A. Consolidación de los sobrevivientes del Holocausto
"Sheerit Hapleitá", los remanentes del Holocausto, cuyo destino es un capítulo lleno de tensiones, vicisitudes y acontecimientos de importancia histórica, se vio ubicada entre dos hechos de enorme trascendencia en la historia de Israel, y tan distintos el uno del otro tanto en contenido como en significado, dejando su marca sobre ella: el Holocausto y el surgimiento del Estado de Israel. Recién en los últimos años dieron los investigadores y los eruditos su parecer sobre los años que siguieron a la segunda guerra mundial, las etapas en el camino, los sufrimientos de la recuperación y la partida de los sobrevivientes.
Pareciera que no hay una definición clara e inequívoca de la expresión “Sobrevivientes del Holocausto” - "Sheerit Hapleitá" en hebreo -. Entre dichos sobrevivientes se incluirán también a los judíos que quedaron con vida en los países que fueron conquistados por los nazis, o a los 180 o 200 mil que fueron deportados o huyeron de los países de Europa Oriental hacia la Unión Soviética y volvieron de allí al finalizar la guerra con la ola de repatriación, o con el ejército soviético a Polonia y los países Bálticos. Hoy contamos entre los sobrevivientes del Holocausto también a los judíos de los países de Europa Occidental que fueron conquistados, la mayoría judíos de Francia, Bélgica e Italia, que no fueron deportados hacia los campos en el Este, así como a los judíos de Bulgaria y Rumania que ciertamente sufrieron persecuciones, mientras que la constante amenaza de la deportación a los campos de exterminio pendía sobre sus cabezas, pero que debido a una serie de circunstancias afortunadas no sufrieron la deportación hacia la “solución final”.
Me parece que la mayoría de los que aquí exponen y analizan, cuando se refieren a los Sobrevivientes del Holocausto, se refieren a los supervivientes que entre los años 1945-1952 estuvieron temporariamente concentrados en los campos para refugiados de Alemania, Austria e Italia. Es decir, a los desplazados que fueron liberados de los campos de concentración al finalizar la guerra, y que se rehusaron a volver a sus países de origen, así como a los muchos judíos que permanecieron durante la época del Holocausto en la Unión Soviética, pero no quisieron quedarse allí, y se desplazaron con el movimiento Habrijá [en hebreo “La Huída”- movimiento de emigración clandestino del este al oeste y sur de Europa entre 1944-48] hacia Alemania, Austria y países de la costa del Mediterráneo. Los sobrevivientes del Holocaustos son por lo tanto los mismos judíos, que al final de la guerra se negaron a rehacer sus vidas en los países del desastre y demandaron insistentemente el derecho a emigrar hacia otros países, y en particular exigían para sí el derecho de emigrar a la Tierra de Israel.
En aras de la concreción de dicha aspiración estaban dispuestos a una lucha prolongada, a vivir en forma nómade, a permanecer años en los campos para refugiados, y como prisioneros en los campos de Chipre.
El comienzo de "Sheerit Hapleitá" fueron unos 50,000 judíos de los prisioneros de los campos de concentración de Alemania y del campo de concentración de Mauthausen en Austria, que fueron liberados por los ejércitos aliados en los meses de abril-mayo de 1945. La gran mayoría de esos liberados habían sido traídos a Alemania y Austria durante los últimos meses de la guerra, en la etapa de la evacuación de los campos de Auschwitz y de otros campos en el Este, y fueron trasladados en las “Marchas de la Muerte”, es decir, la marcha a pie en interminables caravanas, en medio de torturas, hambre y un frío helado, una caminata que llevó semanas y hasta meses de campo en campo, y donde aquel que no lograba marchar, era muerto. Entre estos prisioneros se cuentan a los últimos judíos de Polonia y Lituania, que pasaron años en guetos y campos de concentración, muchos de los judíos de Hungría que fueron atrapados y deportados hacia Auschwitz y hacia campos de la zona de Viena, luego de la conquista de Hungría en marzo de 1944, y unos pocos judíos de los países ocupados de la Europa occidental.
Duros eran los sentimientos anidados en el corazón de esos judíos, y en particular en aquellos que habían pasado por los guetos de Europa oriental y por los campos de concentración. Hasta su último día como prisioneros, ellos no creyeron que pudieran salir con vida de manos de los nazis, o, como lo señala Primo Levi, que aún en la noche de la liberación en el Hospital de Auschwitz “ningún judío pensaba seriamente que todavía estaría vivo al día siguiente”. Cuando fueron liberados, la mayoría de ellos estaban demasiado débiles y frágiles, se sentían solos y perdidos en una realidad en la que debían adoptar decisiones en cuanto a lo que harían y en cuanto a su destino, después de deambular durante varios años entre los campos de acuerdo con órdenes, instrucciones y castigos. Esos judíos, que habían sido testigos del ocaso de sus comunidades, de los asesinatos en masa, y de la pérdida de sus seres queridos, creían que ellos eran los últimos judíos que quedaban con vida. Los judíos del mundo libre eran para ellos demasiado lejanos y extraños, y los verdaderos judíos eran, a su forma de ver, solamente aquellos que habían experimentado el horror y la destrucción. No pocos de ellos comenzaron a fomentar la idea que si por un milagro alcanzaran un día a liberarse, darían rienda suelta a su dolor a través de la venganza, y la venganza sobre los alemanes les daba derecho a la vida.
Otros se ilusionaban con pensamientos que el mundo libre recibiría a los pocos sobrevivientes que habían atravesado todas las etapas del infierno nazi, como testigos que volvían del infierno, y eran dignos de reconocimiento y recompensa. Había quiénes se debatían con la pregunta, de por qué se salvaron justamente ellos, uno de una ciudad y dos de alguna familia. Acaso había en ello alguna lógica, acaso su salvación se debía a una conjunción fortuita de acontecimientos que estaban fuera de su control, o es que aquí hubo un caso de selección negativa, es decir, sólo los carentes de límites, los brutales, sobrevivieron y lograron “conquistar” su vida, en cierta medida a costa de los más sensibles, los que tenían moral, que fueron cayendo por el camino. Y la pregunta clave que cada persona debía responder era: si debían volver a la tierra que los vio nacer y donde sus familias vivieron a lo largo de generaciones, la tierra en la que no quedaba vivo ni un remanente de la existencia judía, o debían desconectarse para siempre de su viejo hogar y reconstruir sus vidas en una tierra nueva.
