"Fui a los bosques solo, la Wehrmacht ya había cavado una fosa. Llevaron a los niños en un tractor. Los ucranianos estaban por los alrededores, temblando. Sacaron a los niños del tractor. Los pusieron en fila sobre la parte superior de la fosa, para que cayeran dentro. Los ucranianos no apuntaban a ninguna parte del cuerpo en particular. […] El llanto era indescriptible. […] Recuerdo a una niña pequeña de pelo rubio que me tomó de la mano. Más tarde también le dispararon."
Del testimonio de August Häffner, jefe del Sonderkommando 4a del Einsatzgruppe C.
A principios de agosto de 1941, unas siete semanas después del comienzo de la invasión alemana a la Unión Soviética, las autoridades militares alemanas de Byelaya Tserkov, una ciudad ucraniana situada a más de 300 km al este de Lvov, ordenaron un registro de los judíos locales. Entre el 8 y el 19 de ése mes una compañía de las Waffen SS –adjunta al Einsatzgruppe C- asesinó unos 800-900 de estos. Un grupo de niños pequeños se salvaron momentáneamente de la matanza y fueron encerrados sin comida ni agua en un edificio situado en las afueras de la localidad, cercano a un cuartel alemán. El 19 de agosto muchos de ellos fueron asesinados. Noventa –de unos meses hasta seis o siete años de edad- quedaron en el edificio, custodiados por algunos ucranianos. Soldados alemanes del cuartel cercano oyeron el llanto y los quejidos de los niños y se dirigieron a los capellanes de la unidad del hospital militar –Tewes y Wilczek- para que tomasen "medidas correctivas". Estos visitaron el lugar y se enfrentaron con un espectáculo horroroso: los niños estaba semidesnudos, cubiertos de moscas, yacían sobre sus propios excrementos y muchos ya estaban en estado comatoso. Tewes y Wilczek informaron de lo que vieron a los capellanes divisionales, y estos se comunicaron con el jefe del estado mayor de la división, Tte. Cnel. Helmuth Groscurth. Según un testimonio de Tewes de 1968, él y su colega trataron de salvar a los niños, pero no hay otros documentos que corroboran esto. De todos modos, este es uno de los pocos casos –quizás el único- en que capellanes militares alemanes asumieron una actitud relativamente compasiva hacia víctimas judías. Luego del informe que proporcionaron, no siguieron participando en los eventos posteriores.
Quien fue en gran medida la figura central en los dos días siguientes fue Groscurth, quien tomó la decisión de posponer la ejecución de los niños, a pesar de haber sido informado por el jefe de la unidad de las SS en el lugar que esas eran las órdenes. Incluso apostó soldados para impedir que los niños fuesen llevados del lugar. También se dirigió al oficial de estado mayor del Grupo de Ejércitos Sur, comunicándole lo sucedido. Este hizo llegar la información al Sexto Ejército, en cuya área de operaciones actuaba el Einsatzgruppe C. La noche del 20 de agosto el comandante en jefe del Sexto Ejército mariscal von Reichenau decidió que "la operación… debía completarse de forma adecuada."
Al día siguiente Groscurth fue convocado a una reunión destinada a poner fin al episodio, en la que participaron varios oficiales de las Waffen SS, del Einsatzgruppe C y del ejército. En esta se trató de qué forma y cuándo se ejecutaría a los niños y se decidió que los encargados de hacerlo serían los miembros de la milicia ucraniana. Durante la reunión un oficial del ejército comentó que "los capellanes deberían limitarse al bienestar espiritual de los soldados" y los acusó de tratar de "suscitar problemas". Los niños fueron asesinados en la tarde del 22 de agosto de 1941.
Las matanzas de judíos en Byelaya Tserkov durante varias semanas de agosto de 1941 fueron eventos sumamente públicos. La población local y muchos soldados y oficiales alemanes fueron testigos de ellas. Esto no difiere de lo que ocurría en muchas otras localidades por esa época. El caso de Byelaya Tserkov se destaca por el destino de los niños pequeños y porque estuvieron involucrados capellanes militares –caso único registrado-. Fueron soldados rasos (muchos de ellos "padres de familia", como se menciona en los documentos), los que llamaron la atención de los capellanes, para buscar guía y respuestas ante el horrible espectáculo que se abría ante sus ojos. Los capellanes castrenses demostraron una cierta compasión. Los divisionales, menos, y de sus informes resalta que les preocupaba más el hecho de que los sucesos ocurrían a la vista del público y de los soldados (lo que influiría sobre la moral de éstos últimos). Como se mencionó más arriba Groscurth asumió una actitud crítica, e incluso valiente al postergar en un día la ejecución. Aunque da la impresión que más le importaba afirmar su autoridad y la del ejército en el terreno, que las atrocidades a las que estaba siendo testigo. En el informe que redactó dirigido al comandante en jefe del Sexto Ejército mariscal Walther von Reichenau expresó por una parte críticas a las matanzas de esta forma: "[…] se tomaron medidas contra mujeres y niños que no difieren de las atrocidades llevadas a cabo por el enemigo". Pero en un párrafo más adelante centra su crítica en el hecho de que la ejecución "pudo haberse llevado a cabo sin escándalo… [y] se hubieran tomado medidas para mantener alejados a los soldados […]. Después de la ejecución de todos los judíos de la ciudad era necesario eliminar a los niños judíos, en particular a los bebés. Los bebés y los niños debieron ser eliminados de inmediato para evitar esta agonía inhumana." Hasta aquí llegaron los sentimientos de humanidad del Tte. Cnel. Groscurth. En esto y en el hecho que se decidió que los encargados de la matanza serían los miembros de la milicia ucraniana. Al fin y al cabo los asesinos de los Einsatzgruppen también eran seres humanos…