Los Skornicki, judíos seculares, estaban comodamente establecidos y vivían en un apartamento parisino. En 1934, nació su única hija, la pequeña Arlette. Skornicki, desde el punto de vista ideológico, tenía una perspectiva socialista. «Mi padre quería vivir en Francia, la tierra de la libertad y los derechos humanos», recuerda Arlette. Su madre y sus hermanos emigraron a los Estados Unidos.
Tras la ocupación alemana de Francia en junio de 1940, los Skornicki partieron desde París hacia Toulouse. Trasladaron a la pequeña Arlette al pueblo de Lavaur, donde vivía con una familia cristiana. Sus padres, Samuel y Raizel la visitaban de vez en cuando. Pese a que Samuel tenía en posesión un pasaporte válido y un visado para los Estados Unidos, decidió quedarse en Francia. En Toulouse, Skornicki dirigió una fábrica textil y desde 1941 participó activamente en la Resistencia, difundiendo panfletos ideológicos clandestinos, ayudando a los pilotos británicos a llegar a España y proporcionando documentos falsos. Mientras se encontraba en Toulouse, Skornicki estableció conexiones y se reunió con el Cónsul español, Enrique Compte Azcuaga, que fue enviado a Saint-Étienne. El Cónsul requería de alguien con formación legal y habilidades administrativas para ayudarlo a manejar las muchas solicitudes de judíos que buscaban abandonar Francia, y nombró a Skornicki asesor jurídico para la Embajada a finales de 1942.
El judío polaco que se hizo español
El Cónsul Enrique Compte Azcuaga, consciente de que el nombre de Samuel Skornicki no podría pasar por español, le proporcionó documentos de identidad por parte del Consulado donde se indicaba que era un ciudadano español llamado Santos Montero Sánchez. El 1 de abril de 1943 Skornicki recibió un certificado real que le acreditaba como personal del Consulado español. Raizel, su esposa, recibió documentación a nombre de Rosa Montero. Skornicki tomó el nombre de Montero de la etiqueta de una botella de licor que estaba sobre el escritorio del cónsul, cuya marca era «Montero».
Skornicki pese a ser políglota, ya que dominaba el polaco, ídish, ruso, alemán, inglés y francés, no podía hablar español, pero sí comprenderlo. Además, fue asistido por el personal del Consulado, en su mayoría republicanos españoles que mantuvieron en secreto su verdadera identidad.
A principios de 1944, el Cónsul Enrique Compte Azcuaga abandonó Francia y regresó a España por motivos de salud. Nombró a Skornicki como sustituto en una lujosa ceremonia de despedida y así, Skornicki-Montero se convirtió en el Cónsul español en funciones en Saint-Étienne.
El falso Cónsul
Desde finales de 1942 hasta principios de 1944 bajo su administración como asesor jurídico, el Consulado se convirtió en un centro donde se falsificaron documentos, se ocultaron armas y se proporcionó refugio a judíos y miembros de los movimientos de la Resistencia francesa Combat y Groupes Francs de la Loire, en los que él mismo colaboraba. En sus reuniones con la Gestapo, Skornicki a veces veía listas de judíos destinados a ser arrestados. Logró leer los nombres al revés en la hoja que estaba frente a él, los memorizó y así pudo advertir a los judíos en cuestión. Durante su período en el cargo, logró obtener exenciones para miles de ciudadanos españoles que serían enviados a Alemania para trabajar a través del STO (Servicio de Trabajo Obligatorio).
En marzo de 1944, después de un ataque de la Resistencia francesa a un tren alemán cerca de Saint-Étienne, los alemanes comenzaron una búsqueda casa por casa. Una unidad policial alemana llegó al Consulado. Así relata Jean Nocher, miembro de la Resistencia y fundador del grupo clandestino Espoir, en su colección de historias del Coronel Rémy, La Résistance dans le Lyonnais (inédito en español):
«Así que aquí, en Saint-Étienne hay una casa como las demás y que, sin embargo, es una casa encantada. Estamos en Cours Fauriel, en la hermosa casa asignada al Consulado español: un oficial y una decena de hombres de la Gestapo acaba de presentarse en el jardín, tratando de buscar en las dependencias. Están buscando al antiguo dueño de la villa.