La esperanza de recibir una consideración especial porque eran los que habían sufrido más que ningún otro, y habían sido el principal objetivo del nazismo – se esfumó con rapidez. Resultaba que para los jefes de los ejércitos aliados, en Alemania y Austria ocupadas, los refugiados judíos eran, como millones de prisioneros y obreros de trabajos forzados, más que nada, una molestia de la que debían liberarse lo antes posible. Es cierto que a fines de 1943 las fuerzas aliadas, y en especial los Estado Unidos, formaron la UNRRA [Administración de las Naciones Unidas para el Socorro y la Rehabilitación], que surgió fundamentalmente con el propósito de devolver a los perseguidos y a los desplazados a sus hogares. Sin embargo UNRRA no preparó personal especializado en el tema de la rehabilitación y la salud, para que pudiera atender a los sobrevivientes afectados en cuerpo y alma. Por ejemplo, los sobrevivientes famélicos y afectados por un hambre atroz ingirieron luego de la liberación cantidades de alimento que no habian visto ni probado durante su estada en los guetos y los campos, se enfermaron y muchos de ellos murieron. UNRRA tampoco tenía la autoridad ni la conciencia de su objetivo como para enfrentarse a las fuerzas aliadas respecto de asuntos relativos a la posición de los desplazados. Sólo después, cuando se estableció una especie de rutina en las vidas de los refugiados en los campos de desplazados y en las ciudades alemanas, mejoraron los métodos operativos de UNRRA. El JOINT [Comité Conjunto de Distribución Judío Americano] entró en los campos de desplazados bajo el patrocinio de la UNRRA recién en agosto de 1945, y la delegación judía de la Agencia Judía, presidida por el Dr. Jaim Yahil, que también operaba dentro del marco oficial de la UNRRA, llegó a Alemania en diciembre de 1945.
Los ejércitos americano e inglés se vieron enfrentados a un problema de vastas dimensiones –el problema de los prisioneros en los campos, de los trabajadores forzados que fueron traídos a Alemania, y los prisioneros de guerra. Según estimaciones el número de estos extranjeros que fueron traídos a Alemania contra su voluntad oscilaba entre 7 y 9 millones de personas. Como dijimos, las fuerzas armadas querían deshacerse de esta carga humana que necesitaba alimentación, tratamiento y vigilancia, así es que el rápido regreso de ellos a sus países era considerado como “el principal objetivo del ejército” y el “papel principal” de la administración de la zona ocupada por los americanos.
Hasta fines de 1945 volvieron a sus países de origen, por distintos medios de transporte, unos seis millones de personas. Pero quedaban, según el general Lucius Clay, encargado de la administración civil del Estado Mayor aliado, unas 500,000 personas desplazadas en la zona de Alemania ocupada por los americanos. La mayoría de los que quedaron eran ciudadanos de los países bálticos, ucranianos y otros de Europa oriental, entre ellos colaboracionistas que temían tener que rendir cuentas de sus actos si volvían a sus países, y algunos que no querían volver a países donde imperaba un régimen de tipo soviético. Una minoría entre los desplazados, DP, (Displaced Persons), eran judíos.
Los judíos desplazados se agrupaban a su vez en diversos grupos. Los provenientes de los países de Europa occidental y de Hungría, en su mayoría, volvieron a sus países. Los que venían de Europa oriental – Polonia y los países bálticos – sabían muy bien que no tenían a quién ni para que volver, sus viejas casas habían sido arrasadas, y entre ellos y los pobladores locales se había erigido una muralla de alienación, y a veces una cuenta amarga. La mayoría decidió no ser evacuada transformándose en desplazados. Había entre ellos quienes pedían volver con la esperanza de encontrar alguno de sus seres queridos en el lugar, o de recuperar parte de sus bienes, pero aun estos no veían en este paso otra cosa que una visita. Solamente una pequeña minoría de los que venían de Europa oriental decidió volver a sus países de origen en forma permanente y por su voluntad.
Pronto se vieron los desplazados judíos enfrentados con un serio problema. Ellos eligieron quedarse en Alemania y en Austria, en el seno de quiénes habían causado su calamidad. Vivían en cercanías de los campos, o dentro de los mismos campos. Veían en el lugar donde habían sido liberados el punto de partida hacia una vida nueva. En una rara paradoja, se hallaban los desplazados judíos en los campos junto a elementos enemigos, entre ellos colaboracionistas con los nazis. Pero no sólo esto, sino que no les era reconocida una identidad nacional o étnica judía específica, sino que se los consideraba como poseedores de su ciudadanía anterior. Las administraciones militar y civil a cargo de la Alemania ocupada, argumentaban que su clasificación como judíos, es decir según su fe y no según su origen, implicaban una continuación de la negación de su condición de ciudadanos legítimos, y la adopción de criterios racistas como los que eran empleados por los nazis. Los sobrevivientes emprendieron una lucha tanto para liberarse de toda autoridad alemana local durante su permanencia en Alemania, como para el establecimiento de campos separados para los judíos.
Inmediatamente después de la liberación, los judíos que prestaron servicio en las fuerzas armadas americanas tomaron contacto con los sobrevivientes (a veces había entre ellos no judíos pertenecientes a las fuerzas aliadas que mostraron sensibilidad por el estado y el destino de los sobrevivientes), y en especial rabinos que prestaron servicio en el ejército americano, así como la Brigada Judía, cuyos integrantes llegaron individualmente o en delegaciones. Entre los soldados del ejército americano había rabinos que actuaron para aliviar la situación de los refugiados, debiendo enfrentarse a veces con las autoridades militares. Es conocida la actividad decidida y valiente del rabino Abraham Klausner, del campo de Dachau en la zona de Munich. Por medio de soldados americanos se enviaron los nombres de los sobrevivientes a sus familiares en los Estados Unidos. La búsqueda de personas cercanas, el anhelo de los sobrevivientes de encontrar alguien cercano en el mundo, era una de sus máximas aspiraciones, una aspiración de la que se ocupaban cada día, todos los días. Con el tiempo se estableció el papel de asesor para el ejército, por el estado mayor de Eisenhower.
