Los objetos del Museo
En los recovecos de los pasillos de los almacenes de la División de Museos de Yad Vashem, se encuentran objetos inesperados. Como aquel antiguo lagar de madera, o una farola del gueto de Varsovia, de la que uno se pregunta cómo pudo haber sido traída desde Europa. Lo mismo ocurre con estos imponentes armarios: ¿cómo llegaron hasta aquí?
O también, aquel enorme tronco de árbol, que sirvió de escondite para un judío. El tronco fue donado a Yad Vashem en 2007 por Jakob Silberstein, el hombre que se refugió allí durante el Holocausto. Este judío polaco, deportado a Auschwitz, logró escapar durante una «marcha de la muerte». Escondido por un granjero checo, se deslizaba en el interior del tronco cada vez que una patrulla alemana llegaba para registrar el área, sin ser descubierto nunca. Inicialmente, a pedido del donante, Yad Vashem exhibió el tronco al aire libre, en el Jardín de los Justos de las Naciones. Sin embargo, al deteriorarse dicho árbol, se decidió almacenarlo en el interior para detener su deterioro. A Noga Schusterman le gusta imaginarlo como un objeto museográfico:
«La fuerza de este tronco es que, si se presentara al público como parte de las Colecciones de Yad Vashem, el visitante comprendería por sí mismo que su cavidad permitió albergar a un judío. No hay necesidad de buscar titulares cuando la verdad es tan conmovedora».
Un poco más adelante, se observa un viejo cochecito de madera, gracias al que ha huido una familia de Polonia. También podría ser objeto de una reparación futura, ya que faltan algunas piezas. Aquí nuevamente, la obra será visible, «el visitante podrá distinguir fácilmente qué es de época y qué se ha rehecho», especifica Noga Schusterman.
E insiste:
«No estamos restaurando un Rembrandt. El trabajo de restauración debe ser visible, el objeto no solo es interesante como obra de arte, sino, sobre todo, para ser testigo de la historia».
Algunos objetos serán seleccionados para ingresar al Museo de la Historia de del Holocausto, otros podrán ser parte de una exposición futura:
«Se habrán reparado, se habrá detenido su degradación y ahora se benefician de las mejores condiciones para ser preservados. De esta manera, estamos pavimentando la obra de la memoria para las próximas generaciones. Que hoy no es tema de una exposición, tal vez lo sea mañana. No podemos predecir lo que interesará a los conservadores o historiadores dentro de 10 o 20 años».
Un puente entre el pasado y el futuro
«También es la característica propia de la restauración: reparar objetos de ayer para el futuro», apunta la directora del laboratorio. Un enfoque totalmente en línea con el objetivo más global de Yad Vashem: recordando el pasado, forjaremos el futuro.
Como tal, la institución se ha embarcado en un proyecto imponente, la construcción de un nuevo complejo patrimonial, que albergará las colecciones de Yad Vashem con una planta para los documentos que incluyen áreas de conservación y restauración, una planta para la Colección de Objetos (unos 44.000) de todos los materiales combinados y una planta para las obras de arte (unas 12.000).
Así, el laboratorio de restauración de la División de Museos podrá contar con varios espacios de trabajo, uno para cada material, y también podrá gestionar internamente madera, metal y vidrio, actualmente al cuidado de proveedores de servicios externos, ya que cada uno requiere su propio laboratorio, por razones de ruido y suciedad.
Otro avance técnico previsto en el próximo complejo que debería abrir sus puertas en unos años: una sala «reservada para exámenes científicos que permitirá analizar la tinta, papel, pigmentos y colores utilizados», especifica Noga Schusterman, «todo esto podría aportar otros elementos sobre el objeto y concretar la investigación histórica».
Porque hay muchos puentes entre la restauración y la investigación. El trabajo realizado en un objeto permite aprender más sobre otro. La directora de la Sección de Conservación citó la colección de estrellas amarillas, que permitió a los investigadores realizar estudios para analizar las diferencias en las insignias según el país: su forma, el tejido utilizado, etc.
«El medio también da muchos detalles. Por ejemplo, la naturaleza del papel usado para dibujar incluye elementos de información sobre el destinatario. Esto permite varios niveles de lectura», señala Noga Schusterman.
Por lo tanto, todo ha de ser legible, rastreado y enumerado. Cada objeto tiene su hoja de identificación en la que se enumeran todos los elementos que Yad Vashem tiene disponibles. Incluso las reparaciones realizadas por el laboratorio son en sí mismas indicaciones: el producto y el método utilizados.
La industria está evolucionando y no hay forma de predecir el futuro, lo que Yad Vashem está realizando hoy puede que no cumpla con los estándares de conservación del mañana. Noga Schusterman explica:
«Los medios tecnológicos habrán evolucionado. Queremos dejar rastro de todo lo que hacemos para que los restauradores que nos sucedan puedan volver a nuestro trabajo y rehacerlo. En restauración, todo es reversible, nada debe alterar el objeto».
Parte I: El laboratorio de restauración: reparar objetos del Holocausto sin alterar el pasado.
(Del original en francés).