De repente, un hombre pequeño, corpulento, poderoso y vivaz emerge de la casa, administra una patada magistral en la espalda a uno de los alemanes y hace que el oficial se ponga firme, exclamando:
- Soy el Cónsul de España, represento al Caudillo (Francisco Franco) en Francia. ¡Sal!
La policía del Gran Reich se retiró, doblada por la mitad. Unas horas más tarde, el Comandante Mayor de la Place de Saint-Étienne se disculpa:
- Sr. Cónsul, espero que este incidente no tenga una consecuencia desafortunada para la amistad de nuestros dos países, y he venido a expresarle personalmente mis disculpas.
-Sr. Comandante Mayor, no quiero hacer un seguimiento de este incidente, pero me veo obligado a exigirle una carta oficial.
- Pero por supuesto, y se lo enviaré tan pronto como regrese al Kommandantur.
Así, cumplió su palabra sin oler en absoluto lo cómico de la situación.
Porque este personaje irascible y digno, que ocupaba las muy oficiales funciones del Cónsul fascista, no era otro que Samuel Skornicki, un judío polaco, condenado a muerte por la Gestapo de Toulouse, buscado por el Sichereitdienst (Servicios de Seguridad de las SS), y quién presionó coquetamente hasta que se le pegó en su pasaporte diplomático la identificación con foto que tenían los archivos de la policía alemana.
Agreguemos que el distinguido diplomático, aunque políglota, no hablaba una palabra de español. No obstante, mantuvo tranquilamente su papel con un dominio acrobático que desafió los peores peligros.»
Junto con las disculpas del comandante de la policía alemana de St. Étienne al presentarse en el Consulado, éste le entregó a Skornicki una nueva arma para protegerse. Skornicki pasó el arma a los miembros de la Resistencia que habían atacado el tren y que en aquel momento se estaban escondiendo en el sótano del Consulado.
Reconocimiento
Después de que Francia fuese liberada, y antes de que los Skornicki regresasen a París, recibió reconocimiento por parte de las organizaciones de la Resistencia para las que colaboró y en las que participó. Las personas a quienes había salvado le escribieron cartas de agradecimiento, para que no se sospechara de ser un colaborador, que había alojado a los nazis en el Consulado y se había entablado amistad con miembros de la Gestapo durante su tiempo en el cargo. Entre ellos, León Kleiman, que escribió:
«Si en este momento estoy vivo, te lo debo exclusivamente y solo a ti. Durante toda mi vida, mis pensamientos serán para ti y tu familia, ya que, en la víspera de ser llevado por la Gestapo, viniste a recogerme en el coche del Cónsul, con el acuerdo de este último, y gracias a tus palabras convincentes. Decidí seguirte, y esa misma noche, la Gestapo vino a recogerme para ejecutarme, a mi casa. Luego nos alojó, a mi familia y a mí en las instalaciones del consulado, asumiendo todos los peligros y todos los riesgos con una abnegación y un desinterés cuyo mérito nunca podré alabar lo suficiente».
A su vez, el judío de origen ruso, Itkin Rubin añadió en su carta de octubre de 1944:
«No dudaste en arriesgar tu vida para salvar la nuestra. Si bien sabías que la Gestapo y la Milicia nos estaban persiguiendo, nos escondiste en casa durante los meses cruciales antes de la liberación. Si somos afortunados de vivir tranquilos y de ser libres es gracias a tu heroica amabilidad y su coraje. Mientras que muchos de mis compañeros están siendo torturados o han muerto en un terrible sufrimiento físico y mental, y mientras que muchos niños han sido separados de sus padres, tengo la bendición de tener a toda mi familia a mi alrededor y esto es gracias a tu amable hospitalidad.»
En 1947, se publicó el libro de Jean Nocher, L’aventure héroïque de Skornicki-Montero, patriote français (inédito en español). Aquel mismo año, el Gobierno francés le otorgó una medalla y un Certificado de Mérito por sus actividades clandestinas. En 2015, el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación de España publicó el libro Más allá del deber: la respuesta humanitaria del Servicio Exterior frente al Holocausto de José Antonio Lisbona.
Samuel Skornicki falleció en París en 1974.
En 2019, su hija, Arlette Ziessholtz-Foldes, donó documentos y fotografías a Yad Vashem como parte del proyecto nacional israelí «Reuniendo los fragmentos», algunos de los cuales se muestran aquí.