Los soldados que demostraron interés por el problema de los desplazados judíos, y junto a ellos periodistas que se hallaban en el lugar, despertaron a la opinión pública norteamericana a través de las historias que relataban la gravedad y el infortunio del estado de los desplazados judíos. El eco fue tan grande que el nuevo presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, que ocupó el cargo a la muerte de un presidente popular y de fuerte posición como Franklin Roosevelt, decidió enviar a Earl G. Harrison, abogado reputado, e involucrado en la cuestión de los refugiados, para verificar la situación de los desplazados judíos en Alemania.
El encuentro con la gente de la Brigada tuvo otras características. Los hombres de la Brigada Judía tenían su base en el norte de Italia, se encontraron por casualidad con sobrevivientes del Holocausto en Italia y luego, a partir de junio de 1945, también en Austria. Por ese entonces comenzaron los soldados a visitar los campos de desplazados, en busca de conocidos, familiares y sobrevivientes. Pero la relación organizada con los desplazados se produjo cuando los hombres de la Brigada comenzaron a trasladar sistemáticamente sobrevivientes y a concentrarlos en Italia. En junio llegó una delegación oficial de la Brigada, encabezada por Aarón Joter-Ishai, a los campos de Baviera. Los hombres de la Brigada se expresaron acerca de la necesidad de trabajar en el seno de los refugiados en todo lo relacionado con la organización y la asistencia, evitando la vuelta o el envío de los desplazados a sus países de origen, y por sobre todo dirigieron su acción al establecimiento de un vínculo entre los sobrevivientes y la Tierra de Israel, y vieron entre los sobrevivientes una reserva potencial de emigrantes hacia allí. Los sobrevivientes se excitaron con el encuentro, con la presencia de judíos jóvenes provenientes de Israel, con uniformes con símbolos nacionales judíos, que habían sido tan humillados, y ahora llevados con orgullo por soldados que hablaban hebreo, y algunos también ídish. Muchos de los judíos de Polonia y Lituania estaban vinculados con Israel, no solamente desde el punto de vista ideológico o político, sino también en un vínculo real con familiares, con los cuales intentaron tomar contacto por intermedio de los hombres de la Brigada.
B. “Habrijá” y su relación con los sobrevivientes del Holocausto
El movimiento “Habrijá” en Polonia surgió en algunos lugares casi espontáneamente luego de la liberación. Los iniciadores del movimiento y sus primeros activistas fueron partisanos y luchadores de los guetos con una ideología sionista y pionera.
Los primeros liberados de Europa oriental, y en particular el núcleo de partisanos de Vilna entre los que actuaba Abba Kovner, comenzaron de inmediato, con la liberación, a buscar contacto con Israel, y caminos para la emigración. Este círculo de gente, que siempre estuvo espiritualmente vinculado con la actividad pionera en Israel, se fue ampliando con el avance del Ejército Rojo hacia el oeste. Se unió a ellos el importante grupo de luchadores del gueto de Varsovia, y entre ellos Itzjak (Antek) Zukerman, y pronto se agregaron al núcleo también refugiados “asiáticos”, los primeros repatriados que volvían de la Unión Soviética y que contribuyeron mucho al establecimiento de estaciones intermedias en el camino de “Habrijá” y a la rehabilitación de núcleos organizados de los movimientos juveniles sionistas y pioneros de Polonia, y también a la devolución de los niños que habían estado ocultos entre no judíos al seno de sus familias, o a un marco judío organizado.
Ciertamente, en la primera etapa “Habrijá” era una un movimiento pequeño, de los que tenían una fuerte tendencia sionista y habían sido liberados en Lituania y en Polonia, y salieron por vías indirectas hacia Rumania y Checoslovaquia. Hasta diciembre de 1945 salieron por intermedio del movimiento “Habrijá” unos 35,000 jóvenes hacia el oeste, la mayoría con la firme decisión de emigrar hacia la Tierra de Israel. Con la llegada a Polonia de los repatriados de la Unión Soviética se produjo un cambio muy importante en las dimensiones del movimiento, y en su forma de accionar . Desde fines de 1945 hasta fin de junio de 1946 llegaron unos 180,000 judíos desde la Unión Soviética, que se dirigieron en su mayoría a los territorios que habían sido anexados a Polonia en el oeste, y de los cuales fueron expulsados los habitantes alemanes. Hasta ahora no se ha investigado en profundidad las características y las aspiraciones de este grupo humano, diferente desde muchos puntos de vista del de los sobrevivientes de los campos, y del de los partisanos. Los sobrevivientes del Holocausto estaban en su mayoría solos y en su mayoría eran huérfanos. Mientras que entre los repatriados de la Unión Soviética había muchos con familia, con niños y ancianos. Parece que la mayoría de estos repatriados estaban cansados de deambular y quisieron volver a Polonia, a su rutina de vida. Pero luego de haber sido recibidos como enemigos por parte de la población polaca, muy pronto se transformaron en refugiados que pedían salir de ese lugar. Además de esto, era muy fuerte la voluntad de reunirse con los restos de su familia que se hallaban fuera de Polonia. En especial después de haber visto con sus propios ojos las comunidades judías destruidas y despobladas. La indiferencia y el antisemitismo que vivieron los que volvieron a Polonia, y la ola de homicidios durante la cual fueron asesinadas, hasta fin de 1945, 350 personas, y en especial el pogromo de Kielce, en julio de 1946, durante el cual fueron asesinados 42 sobrevivientes, entre ellos mujeres y niños, inclinaron el fiel de la balanza entre los que aún no estaban decididos a abandonar Polonia. En la literatura polaca, que durante un tiempo se desentendió en absoluto de la ola antijudía que se produjo después de la segunda guerra mundial, existe ahora una tendencia de ver el asesinato de los judíos como parte de la guerra civil que sufrió Polonia entre los años 1944-1947, y al pogromo de Kielce – como una provocación soviética con motivos políticos. En realidad, la derecha organizada y armada atentó durante la guerra civil contra polacos que ocupaban puestos importantes en el nuevo aparato estatal, y contra activistas del partido comunista, y en cambio a los judíos los mataron sin distinción, por su sola condición de judíos. El asunto de la provocación soviética no fue comprobado en forma clara, y en todo caso, el motivo para el pogromo fue un libelo de sangre, y en la matanza tomaron parte miles de polacos enardecidos y sedientos de sangre.
