«Esa fue la clave del problema para el judaísmo alemán: estaba tan integrado en la sociedad alemana que el golpe nazi le alcanzó desde dentro. No vino desde afuera, como a los judíos polacos, que fueron ocupados. Nadie ocupó Alemania.»
Walter Zwi Bacharach
En los años 1920 y 1930 irrumpió un nacionalismo violento y antisemita, de tonos racistas y sociales, que exigió limitar las actividades económicas de los judíos y su expulsión de la vida pública de los países en los que nacieron y se criaron, catalogándolos a la vez de raza inferior y peligrosa. Con la ascención al poder de Adolf Hitler en Alemania el antisemitismo racial se convirtió en un instrumento de Estado y en la ideología oficial del Tercer Reich. En 1938 se desató en Alemania una campaña de destrucción de sinagogas, arrestos masivos, destrozos y saqueos de tiendas, y el registro sistemático de bienes judíos con el propósito de su posterior confiscación. Junto a los judíos fueron perseguidos por el régimen nazi otros grupos considerados enemigos del Reich.