El laboratorio de restauración: reparar objetos del Holocausto sin alterar el pasado
En 2021, las Colecciones de la División de Museos de Yad Vashem suman unas 12.000 obras de arte y 44.000 objetos. Algunos están expuestos, pero la mayoría se almacenan en depósitos donde disfrutan de condiciones óptimas de conservación. La mayoría requiere mantenimiento y reparaciones. Es por ello que la División de Museos ha ampliado recientemente el laboratorio de restauración. A su cargo se encuentra Noga Schusterman, que nos lleva a su descubrimiento.
Restauración de todo tipo
La División de Archivos también cuenta con un laboratorio de restauración, creado desde los inicios de la institución. Su objetivo: la conservación de documentos escritos, fotografías, libros.
A su vez, el laboratorio de la División de Museos, creado en 2019, aborda todo un abanico de materiales, actualmente gestionados internamente: papel, óleo y textiles; y apoyados por un equipo de expertos, especializados por tema, cada uno con formación específica. También se tratan madera, vidrio y metal a través de proveedores de servicios externos.
El objeto se ha convertido en un testigo considerado de la historia a partir de la década de 1990. En dicho momento, Yad Vashem se embarcó en una política activa de recogida, tal y como se trató en un artículo previo sobre los Artefactos de Yad Vashem, testigos del Holocausto.
Como resultado, las colecciones están creciendo, y hoy incluyen todo tipo de artefactos vinculados al Holocausto: objetos de judaica, obras de arte, joyas, uniformes, pero también objetos cotidianos o utensilios que uno podría considerar poco importantes, como un botón o un par de lentes rotas.
Los objetos proceden de casas particulares, comunidades, escondites, guetos. En los campos de detención de Francia, por ejemplo, los prisioneros podían fabricar artículos de madera. Después de la guerra, en los campos de desplazados, muchos artesanos de Israel acudieron para formar a los sobrevivientes y ayudarlos a hacer candelabros o lámparas, señala Noga Schusterman.
«Es asombroso ver lo que la gente ha conservado», explica la directora de la Sección de Conservación de la División de Museos, «todos estos objetos constituyen para Yad Vashem vectores de transmisión en la medida en que son testigos directos del Holocausto y permiten trazar las vidas de sus dueños. Pero el problema es que llegan, la mayor parte del tiempo, en malas condiciones, después de haber sido guardados en un sótano, en áticos o doblados en un cajón. No se han beneficiado de las condiciones óptimas».
De ahí la importancia del trabajo de su laboratorio, que también tiene retos particulares:
«Cada artículo que llega a Yad Vashem se convierte en un objeto de museo y debe ser restaurado y preservado como tal. Pero también debemos tener cuidado de que no pierda su autenticidad».
Ante todo, no reescribir el pasado
En los depósitos de Yad Vashem, encontramos objetos de todo tipo: medallas, botellas, candelabros, antes y después de la restauración. Algunos artefactos tienen una presencia particular, como el modelo de madera del campo de Bergen-Belsen, atribuido al pequeño Uri Orlev, sobreviviente del Holocausto. Cada objeto esconde las andanzas de una familia.
Otra sala alberga piezas más voluminosas, como sillas, mesas, máquinas de coser, alacenas e incluso algún que otro hejal (también llamado arón hakodesh: armario de las sinagogas en el que se guardan los rollos de la Torá). También hay montones de maletas apiladas unas sobre otras, un montículo que ilustra al mismo tiempo la magnitud del desastre. A Noga Schusterman le gustaría poder convertirlo en objeto de estudio en profundidad que combinara el trabajo de conservación y la investigación histórica: «de la restauración de aquellos casos, de las etiquetas que están pegadas en ellas, tendríamos mucho que aprender». Todas las preguntas que rodean el nivel de restauración se amontonan en su cabeza. ¿Qué hacer con las etiquetas medio despegadas y apenas legibles? ¿Dejarlas como están? ¿Eliminarlas? El laboratorio podría volver a hacerlo, pero no sería auténtico.
Porque el objetivo es restaurar el objeto, pero sin borrar el paso de los años. Una restricción específica de Yad Vashem explica la directora:
«En general, los laboratorios de restauración o los museos trabajan para devolver el objeto a su esplendor pasado. Aquí, queremos preservarlo, pero sin borrar el desgaste del tiempo que también muestra la huella del Holocausto. A nuestros ojos, esto es precisamente lo que constituye el interés del objeto».
El trabajo a realizar es, por tanto, el resultado de una reflexión preliminar, común entre el director del Departamento de Objetos de Yad Vashem, Michael Tal, que aporta su visión museográfica, y la directora de la Sección de Conservación, que acerca su mirada experta a las posibilidades de la restauración. Juntos, evaluarán el nivel de restauración adecuado.
Para Noga Schusterman, la historia del objeto condicionará en gran medida el trabajo a realizar. «Dependiendo de la ruta del artefacto, decidiré cómo trabajarlo: ¿Debe devolverse en buenas condiciones? ¿Es un artefacto que ya se usa ampliamente? ¿Se ha deteriorado antes, durante o después del Holocausto? Cada mancha o golpe es parte de su identidad». Para ello, Yad Vashem intenta obtener la mayor cantidad de información posible de los dueños para intentar comprender la historia de la familia, su origen, su lugar de residencia.
Sobre todo, no reescribir el pasado. El del artefacto y, por tanto, el de sus propietarios:
«Porque cada objeto es portador de una historia. Contiene el recuerdo de la familia. Y eso, debemos mantenerlo intacto».
No todos los elementos se pueden restaurar. «A veces podemos detener la degradación del tiempo, pero no podemos restaurar el objeto a su apariencia pasada. Y a veces ni siquiera podemos detener la degradación», dice Noga Schusterman, que da el ejemplo de un sefer Torá quemado en Alemania, conservado en una caja con cenizas:
«No podemos hacer nada, pero es su historia, también pasó por la violencia del Holocausto. Si decidimos exponerlo, será de esta forma, con todos sus defectos».
Artesanos apasionados
Una visión que comparte con otros restauradores. Todos aquellos que trabajan en el laboratorio han sido formados en el extranjero, ya que no existe una formación adecuada en Israel.
Después de estudiar en Italia, Noga Schusterman comenzó con la restauración de pinturas al óleo, luego se familiarizó con el enmarcado. A lo largo de los años, se especializó en dorados (pan de oro), trabajando con sinagogas, el Museo Nazionale dell’Ebraismo Italiano e della Shoah (Museo del Judaísmo Italiano) y el ANU – Museum of the Jewish People de Tel Aviv (Museo del Pueblo Judío, el anterior Beit Hatfutsot) antes de unirse a Yad Vashem.
Parte de su equipo es relativamente reciente. Sarita tiene 6 meses de antigüedad y su área de trabajo es la pintura al óleo. Presenta un cuadro que está limpiando: las áreas realizadas parecen iluminadas por un punto de luz. La joven compara su trabajo con el de un detective, «adivina los colores que faltan por los detalles circundantes».
Sarita se define a sí misma como una romántica. Este trabajo, la enamoró. Para ello, aprendió italiano antes de irse a formarse a Italia. «Es una pasión», agrega Noga Schusterman, «hay que amarlo con locura, requiere una gran inversión, pero es muy gratificante».
Parte II: El laboratorio de restauración: dar un futuro a los objetos del Holocausto.
(Traducción del original en francés: Esther Rute-Cediel).