Una primera cuestión sobre la que deberíamos interrogarnos es la que se centra en la importancia que tiene para los sujetos en particular, “poseer memoria para recordar” ; mientras que para los grupos es altamente relevante para su supervivencia la posesión de una denominada “memoria colectiva”. Para introducirnos en nuestra problemática de trabajo apelaremos, en primera instancia, a la literatura.
Leeremos el cuento “Funes, el memorioso” de Jorge Luis Borges.
Funes, el memorioso
Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto) con una oscura pasionaria en la mano, viéndola como nadie la ha visto, aunque la mirara desde el crepúsculo del día hasta el de la noche, toda una vida entera. Lo recuerdo, la cara taciturna y aindiada y singularmente remota, detrás del cigarrillo. Recuerdo (creo) sus manos afiladas al trenzador. Recuerdo cerca de esas manos un mate, con las armas de la Banda Oriental; recuerdo en la ventana de la casa una estera amarilla, con un vago paisaje lacustre. Recuerdo claramente su voz; la voz pausada, resentida y nasal del orillero antiguo, sin los silbidos italianos de ahora. Más de tres veces no lo vi; la última, en 1887…Me parece muy feliz el proyecto de que todos aquellos que lo trataron escriban sobre él; mi testimonio será acaso el más breve y sin duda el más pobre, pero no el menos imparcial del volumen que editarán ustedes. Mi deplorable condición de argentino me impedirá incurrir en el ditirambo –género obligatorio en el Uruguay- cuando el tema es un uruguayo. Literato, cajetilla, porteño; Funes no dijo esas injuriosas palabras, pero de un modo suficiente me consta que yo representaba para él esas desventuras. Pedro Leandro Ipuche ha escrito que Funes era un precursor de los superhombres. “Un Zarathustra cimarrón y vernáculo”; no lo discuto, pero no hay que olvidar que era también u compadrito de Fray Bentos, con ciertas incurables limitaciones.
Mi primer recuerdo de Funes es muy perspicuo. Lo veo en un atardecer de marzo o febrero del año ochenta y cuatro. Mi padre, ese año, me había llevado a veranear a Fray Bentos. Yo volvía con mi primo Bernardo Haedo de la estancia de San Francisco. Volvíamos cantando, a caballo, y ésa no era la única circunstancia de mi felicidad. Después de un día bochornoso, una enorme tormenta color pizarra había escondido el cielo. La alentaba el viento del sur, ya se enloquecían los árboles; yo tenía el temor (la esperanza) de que nos sorprendiera en un descampado el agua elemental. Corrimos una especie de carrera con la tormenta. Entramos en un callejón que se ahonda entre dos veredas altísimas de ladrillo. Había oscurecido de golpe; oí rápidos y casi secretos pasos en lo alto; alcé los ojos y vi un muchacho que corría por la estrecha y rota vereda como por una estrecha y rota pared. Recuerdo la bombacha, las alpargatas, recuerdo el cigarrillo en el duro rostro, contra el nubarrón ya sin límites. Bernardo le gritó imprevisiblemente: ¿Qué hora son, Ireneo?. Sin consultar al cielo, sin detenerse, el otro respondió: Faltan cuatro minutos para las ocho, joven Bernardo Juan Francisco. La voz era aguda, burlona.
Yo soy tan distraído que el diálogo que acabo de referir no me hubiera llamado la atención si no lo hubiera recalcado mi primo, a quien estimulaba (creo) cierto orgullo local, y el deseo de mostrarse indiferente a la réplica tripartita del otro.
Me dijo que el muchacho del callejón era un tal Ireneo Funes, mentado por algunas rarezas como la de no darse con nadie y la de saber siempre la hora, como un reloj. Agregó que era hijo de una planchadora del pueblo, María Clementina Funes, y que algunos decían que su padre era un médico del saladero, un inglés, O’Connor, y otros un domador o rastreador del departamento de Salto. Vivía con su madre a la vuelta de la quinta de los Laureles.
Los años ochenta y cinco y ochenta y seis veraneamos en la ciudad de Montevideo. El ochenta y siete volví a Fray Bentos. Pregunté, como es natural, por todos los conocidos y, finalmente, por el “cronométrico” Funes. Me contestaron que lo había volteado un redomón en la estancia de San Francisco, y que había quedado tullido, sin esperanza. Recuerdo la impresión de incómoda magia que la noticia me produjo: la única vez que lo vi veníamos a caballo de San Francisco y él andaba en un lugar alto; el hecho, en boca de mi primo Bernardo, tenía mucho de sueño elaborado con elementos anteriores. Me dijeron que no se movía del catre, puestos los ojos en la higuera del fondo o en una telaraña. En los atardeceres, permitía que lo sacaran a la ventana. Llevaba la soberbia hasta el punto de simular que era benéfico el golpe que lo había fulminado…Dos veces lo vi atrás de la reja, que burdamente recalcaba su condición de eterno prisionero: una inmóvil, con los ojos cerrados; otra, inmóvil también, absorto en la contemplación de un oloroso gajo e santonina.
No sin alguna vanagloria yo había iniciado en aquel tiempo el estudio metódico del latín. Mi valija incluía el De viris illustribus de Lhomond, el Thesausurs de Quicherat, los comentarios de Julio césar y un volumen impar de la Naturalis historia de Plinio que excedía (y sigue excediendo) mis módicas virtudes de latinista. Todo se propala en un pueblo chico; Ireneo, en su rancho de las orillas no tardó en enterarse del arribo de esos libros anómalos. Me dirigió una carta florida y ceremoniosa, en la que recordaba nuestro encuentro, desdichadamente fugaz, “del día de febrero del año ochenta y cuatro”, ponderaba los gloriosos servicios que don Gregorio Haedo, mi tío, finado ese mismo año, “había prestado a las dos patrias en la valerosa jornada de Ituzaingó”, y me solicitaba el préstamo de cualquiera de los volúmenes, acompañado de un diccionario “para la buena inteligencia del texto original, porque todavía ignoro el latín”. Prometía devolverlos en buen estado casi inmediatamente. La letra era perfecta, muy perfilada; la ortografía, del tipo que Andrés Bello preconizó: i por y, j por g. Al principio temí naturalmente una broma. Mis primos me aseguraron que no, que eran cosas de Ireneo. No supe si atribuir a descaro, a ignorancia o a estupidez la idea de que el arduo latín no requería más instrumentos que un diccionario; para desengañarlo con plenitud le mande el Gradus ad Parnassum de Quicherad y la obra de Plinio.
El catorce de febrero me telegrafiaron de Buenos Aires que volviera inmediatamente, porque mi padre no estaba “nada bien”. Dios me perdone; el prestigio de ser el destinatario de un telegrama urgente, el deseo de comunicar a todo Fray Bentos la contradicción entre la forma negativa de la noticia y el perentorio adverbio, la tentación de dramatizar mi dolor, fingiendo un viril estoicismo, tal vez me distrajeron de toda posibilidad de dolor.. Al hacer la valija, noté que faltaban el Gradus y el primer tomo de la Naturalis historia. El “Saturno” zarpaba al día siguiente, por la mañana; esa noche, después de cenar, me encaminé a casa de Funes, Me asombró que la noche fuera no menos pesada que el día.
En el decente rancho, la madre de Funes me recibió.
Me dijo que Ireneo estaba en la pieza del fondo y que no me extrañara encontrarla a oscuras, porque Ireneo sabía pasarse las horas muertas sin encender la vela. Atravesé el patio de baldosa, el corredorcito; llegué al segundo patio. Había una parra; la oscuridad pudo parecerme total. Oí de pronto la alta y burlona voz de Ireneo. Esa voz hablaba en latín; esa voz (que venía de la tiniebla) articulaba con moroso deleite un discurso o plegaria o incautación.
Resonaron las sílabas romanas en el patio de tierra; mi temor las creía indescifrables, interminables; después, en el enorme diálogo de esa noche, supe que formaban parte del primer párrafo del vigésimo cuarto capítulo del libro séptimo de la Naturalis historia. La materia de ese capítulo es la memoria; las palabras última fueron ut nihil non iisdem verbis readeretur auditum.
