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Yad Vashem está cerrado los sábados y días festivos judíos.
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Oskar Schindler nació el 28 de abril de 1908 en Zwittau, Moravia, actualmente en la República Checa. Era miembro de una familia católica de clase media perteneciente a la comunidad germano hablante de la región de los Sudetes. Se esperaba del joven Schindler, que había asistido a la escuela primaria alemana y estudiado ingeniería, que siguiera los pasos de su padre y se hiciese cargo de la fábrica de maquinaria agrícola propiedad de la familia. Tuvo algunos condiscípulos vecinos judíos en su infancia pero con ninguno de ellos desarrolló una amistad íntima o permanente. Como ocurría con la mayoría de los jóvenes alemanes del Sudetenland, se identificaba con el Partido Alemán de los Sudetes liderado por Konrad Henlein, que apoyaba firmemente a la Alemania nazi y abogaba por la separación de ésta región de Checoslovaquia y su anexión a ese país. Cuando la zona de los Sudetes fue incorporada a Alemania en 1938, Schindler se hizo miembro del partido nazi.
Poco tiempo después del estallido de la guerra en septiembre de 1939 Schindler, de 31 años, se trasladó a Cracovia. Esta antigua ciudad, de unos 250.000 habitantes -de los cuales alrededor de un cuarto eran judíos– y sede de las autoridades de ocupación- poseía un atractivo especial para empresarios alemanes que trataban de sacar partido de las desgracias del país ocupado para hacerse de una fortuna. Naturalmente astuto y no muy escrupuloso,Schindler prosperó en ese ambiente. En octubre de 1939 se hizo cargo de una desvencijada fábrica de utensilios esmaltados que había pertenecido a un judío. Contando con el hábil asesoramiento de un contable judío, Isaak Stern, se desempeñó con inteligencia y comenzó a amasar una fortuna. La pequeña factoría de Zablocie en las afueras de Cracovia, que había comenzado produciendo utensilios de cocina para el ejército alemán, comenzó a crecer a pasos agigantados. Luego de sólo tres meses empleaba 250 obreros, entre ellos siete judíos. A fines de 1942 se había expandido hasta convertirse en una planta enorme de productos esmaltados y municiones que ocupaba 45.000 metros cuadrados y empleaba casi 800 hombres y mujeres. De éstos, 370 eran judíos del gueto de Cracovia, establecido por los alemanes después de ocupar la ciudad.
Hedonista y apostador por naturaleza, Schindler adoptó rápidamente un estilo de vida de despilfarro, trasnochando frecuentemente, codeándose con oficiales de alto rango de las SS y haciendo el donjuán con bellas mujeres polacas. Por esa época no era diferente a otros alemanes que llegaban a Polonia como miembros de la administración de las fuerzas de ocupación y sus asociados. Lo único que lo diferenciaba de otros beneficiarios de la guerra fue el trato humano que tuvo para con sus obreros, especialmente los judíos.
Schindler nunca concibió una oposición ideológicamente motivada contra el régimen nazi. Sin embargo, la creciente repulsión y horror que experimentó por la brutalidad sin sentido de las persecuciones nazis contra la indefensa población judía provocaron una curiosa transformación en el inescrupuloso oportunista. Gradualmente la meta egoísta de llenarse los bolsillos con dinero fue reemplazada por un deseo abrasador de rescatar tantos judíos como fuera posible de las garras de los verdugos nazis. A la larga, en sus esfuerzos por salvar a sus trabajadores judíos estuvo dispuesto no sólo a despilfarrar todo su dinero sino también a arriesgar su vida.
El instrumento más eficiente utilizado en la campaña de rescate privada que concibió fue el estatus de privilegio del que gozaba su planta como “empresa vital para el esfuerzo de guerra”, que le había sido otorgado por la Inspección de Armamentos Militares en Polonia ocupada. Ésto no sólo le permitió conseguir contratos militares lucrativos sino también emplear judíos que estaban bajo la jurisdicción de las SS. Cuando sus empleados judíos eran amenazados con la deportación a Auschwitz, podía exigir que sean eximidos de ésta con el argumento de que su expulsión podría perjudicar seriamente su empeño por mantener la producción, esencial para el esfuerzo bélico.
Tampoco tuvo escrúpulos para falsificar documentos, listar niños, amas de casa y abogados como mecánicos expertos y obreros metalúrgicos y, en la medida de lo posible, encubrir obreros no cualificados o incapacitados temporariamente.
Fue arrestado en varias ocasiones por la Gestapo e interrogado bajo sospechas de irregularidades y favoritismo hacia los judíos. A pesar de ello no desistió de sus esfuerzos. En 1943 realizó un viaje sumamente riesgoso a Budapest por invitación del Jewish Joint Distribution Committe. Allí se reunió con representantes del judaísmo húngaro y les informó sobre la situación apremiante en la que se hallaban los judíos de Polonia y discutió con ellos algunas posibles formas de ayuda.
