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Yad Vashem está cerrado los sábados y días festivos judíos.
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Discurso que pronunció Per Ahlmark el 11 de abril de 2002
La conferencia internacional sobre:
“El legado de los sobrevivientes del Holocausto – las influencias morales y éticas sobre la humanidad” en Yad Vashem, Jerusalén, 8-11 de abril 2002.
Hay quienes sienten los peligros antijudíos nuevos antes de que todos los demás distingan los que va a suceder. Sabemos quiénes son, aquéllos hombres y mujeres que son suficientemente sensibles y expertos como para conocer los primeros signos. ¿Por qué tantos entre los sobrevivientes del Holocausto sienten antes de ver? De su experiencia del pasado saben como alusiones aparentemente “inocentes” a los judíos crecen rápidamente y se convierten en acusaciones. Y las acusaciones – si no se lucha contra ellas – pueden luego convertirse en discriminación y legislación y segregación. Y entonces se abre el camino a la violencia y el asesinato y la destrucción.
Ese es el terrible proceso que miles de sobrevivientes nos recuerdan siempre. Lo más importante del legado de los sobrevivientes del Holocausto: tratan de evitarnos un destino que destruye un pueblo sino también una civilización y la humanidad misma. Un gran maestro espiritual mío, y de todos nosotros aquí, y de muchos otros millones, estará hoy en Yad Vashem. Estuvo en Auschwitz y en Buchenwald y sobrevivió. Cuando me encontré por primera vez con Eli Wiesel en los años setenta, me dijo: los negadores del Holocausto quieren matar a los judíos otra vez. Y no sólo eso, recalcó Wiesel, quien exonera a los asesinos les permite volver a asesinar.
En uno de sus discursos dijo una vez Wiesel: “Recordemos a los héroes de Varsovia, los santos de Treblinka, los niños de Auschwitz. Ellos lucharon solos, sufrieron solos, vivieron solos, pero no murieron solos porque algo de cada uno de nosotros murió con ellos”.
¿Qué es lo que murió con ellos? Esta es mi respuesta: lo que murió con ellos es la convicción de que hay un límite para la crueldad del ser humano. Ahora lo sabemos: no hay ningún límite. El Holocausto demostró que la ideología de la maldad que se basó en el fanatismo y el odio, combinada con la fuerza total que no encuentra sino intentos de reconciliación, puede provocar a nuestras sociedades a cometer atrocidades que nunca habían sido cometidas.
Más de una vez los sobrevivientes hicieron oír sus gritos porque ellos saben cuál es el riesgo. De esta manera ellos mantienen la democracia de un modo tal que sólo ellos son capaces de hacer. Nosotros escuchamos a los sobrevivientes para sobrevivir. Aprendimos de ellos dos verdades más. Primero, el antisemitismo siempre empieza en los judíos, pero no se detiene en los judíos. El odio a los judíos, si no es frenado, se desarrolla casi siempre en un ataque a otros grupos minoritarios, y finalmente destruye las instituciones democráticas y el gobierno de la ley.
De aquí que la lucha contra el antisemitismo recae sobre los judíos y los no judíos en conjunto. El antisemitismo es un prejuicio entre los no judíos – por lo tanto es una obligación nuestra, de los no judíos, oponerse a él. Y sin embargo los judíos son las primeras víctimas de de esta enfermedad no judía, y en general saben sobre ella más que los no judíos. Por lo tanto es la obligación de los judíos el luchar contra el antisemitismo para protegerse a sí mismos y a nuestras sociedades.
De aquí que los judíos y los no judíos deben estar aquí parados hombro con hombro. Y segundo, ¡no menospreciar nunca el antisemitismo! ¡Creed que ellos realmente piensan lo que dicen! El error que provocó el desastre más grande del siglo veinte fue que millones de personas no creyeron que Hitler realmente creía en lo que escribió y en lo que dijo.
Por lo tanto debemos asumir que los enemigos de los judíos del siglo veintiuno no fingen. El mundo no judío debe entender ahora que las declaraciones antijudías de hoy en día en boca de individuos, organizaciones y países son documentos que deben ser estudiados y confrontados.
No puede decirse que se trata sólo de retórica – y en otras palabras: le retórica puede quizás, en determinadas circunstancias, estallar y convertirse en líneas de guía para hechos.
