Características de los campos de concentración nazis
En los años transcurridos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el nombre de Auschwitz se ha convertido en un sinónimo del desmoronamiento de la civilización europea, de terror y de asesinato sistemático de millones de personas durante el dominio alemán nazi. En su libro "El Estado de las SS"
("Der SS Staat"), que trata de la estructura del sistema de campos de concentración, Eugen Kogon, un ex-prisionero del campo en Buchenwald, describe un totalitarismo casi ilimitado, en el cual se impuso a las personas un tipo de esclavitud, disposiciones existenciales y normas que les negaban todo derecho a ser partícipes en el diseño de sus vidas y su destino. El intento nazi de controlar absolutamente la población cautiva se cumplió casi en su totalidad con las condiciones de opresión perpetua que imperaban en los campos de concentración. Hannah Arendt afirmó que "los campos de concentración y exterminio en los regímenes totalitarios sirven de laboratorios en los cuales se verifica la creencia que sirve de base al totalitarismo, es decir, que todo es posible".
Auschwitz fue el más grande de los campos de concentración nazis. Alrededor de 405,000 prisioneros, mujeres y hombres, de casi todos los países europeos, fueron encarcelados allí desde mayo de 1940 - cuando las autoridades nazis colocaron los cimientos de este campo - hasta enero de 1945, al realizarse la evacuación en la "marcha de la muerte" de la mayoría de los prisioneros que todavía sobrevivían, poco antes de que el ejército soviético liberara el campo. Cerca de 200,000 de los prisioneros de Auschwitz murieron (esta cantidad no incluye a las masas de personas, la mayoría judíos, asesinadas sin estar inscritas y sin recibir un número). La tasa de mortalidad entre los prisioneros de Auschwitz era mucho más alta que en los otros campos de concentración bajo el dominio nazi. Tras la ampliación y el desarrollo del campo y sus filiales, éste llegó a abarcar a más de 40 campos satélite que se extendían por una amplia zona industrial rica en recursos naturales. Esos campos sirvieron como un reserva enorme de trabajadores forzados que fueron reclutados para el esfuerzo bélico alemán y para el trabajo en minería, construcción y agricultura.
Sin embargo, la terrible historia y el terror continuo de Auschwitz se relacionan en primer lugar con el mecanismo de exterminio en masa de los judíos en el campo de Auschwitz-Birkenau. Himmler marcó ese lugar como el centro para la "solución final de la cuestión judía en Europa". Desde el verano de 1942 hasta el otoño de 1944 se llevó a cabo allí casi ininterrumpidamente una operación de exterminio de los judíos de Europa, durante la cual los trenes de carga traían a judíos de los países ocupados por los nazis y de los satélites europeos del Tercer Reich.
La gran mayoría de esas víctimas, destinadas al "tratamiento especial" (Sonderbehandlung), no eran conscientes de su destino. Se las traía a los campos en trenes de carga y llegaban allí completamente exhaustas. Se ha dicho que "nunca ha habido gente inocente de toda ofensa como las víctimas que estuvieron en el umbral de las cámaras de gas".
Los actos de selección se llevaban a cabo en la plataforma adjunta a las vías del tren en la entrada de Birkenau. Muchos niños, ancianos, enfermos, hombres y mujeres fueron obligados a marchar inmediatamente a las cámaras de gas. Un cierto porcentaje de los llegados categorizados como aptos, eran destinados para el trabajo y se los ingresaba al campo como prisioneros. Según los cálculos más fidedignos existentes, más de un millón de judíos fueron asesinados en las cámaras de gas luego de su llegada, y sus cuerpos incinerados en los crematorios del campo. De esas víctimas no quedó ningún recuerdo: ni el nombre, ni el registro, ni información exacta alguna.
La localidad que dio su nombre al campo es el pueblo principal del distrito polaco de Oswiecim, ubicado 50 km al suroeste de Cracovia. En la víspera de la guerra la población del lugar ascendía a 12,000 personas, incluyendo a 5,000 residentes judíos. El Sola, un tributario del río Vístula, corre cerca de Oswiecim y posee el ancho de un arroyo. Aunque Oswiecim no está lejos de los montes Tatra, cuyas cimas tienen nieve todo el año, el pueblo se encuentra en un valle húmedo y nebuloso de tierra pantanosa, un clima incómodo que constituye terreno fértil para las enfermedades. La iniciativa de establecer un campo de concentración en la primavera de 1940 provino de las SS y de la jefatura de policía del distrito, quienes alegaban que las casas de detención y las cárceles de la zona ya no daban abasto debido la intensificación de las actividades del movimiento clandestino polaco.
Los campos de concentración, que existieron desde la subida de los nazis al poder hasta el colapso del Tercer Reich, eran considerados como la "mano de hierro" del régimen. Inicialmente, los campos sirvieron principalmente como un medio para imponer terror y de "reeducación", cuyo objetivo era disuadir y paralizar a los oponentes potenciales a los nazis, especialmente a los miembros de los partidos políticos de izquierda y a las personas con ideas liberales. Al irse fortaleciendo el régimen, algunos de los jerarcas llegaron a la conclusión de que los campos de concentración ya habían cumplido su función y que había que cancelarlos. Finalmente, Adolf Hitler decidió seguir manteniendo los campos bajo la supervisión de Himmler y las SS e incluso reforzarlos.
En la segunda etapa de su historia - desde 1936 -1937 hasta los primeros años de la guerra - los campos fueron utilizados como centros de encarcelamiento para los "desertores del trabajo", para los "elementos asociales", para criminales y judíos, especialmente tras el pogromo del 9 de noviembre de 1938. Muchos prisioneros realizaban trabajos forzados. El historiador Karl Dietrich Bracher los describió como esclavos obligados a trabajar en los sitios de construcción megalómana de Hitler. Diversas plantas y proyectos de propiedad de las SS fueron establecidos en las cercanías de los campos, que a vísperas de la guerra contaban con una población de 25,000 prisioneros.