Sin el menor cambio de voz, Ireneo me dijo que pasara. Estaba en el catre, fumando. Me parece que no le vi la cara hasta el alba; creo rememorar el ascua momentánea del cigarrillo. La pieza olía vagamente a humedad. Me senté; repetí la historia del telegrama y de la enfermedad de mi padre.
Arribo, ahora, al más difícil punto de mi relato. Éste (bueno es que lo sepa el lector) no tiene otro argumento que ese diálogo de hace ya por medio siglo. No trataré de reproducir sus palabras, irrecuperables ahora. Prefiero resumir con veracidad las muchas cosas que me dijo Ireneo. El estilo indirecto es remoto y débil; yo sé que sacrifico la eficacia de mi relato, que mis lectores se imaginen los entrecortados períodos que me abrumaron esa noche. Ireneo empezó por enumerar, en latín y español, los casos de memoria prodigiosa registrados por la Naturalis historia: Ciro, rey de los persas, que sabía llamar por su nombre a todos los soldados de sus ejércitos; Mitridates Eupator, que administraba la justicia en los veintidós idiomas de su imperio; Simónides, inventor de la mnemotecnia; Metrodoro, que profesaba el arte de repetir con fidelidad lo escuchado una sola vez. Con evidente buena fe se maravilló de que tales casos maravillaran. Me dijo que antes de esa tarde lluviosa en que lo volteó el azulejo, él había sido lo que son todos los cristianos: un ciego, un sordo, un abombado, un desmemoriado, (traté de recordarle su percepción exacta del tiempo, su memoria de nombres propio; no me hizo caso). Diecinueve años había vivido como quien sueña: miraba sin ver, oía sin oír, se olvidaba de todo, de casi todo. Al caer, perdió el conocimiento; cuando lo recobró el presente era casi intolerable de tan rico y tan nítido, y también las memorias más antiguas y triviales. Poco después averiguó que estaba tullido. El hecho apenas le interesó. Razonó (sintió) que la inmovilidad era un precio mínimo. Ahora su percepción y su memoria eran infalibles.
Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez y con las líneas de la espuma que un remo levantó en el Río Negro la víspera de la acción del Quebracho. Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares; térmicas, etc. Podía reconstruir todos los sueños, todos los entresueños. Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción habría requerido un día entero. Me dijo: Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo. Y también: mis sueños son como la vigilia de ustedes. Y también, hacía el alba: Mi memoria, señor es como vaciadero de basuras. Una circunferencia en un pizarrón, un triángulo rectángulo, un rombo, son formas que podemos intuir plenamente; lo mismo le pasaba a Ireneo con las aborrascadas crines de un potro, con una punta de ganado en una cuchilla, con el fuego cambiante y con la innumerable ceniza, con las muchas caras de un muerto en un largo velorio.
No sé cuántas estrellas veía en el cielo.
Esas cosas me dijo; ni entonces ni después las he puesto en duda. En aquel tiempo no había cinematógrafos ni fonógrafos; es, sin embargo, inverosímil y hasta increíble que nadie hiciera un experimento con Funes. Lo cierto es que vivimos postergando todo lo postergable; tal vez todos sabemos profundamente que somos inmortales y que tarde o temprano, todo hombre hará todas las cosas y sabrá todo.
La voz de funes desde la oscuridad, seguía hablando.
Me dijo que hacia 1886 había discurrido un sistema original de numeración y que en muy pocos días había rebasado el veinticuatro mil. No lo había escrito, porque lo pensado una sola vez ya no podía borrársele. Su primer estímulo, creo, fue el desagrado de que los Treinta y Tres Orientales requirieran dos signos y tres palabras, en lugar de una sola palabra y un solo signo. Aplicó luego ese disparatado principio a todos los números. En lugar de siete mil trece, decía (por ejemplo) Máximo Pérez, en lugar de siete mil catorce, El ferrocarril; otros números eran Luis Melián Lafinur, Olimar, azufre, los bastos, la ballena, el gas, la caldera, Napoleón, Agustín de Vedia. En lugar de quinientos, decía nueve. Cada palabra tenía un signo particular, una especie de marca; las últimas eran muy complicadas…Yo traté de explicarle que esa rapsodia de voces inconexas era precisamente lo contrario de un sistema de numeración. Le dije que decir 365 era decir tres centenas, seis decenas, cinco unidades; análisis que no existe en los “números” el Negro Timoteo o manta de carne.
Funes no me entendió o no quiso entenderme.
Locke, en el siglo XVII, postuló (y reprobó) un idioma imposible en el que cada cosa individual, cada piedra, cada pájaro y cada rama tuviera un nombre propio; Funes proyectó alguna vez un idioma análogo, pero lo desechó por parecerle demasiado general, demasiado ambiguo. En efecto, Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado. Resolvió reducir cada una de sus jornadas pretéritas unos setenta mil recuerdos, que definiría luego por cifras. Lo disuadieron dos consideraciones: la conciencia de que la tarea era interminable, la conciencia de que era inútil. Pensó que en la hora de la muerte no habría acabado aún de clasificar todos los recuerdos de la niñez.
Los dos proyectos que he indicado (un vocabulario infinito para la serie natural de los números, un inútil catálogo mental de todas las imágenes del recuerdo) son insensatos, pero revelan cierta balbuciente grandeza. Nos dejan vislumbrar o inferir el vertiginoso mundo de Funes. Éste, no lo olvidemos, era casi incapaz de ideas generales, platónicas. No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcaba tanto a individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente). Su propia cara en el espejo, sus propias manos, lo sorprendían cada vez. Refiere Swift que el emperador de Lilliput discernía el movimiento; Funes discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, de la humedad. Era el solitario y lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso. Babilonia, Londres y Nueva York han abrumado con feroz esplendor la imaginación de los hombres; nadie, en sus torres populosas o en sus avenidas urgentes, ha sentido el calor y la presión de una realidad tan infatigable como la que día y noche convergía sobre el infeliz Ireneo, en su pobre arrabal sudamericano.
Le era muy difícil dormir. Dormir es distraerse del mundo; Funes, de espaldas en el catre, en la sombra, se figuraba cada grieta y cada moldura de las casas precisas que lo rodeaban. (Repito que el menos importante de sus recuerdos era más minucioso y más vivo que nuestra percepción de un goce físico o de un tormento físico). Hacia el Este, en un trecho no amanzanado, había casas nuevas, desconocidas. Funes las imaginaba negras, compactas, hechas de tiniebla homogénea; en esa dirección volvía la cara para dormir.
También solía imaginarse en el fondo del río, mecido y anulado por la corriente.
Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos.
La recelosa claridad de la madrugada entró por el patio de tierra.
Entonces vi la cara de la voz que toda la noche había hablado. Ireneo tenía diecinueve años; había nacido en 1868; me pareció monumental como el bronce, más antiguo que Egipto, anterior a las profecías y a las pirámides. Pensé que cada una de mis palabras (que cada uno de mis gestos) perduraría en su implacable memoria; me entorpeció el temor de multiplicar ademanes inútiles.
Ireneo Funes murió en 1889, de una congestión pulmonar.
Jorge Luis Borges, en “Ficciones”, Emecé, Buenos Aires, 1979, (páginas 107 a 117)
Consignas de trabajo
- FUNES, RECORDABA TODO MINUCIOSAMENTE, ¿CREES QUE ES BUENO PARA LA VIDA DE CADA UNO RECORDAR TODO?.
- FUNES CREÍA QUE ERA FELIZ RECORDÁNDOLO TODO. ¿ESTAS DE ACUERDO?. SI/NO ¿POR QUÉ?.
- LA MEMORIA PARA LOS SUJETOS, ¿ES NECESARIA O INNECESARIA?.
- ¿QUÉ TIPO DE MEMORIA ESTABA EN CONDICIONES DE EJERCITAR FUNES?.
- ¿EXISTEN OTROS TIPOS DE MEMORIA, ADEMÁS DE LA QUE DESARROLLABA FUNES? ¿CUÁLES?.