En marzo de 1943 el gueto de Cracovia estaba siendo liquidado y los judíos restantes eran trasladados al campo de trabajos forzados de Plaszow. Schindler convenció al brutal comandante de ese campo, SS Haupsturmfuehrer Amon Goeth, un compañero de borracheras, de que autorizara el establecimiento de un campo adjunto para sus trabajadores judíos en el sitio de la fábrica en Zablocie. Allí estaba en posición de cuidar de los prisioneros bajo condiciones relativamente tolerables y de aumentar sus magras raciones con comida adquirida en el mercado negro con su propio dinero. El predio de la fábrica era zona prohibida para los guardias de las SS que vigilaban el campo adjunto.
A fines de 1944 Plaszow y sus subcampos tuvieron que ser evacuados debido al avance del Ejército Rojo. La mayoría de los prisioneros –más de 20.000 hombres, mujeres y niños– fueron deportados a campos de exterminio. Al recibir la orden de evacuación, Schindler –que se había puesto en contacto con la sección apropiada del Comando Supremo del Ejército (OKW)– recibió autorización oficial para continuar la producción en una fábrica que él y su esposa habían erigido en Brünnlitz, situada en los Sudetes, de donde eran nativos. Toda la fuerza laboral de Zablocie –a la cual fueron agregados furtivamente muchos otros nombres del campo de Plaszow– debía ser trasladada a la nueva planta. Sin embargo, en lugar de ser traídos a Brünnlitz los 800 hombres (entre ellos 700 judíos) y 300 mujeres de la lista de Schindler fueron desviados a los campos de Auschwitz y Gross-Rosen respectivamente.
Al enterarse de lo ocurrido Schindler logró en primera instancia asegurar la liberación de los hombres del campo de Gross-Rosen. Luego envió a su secretaria personal alemana a negociar la puesta en libertad de las mujeres. Ésta consiguió obtenerla a cambio de la promesa de pagar 7 Reichsmarks diarios por trabajadora. Este es el único caso conocido en la historia de los campos de exterminio en el cual un grupo tan grande de personas pudo salir con vida cuando las cámaras de gas aún funcionaban.
Una de las acciones humanitarias más notables realizadas por Oskar y Emilie Schindler está relacionada con un caso en el que estaban involucrados 120 prisioneros judíos varones de Goleszow, un subcampo de Auschwitz. Los hombres habían estado trabajando en una cantera que pertenecía a una fábrica operada por las SS, la “Industria Alemana de Tierra y Piedra”. En enero de 1945, al aproximarse el frente ruso, los hombres fueron evacuados de Goleszow y transportados hacia el oeste en vagones sellados de ganado, sin agua ni comida. Al final de un itinerario agotador que duró siete días en pleno invierno, el tren, con su carga humana en los dos vagones sellados, se detuvo finalmente a las puertas de Brünnlitz. Emile Schindler llegó justo a tiempo para evitar que el comandante del campo enviase el tren de regreso a Auschwitz. Su esposo, que se había apurado a volver al campo con el propósito de procurar comida, consiguió a duras penas convencer al comandante de que necesitaba desesperadamente a la gente del tren para trabajar en la fábrica.
Una escena terrible se reveló al abrir los vagones. Los Schindler se hicieron cargo de 107 supervivientes escuálidos y congelados, les suministraron tratamiento médico y paulatinamente los devolvieron a la vida. Schindler también se opuso al comandante nazi, que pretendía incinerar los cadáveres de los muertos por congelamiento en los furgones y se preocupó de que reciban sepultura de acuerdo al rito judío en un terreno adyacente al cementerio católico que adquirió para ese propósito.
En los últimos días de la guerra, poco antes de la llegada del Ejército Rojo a Moravia, Schindler consiguió escabullirse y entrar a territorios de Alemania controlados por los Aliados occidentales. El magnate industrial de la guerra estaba ahora sin un céntimo. Organizaciones de asistencia judías y grupos de sobrevivientes le asistieron modestamente a lo largo del tiempo, ayudándole a emigrar a Sudamérica (empresa que a la larga fracasó). Al visitar Israel por primera vez en 1961, la primera de diecisiete visitas, fue recibido con júbilo por 220 clamorosos supervivientes. Continuó residiendo alternadamente en Alemania y en Israel. Después de su fallecimiento en Hildesheim en octubre de 1974, los apenados sobrevivientes trajeron los restos de su salvador a Israel para ser sepultados en el cementerio católico de Jerusalén. La inscripción en su tumba reza: “El inolvidable salvador de 1200 judíos perseguidos”.
En 1962 fue plantado un árbol en honor de Schindler en la Avenida de los Justos de las Naciones en Yad Vashem. Oskar y Emilie Schindler fueron reconocidos como Justos de las Naciones en 1993.
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