La guerra produjo cambios en la red de campos de concentración. Se encarcelaba en ellos a ciudadanos de países ocupados por los nazis en cantidades cada vez más grandes, especialmente a activistas en los movimientos clandestinos y otros "sospechosos". Las condiciones en los campos empeoraban constantemente. Junto con la planificación y el fomento del trabajo productivo se introdujo el uso de métodos que es posible denominar en forma general "exterminio por medio del trabajo". El trabajo mismo no tenía por objetivo causar la muerte, pero las condiciones en las cuales los prisioneros se veían forzados a trabajar y el desprecio por la vida de éstos convirtieron también al trabajo en un catalizador en el proceso de muerte. A veces los tipos de trabajo consistían en castigo y humillación acompañados de un trato brutal y abuso físico. Los trabajos forzados se ejecutaban sin herramientas auxiliares y en condiciones de vida infrahumanas. La paradoja cínica es que en las puertas de Auschwitz ondeaba la inscripción: "El Trabajo Libera".
El creciente número de prisioneros clasificados por los nazis como inferiores "desde el punto de vista racial" aumentaba al mismo ritmo que la perspectiva que alegaba que dichas personas eran un elemento hostil y no vital que sería mejor eliminar. Se actuaba como si el inventario de prisioneros fuera inagotable, y no se hacía ningún intento de mantenerlo. Pero esta posición cambió en 1942, mientras se prolongaba la guerra en el frente oriental, y cuando la carencia de mano de obra en Alemania se hizo sentir plenamente.
En marzo de 1942 los campos de concentración pasaron a la supervisión de la "Oficina Principal de Administración de la Economía" de las SS, medida que señala un enfoque más racional acerca de la cuestión de la fuerza laboral que costituían los prisioneros de los campos. A partir de la segunda mitad de ese año, y especialmente desde 1943 en adelante, este cambio derivó en una cierta mejora en las condiciones de sustento de los prisioneros y mitigación del régimen de castigos, hechos que causaron algún decrecimiento en la tasa de mortalidad. Aunque esta moderación en la política del trabajo de los prisioneros no fue aplicada a la política de exterminio de los judíos de Europa, que aumentó durante esa época, sí afectó la situación de los judíos encarcelados en los campos. Bajo la fuerte presión de aquellos que querían utilizar la fuerza laboral para beneficio de la maquinaria bélica con la mayor eficacia posible, Himmler consintió en agregar temporalmente a trabajadores judíos aptos y hábiles al proceso de producción, asegurándose de que dichos prisioneros fueran recluidos en campos de concentración supervisados por las SS.
A pesar de que las condiciones de sustento de los prisioneros judíos en los campos eran generalmente mucho más duras que las de miembros de otros grupos nacionales y étnicos, y por ende su tasa de mortalidad era mucho mayor (los judíos no recibían paquetes de alimentos del exterior que mejoraban de manera significativa la dieta de los prisioneros, y estaban situados en el escalón más bajo de la jerarquía de la población de los prisioneros), no cabe duda que aquellos pocos judíos que sobrevivieron los campos hasta el fin de la guerra deben sus vidas en gran medida a la necesidad creciente de los alemanes de fuerza laboral, necesidad que los forzó a aliviar el régimen en los campos en las etapas posteriores de la guerra.
En los primeros años de su existencia, en los campos estuvieron encerrados prisioneros alemanes, y tras la anexión de Austria en 1938 también muchos prisioneros austriacos. En las etapas finales de la guerra los alemanes constituían sólo 5 -10 por ciento de la población de prisioneros, mientras que la gran mayoría eran rusos, polacos, franceses, holandeses, checos, griegos y judíos de los países europeos ocupados. La población de prisioneros creció mucho: desde 25,000 al estallar la guerra hasta 525,000 en 1944. En enero de 1945, pocos meses antes de terminar la guerra, los campos tenían una población de más de 700,000 prisioneros.
El sistema de campos de concentración era un elemento relativamente pequeño dentro de la enorme red de más de 2,000 campos bajo el control nazi, incluyendo campos de trabajo, campos para prisioneros de guerra y campos de tránsito para prisioneros y para judíos en espera de ser enviados a su destino final. Los campos de concentración se diferenciaban de los otros tipos de campos en que quedaron bajo la supervisión de las autoridades centrales de las SS y establecieron un régimen interno y un mando uniformes. Todos los campos de concentración que estaba bajo control de las SS estaban sometidos a las mismas regulaciones estrictas que se aplicaban a los prisioneros: un orden del día fijo que dictaba hasta el último detalle de la vida de los prisioneros, una jerarquía de mando de las SS con cierta delegación de autoridad a prisioneros asignados a algunos cargos y un sistema cruel de castigo que también permitía ejecuciones sumarias.
Etapas del establecimiento y la operación del campo en Auschwitz
El lugar donde se levantó el campo de concentración Auschwitz se encuentra fuera del pueblo de Oswiecim. Comprende 16 edificios de un solo piso que habían sido anteriormente barracas militares. La comandancia de los campos de concentración envió a dos comisiones para examinar el lugar propuesto y el terreno circundante. La primer comisión, que llegó en enero de 1940, encontró que el lugar no era adecuado para el establecimiento del campo. La segundo llegó en abril de 1940, encabezado por el capitán de las SS (Hauptsturmführer) Rudolf Höss, cuyo nombre quedó entrelazado posteriormente con la historia del campo. A raíz del informe de Höss, Himmler ordenó levantar el campo en el sitio destinado y nombró a aquel como su comandante.
La primera tarea consistió en evacuar a cerca de 1,200 personas que vivían en los pueblos en las cercanías de lo que sería el campo. En la próxima etapa, 300 judíos de la ciudad de Oswiecim fueron obligados a realizar trabajos de preparación del terreno. En mayo de 1940 llegaron 30 prisioneros criminales alemanes que se convirtieron en prisioneros con cargos en el campo, "el largo brazo de las SS en el campo", como lo formuló David Rosa, un sobreviviente francés de los campos de concentración.
El 14 de junio de 1940 llegó el primer transporte con 728 prisioneros polacos de la ciudad de Tarnow, Galicia. Al mismo tiempo se organizó el equipo administrativo, que incluía mayormente a personal experimentado de las SS transferido a Auschwitz desde otros campos. El teniente primero de las SS (Oberstürmfuhrer) Josef Kramer de Matthausen fue nombrado lugarteniente de Höss. Karl Fritzch de Dachau fue nombrado jefe del campo de prisioneros. Se estableció también un departamento político (dependencia de la Gestapo, la policía secreta).
Auschwitz, que era el campo de concentración principal para los territorios polacos ocupados, crecía constantemente y estaba poblado por prisioneros de distintas categorías. Otros residentes fueron evacuados de las áreas aledañas para permitir la expansión del campo; todos los habitantes judíos de Oswiecim fueron evacuados al pueblo cercano de Chrzanow. Por medio de la evacuación de la población local, los alemanes crearon un territorio vacío de 40 km2, que fue definido como el "área de control del campo".