- ¿POR QUÉ TE PARECE QUE EL AUTOR DEL CUENTO SOSTIENE CASI SOBRE EL FINAL DE SU RELATO QUE IRENEO FUNEZ NO ERA CAPAZ DE PENSAR?. ¿ESTAS DE ACUERDO?. SI/NO ¿POR QUÉ?. FUNDAMENTAR LA RESPUESTA.
Nota: Las respuestas a las consignas deberán realizarse por escrito para luego ser socializadas en el grupo. Este trabajo práctico puede ser en forma grupal (máximo cuatro estudiantes)
Para continuar con la problemática de la memoria y el proceso de indagación respecto de cuántos tipos de memoria nos es posible desarrollar a los humanos, leamos el siguiente párrafo:
“Hay dos formas de la memoria. Una memoria pasiva, que se agota en el hecho que recuerda, que anula el presente en la exaltación de un pasado irrecuperable. Y una memoria activa, creadora y militante, que busca la esencia movilizadota del pasado, que se compromete con el presente como única forma de no ahogar ese pasado en la sacralización y la idolatría. Una es la memoria militante. A la otra la llaman nostalgia…”
José Pablo Feinmann, “La creación de lo posible”, Legasa, Buenos Aires, 1986, página 139
- RELACIONAR LO EXPRESADO POR FEINMANN EN EL PÁRRAFO PRECEDENTE Y LO NARRADO POR BORGES RESPECTO DEL PERSONAJE FUNES.
- INDICAR QUÉ TIPO DE MEMORIA PARECÍA HABER DESARROLLADO FUNES Y CUÁLES SON LOS INDICADORES QUE LA PONEN EN EVIDENCIA.
- DESCRIBE DOS SITUACIONES DE LA VIDA COTIDIANA EN LAS QUE SE PONGA EN JUEGO “LA MEMORIA PASIVA” Y DOS SITUACIONES DE LA VIDA COTIDIANA EN LAS QUE SE PONGAN EN JUEGO “LA MEMORIA MILITANTE”.
Nota: Las respuestas a las consignas deberán realizarse por escrito para luego ser socializadas en el grupo. Este trabajo práctico puede ser en forma grupal (máximo cuatro estudiantes)
Continuemos ahora con nuestro ejercicio de profundización sobre la memoria. Nos adentraremos en sus posibles relaciones con la historia
La memoria y la historia
“…El concepto de memoria es un concepto crucial…La memoria, como capacidad de conservar determinadas informaciones, remite ante todo a un complejo de funciones psíquicas, con el auxilio de las cuales el hombre esta en condiciones de actualizar impresiones o informaciones pasadas, que él se imagina como pasadas…los psicólogos y los psicoanalistas han insistido, ya a propósito del recuerdo y a propósito del olvido, sobre las manipulaciones, conscientes o inconscientes, ejercitadas sobre la memoria individual por los intereses de la afectividad, de la inhibición, de la censura. Análogamente, la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por el poder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, de los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas. Los olvidos, los silencios de la historia son reveladores de estos mecanismos de manipulaciones de la memoria colectiva…
…En las sociedades sin escritura existen especialistas de la memoria, los hombres memoria: genealogistas, custodios de los códices reales, historiadores de corte, “tradicionalistas” que son la “memoria de la sociedad” y que son al mismo tiempo los depositarios de la historia objetiva y de la historia ideológica. Pero, además, “jefes de familia, sacerdotes, cuya tarea fundamental es la de mantener la cohesión del grupo…”
Contrariamente a cuanto generalmente se cree, la memoria transmitida por aprendizaje en las sociedades sin escritura no es una memoria “palabra por palabra”…los hombres memoria, narradores en caso de necesidad, no desarrollan la misma función que los maestros de escuela (y la escuela no aparece sino con la escritura). En torno a éstos no se desarrolla un pensamiento mecánico y automático. En las sociedades sin escritura, se dan solamente dificultades objetivas para la memorización integral, palabra por palabra, pero esta presente también la circunstancia de que “tal género de actividad es raras veces advertida como necesaria”, “el producto de una rememorización exacta” parece a estas sociedades “menos útil, menos apreciable de cuanto no sea el éxito de una evocación inexacta”… La memoria colectiva parece entonces funcionar, en estas sociedades, basada en una “reconstrucción generativa”y no en una memorización mecánica…”. El soporte de la rememorización no se coloca en el nivel de las estructuras profundas descubiertas por numerosos mitólogos…Parece en cambio, que la función importante está desarrollada por la dimensión narrativa y por otras estructuras que se atienen a los acontecimientos…” De este modo, mientras la reproducción mnemónica palabra por palabra estaría ligada a la escritura, las sociedades sin escritura conceden mayor libertad y más posibilidad creativa a la memoria.
La escritura permite a la memoria un doble progreso, el desenvolverse en dos formas de memoria. La primera es la conmemoración, la celebración de un evento memorable por obra de un monumento celebratorio. La memoria asume entonces la forma de la inscripción, y ha llevado, en época moderna, al nacimiento de una ciencia auxiliar de la historia, la epigrafía…
La otra forma de memoria ligada a la escritura es el documento escrito sobre un soporte específicamente destinado a la escritura… En este tipo de documento la escritura tiene dos funciones principales:
- Es el golpe imprevisto de la información, que consiste en comunicar a través del tiempo y del espacio, y que procura al hombre un sistema de marcación, de memorización y de registro
- Asegurando el pasaje de la esfera auditiva a la visual, se permite reexaminar, disponer de otro modo, rectificar las frases incluso hasta las palabras aisladas…
La evolución de la memoria, ligada a la aparición y la difusión de la escritura depende esencialmente de la evolución social y particularmente del desarrollo urbano…No es pura coincidencia. La escritura anota lo que no se fabrica ni se vive cotidianamente, sino lo que constituye la osamenta de una sociedad urbanizada, para la cual el nudo del sistema vegetativo está constituido por una economía de circulación entre productores, celestes o humanos, dirigentes. La innovación apunta al vértice del sistema e incluye selectivamente los actos financieros y religiosos, las consagraciones, las genealogías, el calendario, todo aquello que, en las nuevas estructuras de la ciudad, no puede fijarse en la memoria de modo completo ni en la concatenación de gestos, ni en productos… Memoria urbana, memoria real también…El rey en persona, despliega, en toda la extensión sobre la que tiene autoridad, un programa de memorización del que él es el centro. Los reyes crean para sí instituciones memoria: archivos, bibliotecas, museos…Memoria real, puesto que los reyes hacen componer y a veces inscribir en la piedra los anales donde están narradas especialmente sus gestas y que conducen a la frontera donde la memoria se hace historia… Con los griegos se percibe, de modo clarísimo, la evolución hacia la historia de la memoria colectiva. Vernant observa que “la memoria, en la medida en que se distingue de la rutina, representa una difícil invención, la conquista progresiva, por parte del hombre, de su pasado individual, así como la historia constituye para el grupo social la conquista de su pasado colectivo…”
Pero entre los griegos, así como la memoria escrita viene a agregarse a la memoria oral, trasformándola, análogamente la historia viene a ampliar la memoria colectiva, modificándola, pero sin destruirla… Los griegos de la edad arcaica hicieron de la memoria una diosa MNEMOSINE. Es la madre de las nueve musas, por ella generadas en nueve noches transcurridas en compañía de Zeus. Ella reclama a la mente de los hombres el recuerdo de los héroes y de sus grandes gestas y preside la poesía lírica. El poeta es, por tanto, un hombre poseído por la memoria, el aedo es un adivino del pasado, así como el adivino lo es del futuro. Él es el testimonio inspirado de los tiempos antiguos, de la edad heroica y aún más, de la edad de los orígenes…La memoria resulta entonces un don para iniciados. LA memoria tiene por eso una función de primer plano en las doctrinas órficas y pitagóricas: es el antídoto del olvido…
…Investigación, salvamento, exaltación de la memoria colectiva, no más en los acontecimientos sino a largo plazo; investigación de esta memoria, no tanto en los textos, sino más bien en las palabras, en las imágenes, en los gestos, en los rituales y en la fiesta: es un convergir de la atención histórica. Una conversión compartida por el gran público, obsesionado por el temor de una pérdida de memoria, de una amnesia colectiva, que encuentran una grosera expresión en la llamada moda retro o moda del pasado, explotadas descaradamente por los mercaderes de la memoria a partir del momento en que la memoria se ha convertido en una de los objetos de la sociedad de consumo que vende bien.
