Las palabras de Mordehai Anielewicz, lider de la Organización de Combate Judía (Żydowska Organizacja Bojowa, ŻOB), en una carta que escribió mientras se desarrollaba la batalla, resumen el poder único de esta revuelta. La Rebelíon del Gueto de Varsovia, que estalló la víspera de Pésaj, el 19 de abril de 1943, fue la primera rebelión urbana contra la Alemania nazi en todos los territorios que ocupaba. De todos los levantamientos judíos durante el Holocausto, este fue el más largo y el que tuvo mayor número de participantes. Fue una insurrección popular: mientras los combatientes de ŻOB y ŻZW (Żydowski Związek Wojskowy, Unión Militar Judía) combatían en las calles del gueto, los judíos se atrincheraron en búnkeres. Después de unos días de lucha, los alemanes comenzaron a incendiar y volar sistemáticamente las casas del gueto para vencer a los combatientes y obligar a los fugitivos a salir de sus escondites. Durante un mes, los judíos del gueto de Varsovia lucharon por sus vidas. Muchos murieron entre trampas de fuego y humo. La noticia de la revuelta se difundió rápidamente e incluso llegó al mundo libre, convirtiéndose en un símbolo de la batalla de unos pocos contra muchos, de la libertad y el poder del espíritu humano.
Características de la resistencia judía
El Levantamiento del Gueto de Varsovia fue uno de los muchos actos de resistencia judía armada y desarmada, en respuesta a la persecución, opresión y humillación que sufrían los judíos a manos de la Alemania nazi y sus aliados. La resistencia judía se presentó de diversas formas: resistencia espiritual, cultural, clandestina-política, educativa o religiosa; así como documentación clandestina de los hechos, falsificación de cédulas de identidad y documentos de protección, ocultación de judíos, paso clandestino de miles de judíos a través de las fronteras hacia lugares más seguros, huidas de campos y guetos, levantamientos armados y participación en movimientos de resistencia nacional, ayuda a los Aliados y más. Muchas de estas acciones fueron una expresión de desafío de los judíos contra la persecución extrema de los alemanes y sus cómplices, y fueron ejecutadas en un intento de preservar tanto el cuerpo como el alma.
En los territorios ocupados por los alemanes, los judíos eran una minoría pequeña, multigeneracional y dividida de civiles que vivían entre poblaciones en gran parte indiferentes y, a menudo, incluso hostiles. Frente a ellos estaba el estado más poderoso de Europa, que volvió toda su fuerza contra ellos. En estas condiciones, se presentaron dilemas angustiosos y desesperados, y quienes planearon luchar y defenderse lo hicieron sabiendo que no podrían salvar a la mayoría. En una discusión que tuvo lugar en Vilna, Lituania en diciembre de 1941, Abba Kovner dijo:
«¿Hay alguna posibilidad de rescate? Debemos dar la respuesta verdadera, por cruel que sea. No. No hay rescate. Nuestra respuesta debe ser aún más clara: tal vez haya una posibilidad de que se salven decenas o cientos de judíos: pero para nuestro pueblo en su conjunto, los millones de judíos en el área de ocupación alemana, no hay posibilidad».
Cualquier decisión o acción de un judío individual o de un grupo clandestino ponía en peligro la vida de muchos. Algunos se dieron cuenta de que debido a que el objetivo general de Alemania era asesinar a todos los judíos, la resistencia no podría cambiar el destino de las masas: «Nuestra actividad puede acercar el final, pero ese final llegará de todos modos», dijo Abba Kovner.
Revueltas, fugas, paso de fronteras y ocultación
Judíos en decenas de comunidades intentaron organizar levantamientos: en Vilna, Bialystok, Cracovia y otros lugares, hubo intentos desesperados de cometer un acto de insurgencia que generalmente no tenía la intención de rescatar, sino más bien de ser un gesto simbólico en honor a la dignidad de las personas. También en los campos, los prisioneros judíos organizaron levantamientos armados. Este fue el caso de Treblinka y Sobibor, así como el levantamiento del Sonderkommando en Auschwitz-Birkenau, en el que un grupo de prisioneros, la mayoría de ellos de Grecia, Polonia y Hungría, volaron uno de los edificios crematorios en octubre de 1944. A veces, la lucha duró solo unas horas o unos pocos días. Hubo casos, como en el gueto de Łachwa, donde el propósito de la revuelta fue permitir una huida masiva a los bosques circundantes.
Cientos de miles de judíos huyeron solos o en grupos de decenas de localidades, trenes de deportación, campos e incluso campos de exterminio en un intento por salvar su vida y la de los demás. El momento, la topografía y la actitud de la población local hacia los judíos fueron algunos de los factores que influyeron en el resultado de estos intentos de fuga. Solo sobrevivió un puñado de los fugitivos desde el verano de 1941 hasta el final de la guerra. Así, por ejemplo, sólo 20 de los 2.000 fugitivos del gueto de Tuczyn vivieron para ver la liberación.