Cuando Himmler visitó Auschwitz por primera vez, en marzo de 1941, había 10,900 prisioneros en el campo, en su mayoría polacos. Tras hacer un recorrido del sitio acompañado por una comitiva de altos oficiales de las SS y funcionarios oficiales del conglomerado industrial IG Farben, que buscaba establecer una subsidiaria en el territorio del campo, Himmler trazó los planes de ampliación. Estos incluyeron trabajos intensivos de construcción en la zona para 30,000 prisioneros y el establecimiento de un campo para 100,000 prisioneros de guerra previstos en Birkenau, cerca de 3 km de distancia del campo existente. Dichos planes de ampliación incluyeron también el suministro de 10,000 trabajadores forzados a IG Farben para levantar una gran planta industrial y talleres y fábricas.
Durante la segunda mitad de 1941, Himmler ordenó a los comandantes de Auschwitz hacer los preparativos para el exterminio en masa planificado de los judíos de Europa. Según este plan, Birkenau estaba destinado a incluir prisioneros de diversas categorías y a servir también como campo de muerte. Las primeras zonas cerradas de Birkenau, campos secundarios separados por cercas de alambre de púas y dotados de portones y de torres de vigilancia, fueron terminadas en 1942. En 1943 se completó el área cerrada denominada BII. Esta contenía sub-zonas cerradas y separadas destinadas a vivienda (denominadas BIIb y BIIf) que incluían largas barracas de madera construidas originalmente como establos de caballos. Una barraca planificada originalmente para contener 52 caballos se convirtió en un lugar de residencia para más de 400 prisioneros.
En marzo de 1942 se levantó el área de las mujeres en el campo principal. Contenía 999 prisioneras alemanas enviadas desde el campo de concentración en Ravensbrueck e igual cantidad de mujeres judías que llegaron en los transportes de Eslovaquia. La población ascendió rápidamente a 6,000 prisioneras, que fueron transferidas a Birkenau en agosto. En enero de 1944, el número de prisioneras en Birkenau llegó a 27,053. Sufrían de falta de servicios de sanidad, carecían de condiciones básicas de higiene, y estaban condenadas a selecciones frecuentes .En las áreas cerradas del campo de Birkenau, tanto de hombres como de mujeres, los prisioneros pertenecían a diversas nacionalidades, mayormente judíos. En enero de 1944 la población total de prisioneros en los campos de Auschwitz ascendía a 80,839 personas.
Además de la ampliación y la construcción intensiva en las áreas cerradas del campo principal, en los años 1942-1945 se levantaron alrededor de 40 filiales del campo principal sobre un área extensa en los alrededores, en parte a una distancia de decenas de kilómetros. Esos campos estaban afiliados directamente a Auschwitz o servían como secundarios de éste. La población de prisioneros en los mismos variaba en cantidad, desde unas cuantas decenas hasta unos cuantos miles de personas. Fueron establecidos cerca de minas, fundiciones y otras plantas industriales. El establecimiento de esta amplia red de campos satélite era necesario dado que no era posible obligar a los prisioneros a marchar más de unos cuantos kilómetros, y varias de las minas y otras fuentes de materia prima estaban ubicadas a distancia considerable del campo principal. Los alemanes también querían evitar la concentración de una gran cantidad de edificios industriales cerca del campo principal por consideraciones de seguridad.
En una investigación comprehensiva de la estructura del campo, Danuta Czech, investigadora polaca del equipo del Museo Nacional de Auschwitz-Birkenau, resume las dimensiones del sistema económico que rodeaba el campo:
"28 de los 40 campos satélite de Auschwitz operaban directa o indirectamente para cumplir las necesidades de la industria alemana de armamentos. 9 fueron levantados cerca de fundiciones y talleres de cerrajería, 6 cerca de minas de carbón; otros 6 suministraban prisioneros para el trabajo en las plantas químicas, 3 adicionales para la industria ligera; uno fue establecido al lado de una planta que producía materiales de construcción, y otro cerca de una planta procesadora de alimentos. Los prisioneros de otros campos trabajaban en renovaciones y construcción, en silvicultura, en trabajos domésticos y de crianza de ganado, en estaciones agrícolas experimentales y en otras plantas."
En el otoño de 1943 se implementaron cambios organizacionales y administrativos radicales en la estructura del campo. Estos cambios derivaron del descubrimiento de corrupción que apareció en el "Departamento Político" encabezado por Maximilian Grabner, el más cruel y temible miembro de las SS en Auschwitz. El proceso de la investigación contra Grabner puso al descubierto la confiscación ilegal de propiedad y casos adicionales de abuso de autoridad con fines personales en los cuales tomaron parte altos oficiales de las SS, entre ellos el mismo Höss. Grabner fue depuesto y enjuiciado. Otros fueron transferidos a otros puestos.
En noviembre Höss fue suspendido de su cargo de comandante del campo y transferido a la comandancia de los campos de concentración en Oranienburg. El teniente primero de las SS Arthur Liebehenschel ocupó su lugar. Al mismo tiempo, el complejo general de los campos fue dividido en tres partes. Auschwitz I siguió siendo el campo principal. Birkenau se convirtió en Auschwitz II, y Auschwitz III, conocido también como Monowitz, el campo industrial, abarcó también la red de campos satélite. Liebehenschel era el comandante de Auschwitz I. Fritz Hartjenstein pasó a ser el comandante de Birkenau, que abarcaba a las instalaciones de asesinato en masa y los crematorios para la incineración de los cuerpos de las víctimas. Estos cambios dieron como resultado cierta mejora en las condiciones en el campo y anunciaron la etapa final de su existencia, que duró hasta el 18 de enero de 1945, cuando fue evacuado y destruido.
La vida de los prisioneros en el campo
Es difícil describir las condiciones de vida que tuvieron que enfrentar a diario los prisioneros de los campos de Auschwitz. Cada día de la vida de un prisionero involucraba una tensión y esfuerzo sobrehumanos, un torbellino de sentimientos y terror, una situación continua e incesante durante meses y años. Los días del prisionero eran vacuos y melancólicos, carentes de toda novedad y envueltos en tristeza constante. A pesar de la rutina aparente, los prisioneros de Auschwitz no podían nunca dejar de estar en guardia, y toda su energía estaba dedicada a mantenerse constantemente en alerta. Es más, los prisioneros no tenían privacidad alguna. Día y noche se hallaban a palpable cercanía de otros. No tenían nada suyo excepto la cuchara para los alimentos y las ropas de prisionero. Los alimentos malogrados no nutrían y el hambre y la pérdida de fuerzas y de peso eran también una fuente de sufrimiento y de tormentos incesantes.