También el encuentro con el núcleo sionista activo de los hombres de la organización clandestina, y de los ex luchadores que impulsaban la idea de la salida impulsó a los repatriados a salir de Polonia. Entre los meses de enero-octubre salieron a través de “Habrijá”, muy bien organizada y contando con el apoyo silencioso del gobierno, más de 78,000 personas.
En total abandonaron Polonia, saliendo hacia Austria, Alemania e Italia, unos 130,000 judíos. Se trató de un movimiento masivo de personas, la mayoría de las cuales hizo el viaje a pie y con un pequeño atado en la mano, eludiendo guardias fronterizos y conducidas a su objetivo por los hombres de “Habrijá”. En las etapas posteriores del movimiento “Habrijá”, se ubicaron en los puestos de mando en Polonia, y en las estaciones intermedias clave, enviados de la Tierra de Israel, los primeros de los cuales comenzaron a llegar en septiembre de 1945. Pero el trabajo principal lo ejecutaron los miembros de “Habrijá”, que pertenecían a movimientos juveniles sionistas. El JOINT ayudó al movimiento con recursos, y debido a la creciente corriente desde Polonia, comenzaron a moverse también refugiados de Checoslovaquia, de Hungría y de Rumania. “Habrijá” fue uno de los más grandes desplazamientos de población , que se desconectó a sí misma del pasado y cuyo futuro era más que incierto.
Los ejércitos aliados ubicados en Alemania y Austria no veían al movimiento con buenos ojos, y la organización administrativa inglesa atacó duramente el ingreso de los judíos a su territorio. En realidad no eran los judíos los únicos refugiados que se desplazaban de este a oeste. Además de los nativos de Europa oriental que querían huir de los países que adoptaban un carácter comunista, y entre ellos un número respetable de colaboracionistas con los nazis, llegaron a Alemania también millones de pobladores alemanes desterrados o escapados de los países orientales y de los Balcanes. Pero la oposición principal del ejército y las quejas por las dificultades en el trato con los refugiados se dirigían hacia los judíos. El enfrentamiento con el ejército era serio. Especialmente hostil era el general americano George Patton, que se hallaba al frente del Tercer Ejército norteamericano en Baviera. Él veía en los refugiados judíos “subhumanos”, se negaba a permitir a los que llegaban el ingreso a los campos y a asignarles raciones, y no tuvo empacho de dar órdenes de expulsarlos más allá de la frontera, y de desentenderse de los insistentes pedidos de su superior, el general Eisenhower. En octubre de 1945 Patton fue relevado y el mismo Eisenhower recuerda en sus memorias su conmoción por las imágenes de horror que se vieron en los campos de concentración nazis, pero señala “que ellos – o sea los desplazados judíos – no tenían la posibilidad de ayudarse a sí mismos. Todo había que hacerlo para ellos”.
A través de estos hechos se revela la enorme importancia del informe de Earl Harrison, en agosto de 1945. La expresión de Harrison, acerca de que las condiciones de vida de los desplazados judíos bajo la ocupación americana no eran diferentes de las condiciones en los campos nazis, salvo el hecho que ya no se los mataba, era ciertamente una terrible exageración. Pero a posteriori se vio que esas palabras conmovieron a la opinión pública, y el ejército, que veía en los desplazados una molestia agotadora, se vio obligado tanto a dar su opinión sobre lo que sucedía en los campos y sobre el estado de los desplazados judíos, como a estar atento a la opinión pública y al aparato político, y debió también prestar atención a las propuestas de los consejeros judíos del estado mayor, y a sus quejas. Como consecuencia del eco que despertó el informe en la opinión pública, y a la dura crítica de los periódicos y del Congreso, los judíos fueron separados de otros grupos étnicos dentro de los desplazados y se autorizó el ingreso de muchos judíos más, provenientes del este. Finalmente, el ejército tuvo que aceptar el aumento de los refugiados durante 1946, por no poder convencer a la rama política que tomaba las decisiones en Washington. Muchos de los nuevos refugiados trajeron consigo, por un lado, la variación y la normalización en el marco de vida de los desplazados y en la estructura demográfica de los campos, pero por otro lado, se vieron obligados a veces a compartir sus raciones con los que llegaban, que casi no habían aumentado y el escaso lugar disponible, que no se había ampliado, a pesar de la creciente cantidad de refugiados nuevos.
C. El mundo de los refugiados
Los desplazados vivían en los campos una vida cotidiana monótona y sin esperanza. Vivían hacinados, generalmente en grandes salas, sin un rincón privado, sin un cuarto para la familia, las raciones magras y semejantes, la ropa sin forma. Generalmente, demostraban poca iniciativa, y la mayoría no quería trabajar. Según sus palabras, les era suficiente con la obligación a trabajar en el pasado - ahora era su turno de descansar. Tenían predisposición a enojarse, y no depositaban su confianza en extraños ni en amigos, sospechaban de los Consejos y las instituciones que los rodeaban. Muchos se desentendían de la disciplina, estaban los que buscaban el desahogo sexual y estaban los que entraron en la especulación y el comercio con moneda extranjera. Una cantidad relativamente pequeña abandonó los campos y se infiltró en las poblaciones urbanas alemanas. De mas de 130 mil desplazados judíos que había en la zona ocupada por los americanos a fines de 1946, el 73% estaba ubicado en 64 campos y el 27% disperso en 143 comunidades urbanas. De vez en cuando ocurrían enfrentamientos con los alemanes, y de vez en cuando los desplazados declaraban una huelga y se reunían en asambleas públicas ruidosas para manifestar su protesta por lo que ocurría en los campos, manifestando su ira contra los encargados que no les caían bien. Los enviados de Israel, que llegaron a los campos para presentarse ante los sobrevivientes del Holocausto y ponerse a su disposición, regresaban en su mayoría desalentados, describiendo la imagen de un grupo humano espiritualmente afectado, posiblemente sin remedio, que podía representar una carga para la comunidad. Pero ninguno de ellos proponía renunciar a traerlos a la Tierra Israel. Estaba claro que su absorción era una obligación de la comunidad, y parte del programa político del sionismo. Aunque surgieron dudas acerca de la posibilidad de construir la comunidad partiendo de un material humano como ese, que no pasó por el proceso educativo ni tenía ideales pioneros, y era mayormente un grupo simple de emigrantes sin una gran motivación, una especie de populacho, o “una chusma”.