Pierre Nora observa que la memoria colectiva - entendida como “lo que queda del pasado en los vivido por los grupos, o bien lo que estos grupos hacen del pasado”- puede, a primera vista, oponerse casi palabra por palabra a la memoria histórica, así como una vez se oponían memoria afectiva y memoria intelectual. Hasta nuestros días, “historia y memoria”, habían estado sustancialmente confundidas y la historia parece haberse desarrollado “sobre el modelo de la recordación y de la memorización”. Los historiadores brindan la fórmula de las “grandes mitologías colectivas”, yendo de la historia a la memoria colectiva. Pero toda la evolución del mundo contemporáneo, bajo la presión de historia inmediata, fabricada en gran parte al abrigo de los instrumentos de la comunicación de masas, marcha hacia la fabricación de un número siempre mayor de memorias colectivas, y la historia se escribe, mucho más hacia delante, bajo la presión de estas memorias colectivas. La llamada historia nueva, que se emplea para crea una historia científica derivándola de la memoria colectiva, puede interpretarse como “una revolución de la memoria”que hace cumplir a la memoria una “rotación”en torno de algunos ejes fundamentales: “una problemática abiertamente contemporánea…y un procedimiento decisivamente retrospectivo”, “La renuncia a la temporalidad lineal” además de múltiples tiempos vividos, “a aquellos niveles a los cuales lo individual se arraiga en los social y en lo colectivo”. Historias que se harían partiendo del estudio de los: “Lugares” de la memoria colectiva: “Lugares topográficos, como los archivos, las bibliotecas y los museos, lugares monumentales, como los cementerios y las arquitecturas” lugares simbólicos, como las conmemoraciones, los peregrinajes, los aniversarios o los emblemas: lugares funcionales, como los manuales, las autobiografías o las asociaciones: estos monumentos tienen su historia”. Pero no deberían olvidarse los verdaderos lugares de la historia, aquellos en donde buscar no la elaboración, la producción, sino a los creadores y a los dominadores de la memoria colectiva: “Estados, ambientes sociales y políticos, comunidades de experiencia histórica o de generaciones lanzadas a construir sus archivos en función de los diversos usos que ellas hacen de la memoria…”
…La evolución de las sociedades en la segunda mitad del siglo XX esclarecerá la importancia del papel representado por la memoria colectiva. Saliendo de la órbita de la historia entendida como ciencia y como culto público –hacia arriba en cuanto depósito (móvil) de la historia, rico de archivos y de documentos, monumentos, y al mismo tiempo hacia abajo, eco sonoro ( y vivo) del trabajo histórico-, la memoria colectiva es uno de los elementos más importantes de las sociedades desarrolladas y de las sociedades en vías de desarrollo, de las clases dominantes y de las clases dominadas, todas en lucha por el poder o por la vida, por sobrevivir y por avanzar…
…La memoria es un elemento esencial de lo que hoy se estila llamar “identidad”, individual o colectiva, cuya búsqueda es una de las actividades fundamentales de los individuos y de las sociedades de hoy, en la fiebre y en la angustia.
La memoria colectiva, sin embargo, no es sólo una conquista: es un instrumento y una mira de poder. Las sociedades en las cuales la memoria social es principalmente oral o en las que está constituyéndose una memoria colectiva escrita permiten entender mejor esta lucha por el dominio del recuerdo y de la tradición, esta manipulación de la memoria…
…Compete, en efecto a los profesionales científicos de la memoria, a los antropólogos, a los historiadores, a los periodistas, a los sociológico, hacer de la lucha por la democratización de la memoria social uno de los imperativos prioritarios de su objetividad científica…
La memoria, a la que atañe la historia, que a su vez la alimenta, apunta a salvar el pasado sólo para servir al presente y al futuro. Se debe actuar de modo que la memoria colectiva sirva a la liberación, y no a la servidumbre de los hombres…”
Jacques Le Goff, “El orden de la memoria. El tiempo como imaginario”, Paidos, Buenos Aires, 1991, páginas 131 a 183.
Consignas de trabajo
- ENUNCIA DIFERENCIAS ENTRE LA MEMORIA Y LA HISTORIA.
- DICE LE GOFF QUE CUANDO LA MEMORIA DE UN GRUPO COMIENZA A ESCRIBIRSE, LA ESCRITURA LE PERMITE A LA MEMORIA DESENVOLVERSE EN FORMAS DIFERENTES. INDICA CUÁLES SON Y DA EJEMPLOS DE CADA UNA DE DICHAS FORMAS.
- INDICA DE ACUERDO AL PLANTEO TEÓRICO DE LE GOFF CUANDO LA “MEMORIA COLECTIVA” DE TRANSFORMA EN “HISTORIA COLECTIVA”.
- ¿CUÁLES SON LAS ADVERTENCIAS QUE EL AUTOR HACE RESPECTO DE LOS USOS DE LA MEMORIA?
- ¿POR QUÉ CONSIDERA LE GOFF QUE LOS ANTROPÓLOGOS, LOS HISTORIADORES, LOS SOCIÓLOGOS, LOS PERIODISTAS, SON “PROFESIONALES DE LA MEMORIA”?. ¿POR QUÉ CREE QUE SU TAREA PRIORITARIA CONSISTE EN DEMOCRATIZAR LA MEMORIA SOCIAL?
Nota: Las respuestas a las consignas deberán realizarse por escrito para luego ser socializadas en el grupo. Este trabajo práctico puede ser en forma grupal (máximo cuatro estudiantes)
Para seguir profundizando sobre la problemática de la memoria y de la historia. Leamos el texto que se presenta a continuación:
“Toda memoria, en tanto conjunto de lo que se cree haber vivido, visto u oído, es memoria de alguien: de un individuo o de una colectividad, de una persona física o moral. De ahí que sea incurablemente subjetiva, inclusive egocéntrica...”
“Los relatos que transmiten el contenido de esta memoria toman por ello forma de una serie de acontecimientos, cada uno de ellos supuestamente correspondiente a un episodio que habría sido captado por la percepción. Los relatos se inscriben en lugares, definiendo así toda una topografía memorial. Cristalizan alrededor de objetos reliquias. Y aun cuando no comporten juicios de valor explícitos, siempre sin tributarios de una perspectiva que da prioridad en los acontecimientos a sus efectos, reales o virtuales, para la persona que habla o en nombre de la cuales se habla: por consiguiente los hechos son calificados, explícita o tácitamente, como buenos o malos, favorables o nefastos.
“En una cultura oral, la distinción entre la memoria y la historia no es pertinente. la memoria y la historia no es pertinente. Lo es a partir de la aparición de la escritura. Pero aún entonces la historia conserva durante mucho tiempo todos los rasgos de un relato memorial: sigue siendo un relato memorial en forma escrita. Sólo en Europa, a partir del siglo XV, comienza en Europa, a partir del siglo XV, comienza a cambiar de naturaleza, hasta identificarse plenamente, ya en el siglo XIX, son la reconstrucción del pasado por intermedio de fuentes cuyo repertorio, limitado al principio solo a los documentos escritos, se amplia progresivamente hasta englobar todos los progresivamente hasta englobar todos los objetos susceptibles de ser reconocidos como vestigios de un pasado fechable...” como vestigios de un pasado fechable...”
Paralelamente, los procedimientos de crítica y de interpretación, adaptados desde el comienzo a fuentes escritas y supuestas únicas, son codificados y fundamentados por la hermenéutica, para extenderse más tarde a fuentes de toda naturaleza, por medio de la utilización de técnicas nacidas de la estadística.