El régimen de vida diaria del prisionero era dictado por las obligaciones y las órdenes que debía cumplir con rapidez y precisión desde la mañana hasta la noche. Todo desvío, por más pequeño que fuera, traía consigo castigos para individuos y colectivos. El sueño y el despertar también estaban regularizados. Cada mañana el prisionero debía reunir el resto de sus fuerzas para sobrevivir.
A pesar de estar rodeado por otros miles de prisioneros como él, cada prisionero estaba totalmente solo. Sin embargo, un número considerable creó lazos de amistad basados en el pasado, en vínculos nacionales, etc. Otros sacaban fuerzas de los recuerdos del pasado, en sus esfuerzos tercos por seguir adelante, y alimentando sus esperanzas de sobrevivir.
El pisar la tierra de Auschwitz indicaba un abandono extremo y total de la existencia normal. Los campos estaban rodeados por cercas dobles de alambre de púas y por una cerca electrificada que se iluminaba de noche y que tenía torres de vigilancia dispersas cuidadas por guardias armados de las SS. Alrededor había otros campos y muchos kilómetros de espacios abiertos patrullados por los miembros de las SS con sus perros. Al entrar al campo el prisionero era despojado no sólo de sus efectos personales sino también de su identidad. El cuerpo del prisionero también era violado al serle afeitado todos los cabellos. En su brazo izquierdo le tatuaban el número de serie del campo (un procedimiento único a Auschwitz) y un pequeño triángulo adicional si el prisionero era judío. El nombre era reemplazado por un número, la casa – por un bloque, y el cuarto y la cama – por una litera de madera de tres pisos o por literas anchas para varios prisioneros, cubiertos por una capa delgada de paja o un colchón de ese material.
Los prisioneros vestían sólo los uniformes rayados del campo todo el año, sin ropa interior, y la tela era dura, sucia y sudorosa; sus pies estaban encerrados en zapatos de madera sin calcetines. Al abrigo y los pantalones se le adhería un pedazo de tela donde aparecía el número de serie del prisionero y el símbolo de su categoría: un triángulo rojo para los prisioneros políticos, un triángulo verde para los criminales comunes, un triángulo negro para los criminales asociales. Había otros símbolos de identidad similares para los homosexuales, los “Testigos de Jehová”, las prostitutas y demás. Todos los prisioneros judíos eran marcados por medio de la Estrella de David compuesta por un triángulo rojo y uno amarillo.
Para la mayoría de los prisioneros, el primer encuentro con "el universo de los campos" constituía una prueba decisiva. En general, la adaptación al campo de aquellos acostumbrados a la comodidad, al orden y a un entorno social previsible, era la más difícil. Estos individuos no podían o no deseaban convertirse en parte del régimen y del terror del campo. Los prisioneros que habían tenido experiencia previa en todo tipo de cárceles y guetos, que les sirvieron de una especie de pasillo de entrada al infierno del campo de concentración, estaban generalmente mejor preparados. Aquellos que no estaban dispuestos o no eran capaces de adaptarse caían rápidamente en la indiferencia y la depresión. En el argot del campo se los denominaba los "muzelmans". El origen de este apodo permanece desconocido. Hay quienes suponen que se origina en la semejanza aparente entre esos prisioneros, que no eran capaces de pararse sobre sus piernas, y los musulmanes que se arrodillan durante el rezo. Esos prisioneros se estremecían agonizantes e insensibles en una zona de sombras entre la vida y la muerte. En poco tiempo su cuerpo perdía su forma y se convertía en un esqueleto cubierto por un pellejo amarillento y seco. Miraban pasmados con ojos carentes de vida y se movían con lentitud, indiferentes a los gritos de furia en alemán que los apresuraban e incluso a los golpes que caían sobre sus cuerpos. La mayoría de los prisioneros veteranos no mostraba mucha misericordia para con esas "personas excepcionales". Se puede conjeturar que la apariencia de estas figuras trágicas despertaba temor en los otros prisioneros ante la posibilidad que también ellos pudieran decaer y convertirse en algo similar.
El día del prisionero empezaba con la sirena que los despertaba a las 4:30 de la madrugada. Se asignaba una media hora para el lavado matutino de cientos de prisioneros en unos pocos grifos e instalaciones. En la revista de presencia, que era obligatoria, los prisioneros se paraban en atención en filas rectas y eran contados. El número de prisioneros debía ser igual a los números oficiales. Tras la verificación de presencia las unidades de trabajo de los prisioneros, denominadas "kommando", salían a sus lugares de trabajo. En su mayoría, cada prisionero pertenecía de manera permanente a cierta unidad de trabajo. En filas de a cinco, uno al lado del otro, pasaban por el portón sobre el cual aparecía la inscripción "Arbeit Macht Frei" ("El trabajo libera"), acompañados muchas veces por los sonidos de la orquesta que tocaba cerca del portón.
La mayor parte del trabajo se ejecutaba en exteriores, tanto en el verano como en el invierno. El día laboral duraba 12 horas en el verano, un poco menos en el invierno. El trabajo se realizaba bajo el control de los "kapos" – prisioneros designados como capataces para supervisar a toda la unidad o a partes de ella – y del acompañante de las SS, quien apresuraba tanto a los kapos como a los prisioneros que trabajaban. No se permitía descanso alguno, y a veces se imponía a un prisionero medir el tiempo que le tomaba a los otros hacer sus necesidades para que no se excediesen del permitido.
Las unidades cuyo trabajo se consideraba "bueno" eran las empleadas en servicios: en la cocina, en la lavandería y en todo tipo de talleres de trabajo. Los prisioneros en estas unidades trabajaban bajo techo y gozaban de mucho más oportunidades para "organizar" (una expresión que en la jerga del campo significa "hurtar") alimentos adicionales, una ventaja invaluable en la realidad del campo. En general, sólo los prisioneros veteranos y los que tenían conexiones trabajaban en esas unidades. Las relaciones en la sociedad de los prisioneros, pocas como eran, derivaban de lazos anteriores a la guerra, de solidaridad entre prisioneros del mismo transporte, y sobre todo, de lazos de camaradería en los movimientos clandestinos políticos y en movimientos de resistencia.
