos, pero todavía, todavía lastima,
va y viene, tú sabes,
duele si yo, duele si tú,
duele si tocas tú.
Con los días se olvida como si no existiera,
pero cuando la noche acecha,
te dice así, entre nosotros,
menos, pero aún duele.