“El hecho de que las lágrimas se han acabado no quiere decir que la tristeza se haya marchado. El hecho de que las palabras no puedan describir los horrores vividos no minimiza el dolor sentido. El hecho de que las pesadillas hayan cesado no significa que el monstruo se haya extinguido. El hecho de que yo siga vivo hoy no implica que una parte de mí no haya muerto ayer… El espíritu infernal de destrucción dentro del tatuaje de Auschwitz es imborrable”.
Elías Feinzilberg nació en Lodz, Polonia en el año de 1917. Elías sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial, pasando por nueve campos de concentración y exterminio incluyendo Auschwitz y Dachau. El resto de su familia, sus padres y seis hermanos, fueron todos asesinados por los nazis. Elías relata de su llegada a Auschwitz:
“El Dr. Mengele nos esperaba en las vías del tren. Nos marchaban izquierda-derecha, mientras la SS nos golpeaba. Aun no sabíamos dónde estábamos. Nos dieron pijamas y zapatos. En Birkenau recibimos un plato de sopa por cada tres personas. El primero comía un poco, luego el segundo, y luego el tercero. Yo me dije, acá es donde termina”.
A las preguntas “¿Cómo logró Usted sobrevivir, algunas vez perdió la fe?”, su respuesta: "Pregúntele a Di-s, Él fue quien me ayudó. Nunca perdí la fé, pensé siempre: “mañana…talvez”". Al momento de la liberación, Elías se encontraba dentro de un tren custodiado por la SS, cuando un grupo de prisoneros fueron liberados por el ejército americano... "La Cruz Roja vino con paquetes, nos dieron pequeños paquetes y nos dijeron en voz baja “eres libre” “eres libre”. Fue un milgaro. Sin los americanos, yo no estaría aquí".[2] Los soldados americanos que lo liberaron, llevaron a Elías a un campo de refugiados de Naciones Unidas, donde Elías conoció a Esther, también sobreviviente de la Shoá, con quien contraería matrimonio. En ese campo, también conoció al General Eisenhower, quien se convertiría en Presidente de los Estados Unidos de América. “Eisenhower nos dijo que íbamos estar bien siendo libres y que tendríamos una nueva vida. Era un hombre bueno y muy inteligente. El fue a Buchenwald y dijo - tomen fotografías porque las personas jamás van a creer esto-”.
En un inicio, por azares del destino y por tener un tío en Guatemala, Elías y su esposa emigraron a este país, a bordo de un barco de carga. En Guatemala pusieron una zapatería, como él mismo lo recuerda con precisión, “…en la 5a avenida, frente al Parque Concordia”. Después de más de veinte años de vivir en Guatemala, emigraron a Israel. Muchas personas han tratado de convencer a Elías que visite Polonia para dar allí su testimonio.
“¿Ir a Auschwitz? Eso no es para mí. Quizás mis zapatos aún estén allí. Yo no regresaré. Sufrí demasiado en ese lugar”.
A sus noventa y nueve años, Elías tiene tres hijos, siete nietos, y dieciséis bisnietos. Vive en Jerusalén, constantemente da charlas sobre sus experiencias durante la guerra, y es una inspiración para quienes tienen la suerte de conocerlo.
Reflexiona sobre las palabras del señor Elías: “El hecho de que yo siga vivo hoy no implica que una parte de mí no haya muerto ayer… El espíritu infernal de destrucción dentro del tatuaje de Auschwitz es imborrable”.
- Observa esta foto del señor Elías con su nieta. Esta foto fue la ganadora del premio Alfred Fried Fotografía de la Paz (2016). ¿Qué emociones transmite esta fotografía? ¿Qué elementos crees que se tomaron en cuenta para hacer a ésta fotografía acreedora de un premio de la Paz?
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