Y ahora enseñemos a las personas en todo el mundo y contémosles que una de las características asombrosas del antisemitismo es su flexibilidad. El ministro Malchior lo hizo en un discurso brillante e impresionante en Ginebra hace tres semanas, frente a la Comisión de las Naciones Unidas por los derechos humanos. Ustedes saben por supuesto que las Naciones Unidas eligieron para esta comisión – cuyo objetivo es fortalecer los derechos humanos – algunos países simpáticos, liberales, amantes de la paz y la libertad como Libia, Arabia Saudita, Sudán y Siria, y por supuesto ¡también Cuba y China (y algunas dictaduras más)! Y al mismo tiempo echaron de ella a Estados Unidos de América, la democracia más importante del mundo.
En su discurso en Ginebra, el rabino Malchior enfatizó la capacidad de adaptación del antisemitismo. Por supuesto que no puede cambiar su objetivo: atacar a los judíos. Pero puede cambiar su apariencia, su estrategia, sus excusas y parte de su vocabulario.
Generación tras generación, los antisemitas trataron de destruir lo que era en su momento el centro de la existencia judía. En el pasado, el blanco era la religión judía. Y cuando el judaísmo no se rendía, los judíos fueron expulsados o muertos. Al promediar el siglo diecinueve, cuando el concepto de raza se convirtió en la moda predominante, los judíos fueron atacados por ser una mala raza – esta propaganda llegó a su cumbre con los nazis.
Y hoy, cuando el estado judío ocupa el centro de la identidad judía y constituye una fuente de orgullo y de defensa de la mayoría de los judíos, el sionismo es calumniado como ideología racista.
Por supuesto que yo no considero la crítica al Estado de Israel como antisemitismo. Oponerse a algunas de las líneas de la política y las decisiones de Israel es legítimo, así como es legítimo criticar las acciones de cualquier otro país.
Pero el antisionismo hoy se convierte en algo muy parecido al antisemitismo. Los antisionistas aceptan el derecho de otros pueblos de tener sentimientos nacionales y tener un país y de defender ese país. Pero ellos rechazan el derecho del pueblo judío de expresar su conciencia nacional en el Estado de Israel, y asegurar el bienestar de este estado. De aquí que ellos no juzgan a Israel con los mismos criterios con los que juzgan otros países. Este tipo de discriminación de los judíos se llama antisemitismo.
Y aún más, más de una vez explotan estereotipos antisemitas cuando condenan el estado judío. La instigación anti israelí que tiene características antijudías se escucha una y otra vez, por ejemplo en la prensa, en las mezquitas, en la radio y en la televisión y en los libros de estudio en el mundo árabe. Los islamistas demuestran una gran creatividad cuando toman imágenes del conflicto del Medio Oriente y les proporcionan un significado nuevo y distorsionado, y explican por qué no se puede nunca tener confianza en los judíos. Los judíos buscan poder regional o mundial. Los judíos traman confabulaciones. Los judíos engañan a otros pueblos y son crueles tanto en sus objetivos como en sus métodos. Los judíos son buenos en el arte del embaucamiento, pero malos en todo lo que tenga que ver con el carácter y la honestidad. Y como siempre, los “Protocolos de los Sabios de Sión” demuestran hacia dónde apunta la estrategia judía.
La negación del Holocausto se ha convertido en algo rutinario, como así también los paralelos entre Israel y el tercer Reich. Debemos “oponernos a la nueva epidemia nazi que anida en Israel”, decía un periódico de Siria. La televisión palestina muestra soldados israelíes como violadores y asesinos a sangre fría. El muftí de Jerusalén determinó que “no es mi culpa que Hitler odiara a los judíos, los odian casi en todas partes”. Y en otro sermón del viernes en la televisión palestina se les decía a los musulmanes: “No sean compasivos con los judíos allí donde estén… mátenlos… y también a los americanos que se les parecen”, y cosas por el estilo.
¡Debemos actuar seriamente ante ese tipo de arranques! Cuando nuevas generaciones de árabes y musulmanes se contagian de ese odio, esto hace las cosas mucho más difíciles para la paz y la confianza y la cooperación entre Israel y sus vecinos.
Los antisionistas dudan, abierta o implícitamente, en el derecho a la existencia de todo el Estado de Israel, y esto significa que hay que luchar contra millones de judíos israelíes y tal vez matarlos. Esta proposición dirigida al asesinato en masa de judíos – abiertamente o veladamente – siempre fue considerada como la forma más extrema de antisemitismo. Esos antisionistas, que están a favor de la destrucción del estado de los judíos, merecen ser incluidos en la misma categoría.