Todo lo cual corre paralelo con la profundización de la diferencia entre la historia de los aficionados, más cercana a la memoria, cuando no identificable con ella, y la historia de los profesionales de la investigación y la enseñanza, practicada en las universidades o establecimientos análogos, dotados de una amplia autonomía y donde se supone que están bajo control las pasiones y conflictos que desgarran a la ciudadanía. La historia en tanto disciplina académica no elude las controversias. Al contrario, son ellas las que le permiten avanzar, a condición de respetar las normas del oficio y de no degenerar en disputas políticas donde se trate de destruir al adversario. Porque lo que la historia impone a sus adeptos no es una opinión determinada sobre los hechos del pasado, sino los criterios que deben satisfacer los argumentos para poder ser aceptados; y los procedimientos que permiten, en el mejor de los casos, llegar a un consenso, y en otros, delimitar el especio de la discordia. La historia asume así la complejidad y la conflictividad del pasado tal como ha sido vivido y se ha impreso en los diferentes recuerdos, pero pretendiendo elaborar una imagen de ese pasado que no pueda reducirse a ninguno de ellos. Es decir, que aspira, si no a la objetividad, al menos a una validez intersubjetiva y a una neutralidad respecto de los juicios de valor. Se coloca deliberadamente en el polo opuesto de la memoria.
Poco nos importa aquí que esas pretensiones estén o no justificadas. No bastan los efectos éticos y políticos que produce su nueva enunciación: a partir de ellos la historia puede contribuir a la instauración al mantenimiento de una paz civil. Tampoco importa que la distinción de la historia y de la memoria no sea en realidad tan tajante; ese abordaje permite ver mejor las dificultades del trayecto que lleva de la una a la otra. Pues bien, ese trayecto, cada país debe hacerlo por su cuenta. En cada pasado nacional –y lo mismo vale para cada segmento de ese pasado separadamente- debe superarse el monopolio de los relatos memoriales.
Es preciso hacer del pasado un objeto de los trabajos históricos y establecer a este efecto un cuerpo de fuentes, elaborar los procedimientos de crítica y e interpretación de las fuentes, formar los historiadores profesionales y volver posible el ejercicio de una historia con vocación científica, garantizando sobre todo la libertad de poder poner en duda los relatos de los testigos y los recuerdos de los actores, y la libertad de desembarazar la visión del pasado del egocentrismo propio de toda colectividad, nación, clase, confesión y organización.
En una palabra, la historia nacional necesita, para constituirse en tanto historia universitaria, condiciones a la vez intelectuales y políticas. Y si al principio la ausencia de las primeras la puede suplir el extranjero, donde pueden ir a hacer su aprendizaje los futuros historiadores, las segundas dependen, en cada país, del comportamiento de sus elites del poder: en primer lugar de su capacidad de permitir que la historia universitaria lleve a cabo una sublimación de las luchas políticas y de los ajustes de cuentas con el pasado, controversias en las que los historiadores se enfrentan armados sólo con los argumentos propios de su disciplina. Dicho de otra manera, su capacidad de aceptar la complejidad y la conflictividad intrínsecas de la historia, y, con ellas, la pluralidad y la conflictividad de la sociedad misma, es lo que constituye una condición sine qua non para la democracia.
El pasaje de la memoria a la historia, o, más exactamente, de una historia memoria a una historia que se quiere científica, se produjo en el curso del siglo XIX, primero en Alemania, en Francia y en Inglaterra, después en el resto de Europa y en los Estados Unidos. En cada país tuvo un recorrido modulado por las circunstancias políticas locales, y en cada uno las relaciones establecidas entre los dos tipos de historia deferían de lo que eran en otra parte, así como diferían, en un mismo país, según los dominios estudiados. Hubo, es cierto, regresiones provocadas por el advenimiento de regímenes autoritarios o totalitarios. Pero al fin de cuentas el pasado nacional, siempre esporádicamente revisitado por los aficionados, sobre toros los escritores, se ha vuelto en todas parte patrimonio de la historia universitaria…”
Krzystof Pomian, en “Los males de la memoria” de Diana Quatrocchi-Woisson, Emecé,, Buenos Aires, 1998, páginas 13 a 16.
Consignas de trabajo
- ENUNCIA LAS DIFERENCIAS ESTABLECIDAS POR EL AUTOR ENTRE LA MEMORIA Y LA HISTORIA. COMPARÁLAS CON LAS REALIZADAS POR LE GOFF Y LUEGO INDICA QUÉ SIMILITUDES ENCUENTRAS ENTRE AMBOS DISCURSOS.
- ¿CUÁLES SON LAS ADVERTENCIAS QUE EL AUTOR HACE RESPECTO DE LOS USOS DEL DISCURSO HISTORIOGRÁFICO?.
- DE ACUERDO A LO QUE PLANTEAN LOS AUTORES QUE HAS LEIDO, LA MEMORIA COLECTIVA NO ES OBJETIVA Y LA HISTORIA TIENE PRETENSIÓN DE SER OBJETIVA”. EXPLICA CADA UNA DE ESTAS AFIRMACIONES.
- POMIAN PLANTEA QUE LA HISTORIA CIENTIFICA APARECE EN EL CURSO DEL SIGLO XIX SUCESIVAMENTE EN VARIOS ESTADOS EUROPEOS Y LUEGO EN ESTADOS UNIDOS Y QUE SU APARICIÓN ESTUVO CONDICIONADA POR LAS CIRCUNSTANCIAS POLÍTICAS LOCALES. ¿POR QUÉ CREES QUE ESO SUCEDIÓ?. ¿QUÉ RELACIONES POSIBLES PUEDES ESTABLECER ENTRE LA HISTORIA CIENTÍFICA Y LA POLITICA Y EL EJERCICIO DEL PODER?
- ¿POR QUÉ POMIAN CONSIDERA QUE ES NECESARIO SUPERAR EL “MONOPOLIO DE LOS RELATOS MEMORIALES”?. REFLEXIONA Y RESPONDE: ¿SI UNA SOCIEDAD SOSTIENE SU IDENTIDAD EXCLUSIVAMENTE CON LOS RELATOS MEMORIALES, QUÉ RIESGOS CORRE EL GRUPO?, ¿CUALÉS SON LAS CONSECUENCIAS QUE ESTA POSIBILIDAD GENERA EN EL GRUPO?.
- INDICA LAS DIFERENCIAS ENTRE UN GENEALOGISTA Y UN HISTORIADOR. ¿PUEDEN COEXISTIR EN UN MISMO GRUPO?. SUS DISCURSOS SON COMPLEMENTARIOS U OPUESTOS? ¿CUALES SON LA IMPLICANCIAS SOCIALES Y POLÍTICAS DE SU EXISTENCIA PARA EL GRUPO?.
Nota: Las respuestas a las consignas deberán realizarse por escrito para luego ser socializadas en el grupo. Este trabajo práctico puede ser en forma grupal (máximo cuatro estudiantes)
Se suele plantear que la memoria tiene una contracara que es “el Olvido”. En consecuencia, a continuación dedicaremos un tiempo de reflexión a la problemática específica de “EL OLVIDO”. Para introducirnos en el tema, presentaremos un texto de Yosef Hayim Yerushalmi , un psicólogo que se ha especializado en el tema de la memoria y ha escrito entre otros textos “Zakhor: Historia judía y memoria judía” y según él mismo lo confiesa “…por haber escrito sobre la memoria, parece que en lo sucesivo debo expiar este acto de presunción, tratando del olvido. Acepto mi suerte no sin emoción…”.
Veamos que nos dice al respecto.