Este argumento no se exponía en público, sino que se expresaba en privado, en círculos partidarios internos. Los mismos sobrevivientes no se veían de una manera positiva ni optimista, y dudaban si podrían integrarse en una sociedad creativa y sobreponerse a las marcas que sobre ellos había dejado el pasado. Es adecuado presentar aquí la opinión de Ben Gurion, que visitó los campos de Alemania en octubre de 1945, casi medio año después de la liberación. Ben Gurion quiso evaluar si la “Sheerit Hapleitá” podría promover los objetivos del sionismo y la batalla política del “Ishuv”, la comunidad judía de la Tierra de Israel. Desde este punto de vista actuó en dos áreas: hizo gestiones con los comandantes superiores del ejército americano y vió en la zona americana una base adecuada para ejercer presión política efectiva destinada a conseguir la mayor autonomía posible para los judíos, que serían instruidos por los enviados comunitarios de Israel. En sus encuentros con los sobrevivientes trató de conocer su naturaleza para saber si era posible movilizarlos para el enfrentamiento político que se avecinaba. Quién se acercaba a ellos podía comprobar que la mayoría eran “judíos valiosos, sionistas valiosos – con instintos sionistas profundos, con predisposición para atravesar nuevamente todas las penurias – si fuera necesario para el sionismo – con pasión por la unidad, pasión por la salvación del pueblo de Israel”. El enfoque de Ben Gurion, que examinó el provecho que podrían brindar los sobreviviente en aras del sionismo, y la posibilidad de reclutar este grupo humano para una lucha dura y prolongada, despertó a veces oposición, y alguno líderes, entre ellos Itzjak Grinboim, argumentaron que no había que cargar sobre las espaldas de quienes habían atravesado tan duros sufrimientos un papel instrumental en las luchas políticas del sionismo, sino que había que preocuparse antes que nada por su rehabilitación física y espiritual. Algunos hombres de la Brigada asignaron, en sus memorias o en sus informes, a su trabajo con la “Sheerit Hapleitá” una importancia decisiva en la definición de la actividad de los sobrevivientes en el ámbito político. A veces se tiene la impresión que la Brigada fue la que insufló la vitalidad en un público que era como arcilla en manos del creador, y lo condujo por el camino deseado y correcto. No hay dudas que el encuentro de los hombres de la Brigada con, la “Sheerit Hapleitá” y la instrucción por parte de los soldados y enviados de la comunidad de Israel jugaron un importante papel en la formación de los marcos de vida públicos de los refugiados.
Con todo ello, hay que ver esa contribución y su influencia sobre la imagen espiritual y política de los sobrevivientes del Holocausto de un modo realista y en su justa proporción. Como es posible deducir de documentos originales que hasta ahora habían tenido poca publicidad, tanto en la organización pública y política, como en el tema de “Habrijá”, los sobrevientes del Holocausto comenzaron a actuar aún antes del encuentro con la Brigada y de la intervención de ésta.
Las primeras publicaciones con contenido sionista de los sobrevivientes aparecieron todavía antes de la liberación y durante los primeros días después de ésta. Los nombres de esas publicaciones tenían un significado claro: “Nitsots” [Chispa] y “Tjiat hametim” [La resurrección de los muertos].
En Kaufering, campo de concentración satélite de Dachau, comenzó el proceso de organización pública y política, encabezado por los sionistas mas veteranos de Kovno – el Dr. Zalman Grinberg, el Dr. Shmuel Gringhaus y Leib Garfunkel. En el campo de Buchenwald liberado se organizó un grupo del cual surgió una de las expresiones más originales de la actividad independiente de los Sobrevivientes del Holocausto – el kibutz Buchenwald, que después de diferentes transformaciones, constituyó en Israel el núcleo del kibutz Netzer Sireni.
El 27 de mayo de 1945 se produjo el encuentro entre cientos de Sobrevivientes del Holocausto en el hospital de Saint Ottilien, con la participación de representantes del ejército y de la UNRRA. Transcurrido un mes se constituyó el primer Consejo de "Sheerit Hapleitá", en la zona americana de Alemania liberada. En Bergen-Belsen, en la zona inglesa, donde se concentraban en aquel tiempo un número de refugiados similar al del número de sobrevivientes judíos de la zona bajo control americano, formó Iosef (Iosele) Rosenzaft un Consejo, y manejó sus asuntos con firmeza y decisión. El periodismo de los Sobrevivientes del Holocausto, tanto el central que salía a la luz en Munich, como el local, que aparecía en distintos puntos de Alemania y en Italia, reflejaba una diversidad de discusiones, ideas y autocrítica con espíritu nacional-sionista.
La Brigada no se estableció en Alemania, y el período de su permanencia en Europa concluyó en una fase relativamente temprana. Los hombres de la Brigada a los que se les ordenó permanecer en Europa se integraron a la delegación de la Tierra de Israel, delegación que ciertamente desempeñó un rol decisivo en los desplazamientos de los Sobrevivientes del Holocausto de un país a otro, en las respuestas y operaciones políticas organizadas y por sobre todo – en la organización de la emigración a Israel. Los hombres de la delegación colaboraron en la creación de una estructura educativa para los campos, y trajeron consigo algo del espíritu y las vivencias del “Ishuv”, para llenar el vacío espiritual de los campos. Una gran parte, si no la mayoría, de los hombres de la delegación israelí pertenecían a los partidos o a las corrientes de los kibutzim. Hay quienes opinan que como consecuencia de la penetración de ideas políticas específicas, creció la rivalidad política y se agudizó la división interna en el campo sionista, un lugar donde existía una tendencia natural a la unidad y el destino común. No cabe duda de que los enviados introdujeron el particularismo político y la rivalidad partidaria, pero creo que esta educación política particular contribuyó también al fortalecimiento de la tendencia hacia una corriente específica, fenómeno que al final de cuentas fortalecería al sionismo en general. Según el historiador Koppel Pinson, fueron los enviados de Israel quienes adoctrinaron a los refugiados e insuflaron en sus corazones el fanatismo sionista.