Tras regresar al campo del trabajo, los prisioneros se paraban para la revista de la noche, que también era obligatoria. El número de prisioneros presente debía nuevamente ser igual a los números oficiales. La desaparición de un prisionero, sea por haberse quedado dormido o por haber fugado, causaba sufrimiento considerable al resto de los prisioneros en la revista de la noche. Tenían que mantenerse en posición de firmes, en todo clima, a veces por horas, hasta que se descubría al prisionero que faltaba o la causa de su ausencia.
Muchas veces, la revista nocturna traía aparejada castigos personales o colectivos. Sólo después de ellos les era permitido a los prisioneros retirarse al bloque y recibir sus raciones de pan y sopa aguada. El que tenía suficientes fuerzas o voluntad salía del bloque para encontrarse con amigos o con parientes de otros bloques. A partir de la hora de apagar las luces, dos o tres horas más tarde, los prisioneros quedaban confinados a sus bloques fríos y sombríos. Los prisioneros utilizaban sus ropas y sus zapatos enrollados como almohadas para evitar que les sean los robados durante la noche.
Los prisioneros no trabajaban los domingos, excepto aquellos empleados en las fábricas de armas. Pero el domingo no era un día de asueto. La limpieza, el afeitado, el baño en grupo y otras actividades similares eran obligatorias y ocupaban a los prisioneros incluso en el único día libre de trabajo.
Parte de las tensiones y las confrontaciones, incluyendo la división de prisioneros en categorías distintas, derivaban de una política alemana deliberada. Las autoridades del campo crearon un grupo reducido pero poderoso de prisioneros en posiciones de autoridad: kapos responsables de las unidades de trabajo, los ancianos del campo que eran responsables de toda la población de prisioneros; prisioneros que supervisaban bloques, así como muchas personas con puestos en la administración principal de los campos. Las autoridades del campo incluso dividieron a la población de prisioneros según grupos étnicos y raciales, como hacían los alemanes con toda población bajo ocupación. Una división importante en el campo colocaba a los denominados "rojos", los prisioneros políticos, frente a los "verdes", los prisioneros criminales.
La mayoría de los puestos oficiales en Auschwitz I fueron asignados a polacos. En los campos de hombres y mujeres en Birkenau, los prisioneros judíos también cumplían muchos de esos cargos. Contrariamente a la opinión general, no todos los prisioneros en puestos de autoridad, como los kapos y los jefes de bloque, eran crueles hacia los otros prisioneros. Los abusos fueron comunes especialmente durante los dos primeros años de existencia del campo. Esta situación cambió progresivamente, y el impulso de molestar a prisioneros y de torturarlos disminuyó en cierta medida.
Cuando eran criminales comunes los que ocupaban cargos claves en los rangos inferiores de la jerarquía de los campos, los prisioneros de Auschwitz eran sometidos frecuentemente a humillaciones, castigos arbitrarios y abuso físico, incluyendo torturas. Este trato derivaba del menosprecio total que sentían las personas en dichos cargos por los seres humanos y de la aspiración a cumplir las expectativas de las autoridades del campo. Pero este tipo de carácter se convirtió en superfluo o causante de demoras al adquirir el trabajo productivo una importancia decisiva para el Tercer Reich cercado. En esta etapa la mayor parte de los cargos de supervisión fueron puestos en manos de prisioneros políticos, lo cual causó cierto alivio en la vida de los prisioneros. Muchos de los prisioneros políticos que cumplían cargos de autoridad tenían vínculos con las organizaciones clandestinas y de resistencia activas en Auschwitz, lo cual permitió a esos grupos, en las etapas tardías de la existencia del campo, influir sobre las condiciones y sobre el clima interno del campo. Los grupos clandestinos actuaban a través de diversos canales: sacaban información de manera clandestina hacia fuera del campo, conseguían medicamentos y ayuda material para los prisioneros que pertenecían a los movimientos clandestinos, intentaban salvar a prisioneros condenados a muerte y asistir en las fugas. Aunque la capacidad del movimiento clandestino para conducir una rebelión general y un escape en masa de Auschwitz no cumplió las expectativas, sus actividades, especialmente la documentación de material importante y el envío al mundo exterior de información acerca del campo indican que el avasallamiento de los prisioneros al poder arrasador de la fuerza nazi no era perfecto de ningún modo.
Como se ha indicado, el hambre cundía por el campo. Los prisioneros padecían de hambre antes y después de comer. Los pensamientos y las fantasías acerca de comida los perseguían incluso en sueños. Conversaciones incontables se centraban en el deseo de comer y en las maneras de olvidarlo. Los alimentos eran una preocupación central de cada prisionero, aunque no todos los prisioneros sufrían de la necesidad en la misma medida.
En teoría, cada prisionero tenía derecho a una ración diaria de 350 gramos de pan, medio litro de substituto de café para el desayuno y un litro de sopa de nabo con papas para el almuerzo. Cuatro veces por semana debía recibir una ración de sopa que contuviera 20 gramos de carne, pero en realidad la carne casi no llegaba a los platos de los prisioneros. El valor calórico diario oficial del alimento de los prisioneros que ejecutaban trabajos ligeros era de 1,700 calorías, y el valor del alimento de los prisioneros empleados en trabajos de esfuerzo debía alcanzar las 2,150 calorías. Un análisis del contenido de los alimentos llevado a cabo después de la guerra indica que el valor calórico real de los alimentos variaba entre 1,300 calorías para prisioneros empleados en trabajos ligeros y 1,700 calorías para prisioneros que ejecutaban trabajos con esfuerzo. La diferencia se debe al robo de alimentos por parte de los miembros de las SS y prisioneros que desempeñaban cargos. La desigualdad se extendía por todo el sistema de distribución de alimentos. El kapo o el prisionero encargado de distribuir la sopa se aseguraba que el contenido más denso y que saciaba más llegase a los platos de los prisioneros "correctos", mientras que los otros se veían obligados a contentarse con el material aguado.
En las condiciones del campo, un suplemento de comida significaba la supervivencia. Pero a veces otros hábitos vencían a esta preocupación. Prisioneros adictos al tabaco se extralimitaban al punto de comerciar su ración diaria de alimentos por tabaco. Es así que la ración de pan servía como un tipo de moneda de curso legal.
