En los primeros meses de la posguerra apenas había niños menores de cinco años en los campos de desplazados; de entre los sobrevivientes sólo un 3% eran niños y adolescentes de 6 a 17 años. La mayoría de los sobrevivientes habían perdido a toda su familia y los sentimientos de pérdida y soledad estaban acompañados por el deseo de establecer familias propias. Aquello provocó una plétora de matrimonios después de la liberación. Hubo incluso bodas grupales en algunos de los campos y no era extraño que los recién casados provinieran de diferentes países. Entre 1946 y 1948 el índice de natalidad en los campos de desplazados era el más elevado del mundo. El cuidado médico de los recién nacidos y las jóvenes madres, proporcionado en colaboración con organizaciones de asistencia, era uno de los desafíos primordiales.