"Hice lo que debía hacer; no pude evitar hacerlo. Mi corazón lo ordenaba, mi conciencia lo exigía, el odio hacia el fascismo gobernaba". Estas palabras del artista-soldado Zinovii Tolkatchev sintetizan la escencia creativa de alguien que llegó hasta las puertas mismas del infierno con uniforme del Ejército Rojo.
El arte de Tolkatchev tomó forma al amparo de la Revolución Bolchevique, y se desarrolló bajo la convicción de su justicia. Simultáneamente con el enrolamiento de su arte en favor de la Revolución, el artista Tolkatchev comenzaba a buscar un modo de expresión adicional para manifestar otras vetas personales en sus trabajos. Tolkatchev se sintió atraído hacia el diseño y las técnicas gráficas y creó varias series de ilustraciones para los trabajos de numerosos escritores y poetas. Estas obras le confirieron a Tolkatchev una dimensión épica y un monumentalismo de diferente cuño. En 1941, poco antes del lanzamiento de la Operación Barbarrosa, Tolkatchev completó una serie de gran alcance titulada "El Shtetl" ("La Aldea Judía") basada en los relatos de Sholem Aleijem, en la que describe con gran fuerza el sufrimiento del pueblo judío bajo el régimen zarista. Estos trabajos revelan otra faceta importante en el ímpetu creativo de Tolkatchev: sus lazos con el pueblo judío.
Con la entrada de la URSS en la guerra en junio de 1941, Tolkatchev se voluntarizó para incorporarse al frente de batalla. Sin embargo, fue sólo hacia el fin de la guerra, en el otoño de 1944, que la jefatura militar accedió a su pedido, y lo envió a servir en el Departamento Político en el Primer Frente Ucraniano, estacionado en ese entonces en Lublin, aledaño al campo de exterminio de Majdanek. "El odio guiaba mi pincel y me urgía a seguir, la brutal realidad inflamaba mi imaginación". Horrorizado por las escenas de las que era testigo, Tolkatchev, presa de un torbellino espiritual, se sumergió por treinta y cinco días con apenas algo de comida y sueño, en la pintura febril de la serie "Majdanek". Tolkatchev mostró sus trabajos iniciales a un miembro de la Comisión Polaco-Soviética de Investigación de los Crímenes Nazis, quien lo instó a finalizar la serie antes del 27 de noviembre de 1944, día de la apertura del juicio al comandante del campo de Majdanek. La exhibición fue inaugurada un día antes del juicio, en el Museo de Arte de Lublin, y fue ampliamente cubierta por la prensa polaca. Solamente en Lublin se vendieron 128.000 boletos y, desde allí, se trasladó a otras ciudades. En la serie "Majdanek", Tolkatchev fue capaz de crear, como de la nada, un conjunto de símbolos que expresaban los horrores de ese campo de exterminio. Lo cierto es que Tolkatchev ya había demostrado las mismas capacidades en sus trabajos más tempranos, a saber, su habilidad para la síntesis y el foco. No obstante, Tolkatchev no pintaba ya al servicio de la Revolución ni del escritor-poeta, sino que exponía ante sus espectadores la cruda y brutal realidad que él había vivenciado, y que había asolado a su pueblo, tanto el soviético como el judío.
"Un viento frío aúlla sobre Auschwitz, rodeado por tres filas de cerca de alambre de púa. Parece que no fuera el alambre de púa el que tiembla y aúlla, sino la misma tierra torturada, que gime con las voces de las víctimas". Las cercas de alambre de púa de Majdanek no prepararon a Tolkatchev para su siguiente misión. A fines de enero de 1945 acompaña a la Comisión de Investigación de Crímenes Nazis a Auschwitz, literalmente horas antes de la entrada del Ejército Rojo al campo. Nuevamente, Tolkatchev enfrenta la urgencia de captar las escenas, las voces. A falta de papel de dibujo, entra en la ex comandancia del campo y toma papel membrete con letras negras resaltadas: Kommandantur Konzentrationslager Auschwitz; I.G. Farbenindustrie Aktiengesellschaft; Der Oberpräsident der Provinz Oberschlesien. La tipografía se convierte en parte integral de la composición, y la imagen del opresor nazi, a quien Tolkatchev se abstiene de perpetuar, se planta frente a nosotros. Como poseído por la locura, dibuja bosquejos de lo que ve. Junto a los bocetos, agrega líneas densamente escritas con el testimonio de los pocos sobrevivientes capaces de hablar. Y al lado, apunta repetidamente: "Recordar, no olvidar". Al utilizar materiales exiguos como el lápiz y el papel, íntimos en escala, Tolkatchev logra crear un arte de alcance monumental. La comprensión de que en estas mismas hojas de papel unos pocos días antes eran escritas órdenes de exterminación, las dota de una fuerza trágica que lo hace a uno estremecer.
Como quien ha comenzado su obra artística como un artista oficial y un monumentalista, tal como lo fueran Käthe Kollwitz en Alemania en los 1920s y 1930s, o los mejicanos Diego Rivera y José Orozco en el mismo período, Tolkatchev describe el horror supremo en el acorde menor de los dibujos a lápiz. Los materiales sobrantes por un lado, y un expresivo vigor capaz de despertar emociones por otro, trae reminiscencias de la serie de pinturas de principios del siglo 19, "Los Desastres de la Guerra" del artista español Francisco Goya.
"...No pude despegarme de ese pedazo de tierra maldita dejado atrás, ni de ese terrible abismo humano. Todo mi cuerpo era una ruina de mudo sollozo. Había dejado Auschwitz atrás". Auschwitz no fue dejado atrás; emerge, junto con todos sus horrores, de las escenas puestas ante nosotros, dibujadas por un soldado del Ejército Rojo. Soldado, artista y judío.
Yehudit Shendar
Curadora Principal, Museo de Arte de Yad Vashem