D. La conducción y las tendencias ideológicas
Se escuchó aquí la opinión que, debido a la fidelidad política particular y a la disciplina que adoptaron, evitaron tanto los líderes de los Sobrevivientes del Holocausto como sus miembros principales hacer oír su voz, y no se transformaron en líderes comunitarios en Israel luego de su emigración. Me parece que esta suposición, que no carece de un núcleo real, incluye también una serie de incomprensiones. Los Sobrevivientes del Holocausto no tenían una conducción reconocida y aceptada. Quiénes dirigían los Consejos a nivel general y local se destacaron por la organización operativa, por el ordenamiento interno de la vida en los campos y en lugares donde se concentraron los desplazados, pero no tenían ni el impulso ni el mensaje político ideológico nuevo alrededor del cual hubieran podido reunir a los Sobrevivientes del Holocausto y conducirlos. Entre los sobrevivientes que se sumaron al movimiento pionero clandestino y fueron comandantes de organizaciones combatientes del movimiento partisano, varios fueron aceptados en virtud de su pasado y por estar dotados también de capacidad para transformarse en líderes públicos. Estos ciertamente asumieron el liderazgo de una pequeña parte de los sobrevivientes. Los más conocidos de este grupo eran Abba Kovner e Itzjak Zukerman. Kovner era uno de los fundadores de “Habrijá” que puso las bases para la formación de la “Brigada de Sobrevivientes de Europa Oriental. Fué uno de los iniciadores, y quizás el principal, del grupo “Nakam” [Venganza], que intentó llevar a cabo operaciones de venganza contra Alemania, pero el plan se disolvió después de un corto tiempo. Itzjak (Antek) Zukerman se dedicó a la actividad dentro de su movimiento y contribuyó a la apertura de caminos para “Habrijá”, y a la consolidación de la imagen del núcleo pionero que se concentró en Polonia después de la guerra. Ambos, como también Tzivia Lubetkin, Jaika Grosman, Abraham-Adolf Berman, Jaim Lazar, los hermanos Lidovski y otros, eran miembros del movimiento juvenil y de partidos, y representaron a sus movimientos en la clandestinidad. Aunque algunos adoptaron ideas políticas diferentes a sus experiencias durante el período de la guerra y el Holocausto, la mayoría aceptaba sin dudar las instrucciones de los organismos rectores de su tendencia política con sede en Israel, en la compleja constelación política que surgió en la comunidad. Desde este punto de vista la “Brigada” era un caso especial y sobre él nos detendremos más adelante. De todos modos, estos protagonistas centrales dejaron su sello sobre todos los que salían de los movimientos pioneros de los sobrevivientes en Polonia. La mayoría no se unió a la corriente general multitudinaria de sobrevivientes refugiados hacia Alemania, Austria e Italia, y no intentaron proponerse como líderes de los Sobrevivientes del Holocausto. Kovner emigró hacia Israel desde Italia ya en agosto de 1945. Su encuentro con los hombres de la Brigada y las palabras que pronunció ante ellos en Trevizio, aproximadamente un mes antes de emigrar, causaron una fuerte impresión, y es posible que vieran en él un líder para el futuro. Itzjak Zukerman dirigió la mayor parte de su actividad al trabajo en el seno de los sobrevivientes en Polonia y a la representación de los judíos ante el gobierno polaco. En 1947 emigró a Israel.
Sólo unos pocos de entre los activistas entre los sobrevivientes se volcaron a la vida política en Israel, y entre ellos, Abraham Berman, Jaika Grosman, Dov Shilanski, Abraham Melamed. Aunque no pueda hablarse de líder o liderazgo general de los Sobrevivientes del Holocausto, cabe señalar a grupos con características elitistas que influyeron sobre el sendero ideológico de los sobrevivientes, y sobre los pasos de muchos de ellos.
Un grupo característico era el de los activistas e instructores de los movimientos juveniles, y en especial los integrantes de los movimientos más veteranos, que se integraron durante el período de la guerra a distintos marcos de los movimientos clandestinos, o permanecieron en la Unión Soviética. Desde que terminó la guerra se abocaron estos activistas a la reconstrucción de sus movimientos, y unos pocos tuvieron, como se dijo, un papel destacado en las filas de “Habrijá”, y otros asumieron tareas de instrucción de movimientos juveniles y kibutzim. A diferencia de los kibutzim de adiestramiento de antes de la guerra, donde se agrupaban jóvenes que habían salido de las filas de los movimientos juveniles y de pioneros antes de su partida hacia Israel, hubo kibutzim que se organizaron después de la guerra, en los países que fueron conquistados o en los países donde había concentración de Sobrevivientes del Holocausto, casas para jóvenes solos que buscaban un marco colectivo amplio que reemplazara en cierta medida a la familia, y a otros marcos sociales que habían perdido. Había quiénes se unían a un grupo de carácter ideológico o político determinado por casualidad, y había quiénes se unían al grupo según la tendencia política, de ellos o de sus familias. Los instructores que se encontraban al frente de estos grupos querían educar a los jóvenes en un modo de vida colectivo, al tiempo que formaban su conciencia política y su fidelidad de acuerdo a la tendencia que el instructor representaba. No eran educadores, y su tarea era llevada a cabo según la tendencia de su corazón y según su entendimiento, que generalmente era intuitivo, como el de los instructores de movimientos juveniles. Ellos compartían la vida con los miembros y discípulos y se ganaron su confianza y su lealtad. Esos grupos eran una minoría dentro de los Sobrevivientes del Holocausto, y su número no pasaba en general de un veinte por ciento, pero ellos constituyeron la base de organización, que sirvió de modelo y que se ubicó al frente de los distintos proyectos y en el centro de la organización política. Los instructores, cuyo número llegó a unos pocos cientos, cumplieron un importante papel como vínculo entre los enviados israelíes y los sobrevivientes. Los enviados tenían dificultades para encontrar un idioma común con los sobrevivientes cuyo corazón arrastraba las cargas del pasado. Los instructores eran sus portavoces. Las atribuciones de los instructores eran también mucho mayores que las del liderazgo de los movimientos juveniles, que estaba lejos de los problemas cotidianos de los sobrevivientes en los campos y en los grupos. En los barcos de la inmigración ilegal y en particular en el campo de Chipre, estaban con ellos los instructores, y no los líderes, ni a veces tampoco los enviados. Los instructores eran los que fijaban las normas de conducta y la disciplina, delinearon marcos de organización en las graves condiciones de aislamiento y angustia a que se vieron sometidos decenas de miles de deportados, y tomaron decisiones difíciles en momentos cruciales. Una buena parte de estos kibutzim se dispersaron al llegar a Israel, pero hubo grupos que se unieron al llegar a kibutzim existentes y los complementaron, y otros fundaron kibutzim nuevos.
