Domingo a jueves: 9:00 - 17:00.
Viernes y vísperas de fiestas: 9:00 - 14:00.
Yad Vashem está cerrado los sábados y días festivos judíos.
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Rebecca-Branca Lissauer (Elizur de casada) nació en 1934 en Ámsterdam. Era la hija de Jack, un comerciante textil, y de Rosalie-Rachel. Tenía un hermano mayor, Joop-Joshua.
Cuando la Alemania nazi invadió los Países Bajos en mayo de 1940, Rebecca estaba en el primer año de la escuela primaria.
En el verano de 1942, la familia fue arrestada. «Mamá nos dijo que preparáramos una bolsa», recuerda Rebecca. «Una noche, nos llevaron desde nuestra casa al Teatro Judío de Ámsterdam. Lloré toda la noche». La familia fue llevada al campo de Amersfoort y de allí al campo de tránsito de Westerbork, donde, desde el verano de 1942, partían semanalmente trenes de deportación hacia los campos de exterminio de Europa del Este. «Nos paramos junto a los trenes que salían y nos despedimos. Los adultos que me rodeaban, lloraban porque sabían que quien subiera a aquellos trenes nunca regresaría».
Los judíos encarcelados en Westerbork vivían con el temor constante de ser incluidos en la lista de deportados. Unos meses más tarde, la familia Lissauer fue incluida en la lista, pero debido a que Jack tenía pasaporte británico, fueron asignados para ser intercambiados por alemanes en poder de los Aliados. En lugar de ser enviada al Este, la familia fue deportada a Bergen-Belsen, donde se concentraron los candidatos al intercambio.
«Nos deportaron como animales. Estábamos uno encima del otro, sin lugar para respirar y sin sentido».
En el campo, Rebecca y su madre fueron separadas de su padre y su hermano.
«La madre alentaba a los otros prisioneros, diciendo: 'Lo que nos están haciendo, terminará, porque no puede ser que abusen de nosotros por nada. Debemos tener coraje, y tener esperanza y creer que sobreviviremos a esto'. Ayudó a mucha gente».
«Padecimos un hambre terrible. Teníamos antojos de comida. Cuando veía a una mujer comiendo pan, no podía dejar de mirarla, hasta que me regañaba. Mi madre mantuvo la fe aun cuando estaba muy débil, y sufría de enfermedades por desnutrición. Teníamos que pasar lista todos los días cuando nos contaban una y otra vez, como si alguien pudiera salir corriendo. Danzábamos en el frío para calentarnos».
En abril de 1945, Rebecca y su familia fueron llevados en tren a un destino desconocido. Durante el viaje, el tren fue bombardeado y los pasajeros saltaron del tren y yacían en el suelo. "Mamá protegía nuestras cabezas con sus manos y nos decía que repitiéramos nuestros nombres, los nombres de nuestros padres y nuestras fechas de nacimiento, en caso de que la mataran". Unos días después, los prisioneros fueron liberados por el Ejército Rojo.
«Mis padres fueron a buscar comida. Papá volvió con un violín. Mamá volvió con una muñeca para mí, porque me encantaban las muñecas y durante todos esos años no tuve muñecas».
La mayoría de los miembros de la familia de Rebecca fueron asesinados en el Holocausto.
Después de la liberación, la familia regresó a Ámsterdam. Más tarde, como parte de sus estudios de trabajo social, Rebecca eligió especializarse en Israel. En 1959 emigró a Israel y trabajó, entre otras cosas, apoyando a los olim hadashim (nuevos inmigrantes) holandeses.
Rebecca y su marido Dov tienen dos hijas, nueve nietos y cinco bisnietos.
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