Reflexiones sobre el olvido
“…Usos del Olvido”. No, no he leído mal título…Se sugiere primero el tema: “hipertrofia de la memoria; olvido de la historia”. Debo rechazarlo, a menos que sea: “atrofia de la memoria: hipertrofia de la historia”. Pero prefiero más bien no tener ningún título, o el más indeterminado posible…
El hombre al que el mundo se le hizo añicos había sufrido una herida de bala en la cabeza durante la Segunda Guerra Mundial, en la batalla de Smolensk. SI bien sobrevivió, perdió por decirlo así la memoria y casi la facultad de recordar. Por el solo empeño de su voluntad y al precio de un esfuerzo increíble, acometió la labor de escribir algunas frases por día, y lo hizo todos los días durante veinticinco años. Lentamente, penosamente, se pudo en condiciones de recobrar jirones de su pasado, pero también de ponerlos en orden y de darles un amago de sentido. Si bien esta actividad le tejía un tenue lazo con la vida, este hombre no podía llevar una existencia normal. En cierta página exclama: “ ¡No me acuerdo de nada, absolutamente de nada! ¡Unas pocas migajas de información…y nada más!. No sé nada de ningún tema. ¡Mi pasado se desvaneció!”.
El “Mnemonista”, por su parte, mostraba desde la infancia una memoria tan prodigiosa que llenaba de asombro a los psicólogos que se interesaban en su caso, y luego al público que acudía a sus exhibiciones en el escenario. La tragedia del herido de Smolensk no nos orprende; habitualmente consideramos la amnesia como una patología. Pero el mnemonista no era menos patológico. Si el hombre del cerebro herido no podía recordar, el mnemonista no podía olvidar. También a él le resultaba difícil leer: no porque, a semejanza del hombre de Smolensk, olvidara el sentido de las palabras, sino porque, apenas leía, otras palabras y otras imágenes surgían del pasado hasta sofocar las palabras del texto que tenía antes sus ojos. Refiriéndose a nuestro mnemonista, Luria resume pertinentemente el problema: “La mayoría de nosotros se dedica a mejorar su memoria; nadie se plantea el problema de saber olvidar. En el caso que nos preocupa, el de S, sucedía precisamente lo contrario. El gran problema para él, y el más penoso, era aprender a olvidar”.
“…El hombre sano, nos veríamos tentados a decir, se ubica en algún punto entre el Mnemonista y el hombre de Smolensk. Pero el problema no queda por esto resuelto: si tanto tenemos necesidad de recordar como de olvidar, ¿Dónde debemos trazar la frontera?... ¿De qué deberíamos acordarnos, qué podemos autorizarnos a olvidar?. Preguntas que, como tantas, hoy como ayer, continúan sin respuesta. Simplemente, se han vuelto más urgentes…”
Pero nos hemos adelantado demasiado. Nuestra terminología básica no está afinada. No se puede hablar con pertinencia de “olvidar” sin interrogarse al mismo tiempo sobre el sentido que damos a “recordar”. Por tanto, haré una distinción provisional entre la memoria (mnemne) y la reminiscencia (anamnesis). Llamaré memoria a aquello que permanece esencialmente ininterrumpido, continuo. La anamnesis designará la reminiscencia de lo que se olvidó. A la buena manera judía, tomé estos términos de los griegos y particularmente de Platón, donde remiten no a la historia sino al conocimiento filos;ofico de las Ideas Eternas. Con excepción de esos pocos y raros individuos cuya alma ha conservado huella de los recuerdos prenatales del mundo de las Ideas, todo conocimiento es anamnesis, todo verdadero aprendizaje es un esfuerzo por recordar lo que se olvidó. Existe en el Talmud (Tratado Niddah, 30b) un curioso paralelo: ahí se dice que el feto conoce la Tora y que puede ver el mundo de un extremo a otro. Pero justo en el momento de nacer aparece un ángel y le toca la boca y el pequeño olvida inmediatamente todo. Deberá volver a aprender la Tora…”
Usos del olvido: el la Biblia hebrea, no existen. En toda la Biblia sólo se hace oír el terror al olvido. El olvido, reverso de la memoria, es siempre negativo: es el pecado cardinal del que se derivarán todos los demás. El locus classicus se encuentra quizá en el Deuteronomio, VIII: Guárdate bien de olvidarte de Yavé, tu Dios, dejando de observar sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, que hoy te prescribo yo…(No sea que…) te ensoberbezcas en tu corazón y te olvides de Yavé, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la servidumbre…Si olvidándote de Yavé te llegaras a ir tras otros dioses y les sirvieras y te prosternaras ante ellos, yo soy testimonio hoy contra vosotros de que con toda certeza pereceréis (Deuteronomio, VIII, 11, 14, 19)
Esta premisa asombrosa – la de que todo un pueblo puede no sólo ser exhortado a recordar, sino también considerado responsable del olvido- se presenta como si cayera por su peso. Pero el olvido colectivo es seguramente una noción tan problemática como la de la memoria colectiva…Estrictamente, los pueblos y grupos sólo pueden olvidar el presente, no el pasado. En otros términos, los individuos que componen el grupo pueden olvidar acontecimientos que se produjeron durante su propia existencia; no podrían olvidar un pasado que ha sido anterior a ellos, en el sentido en que el individuo olvida los primeros estadios de su propia vida. Por eso, cuando decimos que un pueblo “recuerda, en realidad decimos primero que un pasado fue activamente transmitido a las generaciones contemporáneas a través de lo que en otro lugar llamé “los canales y receptáculos de la memoria” y que Pierre Nora llama con acierto “los lugares de memoria”, y que después ese pasado transmitido se recibió como cargado de un sentido propio. En consecuencia, un pueblo “olvida”cuando la generación poseedora del pasado no lo transmite a la siguiente, o cuando éste rechaza lo que recibió o cesa de trasmitirlo a su vez, lo que viene a ser lo mismo. La ruptura en la transmisión puede producirse bruscamente o al término de un proceso de erosión que ha abarcado varias generaciones. Pero el principio sigue siendo el mismo: un pueblo jamás puede “olvidar” lo que antes no recibió…”
Lo que llamamos olvido en el sentido colectivo aparece cuando ciertos gripos humanos no logran – aparece cuando ciertos gripos humanos no logran – voluntaria o pasivamente, por rechazo, indiferencia o indolencia, o bien a causa de alguna catástrofe histórica que interrumpió el alguna catástrofe histórica que interrumpió el curso de los días y las cosas- curso de los días y las cosas- transmitir a la transmitir a la posteridad lo que aprendieron del pasado.
Por ejemplo, todos los mandamientos y órdenes de “recordar” y de no “olvidar”que se dirigieron al pueblo judío no habrían tenido ningún efecto si los ritos y relatos históricos no se hubiesen convertido en el cánon de la Tora y si la Tora a su vez no hubiese cesado de renovarse como Tradición…Así, La memoria colectiva puede definirse como un movimiento dual de recepción y transmisión, que se continúa alternativamente hacia el futuro. Este proceso es lo que forja la mnemne del grupo, lo que establece el continuo de su memoria, lo que forma una cadena de eslabones en lugar de desenrollar de una solo pieza un hilo de seda…”
¿Qué era entonces la Tora para los sabios?. La enseñanza incluye una buena parte de historia. Sin embargo, la angustia de los Sabios no es que se olvide la historia, sino la halakhah, La Ley. Las prioridades están fijadas: aquí, La Ley es lo primero. En consecuencia, lo único que la memoria retiene es aquella historia que pueda integrarse en el sistema de valores e la halakhah. El resto es ignorado, “olvidado”…
Nuestros textos son paradigmáticos, lo afirmo, porque los problemas que suscitan y de los que tratan van más allá de su contexto judío; porque la fenomenología de la memoria y del olvido colectivo son esencialmente los mismos en todos los grupos sociales; sólo los detalles cambian. No hay pueblo para el que ciertos elementos del pasado –sean históricos o míticos, y a menudo una mezcla de los dos- no pasen a ser una “Tora”, oral o escrita, una enseñanza canónica, compartida, necesitada de consenso. Si esta “Tora” puede sobrevivir, es sólo en la medida en que se convierte en una “tradición”. Cada grupo, cada pueblo tiene su halakhah, pues halakhah no es ley, nomos, en el sentido alejandrino. La palabra hebrea viene de halakh, que significa “marchar”; halakhah es, por tanto, el camino por el que se marcha, el Camino, la Vía, el Tao, ese conjunto de ritos y creencias que da a un pueblo el sentido de la identidad y de su destino. Del pasado sólo se transmiten los episodios que se juzgan ejemplares o edificantes para la halakhah de un pueblo tal como se la vive en el presente. El resto de la “historia” va a dar a la zanja.