Otra tendencia que se expresó en la actividad de los dirigentes de "Sheerit Hapleitá" era la de unidad del pueblo de Israel. En una etapa temprana se creó la “Brigada de Sobrevivientes de Europa Oriental”. Desde todo punto de vista este marco era como una continuación de las organizaciones de lucha que agruparon a su alrededor hombres de los movimientos de distintas vertientes políticas y a veces rivales. Según el enfoque casi catastrófico de Abba Kovner, que estableció la base de este movimiento, los judíos sobrevivientes de los países conquistados de Europa, y los judíos del mundo salieron de la guerra como un pueblo sitiado, con la espada de Damocles del exterminio pendiendo sobre su cuello. Si ese pueblo deseaba continuar con vida, debía preparase para la defensa. Y es por eso que había que dejar de lado las diferencias políticas, las concepciones que se basan en percepciones del mundo universales, ante la batalla que se avecina, por la vida o la muerte. ¿Fueron aceptadas las suposiciones de Kovner? Parece que hasta entre los fundadores de la “Brigada” había dudas, y muchos no se adhirieron a ellas, a la espera del momento en que fuera posible volver y enarbolar las banderas y regresar a las concepciones ideológicas del pasado. Según la opinión de la Profesora Anita Schapira, esta lucha por la unidad fracasó, como consecuencia de las instrucciones recibidas desde Israel y por la influencia de los enviados de las diferentes corrientes políticas. Ciertamente no hay que desdeñar el peso de esos factores, pero debe recordarse que en el seno de los sobrevivientes había veteranos de las corrientes políticas que permanecían totalmente fieles a su ideología de antaño. En cuanto a la lucha por la unidad en el marco de “Jalutz Haajid” [Pioneros Unidos] dentro de los Sobrevivientes del Holocausto, en especial en Alemania, se presentó el argumento, que en realidad no siempre existió la voluntad pura y simple de unión de parte de los proponentes de esa idea , sino que hubo aquí un intento del MAPAI [partido laborista], de aprovechar ese anhelo para sus objetivos políticos.
¿Hubo una ideología unificadora de "Sheerit Hapleitá",? Si por ideología entendemos al conjunto de concepciones y de ideas sobre asuntos políticos y sociales – ciertamente no había entre los sobrevivientes del Holocausto unidad ideológica. Aún así, los Sobrevivientes adoptaron ideas, opiniones y verdades derivadas de su experiencia y de su situación.
Nos detendremos aquí en dos de estas ideas dominantes y en sus formas de implementación. Una de ellas es el impulso de la venganza, asunto que aún no se dio a publicidad, debida a la escasa documentación y a los pocos testimonios que se hallan en nuestras manos. Hay que diferenciar entre los estallidos espontáneos de impulsos de venganza de grupos o de individuos inmediatamente después de la liberación en contra de personas que fueron especialmente crueles con los prisioneros o los perseguidos, y la tendencia de promover operaciones de venganza en un marco planificado y organizado. Por la misma naturaleza de estos hechos, la idea y su realización eran patrimonio de unos pocos. Se sabe que células operativas de un cuerpo organizado salieron al terreno. Se planificaron operaciones y algunas de ellas también se llevaron a la práctica. Pero esta organización no se mantuvo por mucho tiempo ni tampoco produjo grandes resultados. Quizás no fue por la falta de motivación ni por las dificultades de realización que la organización se haya desmembrado. Alemania y Austria, luego de la guerra, se hallaban en un estado de caos y carecían de un sistema de vigilancia efectivo. Parece razonable ciertamente que el tema de la venganza no se desarrolló como una gran ola de acciones por otras razones. Los sobrevivientes carecían de los medios tanto para efectuar el seguimiento de los delincuentes, como para erigir una estructura judicial secreta y ejecutar sentencias. No tenían otra posibilidad que atentar contra grupos de delincuentes, como por ejemplo los prisioneros de las SS. Como regla general, pareciera que la necesidad de atentar contra personas cuya culpabilidad no estaba comprobada con certeza fue lo que detuvo el desarrollo de una ola de venganzas. Se sabe también que los representantes de la comunidad de Israel y de la Brigada en Europa estaban en desacuerdo con la idea de la venganza descontrolada y con sus métodos de ejecución, y resolvieron imponer su autoridad para frenar estas acciones.
El tema principal sobre el que los Sobrevivientes del Holocausto expresaban su opinión era el de la emigración. Acerca de esta cuestión surgieron opiniones diferentes entre los investigadores. La cuestión que generaba generó la diferencia de opiniones se refería a si es que la organización de los Sobrevivientes era sionista en su esencia o si, como opinaban otros, los sobrevivientes eligieron emigrar hacia Israel porque se les cerraban cerraron las puertas de otros destinos de emigración en todo el mundo. Hay quiénes se apoyan en encuestas realizadas pocas semanas o meses después de la liberación, e intentan sacar de ellas conclusiones y estudiar los sentimientos de los sobrevivientes. Al dar nuestra opinión acerca del carácter amorfo de este público, y si seguimos el proceso dinámico de su consolidación, comprenderemos que no es posible otorgar un valor importante a las primeras encuestas, resultando mejor analizar en detalle las opiniones vertidas por el periodismo de la organización de los Sobrevivientes, sus cartas, sus respuestas ante las comisiones investigadoras, en las anotaciones de los enviados, etc.