Los prisioneros condenados a subsistir con la ración oficial perdían peso con rapidez y así disminuían sus posibilidades de supervivencia. Los prisioneros no judíos tenían permiso de recibir ciertas sumas de dinero de parientes o de gente de fuera del campo que los apoyaba y podían comprar cigarrillos y artículos de comida adicionales de baja calidad. A fines de 1942 las autoridades del campo otorgaron a los prisioneros permiso para recibir paquetes de alimentos, lo cual tuvo una importancia decisiva. Los paquetes tenían por lo general alimentos ricos en valor calórico, y sus afortunados destinatarios podían incluso canjear un poco de ellos por pan. Pero los prisioneros judíos, que rápidamente constituyeron la mayoría en los dos campos de Auschwitz, no recibían ningún paquete, y los prisioneros soviéticos tampoco.
En su libro "Los Hundidos y los Salvados", Primo Levi alega que a veces la sed era más marcada y más agobiadora que el hambre, tanto desde el punto de vista físico como el mental. El agua de Auschwitz estaba contaminada por diversos tipos de inmundicias y se les ordenó a los miembros de las SS no beberla. Esta advertencia no se aplicaba, por supuesto, a los prisioneros. En Birkenau los prisioneros, especialmente las mujeres, sufrían por la carencia crónica de agua y por su baja calidad. Levi escribió:
"En agosto de 1944 hacía un calor agobiante en Auschwitz […] no había agua para beber, ni en el campo ni en el depósito donde yo trabajaba […] Por lo general, la sopa de la noche y el sustituto de café que repartían a las diez de la mañana eran más que suficiente para saciar la sed; ahora no lo eran y nos atormentábamos con la sed que te controla más que el hambre: el hambre obedece a los nervios, permite resignarse, se lo puede cubrir temporalmente con una emoción profunda, con dolor, con miedo […] No así la sed, que no afloja […] En esos días nos acompañaba día y noche: durante el día, en el depósito de trabajo, cuyo orden […] fue reemplazado por un caos de labor quebrada; y en la noche, en las barracas faltas de ventilación, cuando aspirábamos con pesadez el aire que ya había sido respirado cien veces."
(Primo Levi, HaShok'im vehaNitzolim [Los hundidos y los salvados], Tel-Aviv, Am Oved, 1991, página 60).
Otros factores decisivos que afectaban las posibilidades de supervivencia de los prisioneros eran su nacionalidad de origen y su categorización racial. Los judíos y los gitanos, sin diferencias de nacionalidad, estaban en la parte más baja de la escala, posición que los convertía automáticamente en víctimas principales de los actos de selección y de las cámaras de gas. Un poco por encima de ellos se encontraba a los eslavos, especialmente los rusos, que estuvieron expuestos a diversos métodos de asesinato en épocas diferentes. La categoría siguiente comprendía a los ciudadanos de varias nacionalidades europeas para los cuales no se desarrollaron planes exactos de exterminio. Los únicos exentos de ese tipo de planes eran aquellos de origen alemán.
En realidad, todos los judíos y muchos de los gitanos que fueron traídos a Auschwitz no sólo fueron víctimas de asesinato sino también objeto de planes de exterminio. Con la excepción de unos cuantos casos irregulares, los prisioneros de guerra soviéticos también fueron exterminados en masa.
A los judíos, incluso aquellos que estaban registrados en el campo como prisioneros, les esperaba un destino diferente del de las víctimas de otro origen. Los pocos judíos que llegaron a Auschwitz en los primeros transportes fueron asesinados inmediatamente sin excepción. Los prisioneros judíos y polacos que fueron clasificados como ineptos para el trabajo y como enfermos fueron muertos en su mayoría por medio de inyecciones de fenol o enviados a morir por gas. Los informes recogidos por el movimiento clandestino polaco en el campo indican que entre 25,000 y 30,000 personas fueron asesinados por medio de inyecciones de fenol; la proporción de judíos entre ellos era extremadamente alta. En marzo de 1943 se suspendió el asesinato por medio de inyecciones de fenol. Sin embargo, continuó la identificación de los judíos en los hospitales como ineptos para el trabajo y su envío a las cámaras de gas.
Los hospitales de los campos, llamados "revier" por los prisioneros, causaban temor. Siempre que podían juntar fuerzas suficientes para pararse sobre sus piernas, los prisioneros evitaban la revista de enfermos que los podía conducir a los hospitales. Incluso aquellos que sufrían de fiebre alta, de diarrea debilitante o de heridas infectadas intentaban en lo posible evitar la hospitalización, aunque a algunos de los prisioneros definitivamente les seducía la posibilidad de unos cuantos días de reposo en cama y de estar exentos de las revistas diarias en el campo.
La tasa de mortalidad entre los prisioneros alcanzó grandes dimensiones en épocas diversas. En las etapas iniciales el régimen de terror y las miserables condiciones de subsistencia hicieron subir la tasa de mortalidad. En esos años había una cantidad relativamente pequeña de prisioneros en el campo. En el transcurso de los dos primeros años, hasta marzo de 1942, cerca de 27,000 personas fueron encarceladas en Auschwitz, mientras que durante el año siguiente, hasta marzo de 1943, la cantidad de prisioneros aumentó a 135,000, cinco veces la población de los dos años anteriores. Este fue un punto decisivo en la composición de la población de prisioneros. Según los informes recogidos por el movimiento clandestino, 2.7 por ciento de los prisioneros de Auschwitz en esa época eran alemanes, 30.1 por ciento polacos, 54.7 por ciento judíos. Con el tiempo esta tendencia se fortaleció, y a mediados de 1944 los judíos constituían ya dos tercios de todos los prisioneros de Auschwitz.
Las epidemias de pulgas, tifus, disentería y otras causaron tasas de mortalidad extremadamente altas, especialmente en Birkenau entre julio de 1942 y marzo de 1943. Según los datos existentes, la tasa de mortalidad fluctuaba entre 19 y 25 por ciento al mes. La disminución de la mortalidad que siguió después es atribuible a una cierta mejora en las condiciones de subsistencia en el campo en general y en los hospitales en particular. En mayo de 1943 la tasa de mortalidad mensual se redujo a 5.2 por ciento, y en el campo principal de Auschwitz bajó incluso más. La mayoría de los médicos prisioneros y el resto del equipo médico aprovechaban las oportunidades de ayudar a los enfermos.
