Domingo a jueves: 9:00 - 17:00.
Viernes y vísperas de fiestas: 9:00 - 14:00.
Yad Vashem está cerrado los sábados y días festivos judíos.
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El 19 de agosto de 1942 los nazis comenzaron a liquidar el gueto de Kowel en Volinia. Ese mismo día fueron fusilados la mayoría de los 8.000 judíos que quedaban en el gueto, en el sitio de ejecuciones de Byjov, adyacente a la ciudad; los que trataron de escapar fueron encerrados en la Gran Sinagoga de la localidad. Habían sido mantenidos allí durante vario días sin agua ni comida y en condiciones sumamente insalubres. Ante la certeza de la muerte inminente las víctimas inscribieron para la posteridad sus últimas palabras en las paredes de la sinagoga. Algunos anotaron testimonios y testamentos; otros firmaron sus nombres en cartas de despedida y llamados a venganza. Una mujer eligió escribir: "Adiós mi hermoso mundo – en mi última hora, tu amiga, Chaniu Awruch." En sus últimas palabras Awruch pudo transmitir algo de su amor por la vida.
La imagen de Chaniu Awruch aparece en una Hoja de Testimonio, la página de registro especial de víctimas de la Shoá de Yad Vashem, llenada por su cuñado. La "Hoja" indica que nació en el pueblo de Wierzbnik y que sus padres fueron Menajem Mendel y Sara Feiga Tenenbaum y que era maestra de profesión. Estaba casada con Josef, también él maestro en la escuela "Tarbut" del lugar. Tenían dos hijas, Frida y Lea. Awruch tenía 34 años cuando fue asesinada. El Archivo de Yad Vashem atesora fuentes adicionales que echan más luz sobre la familia Awruch, incluida una foto la que se ve a Josef en compañía de maestros del liceo judío de Kowel. Otras fuentes archivistas revelan más información sobre los últimos momentos de Josef: sobrevivientes relataron que antes de ser ejecutado le gritó al comandante nazi que también si mataran a todos los judíos la derrota de Alemania era igual de segura. El oficial le disparó matándolo en el acto.
Las últimas palabras de Chaniu y Josef Awruch, la Hoja de Testimonio y las fuentes de archivo restauran la identidad de dos personas que los nazis intentaron hacer desaparecer. Esas evidencias les devuelven sus rostros y voces y recuperan su individualidad.
La aniquilación de la comunidad judía de Kowel y la eliminación de todo recuerdo de vida judía en el lugar eran parte de la ideología nazi de destruir sistemática y totalmente al pueblo judío. Lo últimos judíos de la ciudad, que grabaron sus nombres y testamentos sobre las paredes de la sinagoga actuaron en total contradicción a ese vil plan. Ellos procuraban ser recordados.
Esa aspiración fue concretada con la creación de Yad Vashem, el Centro Mundial de Conmemoración de la Shoá, que se afana en recordar a los nombres de millones de judíos asesinados en el Holocausto. Al hacer un llamado a llenar Hojas de Testimonio el entonces presidente del consejo directivo de Yad Vashem, prof. Ben-Zion Dinur, escribió: "Que no haya nadie que conoce a los nombres de hermanos y hermanas, parientes, maestros y compañeros de clase, amigos y conocidos, que no los anote en un libro. Un nombre es fuente de fortaleza como en "Yad Vashem" (un monumento y un nombre). La fuerza de una nación deriva de su memoria, del vigor de su evocación. Eso es lo que distingue a la humanidad." El prof. Dinur hizo un llamado a los individuos a conmemorar a sus familiares y amigos asesinados en el espíritu del precepto judío de "recordar" y como expresión de la necesidad humana de perpetuar a individuos y comunidades.
Leyb Rochman, un judío de Minsk Mazowiecki, Polonia, estuvo escondido en un granero con otras cuatro personas durante aproximadamente dos años. Durante ese tiempo decidió escribir un diario, para recordar y ser recordado. "Damas y caballeros", escribió, "¡congéneres después de la guerra! Sé que no pondrán un ramo de flores sobre mi tumba… después de todo no sabrán dónde he sido enterrado. Así como no sé dónde está la sepultura de mi madre, mi hermana, mi hermano y cada uno de mis conocidos, que con su muerte se han convertido en polvo, cubriendo cada campo y jardín… No temo al escribir esto. Temo, Dios libre y guarde, de deshonrar la memoria de los mártires olvidados. De que dentro de diez años, quizás menos aún, nadie los recuerde. Ni a ellos ni a su terrible calamidad."
Incluso durante el mismo Holocausto, Rochman tenía la preocupación de que no quedarían rastros del asesinato o de las víctimas. Por medio de su diario buscaba venerar a las víctimas para que su memoria no se desvaneciese con el tiempo.
Las Hojas de Testimonio de Yad Vashem pintan los retratos de millones de judíos, cada uno de ellos poseedor de un nombre y una identidad. Cada uno era un mundo entero. Cada persona llevaba la historia de su pasado y el legado de su comunidad, sus experiencias, el espíritu de su familia y de un futuro truncado. "No es que seis millones de judíos fueron asesinados. Hubo seis millones de asesinatos, y en cada uno de ellos un judío fue muerto," dijo Abel Jacob Herzberg, él mismo un sobreviviente holandés del campo de concentración de Bergen-Belsen, que intentó destacar las características únicas y la humanidad de cada una de las víctimas. Eran seres humanos –con nombres, sueños y sentimientos- que se vieron perseguidos, muchas veces en una terrible soledad al borde del abismo. Descubrir las identidades y el mundo de las víctimas revela los anales de la Shoá como un relato humano, con el que podemos identificarnos y del que podemos aprender.
Al restaurar las identidades de las víctimas por medio de la documentación, la memoria, la investigación y la educación no sólo conmemoramos un mundo perdido, sino que se hace una contribución sustancial a la formación de un mundo mejor. Conectándonos de esa forma con individuos específicos del Holocausto nos permite, a las generaciones posteriores a la Shoá, verter un significado que ayuda a formar nuestras identidades y enriquece nuestro mundo.
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