En ciertas circunstancias, grupos o pueblos son igualmente capaces de proceder a la anamnesis aunque la iniciativa no corresponda al grupo como tal sino a individuos que se salen de lo común o a élites si ustedes lo prefieren. Cada “Renacimiento”, cada “reforma” regresa a un pasado a menudo distante para recuperar episodios olvidados o dejados de lado para los cuales hay un súbito acuerdo, una empatía, un sentimiento de gratitud. Las anamnesis transforman inevitablemente su objeto: lo antiguo se convierte en nuevo; inexorablemente, ellas denigran el pasado intermedio, decretándolo apto para el olvido. Pero el resultado de estas anamnesis, si no se muestra efímero, deberá convertirse a su vez en una tradición, con todo lo que ello comporte.
La historia que practican los historiadores de ofic La historia que practican los historiadores de oficio podría mover a engaño y hacer creer que combina mnemne y anemnesis por partes iguales. En realidad, esta historia no es ni una memoria colectiva ni un recuerdo en su sentido primario. Es una aventura radicalmente nuev sentido primario. Es una aventura radicalmente nueva. Casi siempre, el pasado que recompone constantemente es apenas reconocible para lo que la memoria colectiva retuvo. El pasado que esa historia restituye es en realidad un pasado perdido, pero no aquel de cuya pérdida nos lamentamos. nos lamentamos.
En un principio, el historiador no rompió amarras con el grupo y su memoria. En el siglo XIX emprendió su labor cuando aún se hallaba apresado en las redes de la vida orgánica de su pueblo, pero también en las de una cultura paneuropea compartida. Era entonces un moldeador, un afinador, un restaurador de la memoria. Más que hombre de ciencia y autor de la historia, él mismo se sentía, no sin razón, actor de la historia. Pero pronto descubrió que gracias a sus métodos podía practicar una anamnesis mucho más profunda que lo que jamás podría hacerlo una colectividad. Todo el pasado se convirtió en objeto accesible a sus métodos de averiguación. La tentación de restaurar el pasado total se volvió irresistible. Paralelamente, su creciente aspiración a la objetividad científica parecía exigirle un desprendimiento cada vez mayor de los objetos inmediatos del grupo y también del propio tema que trataba. Este doble movimiento nos parece hoy retrospectivamente ineluctable. La historia se convierte así en una disciplina independiente, de rápidos progresos y dotada de su propio momento…
…El problema que planteábamos al comienzo - …El problema que planteábamos al comienzo -¿en qué medida ¿en qué medida nos hace falta recordar y olvidar?- nos hace falta recordar y olvidar?- no puede encontrar no puede encontrar respuesta en el marco de la disciplina histórica, pues el objetivo al que ésta apunta no es la memoria colect objetivo al que ésta apunta no es la memoria colectiva.
Eso no quiere decir que la historia no sea selectiva, sino más bien que sus principios de selección son internos a la disciplina: el estado alcanzado por la investigación, la coherencia de los argumentos, la estructura de la exposición. En principio, desde la perspectiva propia de la disciplina, no has aspecto que no sea digno, hasta el menor de los detalles, de ser profundizado y publicado. Pues si lo que perseguimos es el conocimiento del pasado, ¿quién decidirá a priori sobre el valor potencial de un hecho?. Enfrascado en su labor, ¿qué historiador no encontró en alguna oscura monografía, sin vida ni carne, el minúsculo detalle decisivo que hizo de eslabón necesario para conducir a una indagación más vasta?. Para el historiador, Dios mora en los detalles. Pero la memoria se subleva, denunciando que los detalles se han transformado en dioses. No hay solución para este antagonismo, pues el problema es otro.
Nuestro verdadero problema es que ya no disponemos de una halakhah. Como José K en “EL Proceso” de Kafka, deseamos con ansia el acceso a la Ley, pero ella no nos es accesible…Si hay malignidad, tiene su fuente no en la búsqueda histórica sino en la pérdida de una halakhah, que quiere saber de qué debe apropiarse y qué debe dejar de lado, una comunidad de valores que nos permitiría transformar la historia en memoria.
El historiador no puede hacer esto solo. Puede, ciertamente, volcarse a una historia todavía no escrita del olvido, pero no puede decirnos lo que debería ser olvidado, porque es prerrogativa de la halakhah. olvidado, porque es prerrogativa de la halakhah. La historiografía – La historiografía –es decir, la historia como relato, es decir, la historia como relato, disciplina o género con reglas, instituciones y procedimientos propios- procedimientos propios-, no puede, suplantar a la memoria , no puede, suplantar a la memoria colectiva ni crear una tradición alternativa que se pueda compartir.
Pero la dignidad esencial de la vocación histórica subsiste, e incluso me parece que su imperativo moral tiene en la actualidad más urgencia que nunca. En el mundo que hoy habitamos, ya no se trata de una cuestión de decadencia de la memoria colectiva y de declinación de la conciencia del pasado, sino de la violación brutal de lo que la memoria puede todavía conservar, de la mentira deliberada por deformación de fuentes y archivos, de la invención de pasados recompuestos y míticos al servicio de los poderes de las tinieblas. Contra los militantes del olvido, las traficantes de documentos, los asesinos de la memoria, contra los revisores de enciclopedias y los conspiradores del silencio, contra aquellos que pueden borrar a un hombre de una fotografía para que nada quede de él con excepción de su sombrero, el historiador, el historiador solo, animado por la austera pasión de los hechos, de las pruebas, de los testimonios, que so los alimentos de su oficio, puede velar y montar guardia.
Faltos de una halakhah, no estamos en condiciones d Faltos de una halakhah, no estamos en condiciones de trazar la línea divisoria entre lo “excesivo”y lo “demasiado escaso”de la investigación histórica. Bien, por mi parte, si me es dado elegir, me pondré del lado del “exceso”de historia, tanto más poderoso es mi t del “exceso”de historia, tanto más poderoso es mi terror al olvido que el temor de tener que recordar demasiado.
Si ésa es la elección, que los datos acumulados no cesen de aumentar, que crezcan las olas de trabajos y monografías, aunque sólo los especialistas se regodeen con ellos; que los ejemplares jamás leídos ocupen, hasta donde se pueda, los anaqueles de innumerables bibliotecas, de modo que si algunos desapareciesen o fuesen retirados, queden siempre otros; de modo que quienes lo necesiten encuentren que tal o cual personaje ha existido de veras, que tales o cuales acontecimientos sucedieron realmente, que tal o cual interpretación no era la única. De modo que quienes establecerán quizás un día una nueva halakhah, puedan pasar las cosas por el tamiz y recuperar lo que busquen.
Poco tiempo antes de dejar Nueva York, mi amigo Pierre Bimbaum me hizo llegar un sondeo publicado por el diario Le Monde sobre la necesidad o no de que se juzgara a Klaus Barbie. La pregunta principal estaba formulada así: “De las dos palabras siguientes, olvido o justicia, cuál es la que mejor caracteriza su actitud frente a los acontecimientos de este período de la guerra y de la ocupación?”. ¿Habrán revelado los periodistas, como al pasar, algo cuya importancia no habrían calibrado del todo?.
¿Es posible que el antónimo del “El ¿Es posible que el antónimo del “El olvido” no se “la memoria” sino la justicia?...” justicia?...”
Yosef Hayim Yerushalmi, “Los usos del olvido”, Editorial Nueva Visión, Buenos Aires, 1998, páginas 13 a 26
Consignas de trabajo
- LUEGO DE HABER LEÍDO COMPRENSIVAMENTE EL TEXTO INTENTA EXPLICAR CON TUS PALABRAS LA SIGUIENTE AFIRMACIÓN DEL AUTOR:
“ATROFIA DE LA MEMORIA; HIPERTROFIA DE LA HISTORIA”
- REFLEXIONANDO SOBRE LOS CASOS QUE PRESENTA EL AUTOR, (AQUEL SUJETO QUE NO RECUERDA NADA Y AQUEL OTRO QUE RECUERDA TODO SIEMPRE), RESPONDE:
- ¿Es posible o deseable recordarlo todo?