Además de la clasificación de los prisioneros en categorías nacionales-étnicas, el ambiente de Auschwitz causaba divisiones y confrontaciones inevitables dentro de la sociedad de prisioneros. En un mundo donde se anularon todas las normas éticas y morales y se estaba libre de toda restricción, en un mundo donde el hacinamiento, la carencia grave y la tensión se extendían por todos lados, los prisioneros se rendían con facilidad a la violencia y la vulgaridad. Las condiciones de vida del campo lograron debilitar las demostraciones de solidaridad que se podría esperar que surjieran entre personas que se encuentran sometidas a una situación similar. La impaciencia lo dominaba todo, y las costumbres y hábitos foráneos, las muestras de devoción religiosa y el sonido de idiomas extranjeros hacían que los prisioneros estuvieran tensos y nerviosos. Al serles negada la privacidad los prisioneros eran especialmente sensibles al idioma desconocido que les golpeaba los oídos y con frecuencia despertaba sus sospechas que los hablantes se burlaban de quien no podía entenderles.
Los estereotipos nacionales eran aceptados con los brazos abiertos. A los alemanes se les describía como personas soberbias y arrogantes que buscaban tener un trato preferencial; a los polacos se los describía como retirados y xenófobos; los franceses tenían fama de no preocuparse por la higiene personal; y los judíos eran considerados como inferiores a todo el resto. Los estereotipos antisemitas traídos de fuera del campo tendían a cimentarse dentro de éste, aunque en parte de los casos los prisioneros no judíos dejaron de lado los prejuicios que trajeron consigo. Los prisioneros judíos se diferenciaban entre sí por su nacionalidad de origen, sus antecedentes culturales y económicos y el idioma. Por ejemplo, los judíos de Hungría, que llegaron al campo sólo en agosto de 1944 viniendo de condiciones de subsistencia relativamente tolerables, acusaban a los judíos polacos, en su mayoría veteranos en el campo, de aislarse y ser egoístas. La situación de los judíos de Grecia, que sufrían más que otros del duro clima nórdico, que no conocían ninguno de los idiomas hablados en el campo, y que en muchas ocasiones creían que los otros prisioneros eran responsables por sus desgracias y por sus sufrimientos amargos, era quizá la más difícil. Aún si estas divisiones, enemistades y fisuras dentro de la sociedad de los prisioneros no estaban planificadas y no derivaban de la política directiva alemana, las autoridades del campo eran conscientes, por supuesto, de que este fenómeno actuaba en su favor.
Los prisioneros judíos, más que los otros, vivían a la sombra de la certidumbre que sus parientes habían muerto, que su propio destino ya estaba decidido, y que su prisión en el campo era sólo una postergación, una prórroga otorgada para agotar sus fuerzas por medio del trabajo forzado antes de enviarlos a su muerte. Los autores de memorias y los investigadores de los campos de concentración tienden a estar de acuerdo en que una de las fuentes del duro sufrimiento de los prisioneros, incluso en la época en la cual se evidenciaron ciertas mejoras en las condiciones de vida, era la incertidumbre respecto a la fecha de su liberación y las circunstancias de ésta. Aunque ningún prisionero escapaba del efecto de la sombra de la muerte que podía llegar en cualquier momento, aun al umbral de la liberación, esta sombra surtía efecto en todo su poderío sobre los prisioneros judíos en especial. Es más, en contraste con la mayoría de los otros prisioneros, que todavía tenían un hogar, una patria, parientes y amigos que los esperaban afuera, los prisioneros judíos lo habían perdido todo.
El exterminio
Hoy en día tenemos en nuestro poder una gran cantidad de información acerca del asesinato en masa que tuvo lugar en Auschwitz por medio de gases, el funcionamiento de las instalaciones de muerte, las fechas, los tipos y cantidades de víctimas, los actos de selección y los métodos de asesinato. Existen documentos precisos que describen la construcción de las cámaras de gas, los crematorios y el uso del gas Zyklon B. También poseemos testimonioss escritos y orales de ex prisioneros y el relato del personal alemán, siendo el más importante el del organizador y comandante del campo de Auschwitz, Rudolf Höss. Al poco tiempo de ser capturado por los ingleses en marzo de 1946, Höss hizo declaraciones y se presentó como testigo ante el tribunal militar internacional en Nuremberg. Tras su extradición a Polonia, durante su detención antes y después del juicio, mientras esperaba ser ejecutado en la horca sobre el terreno del campo de Auschwitz, Höss escribió por voluntad propia su biografía y en diversos párrafos describió detalladamente el asesinato en masa en Auschwitz (sus memorias fueron traducidas también al hebreo).
Otro testimonio escrito que alcanzó importancia decisiva se encuentra en el diario que llevó el Dr. Johann Paul Kramer, médico militar de las SS que participó en la selección de las víctimas, durante su servicio en el campo. Otro miembro de las SS, Perry Brod, que sirvió en el Departamento Político (la oficina de la Gestapo) en el campo, escribió una declaración en julio de 1945, durante su detención por los ingleses, y en ésta aparecen muchos detalles de los asesinatos en masa que tuvieron lugar allí. También existen testimonios de prisioneros que se fugaron, así como informes infiltrados afuera del campo por el movimiento clandestino. Una de las categorías de documentos más importantes y emocionantes incluye listas escritas por prisioneros judíos del Sonderkommando (Comando Especial) que fueron enviados a trabajar en los crematorios y que escondieron sus descripciones con suma cautela en las cercanías del crematorio. Prisioneros ordinarios escribieron en sus memorias que cada mañana al despertarse su mirada se dirigía hacia las chimeneas, el humo y las lenguas de fuego que subían de allí. Parte de esos documentos fueron rescatados y descifrados después de la guerra y fueron publicados en varios idiomas. También existen testimonios de los acusados nazis en los juicios de Nuremberg y testimonios de un puñado de sobrevivientes del Sonderkommando.
La importancia crucial del testimonio de Höss proviene no sólo del conocimiento singular que poseía tanto sobre los detalles como acerca de la imagen completa del campo. Su testimonio es de suma importancia principalmente porque respondió a preguntas respecto a la transformación de Auschwitz en un campo de muerte – quién dio la orden para ello, quién refrendó esta orden con la autoridad necesaria, y cómo se llevó eso a cabo. A pesar de ciertas inexactitudes debidas a engaños de la memoria, la fidelidad general de su testimonio no está en duda.
