Huellas de vida: el mundo de los niños
Texto acompañante especial redactado por David Grossman
La ideología nazi no sólo había acusado a los judíos de todos los problemas que aquejaban al mundo sino que también condenó a cada judío al exterminio, incluso los niños, hasta el último. Esta es la expresión más extrema de genocidio. Cuando comenzó a ser planificada la nueva exposición permanente en Auschwitz-Birkenau, Yad Vashem se dirigió a la renombrada artista Mijal Rovner y le solicitó que crease una obra en el espacio dedicado al millón y medio de niños judíos asesinados en el Holocausto.
Rovner decidió no construir un monumento o una instalación conmemorativa, ni ocuparse directamente de aspectos del asesinato en masa. "En Auschwitz-Birkenau ya estamos en el territorio del asesinato", explicó. "Por ello quise crear una sala que reflejase a los niños".
Durante más de un año la artista investigó los dibujos y pinturas realizados por niños en la época del Holocausto. Con ese propósito Yad Vashem reunió para ella una colección especial de su archivo y de otras partes del mundo, en especial de la colección de artes visuales del Museo Judío de Praga.
"Cierto día –relataba la artista- mientras revisaba diarios y dibujos realizados por niños durante el Holocausto, me fijé en algunos de ellos que estaban enmarcados –unas reproducciones detrás de vidrios- y de pronto comprendí cuánta fuerza se puede esconder tras un pequeño detalle en los márgenes de la imagen. Decidí ser fiel a los detalles de los dibujos y sus dimensiones originales. No existe artista capaz de crear una obra mejor sobre el tema de los niños en la época del Holocausto, que los dibujos hechos por los niños mismos".
"Las familias, las casas, los amigos, los objetos, los paisajes y la libertad de los niños les fueron robados. La mayoría no dejaron nada detrás de ellos. Sólo unos pocos consiguieron documentar lo último que nadie podría quitarles: su propia perspectiva. Eso es lo que se expresa en sus dibujos. En una situación en la que no tenían libre albedrío, con una hoja de papel delante de ellos, tenían de todos modos cierta libertad de expresarse y dibujar la realidad tal como la entendían".
"Se puede percibir la sensación de urgencia en muchos de los dibujos. Se refleja de ellos la vida que tuvieron que dejar detrás y la nueva realidad a la que tuvieron que enfrentarse. Esos dibujos son el legado que nos han dejado".
Para orientarse en la enorme cantidad de dibujos y conocer sus distintos componentes la artista los dividió por temas. Después combinó partes diferentes y pequeños detalles de los dibujos y creó una composición, sin relatar directamente una historia.
Fiel a su intención de no modificar los dibujos o crear una versión propia de estos, decidió copiar en lápiz los detalles que eligió, tal como son, sobre las paredes del espacio dedicado a los niños. "Los niños suelen dibujar sobre cualquier cosa que está al alcance de sus manos, incluso sobre paredes", explicó. Con lápiz y papel, uno por uno y detalle tras detalle, copió cada trazo en su tamaño original. Los dibujos que envuelven el espacio son cautivantes y llenos de fuerza. Juntos son una expresión de los niños durante el Holocausto.
Como trasfondo a la exhibición resuenan grabaciones originales de las voces de niños judíos de la época de la guerra y después de esta, que cantan, hablan y juegan. Las voces aparecen y desaparecen. Completa este esfuerzo de representar el mundo de los niños, destruido por el Holocausto, un texto del renombrado autor David Grossman preparado especialmente para la exposición.
"El visitante entra a un cuarto vacío, en el cual nada se exhibe, excepto las huellas de vida y las voces de los niños", resume la artista.
La delicadeza y fragilidad de los dibujos contrastan sobre el trasfondo de la realidad cruel del campo que se refleja a través de las ventanas descubiertas. Los dibujos y las voces – esas huellas de vida- son como almas que flotan. Son un testimonio poderoso que surge de unos trazos de lápiz grises.