Como se dijo, al principio el deseo de unirse con los miembros de su familia dispersos por el mundo era el impulso más fuerte, que se reflejaba en las aspiraciones de los sobrevivientes. Si las puertas de los Estados Unidos hubieran estado abiertas durante las primeras semanas y meses, es probable que muchos de los liberados hubiesen elegido ir hacia el lugar donde tenían un pariente o amigo. La autocrítica y las conclusiones acerca de la tragedia que los había afectado, vinieron después. El sionismo de los Sobrevivientes del Holocausto no era ideológico y sistemático, y las ideas no eran el eje de su concepción sionista, sino antes que nada el anhelo de patria y de hogar, y la solución de su futuro como judíos y como desplazados. Tuvo razón Ben Gurion cuando dijo que"Sheerit Hapleitá" tenían “instintos sionistas”, y dado que su elección sionista era una forma de vida basada en la amarga experiencia, se aferraron a ella celosamente, y estaban dispuestos a realizar sacrificios extremos en aras de su concreción. El anhelo sionista se expresó en forma inequívoca en ocasión de la visita de la comisión anglo-americana de la UNSCOP [Comité Especial de las Naciones Unidas sobre Palestina], que se convenció de que la gran mayoría de los sobrevivientes quería emigrar hacia Israel. Hay quienes argumentan, que los Sobrevivientes del Holocausto expresaron su anhelo por Sión como una aspiración fundamentalmente política, y no justamente como una elección de camino personal. Pero este argumento cae frente al análisis de la realidad. Ningún público, tampoco el que está sometido a la mayor de las angustias, no elige su casa y su país sin estar convencido y profundamente decidido.
En las últimas décadas vimos, que los judíos de Irán o los judíos de Argentina, que se vieron obligados a huir de sus lugares cuando se los persiguió por su condición de judíos, no eligieron el Estado de Israel como su lugar de residencia. Ciertamente, las puertas de los Estados Unidos estuvieron cerradas para la mayoría de los refugiados judíos hasta los primeros años de la década del 50, pero en cambio permanecieron abiertas las puertas de países de Europa occidental como Francia, Bélgica, Holanda e Italia, pero relativamente pocos eligieron emigrar hacia ellos y establecer allí sus hogares.
La concepción del mundo de "Sheerit Hapleitá" se basaba en unas pocas verdades simples y elementales a las cuales se adhirió la mayoría de ellos con todas sus fuerzas. Parece que necesitaban de una fe como ésa y de la convocatoria por parte de una comunidad en lucha, que abría ante ellos el país y declaraba que ese país también era de ellos, y no tan sólo que se les permitía venir a él, sino que en realidad fue creado para ellos, y era la respuesta a sus angustias. Muchos de los sobrevivientes sintieron que en Israel podrían volver a erguir sus espaldas y construir vidas nuevas y completas. Por eso estaban dispuestos a venir a una tierra sumergida en un estado de guerra, ir al campo de deportación en Chipre, prepararse para su reclutamiento cuando aún se hallaban en camino, pasar del barco a las bases militares y de allí al frente de guerra. Unos dos tercios del cuarto de millón de Sobrevivientes del Holocausto emigraron a Israel de uno u otro modo, y el proceso de su absorción y su ingreso a la vida en Israel es una historia aparte, que deberá estudiarse en otro lugar.
El último tema que hay que analizar es el relacionado con el peso relativo de los Sobrevivientes en la lucha política para el surgimiento del Estado de Israel. Esta cuestión está inmersa en la polémica. Investigadores y factores influyentes en la vida pública, tienden a disminuir la importancia de la lucha política sionista por el surgimiento del Estado de Israel durante los años 1945-1948, y atribuyen todos los resultados a la ola de terror de las organizaciones clandestinas en Israel, inclinándose naturalmente a disminuir el valor de la lucha política en general, y por ello también la contribución de los Sobrevivientes del Holocausto. Hubo quiénes argumentaron, que el Holocausto no sólo que no contribuyó al establecimiento del Estado de Israel, sino que sus consecuencias abrieron un interrogante sobre las probabilidad del establecimiento del Estado y pusieron seriamente en peligro las posibilidades de materialización de las aspiraciones sionistas. Me parece que respecto de esta posición hay una falta de comprensión que obliga a una aclaración. Ciertamente, el Holocausto puso fin a la existencia de grandes concentraciones judías y al reservorio humano auténtico del sionismo. El vacío producido como consecuencia de esta tragedia muestra sus signos en la historia del Estado de Israel.
Cuando expresamos nuestra opinión con respecto al febril tejido político de los últimos años desde el fin de la guerra hasta el surgimiento del Estado – las cosas parecen distintas. El Holocausto produjo una verdadera conmoción en la opinión pública, tanto judía como no judía, una conmoción de la cual no podían desentenderse por completo ni políticos ni gobiernos. El plan de Bevin [ministro de Relaciones Exteriores inglés], redactado de acuerdo con los intereses imperialistas ingleses, estaba basado en la suposición que el Holocausto debilitó las bases del sionismo y que los sobrevivientes que quedaron debían ser devueltos a sus países de origen, teniendo en cuenta que representan tan sólo un pequeño porcentaje de la población total en los países orientales, sin constituir un problema substancial.
Estos argumentos volvieron a presentarse con la aparición de los Sobrevivientes del Holocausto, que no dejaban que su cuestionamiento sea quitado del orden del día político. La situación en los campos de desplazados y la demanda decidida para la apertura de las puertas de la Tierra de Israel, la operación de la inmigración ilegal, los campos de deportados en Chipre y las comisiones investigadoras (anglo-americana y UNSCOP), generaron una atmósfera de tensión permanente, y la superación de obstáculos en el camino hacia una decisión crucial en el ámbito internacional. El que quiera separar el desarrollo de los acontecimientos en Israel de los pasos políticos, las decisiones de las Naciones Unidas y del debilitamiento de las naciones imperialistas, se equivoca o trata de inducir al error. El Holocausto fue un golpe mortal para la vida del pueblo judío y golpeó fuertemente al sionismo. La situación concreta de los años 1945-1948 se asemejaba a una gran batalla en las que se perdieron las fuerzas principales, pero antes de la derrota total, lograron los sobrevivientes, en una última batalla, inclinar el fiel de la balanza. El significado de esto lo comprendieron perfectamente Ben Gurion y no pocos Sobrevivientes del Holocausto.
Fuente: Israel Gutman y Adina Drechsler (editores) Sheerit Hapleitá 1944-1948 [Sobrevivientes del Holocausto 1944-1948], Yad Vashem, 1991, págs. 461-479.