- ¿Qué sería deseable recordar, de qué manera?
- ¿Qué sería deseable olvidar, de qué manera?
- Si tanto tenemos necesidad de recordar como de olvidar, ¿Dónde debemos trazar la frontera?
- ¿De qué deberíamos acordarnos, qué podemos autorizarnos a olvidar?
- ¿CUÁL ES EL PROCESO QUE HACE POSIBLE QUE UN GRUPO RECUERDE U OLVIDE? ¿ CUÁL ES LA FUNCIÓN DE LAS GENERACIONES ADULTAS DE UN GRUPO PARA QUE ESE GRUPO PUEDA RECORDAR U OLVIDAR?.
- ¿QUÉ SUCEDE EN LA ARGENTINA RESPECTO DE ESTA CUESTIÓN?. REFLEXIONES Y ESCRIBE TUS CONCLUSIONES.
- ¿POR QUÉ EL AUTOR AFIRMA QUE LA HISTORIA NO PUEDE SUPLANTAR A LA MEMORIA COLECTIVA NI CREAR UNA TRADICIÓN ALTERNATIVA QUE SE PUEDA COMPARTIR?.
- SIN EMBARGO, CONSIDERA QUE LA FUNCIÓN DE LOS HISTORIADORES EN LAS DISTINTAS SOCIEDADES ES CENTRAL PARA SU SUPERVIVENCIA COMO GRUPO. EXPLICA POR QUÉ. EL AUTOR SE PREGUNTA SI ES POSIBLE QUE EL ANTÓNIMO DE “EL OLVIDO” NO SEA “LA MEMORIA” SINO “LA JUSTICIA”. ¿CUÁL SERÍA TU RESPUESTA A ESA PREGUNTA?
- DESCRIBE DOS SITUACIONES PASADAS O PRESENTES EN LAS QUE SE PONGAN EN JUEGO LA RELACIÓN QUE PRESENTA EL AUTOR ENTRE OLVIDO E INJUSTICIA Y ENTRE MEMORIA Y JUSTICIA.
Nota: Las respuestas a las consignas deberán realizarse por escrito para luego ser socializadas en el grupo. Este trabajo práctico puede ser en forma grupal (máximo cuatro estudiantes)
Actividades de cierre del módulo
- ELABORAR UNA LISTA DE ACONTECIMIENTOS Y SUJETOS QUE LA HUMANIDAD DEBERÍA RECORDAR Y OTRA CON LOS QUE DEBERÍA OLVIDAR. EXPLICAR EL POR QUÉ DE LA ELECCIÓN.
- ENUNCIAR DIEZ “LUGARES DE MEMORIA” Y EXPLICAR POR QUÉ SON “LUGARES DE MEMORIA”.
- ESCUCHAR Y OBSERVAR ATENTAMENTE LOS TESTIMONIOS DE EUGENIA UNGER Y MÓNICA DAWIDOWICZ SOBREVIVIENTES DEL HOLOCAUSTO.
- ESCUCHAR Y OBSERVAR ATENTAMENTE LOS TESTIMONIOS DE LOS PRISIONEROS CLANDESTINOS DURANTE LA DICTADURA QUE HAN SOBREVIVIDO DIERON EN EL JUICIO A LAS JUNTAS MILITARES.
- ESCUCHAR Y OBSERVAR ATENTANTAMENTE EL VIDEO SOBRE LA ESCUELA DE MÉCANICA DE LA ARMADA.
- INDICAR CUÁL ES EL MENSAJE DE LOS TESTIGOS Y EL OBJETIVO QUE PERSIGUEN CON SUS TESTIMONIOS. ¿CREES QUE LO DICEN TODO?. FUNDAMENTA TU RESPUESTA.
- LEE ATENTAMENTE LA LETRA DE LA CANCIÓN “LA MEMORIA”DE LEÓN GIECO:
Los viejos amores que no están,
La ilusión de los que perdieron,
todas las promesas que se van,
y los que en cualquier guerra se
cayeron.
Todo está guardado en la memoria,
Sueño de la vida y de la historia.
El engaño y la complicidad
De los geneocidas que están sueltos,
El indulto y el punto final
A las bestias de aquel infierno.
Todo está guardado en la memoria,
Sueño de la vida y de la historia.
La memoria despierta para herir
A los pueblos dormidos
Que no la dejan vivir
Libre como el viento.
Los desaparecidos que se buscan
Con el color de sus nacimientos,
El hambre y la abundancia que se
Juntan,
El mal trato con su mal recuerdo,
Todo está clavado en la memoria,
Espina de la vida y de la historia.
Dos mil comerían por un año
Con lo que cuesta un minuto militar
Cuántos dejarían de ser esclavos
Por el precio de una bomba al mar.
Todo está clavado en la memoria,
Espina de la vida y de la historia.
La memoria pincha hasta sangrar,
a los pueblos que la amarran
y no la dejan andar
libre como el viento.
Todos los muertos de la A.M.I.A
Y los de la Embajada de Israel,
El poder secreto de las armas,
La justicia que mira y no ve,
Todo está escondido en la memoria,
Refugio de la vida y de la historia.
Fue cuando se callaron las iglesias,
Fue cuando el fútbol se lo comió todo,
Que los padres palotinos y Angelelli
Dejaron su sangre en el lodo.
Todo está escondido en la memoria,
Refugio de la vida y de la historia.
La memoria estalla hasta vencer
A los pueblos que la aplastan
Y que no la dejan ser
Libre como el viento.
La bala a Chico Méndez en Brasil,
150.000 guatemaltecos,
los mineros que enfrentan al fusil,
represión estudiantil en México.
Todo está cargado en la memoria,
Arma de la vida y de la historia.
América con almas destruidas,
Los chicos que mata el escuadrón.
Suplicio de Mugica por las villas,
Dignidad de Rodolfo Walsh.
Todo esta cargado en la memoria,
Arma de la vida y de la historia.
La memoria apunta hasta matar
A los pueblos que la callan
Y no la dejan volar
Libre como el viento.
Luego resuelve las siguientes consignas
- El texto hace mención a personajes, acontecimientos, lugares, que el autor considera que deben recordarse. Elabora una lista e investiga sobre cada uno de ellos y luego opina si estas de acuerdo o no con el autor en la necesidad de recordarlos.
- Para el autor todo esta “guardado”, “clavado”, “escondido” y “cargado” en la memoria. Qué opinión te merece lo dicho por Gieco. Relaciónalo con lo expresado por Yerushalmi respecto del olvido.
- Para el autor la memoria es “sueño”, “espina”, “refugio” y “arma” de la vida y de la historia. Estás de acuerdo con esas afirmaciones. Fundamenta tu respuesta y elige un ejemplo de cada una de las situaciones planteadas.
- Para el autor la memoria “despierta para herir a los pueblos dormidos”, “pincha hasta sangrar a los pueblos que la amarran”, “estalla hasta vencer a los pueblos que la aplastan” y “apunta hasta matar a los pueblos que la callan”. Estas de acuerdo con estas afirmaciones. Fundamenta tu respuesta y elige un ejemplo de cada una de las situaciones planteadas.
- Por qué te parece que León Gieco escribió esta letra?. ¿Por qué la canta?, ¿Cuáles son sus intenciones?, ¿Si fuese más anciano o más joven hubiese escrito esta letra?. Si- No /Por qué. Fundamentar la respuesta.
- Elaborar un informe final de un máximo de 150 renglones (Hoja A4, arial 11, espacio 1y medio con márgenes convencionales con el siguiente título “La memoria, el olvido y la historia”.
Nota: Las respuestas a las consignas deberán realizarse por escrito para luego ser socializadas en el grupo. Este trabajo práctico final es de carácter individual.