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Yad Vashem está cerrado los sábados y días festivos judíos.
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Rudolf Höss (Obersturmbannführer de las SS) nació en 1900 en Baden-Baden y se educó en una familia muy devota y creyente. Apenas cumplidos los 15 años se alistó voluntario en la Primera Guerra Mundial, en el frente turco, ascendiendo en 1917 a sargento y recibiendo varias condecoraciones. Tras la derrota fue miembro del cuerpo de voluntarios en las antiguas provincias del Báltico, en la Alta Silesia y en la cuenca del Ruhr. En 1923 participó en el asesinato secreto de Parchim siendo condenado a diez años de penitenciaría, pero en el curso de una amnistía fue excarcelado en 1928. En 1933 fue aspirante a las SS, incorporándose definitivamente en 1934.
Ese mismo año, Rudolf Höss llegó al campo de concentración de Dachau, siendo nombrado Jefe de Bloque en 1935, y desde ese momento fue ascendiendo progresivamente hasta que en 1938 fue trasladado al campo de concentración de Sachsenhausen y nombrado oficial ayudante, teniendo a su cargo el estado de comandancia. En 1940 fue nombrado Comandante del campo de concentración de Auschwitz donde organizó técnica y administrativamente las ejecuciones en masa, por lo que sería conocido como "ejecutor servicial y pequeño burgués".
Hasta el 11 de noviembre de 1943 Rudolf Höss fue comandante del campo de concentración de Auschwitz, fecha en la que Arthur Liebehenschel le sustituyó en su cargo. A su vez, Höss se hizo cargo de la función anterior de Liebehenschel, la de Jefe de la Oficina D I del grupo de oficios D del WVHA (Wirtschaftsverwaltungshauptamt Oficina Principal de Administración y de Economía de las SS). El 1 de deciembre de 1944 Höss retomó el cargo de veterano de las SS en Auschwitz, por deseo expreso de Heinrich Himmler, para llevar a cabo la "acción Höss". Höss recibió la orden de preparar las instalaciones de exterminio en Birkenau para asesinar a los judíos húngaros. Supervisó personalmente los trabajos.
En sus notas autobiográficas redactadas más tarde en prisión, recuerda:
"Por voluntad del Reichsführer de las SS, Auschwitz se convirtió en la mayor instalación de exterminio de seres humanos de todos los tiempos. Que fuera necesario o no ese exterminio en masa de los judíos, a mí no me correspondía ponerlo en tela de juicio, quedaba fuera de mis atribuciones. Si el mismísimo Führer había ordenado la solución final del problema judío, no correspondía a un nacionalsocialista de toda la vida como yo, y mucho menos a un Führer de las SS, ponerlo en duda."
(Fuente: Museo Estatal de Auschwitz: Auschwitz in den Augen der SS.)
Detenido en 1946, en el proceso de Nuremberg declaró como testigo a favor de Kaltenbrunner y en contra de Oswald Pohl y de la empresa IG-Farben, siendo extraditado a Polonia en mayo del mismo año. En abril de 1947 fue condenado a la horca y ejecutado en el antiguo campo de concentración de Auschwitz.
Estando en la prisión Inglesa, (ya condenado a muerte por un tribunal Polaco), escribió sus memorias «Yo comandante de Auschwitz», tarea que al parecer disfrutó y que acometió con la mayor sinceridad.
El libro en su versión en español acaba de salir a luz con una introducción brillante de Primo Levy, el cual señala que «sus memorias están llenas de infamias, contadas con torpeza burocrática que perturba, de nivel literario mediocre y su autor aparece tal cual es: un canalla, basto, engreído y por momentos falaz». (Primo Levy – Pág. 7)
Rudolf Höss se había convertido en un gris funcionario burocrático, respetuoso de la disciplina y fanático del orden. Fue un trepador de ambiciones y se transformó en uno de los mayores criminales de la historia. En sus filas recuerda: «El uniforme era elegante y la paga buena ; los poderes, casi ilimitados ; la impunidad garantizada ; hoy eran los dueños del país y mañana del mundo entero» (Primo Levy – Pág. 10)
La lectura del libro es electrizante. La frialdad con la cual relata los acontecimientos y su postura personal, aveces marcada como martir, hierve la sangre. En el último párrafo del libro (Págs. 175-176) escribe: «Nunca fui cruel y no he maltratado a nadie, ni matado a ninguno de los reclusos con mis propias manos», viniendo de un hombre responsable del asesinato masivo de mas de un millión de seres humanos, ya no sé lo que pensar.