A veces los antisionistas sostienen que no tienen nada contra los judíos, ellos se oponen “sólo” al estado judío. Imaginen que alguien dijera “yo me opongo sólo a la existencia de Gran Bretaña, ¡pero no soy antibritánico!”, o si alguien me dijera: “yo amo a los suecos, es a Suecia a la que hay que eliminar”. Nadie tomaría en serio declaraciones como esas. Es difícil amar o respetar un pueblo, y al mismo tiempo odiar a su país.
¡Y no olvidéis nunca a Durban! Algunos de los borradores de la declaración que fueron preparados para el congreso de Durban, que se suponía iba a ser un congreso contra el racismo, eran en realidad parte de un pogromo ideológico contra Israel. Sostenían que los judíos no fueron las principales víctimas del Holocausto sino los creadores de otro holocausto, contra los palestinos; y antisemitismo no significa odio a los judíos sino “las actividades de los sionistas contra los semitas”. Suena ridículo, pero esa basura era parte de la plataforma de la otra parte.
A pesar de la demagogia desvergonzada de esos borradores, la mayoría de las democracias no reaccionaron con una respuesta vigorosa, hasta una fecha posterior durante el verano pasado. Yo saludo los esfuerzos sistemáticos para abrir los ojos de los países de la Unión Europea y otros países libres y advertirlos por medio de una campaña diplomática vigorosa, dirigida por el ministro Malchior y sus colegas. No pudieron evitar que el congreso de Durban se convierta en un festival antisemita, pero modificaron totalmente la declaración final, la oficial, del congreso.
¿Cómo fue que las democracias – fuera de Israel y Estados Unidos y tal vez Canadá – no cayeron en la cuenta enseguida de lo que estaba pasando? Es un enigma. Hoy día, el número de democracias en el mundo es mayor que nunca. Un número creciente de miembros de las Naciones Unidas tienen gobiernos que accedieron al poder por medio de elecciones y libertad de expresión.
No estamos todavía en el año 1975: no existe el imperio comunista – en su lugar se extiende una Europa democrática desde el oeste hasta el este. En América Latina la libertad consiguió victorias sorprendentes; y así ocurrió también en partes de África y el este de Asia. Y hoy en día las Naciones Unidas son la única superpotencia. De estos hechos se desprende que no habría resultado demasiado difícil a los países libres oponerse a los argumentos antijudíos verbales de los árabes y los musulmanes en la arena internacional.
Y a pesar de ello, las humillaciones de Durban no fueron evitadas. Y nuestros enemigos volverán a golpear. En algunas agencias de las Naciones Unidas la proscripción de Israel se convirtió en un ritual político. Este fenómeno fue registrado detalladamente, por ejemplo por el “vigía de las Naciones Unidas”, institución independiente con centro en Ginebra, o en las particulares conferencias del profesor de derecho Irwin Kotler, miembro del parlamento de Canadá. Ellos demuestran que la demonización de la única democracia en el Medio Oriente es un componente central del nuevo antijudaísmo. Las dictaduras condenan a Israel por su violación permanente de todo tipo de derechos humanos. Cuando esta tierra es llamada “enemigo del bien y depósito de todo el mal”, dijo Kotler en su análisis, esto se convierte en una “marca de oprobio” dentro de las Naciones Unidas.
Él ve en esto un paralelismo con la acusación a los judíos en la Edad Media de “contaminar los pozos”. Cuando Israel es presentado como un país leproso él se convierte en una especie de “envenenador de pozos internacional”. Y el profesor Robert Wistrich resume y dice que la “acumulación de decisiones anti- israelíes (en las Naciones Unidas) puede provocar la de-legitimación absoluta del estado judío”. Cuando no dejan en paz un pueblo y lo condenan como enemigo de la humanidad, se trata en realidad de una campaña dirigida contra el pueblo judío. Hemos visto que las raíces de muchas explosiones antijudías en algunos países están insertas en la denuncia a Israel utilizando terminología antisemita. Ataques a sinagogas fueron provocados por fraseologías calumniosas y difamantes con respecto al conflicto del Medio Oriente. Palabras conducen a hechos. Y las líneas de propaganda de musulmanes radicales recibieron apoyo y fueron escuchadas de boca de extremistas de derecha y de izquierda en el mundo occidental. Y a pesar de eso, los medios de comunicación de occidente, especialmente de Europa, están poco dispuestos a asociar la violencia y las acciones terroristas con la ideología que les sirvió de inspiración, incluida la obsesión antisemita. Recuerden siempre cómo fue asesinado el periodista Daniel Pearl. Las últimas palabras que dijo, de acuerdo a los informes, fueron: “Soy judío, mi madre es judía”. Y en ese momento le cortaron la garganta.
