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Viernes y vísperas de fiestas: 9:00 - 14:00.
Yad Vashem está cerrado los sábados y días festivos judíos.
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De mi diario:
23.6.1943
Olina pudo conseguirme unos cuantos pedazos de papel y un trozo de lápiz. Decidí escribir un diario y le pedí a Olina que se lo entregase al primer judío que encuentre después de la guerra.
"Mi corazón está seguro que no quedaré con vida al final de esta guerra, pero mi más ardiente deseo es que estas palabras que yo pongo en papel con mano temblorosa de miedo, vivirán después de mí Mi deseo es que este diario se mantenga como un testimonio vivo del sufrimiento y las torturas que fueron mi destino. Deseo que los hombres recuerden esta época de horrores como una pesadilla que tuvo lugar en la realidad, no sé cuándo ocurrirá, pero estoy segura de que ese día llegará, la victoria llegará, vendrán días mejores.
Y mi aspiración es que precisamente en esos días se haga hablar a mis palabras, que después de muchos años, cuando una vida mejor desdibuje el recuerdo de la época cruel, cuando el alumno de escuela ya no sepa contestar a la pregunta de si Hitler tenía bigote o barba – que entonces mis palabras los hagan retroceder hacia atrás, en tantos y tantos años. Yo tengo fe en que estas memorias les enseñarán a ustedes a amar a los amigos y odiar a los enemigos, les enseñarán a vengarse y a luchar contra los enemigos de la humanidad, los enemigos de la libertad, la justicia y el derecho. Me es difícil escribir, quizá me falta el talento necesario, no sé si tendré la capacidad de reflejar la realidad en mis simples palabras. No sé si me alcanzarán los colores necesarios para inmortalizar esta realidad, inmortalizar la vida y la muerte, la tempestad, la lucha contra la injusticia y la maldad, contra la crueldad, junto con la amargura, la amargura de mi alma que no tiene límite. Me faltan palabras. Pero debo escribir, debo hacerlo, porque aún después de mi muerte quiero conversar con ustedes, ustedes las personas que ya fueron redimidas. Deseo que estas palabras me relacionen con ustedes. Deseo pedirles que no olviden a los muertos. Deseo rogarles y implorarles de todas las formas que venguen nuestra venganza, que se venguen de esos criminales cuya mano cruel nos arrancó de la vida. Deseo que nos erijan un monumento – una lápida que llegue hasta el cielo, una marca vista por el mundo entero, una estatua no de mármol ni de piedra, sino de actos buenos. Porque creo con toda mi convicción que sólo una lápida así puede asegurarles a ustedes y a sus hijos un futuro mejor, y entonces no volverá ese malvado que tomó control del mundo y convirtió la vida en un infierno".
Fuente: Donia Rosen, Yedidi hayaar [Mi amigo el bosque], Yad Vashem, Jerusalén, 1988, págs. 93-94.
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