Sin embargo, en la página 73, nos relata él mismo, el primer acto de fusilamiento en el campo de concentración de Sachsenhausen : se trataba de un alemán comunista que se negaba a participar en los trabajos de la defensa aérea. Höss escribe : «di la orden de disparar. El hombre se desplomó en el suelo y yo le disparé el tiro de gracia». Este sería el primero, definitivamente no el último. Él mismo escribe: «En las jornadas siguientes asistiría a muchas escenas como aquella» (Pág. 74)
En la página 76 justifica Höss sus actos criminales:
«El deber de destruir a un enemigo dentro del Estado, no se diferencia en nada del que nos obliga a aniquilar a nuestro adversario fuera, en el campo de batalla»
Llegado Höss a planificar, construir y administrar al mas grande de los campos de exterminio Auschwitz, del cual el sería su comandante, escribiría (Pág 111):
«Durante el primer período de 1940-1941, los reclusos eran ejecutados por un pelotón de fusilamiento. Después morían ahorcados o de un tiro en la nuca. Los reclusos internados en la enfermería, se les administraba una inyeccián letal».
En relación a los gitanos, nos deslumbre Höss con su descripción humanista:
«En Agosto de 1944, fueron llevados unos cuatro mil gitanos a las cámaras de gas. No resultó nada fácil hacerles entrar en la cómara de gas».
(Pág. 118)
Höss nos aclara que a partir de 1942, los judíos constituyeron la parte principal de los detenidos en Auschwitz, destinados a ser exterminados sin excepción. También nos relata en la página 138 de su conversación con Himler:
«Según la voluntad de Himler, Auschwitz estaba destinado a ser el mayor campo de exterminio de toda la historia de la humanidad».
Los primeros experimentos con el gas Cyclon B en Auschwitz, se producieron con prisioneros de guerra soviéticos. Höss declara:
«Se mataba a los prisioneros con gas en la celda del bloque 11. Yo asistí a la escena. Las puertas se abrieron al cabo de una hora, y fue entonces cuando vi por primera vez los cuerpos amontonados. Me invadió una sensación de terror y malestar. Por aquel entonces, el exterminio de prisioneros de guerra rusos no me preocupó de manera especial ; se había dado una orden y yo debía ejecutarla».
(Pág. 140-141)
«Desde la Primavera de 1942 centenares de miles de judíos encontraron la muerte en las cámaras de gas. La mayoría de ellos no sospechaba nada. Su salud era perfecta. Los árboles frutales que rodeaban la zona estaban en flor. Ese cuadro en que la vida se codeaba con la muerte, ha quedado en mi memoria»
(Höss Pág. 145).
Nada podría ser mas irónico que las justificaciones de Höss en las puertas de las cámaras de gas:
«No me podía permitir apartar la vista aunque la emoción se apoderara de mí. Debía mostrar indiferencia mientras las madres entraban en las cámaras de gas con sus hijos de la mano, que reían o lloraban. Debía permanecer allí de noche y de día mientras sacaban los cadáveres, los incineraban, les arrancabam los dientes de oro o les cortaban el pelo. A petición de los médicos también me tocó observar como morían las víctimas a través de tragaluces de la cámara de gas. En Auschwitz no había tiempo para aurrirse».
(Pág. 148)
El libro fue traducido por Juan Esteban Fassio, su primera edición en versión castellana se publicó en Septiembre del 2009 por Ediciones B,S.A, impreso por Novagrafik, en Barcelona, España, 2009.
Considero de suma importancia leer este libro, que es un documento histórico de sumo valor. Para quienes somos guías en Polonia, especificamente en Auschwitz, este material debe influir en nuestra pedagogía de transmisión.
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