Es preferible que hechos como ése de barbarie asesina no nos hagan olvidar la vulgarización de la lengua en círculos que se supone son civilizados. Más de una vez sucedió en el siglo veinte que personas que se veían a sí mismas como “intelectuales” se convirtieron en acompañantes del fascismo o del comunismo sin haber sido miembros de los partidos políticos que se basaban en esas ideologías. Ahora, en el siglo veintiuno – en las conversaciones de círculos relacionados más de una vez con los medios de comunicación de masas, con la política, con la administración pública y las universidades – nos encontramos muchas veces con personas que condenan a Israel con una pasión que hace recordar a los movimientos antidemocráticos. No me refiero a la mayoría de la gente en el mundo occidental sino a una minoría, más de una vez una minoría importante y que tiene influencia.
Un tiempo atrás, en una cena de gala en Londres, el embajador francés en Gran Bretaña llamó a Israel “país pequeño y miserable”. Su gobierno no lo depuso, y tiene muchos aliados en los altos círculos de Europa. El embajador Bernard nos ayuda a comprender cuán común es este nuevo antijudaísmo. “¡País pequeño y miserable!” El columnista Andrew Sullivan tuvo razón al decir que Israel se convirtió en “un objeto de odio que nadie se anima a llamar por su nombre”. Nosotros, aquí en Yad Vashem, nos atrevemos a llamar al niño por su nombre: antisemitismo.
Y no sólo nos atrevemos, sino también que hacerlo es nuestra obligación. Nunca, nunca debéis callar frente a los ataques diarios en la Francia de nuestros días contra judíos y sinagogas. Es una vergüenza para toda Europa que muchos judíos en Francia hoy no pueden enviar a sus niños a la escuela sin preocuparse profundamente por su bienestar. Sobre este asunto, yo espero las cosas que dirán Serge y Beate Klarsfeld, que tantos entre nosotros admiramos tanto.
Y más aún, un número considerable de cristianos en algunos países todavía están influenciados por el legado antijudío de la teología. ¡Opónganse a ellos y expónganlos cuando expresan, por razones religiosas, su hostilidad a Israel!
Y cuando las personas de la izquierda radical en Gran Bretaña reaccionan frente a las declaraciones antisemitas en las mezquitas en su país con una ausencia de reacción, ignorando totalmente la maldad, debemos decirles la verdad desagradable. Sus palabras y las palabras de otros antisionistas refutamos con una frase de Martin Luther King: “¡Cuando las personas critican al sionismo, ellos en realidad se refieren a los judíos – no os equivoquéis con esto!”
Y finalmente, no debemos vacilar en describir el peligro fanático y determinado que amenaza la democracia del lado del fundamentalismo musulmán totalitario. El profesor Yehuda Bauer lo llamó “el mayor peligro antisemita a principios del siglo veintiuno”. Él llega a la conclusión que no se parece al antisemitismo árabe “antiguo”, sino que está más cerca del comunismo y el fascismo en su aspiración a dominar todo el mundo y destruir el antiguo sistema de valores, al cual llama “civilización de ‘judíos y herejes’”. Esta ideología musulmana fundamentalista, “utiliza el idioma del exterminio y la destrucción del pueblo ante el cual uno no puede equivocarse”.
Tenemos por lo tanto varias razones muy buenas para apoyar al rabino Malchior para erigir la “Comisión Internacional de Combate contra el Antisemitismo” (International Commission to Combat Antisemitism – ICCA). Esta institución debe aprender de los sobrevivientes del Holocausto a llevar a cabo las acciones necesarias para despertar el mundo de su sopor. Espero que esta organización defina claramente el creciente peligro que se esconde en el antisemitismo nuevo-viejo. Y resumiendo: a diferencia de todos los estallidos antijudíos anteriores, esta vez el ataque no está dirigido contra individuos judíos sino más bien contra el judío colectivo, el Estado de Israel. Pero un ataque de este tipo genera una reacción en cadena de ataques contra individuos judíos e instituciones judías.
Sin duda es posible decir que la mayoría de los antisemitas peligrosos en el pasado querían convertir al mundo en Judenrein, limpio de judíos. Hoy en día, la mayoría de los antisemitas peligrosos son aquéllos que tal vez desean convertir al mundo en Judenstaatrein, es decir, limpio del estado de los judíos.
***
Per Ahlmark es un escritor, ex presidente del Partido Liberal de Suecia y viceprimer ministro de Suecia, fundador de la “Comisión sueca contra el antisemitismo”. Tiene una columna en el periódico Dagens Nyheter publicado en Estocolmo, y es el autor de varios libros sobre política, ideología, conflictos internacionales y poesía.
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