Una forma de resistencia fue el rescate de judíos por parte de judíos que sufrían persecución. Así, por ejemplo, los miembros del «Grupo de Trabajo» en Eslovaquia y la red clandestina sionista en Hungría organizaron el paso de miles de judíos a través de la frontera. En Rumanía, violando las directivas del gobierno, la Unión de Comunidades Judías se esforzó por ayudar a la mayor cantidad de deportados a Transnistria para que pudieran soportar condiciones de vida indescriptibles durante el mayor tiempo posible.
El rescate de niños estaba en la vanguardia de las mentes de los activistas de la resistencia judía. Con este fin, las redes clandestinas judías cooperaron con sus organizaciones homólogas no judías, e incluso con organizaciones judías oficiales que también participaron en actividades ilegales para salvar a los niños. De esta forma, miles de niños judíos fueron rescatados en Bélgica, Holanda, Francia y Hungría.
Oposición de los judíos en los esfuerzos de guerra contra Alemania y sus colaboradores
Los resistentes judíos contribuyeron a la guerra contra la Alemania nazi y a su derrota y la de sus colaboradores. Los miles de combatientes judíos que lucharon en los bosques de Europa del Este fueron un factor importante en la lucha contra los alemanes y en el rescate de miles de judíos que habían huido a los bosques. Los partisanos judíos crearon unidades judías o se unieron a otros grupos de partisanos, y combatieron en las filas partisanas no solo en Europa del Este, sino también en muchos otros países europeos, como Yugoslavia, Grecia y Bulgaria. En Argelia, miembros de la clandestinidad judía ayudaron a las Fuerzas Aliadas a desembarcar y liberar el área.
Desafío: preservación de la identidad y la sociedad
El desafío judío durante el Holocausto también se reflejó en la resistencia espiritual y cultural. Los judíos arriesgaron sus vidas y continuaron de manera abierta y pública, o bien en secreto y en la clandestinidad, para cumplir las mitzvot (preceptos judíos), para preservar su espiritualidad y fe, para hacer funcionar las redes educativas, para mantener sistemas de apoyo y para preservar la cultura judía. Elie Wiesel escribió:
«El alma judía era un objetivo del enemigo. Buscó corromperla, incluso cuando se esforzó por destruirnos físicamente. Pero a pesar de su fuerza destructiva, a pesar de su poder corruptor, el alma judía permaneció fuera de su alcance».
Mientras eran perseguidos hasta la saciedad, muchos judíos violaron las órdenes de los alemanes y sus colaboradores, desobedeciendo sus mandatos y manteniendo en lo posible una forma de vida arraigada como expresión de no sumisión, preservando su identidad y dignidad.
Destaca en este contexto la salvaguardia de sus tradiciones religiosas y el ciclo de vida judío. Muchos celebraron festividades en secreto, algunos mantuvieron quórums de oración y algunos trataron de mantener las leyes de kashrut y pureza familiar. Otro esfuerzo existencial significativo se manifestó en los guetos, donde se escenificaban obras de teatro y conciertos, bibliotecas clandestinas, se imprimían y circulaban poemas y periódicos clandestinos, y se practicaba en secreto una animada vida cultural. Con la esperanza, aunque desesperada, de ver el final de la guerra y unirse con familiares y miembros de la comunidad, los resistentes buscaron mantener la vitalidad y al mismo tiempo expresar la sombría realidad de la subsistencia y la persecución. Las actividades educativas tuvieron lugar en flagrante oposición a los alemanes, con pleno conocimiento del riesgo mortal que se corría, por un sentido de misión y responsabilidad por las almas de los niños. El maestro y educador Haim Aharon Kaplan expresó esto particularmente bien en su diario, escrito en Varsovia en agosto de 1940:
«En estos días de nuestra desgracia, vivimos la vida de los anusim (judeoconversos forzados en tiempos de la Inquisición). Todo nos está prohibido y, sin embargo, hacemos todo».
Dondequiera que gobernaran los alemanes y sus colaboradores, los judíos perseguidos trabajaron solos, en grupos y como parte de comunidades para su supervivencia física, pero también para la preservación de la vida cultural, religiosa y educativa del pueblo judío.
En última instancia, generalmente la resistencia no tuvo la capacidad de salvar a la mayoría de los judíos. En vista de la determinación de los nazis de implementar la «Solución Final» y la fuerza que ellos y sus cómplices ejercían, la resistencia y la lucha fue una lucha de los atormentados, abandonados a su suerte. Y, sin embargo, el alcance y la versatilidad de la resistencia judía durante el Holocausto en todas sus formas ha dejado un legado judío durante generaciones, que simboliza el poder del espíritu humano y los valores fundamentales de la Humanidad.