Domingo a jueves: 9:00 - 17:00.
Viernes y vísperas de fiestas: 9:00 - 14:00.
Yad Vashem está cerrado los sábados y días festivos judíos.
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“Y así, en siete meses, perdí a mi padre, mi hermano y a mi madre. Soy el único que sobrevivió. Eso es lo que los alemanes nos hicieron y esas son cosas que no deben ser olvidadas. Por otra parte tenemos nuestra revancha: los sobrevivientes pudieron formar magníficas familias. Entre ellos también estoy yo. Esa es la venganza y el consuelo.”
Zvi Kopolovich
El Holocausto: La magnitud del crimen
Introducción
El Holocausto fue el asesinato sistemático de cerca de seis millones de judíos a manos del régimen nazi alemán. Las persecuciones antijudías comenzaron en la Alemania nazi ya en 1933; la matanza organizada y masiva fue ejecutada durante la II Guerra Mundial. Durante cuatro años y medio a los nazis y sus cómplices asesinaron a seis millones de judíos. La mayor eficacia fue demostrada entre abril y noviembre de 1942. En esos 250 días asesinaron a cerca de 2.500.000 judíos. Nunca demostraron ningún tipo de limitaciones, aminoraron cuando ya no había suficientes judíos para matar y sólo se detuvieron cuando los Aliados los derrotaron.
No había escapatoria. Los asesinos no se contentaban con la destrucción de comunidades; también seguían la pista de cada judío escondido y perseguían a cada fugitivo. El crimen de ser judío era tan grave que cada uno debía ser eliminado – los hombres, las mujeres y los niños; los comprometidos, los desinteresados, los apóstatas; los sanos y los creativos, los enfermos y los holgazanes – todos estaban destinados a sufrir y morir, sin aplazamiento, sin esperanza, sin posibilidad de amnistía ni posibilidades de alivio.
En 1945 la mayoría de los judíos de Europa habían muerto. Una civilización que floreció por casi 2000 años no existía más. Los sobrevivientes –alguno de un pueblo, dos de una multitud- aturdidos, demacrados, inconsolables, juntaron los remanentes de su vitalidad y los últimos destellos de su humanidad y comenzaron a reconstruir. No persiguieron a sus atormentadores, pero exigieron justicia – aun sabiendo que era imposible conseguirla ante tamaño crimen. En cambio se dedicaron a reconstruir: nuevas familias, bajo la sombra de los ausentes; nuevas historias de vida, para siempre deformadas por las heridas; nuevas comunidades, para siempre acosadas por la pérdida.
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