Höss describe cómo en el verano de 1941 – no puede dar una fecha exacta, pero tiene fundamentos para creer que era en julio o agosto – fue llamado repentinamente a ir de Auschwitz al cuartel de las SS en Berlín. A diferencia de su costumbre de siempre, Himmler lo recibió sin la presencia de su ayudante y le dijo lo siguiente:
"El Führer ha ordenado la solución final de la cuestión judía y nosotros, las SS, debemos ejecutar esa orden. Los lugares de exterminio existentes en el Este no pueden llevar a cabo las grandes acciones militares. Por ello he asignado a Auschwitz a esa meta, primero por la cómoda situación técnica del transporte, y segundo el área que se destine allí para esta meta puede ser aislada y camuflada con facilidad." (Rudolf Höss, HaKomandant meOshvitz Meid [El Comandante de Auschwitz testimonia], Tel-Aviv: Lojamei HaGuetaot y la Editorial del Kibbutz Hameuhad, pág. 3).
Höss afirma que se interesó mucho por el tipo de gas que podría servir como material eficaz para dar muerte. Durante su ausencia de Auschwitz se probó el uso del gas Zyklon B, un producto generalmente utilizado con fines sanitarios, para causar la muerte de un grupo grande de prisioneros soviéticos, y se enteró que el gas era adecuado a las necesidades de la matanza masiva.
A comienzos de 1942 dos casas rurales en las cercanías de Birkenau empezaron a funcionar como cámaras de gas provisorias. Se podía comprimir en ellas a alrededor de 2,000 prisioneros simultáneamente. Las víctimas de los gases en esa etapa de la operación fueron judíos traídos en transportes de la Alta Silesia y de Eslovaquia. Luego, a partir de marzo de 1943, entraron en uso en el campo de Birkenau cuatro cámaras de gas y crematorios diseñados y construidos por ingenieros alemanes y por empresas alemanas especialmente para el asesinato en masa. Dichas instalaciones, trabajando a capacidad máxima, podían hacerse cargo de 4,416 víctimas en 24 horas.
En esas instalaciones en Birkenau fueron asesinados metódicamente cientos de miles de judíos traídos de países europeos. En 1942 llegaron a Auschwitz judíos de la Alta Silesia, Eslovaquia, Holanda, Francia, Bélgica, Yugoslavia y de Polonia ocupada. En 1943 llegaron judíos de Alemania, Polonia, Theresienstadt en Checoslovaquia, Holanda, Francia, Grecia (transportes continuos) y también de Yugoslavia, del campo de Majdanek y de los guetos de Zaglebie en Polonia, del campo de Bergen-Belsen y de Italia. En 1944 llegaron a Auschwitz transportes de judíos de Francia, Holanda, Bélgica, Theresienstadt, Italia, Eslovaquia y Polonia (Lodz, Radom, y la zona de Galitzia). La ola de transportes del verano de 1944 incluía a unos cuantos cientos de miles de judíos de Hungría. En contraste con las otras víctimas, los judíos, con unas cuantas excepciones, no eran traídos a Auschwitz como individuos acusados de crímenes reales o imaginarios. Tras establecerse la fábrica de muerte los judíos llegaban en transportes masivos desde los países ocupados por los nazis o desde los países satélites del Tercer Reich. La mayoría de los transportes contenían familias completas desarraigadas de sus casas como parte del proceso de exterminio absoluto de las comunidades judías, cuyo único crimen era su origen nacional y étnico.
Como se ha mencionado, los judíos estaban destinados a pasar la selección inmediatamente al llegar. Aquellos que se encontraban aptos para el trabajo, por lo general una pequeña minoría dentro de esos transportes, eran inscriptos como prisioneros, mientras que todos los otros, incluyendo generalmente a todos los niños y los ancianos, caminaban hacia su muerte en las cámaras de gas.
La gran mayoría de los judíos enviados a Auschwitz, especialmente los provenientes de Europa occidental, Grecia y Hungría, no eran conscientes de su destino ni de lo que les esperaba hasta el último momento. Las SS estaba encargada del proceso de muerte, y sus miembros arrojaban los gránulos que se transformarían en de gas dentro de los orificios en las cámaras. El Sonderkommando, compuesto principalmente por prisioneros judíos aislados del resto del campo, ejecutaba el "trabajo sucio" que incluía, como lo escribió Höss en su biografía, ayudar a prisioneros a desvestirse, llenar el búnker de judíos, sacar los cadáveres e incinerarlos. Sin duda los trabajadores del Sonderkommando eran los más miserables de todos los prisioneros en Auschwitz. No es sólo que su trabajo era la realización de una pesadilla, sino que ellos sabían, como testigos y participantes en el trabajo de muerte, que su destino estaba sellado. Algunos de ellos describieron sus actos en documentos autobiográficos. Uno escribió que ninguna interpretación sobre el significado del campo no estaría completa sin sus testimonios.
En octubre de 1944 los prisioneros del Sonderkommando llevaron a cabo un motín contra sus opresores cuya suerte estaba predestinada. Los materiales explosivos que utilizaron habían sido infiltrados clandestinamente dentro de Birkenau por trabajadoras judías de una de las fábricas. La rebelión y los intentos de fuga que le siguieron, que terminaron con el asesinato de todos los participantes, fueron el único acto de resistencia de ese tipo en la historia del campo.
El 18 de enero de 1945, ante la aproximación de las tropas soviéticas, los nazis empezaron una evacuación apresurada y caótica de Auschwitz. Cerca de 58,000 prisioneros fueron llevados en una marcha forzada de una estación a otra, de un campo a otro. Marcharon a través de Austria y Alemania en el invierno frío y nevado y en los primeros meses de la primavera de 1945. Un porcentaje considerable de las últimas víctimas de Auschwitz encontró así su muerte.
Se han realizado diversos intentos de clasificación de los sobrevivientes según su comportamiento o según los rasgos de su personalidad para señalar los factores que puedan explicar su supervivencia. En parte de los casos es indudable que la aptitud física, la resistencia, la capacidad de alejarse mentalmente de la realidad del campo, o la demostración de una actitud dura hacia los otros prisioneros cumplieron un papel en ello. Pero es difícil formular reglas sobre esto con respecto a la gran mayoría de los sobrevivientes. La vida en el campo se parecía a una caminata por un campo de minas, y el hecho que ciertos prisioneros lograron sobreponerse a los obstáculos y peligros puede ser atribuido principalmente a la casualidad y a la coyuntura de circunstancias sobre la cual los prisioneros no tenían control alguno.
Fuente: BeShvil HaZikaron [En la Senda de la Memoria], 28, Yad Vashem, Jerusalén, 1997, páginas 4-16.