«En esos tiempos reinaba la oscuridad. En el cielo y en la tierra, todas las puertas de la compasión parecían haberse cerrado. El asesino mataba y los judíos morían y el mundo exterior adoptó una actitud de complicidad o de indiferencia. Sólo unos pocos tuvieron el coraje de preocuparse. Esos pocos hombres y mujeres eran vulnerables, temían, eran impotentes - ¿qué los hacía diferentes de sus congéneres?... ¿Por qué eran tan pocos?...Recordemos: lo que más duele a la víctima no es la crueldad del opresor sino el silencio del testigo…No olvidemos, después de todo, siempre hay un momento en que se hace una elección moral…Por eso debemos conocer a esas buenas personas que ayudaron a los judíos durante el Holocausto. Debemos aprender de ellos, y con gratitud y esperanza, debemos recordarlos.»
Elie Wiesel
Durante el Holocausto decenas de miles de gentiles se pusieron en peligro mortal para rescatar judíos de las garras nazis y muchos perdieron sus vidas en el intento. La amenaza nazi y la hostilidad del entorno no fueron obstáculo para ellos: alojaron judíos en sus hogares, ocultaron familias enteras, se preocuparon de su sustento y establecieron redes clandestinas de fuga de niños a países neutrales.
Numerosos judíos arriesgaron sus vidas tratando de salvar a otros judíos, tanto conocidos como extraños. Al hacerlo en muchos casos, renunciaban a sus propias posibilidades de salvación. Además de combatir la hambruna, las enfermedades y la muerte en los guetos, campos y escondites, los judíos demostraron la fuerza del espíritu humano y el valor de la asistencia mutua, la preocupación por el prójimo y la asistencia a los débiles. También lucharon tenazmente para seguir manteniendo actividades religiosas, culturales e intelectuales.
Para las naciones que combatían contra los nazis, la cuestión militar era la prioridad primordial. La información que les llegaba sobre los que acontecía en los guetos y los campos de exterminio era recibida a menudo con incredulidad incluso después de haber sido verificada. La posición general que se adoptó fue que una rápida victoria en la guerra era el método más adecuado para poner fin a las atrocidades nazis. Las autoridades internacionales, poseedoras de una influencia considerable, como la Iglesia católica, generalmente no adoptaron una posición inequívoca contra la Alemania nazi. Sin embargo, hubo casos en los que la intervención diplomática de algunos países, principalmente los Estados Unidos, condujeron a la interrupción, en las postrimerías de la guerra, del asesinato de muchos judíos, en lugares tales como Rumanía y Hungría.