Destinada a los alumnos del nivel superior
Introducción para el docente
La actividad educativa que se presenta examina los primeros días de los sobrevivientes del Holocausto después de su liberación, y el comienzo de su nueva vida. Aunque la mayoría de los sobrevivientes logró reconstruir su vida después de la guerra, para una parte de ellos el trauma del Holocausto fue más fuerte que su capacidad para emprender una vida nueva. Las sensaciones de pérdida, de desesperación y de vacío no dejaron lugar para nada más.
El examen de los distintos aspectos de la liberación nos enseña cuan profundo era el abismo que separaba al Holocausto de la renovación de la vida, al dolor de la liberación de la vuelta a la vida. La mayoría de los sobrevivientes eran los únicos que quedaron con vida de sus familias, y a veces hasta los únicos de sus comunidades. Con la liberación se enfrentaban los sobrevivientes con la enormidad y la fuerza de la tragedia sufrida. Estaban solos en el mundo, y obligados a reconstruir sus vidas.
En esta actividad queremos seguir los pasos de ese viaje extraordinario que hicieron los sobrevivientes del Holocausto, desde el instante en que recibieron la noticia de que la guerra había concluido y por lo tanto ellos estaban libres, a través de los primeros pasos que dieron esperanzados de reencontrar a sus familias y sus casas, hasta el reconocimiento de que el mundo que habían conocido ya no existía más, y que debían encontrar un nuevo significado para sus vidas.
En la actividad profundizaremos en las diversas preguntas y significados que surgirán a través de los testimonios. Como conclusión de la actividad le presentaremos a los alumnos una pregunta acerca del sentido de la vuelta a la vida de los sobrevivientes del Holocausto: la actividad nos mostró como el fin de la Segunda Guerra Mundial fue sólo el comienzo para otra guerra distinta, la guerra por la vida; ¿de que modo contribuyó vuestro contacto con las experiencias y las sensaciones de los sobrevivientes de la comunidad judía europea, a la comprensión de sus pasos desde el momento de la liberación?
Acotación metódica
La actividad sigue de cerca a las cuatro etapas importantes que atravesaron la mayoría de los sobrevivientes del Holocausto a partir del fin de la guerra:
- Los primeros días después de la liberación – encuentro de sobrevivientes con los soldados liberadores.
- “Uno de la ciudad, dos de la familia” – la soledad y la búsqueda de un nuevo sentido para la vida
- “Vivir una vida normal” – Campos de desplazados.
- “ No hay a quién más esperar, no hay adonde regresar” – la nueva casa del otro lado del mar
En cada estación, testimonios relacionados con el tema específico, concentrándonos en las voces de los sobrevivientes. Recomendamos pasar por cada una de las cuatro estaciones para permitir a los alumnos acompañar a los sobrevivientes y comprender sus sentimientos durante el paso desde el mundo que dejaban detrás de ellos, hacia el que se que se construyeron a sí mismos después de la liberación. Queda en manos del docente la elección de hacer uso de todos los testimonios, o solamente de parte de ellos, de acuerdo con el nivel cognitivo y de sensibilidad de sus alumnos.
Encuentro de sobrevivientes con soldados liberadores
Al terminar la segunda guerra mundial y el Holocausto, en los años 1944-1945, los soldados soviéticos, ingleses y americanos (los Aliados), liberaron a los sobrevivientes de los campos de trabajo, de los campos de concentración y de los campos de exterminio. Entre éstos había decenas de miles de judíos.
En las primeras semanas que siguieron a la liberación los sobrevivientes sufrieron de subalimentación grave y de enfermedades, y su estado de ánimo era depresivo.
Preguntas de apertura
- ¿Cuál es el origen de la disparidad entre la alegría por la liberación y el dolor terrible que trajo consigo dicha liberación?. ¿Era posible, en tu opinión, salvar la distancia entre estas situaciones tan dispares?
- Trata de pensar: ¿Por qué nosotros tendemos a buscar justamente las respuestas positivas y llenas de impulso de vida en los sobrevivientes del Holocausto? ¿Cuál es la influencia de las respuestas como dolor, vacío y desesperación que experimentaron los sobrevivientes del Holocausto luego de la liberación, sobre nuestras propias vidas?
Acerca de los primeros instantes tras la liberación nos cuenta Bela Braver, que estuvo prisionera en Auschwitz-Birkenau y fue liberada en Checoslovaquia.
“El guardián del campo que vino a abrir el portón dijo: Están ustedes libres, y pueden salir. Desaparecieron todos los guardias con los perros que siempre estaban parados en la esquina – todo desapareció como si nunca hubiera existido. ¡Ese era uno de los milagros! Entraron los rusos – y nosotros estábamos en un estado tal que nadie se movió, nadie salió. No reímos, no nos alegramos, permanecimos indiferentes – y vinieron los rusos. Vino un general, era judío. Nos dijo que era muy feliz porque era el primer campo en el cual encontraba personas aún con vida. Comenzó a llorar, y nosotros no. El lloraba y nosotros no”.
(Judith Kleiman y Nina Springuer – Aharoni, Keev Hashijrur [El dolor de la liberación], Yad Vashem, Jerusalén 195, página 15.)
Bela Braver describe la conmoción que invadió a los soldados liberadores y la indiferencia y la frialdad que sentían los prisioneros. También Primo Levi, que estuvo prisionero en Buna-Monowitz (Auschwitz III), habla acerca de los primeros instantes de la liberación. En su relato se destaca la distancia que separa a los liberadores de los prisioneros – distancia que se abrió durante los años del Holocausto y que era imposible cerrar aún después de transcurridos años de libertad. Así escribía:
“Eran cuatro jóvenes soldados montados a caballo, tensos, que avanzaban por el camino que bordeaba el campo, armados con ametralladoras. Cuando llegaron a los cercos se detuvieron a mirar y cruzaron entre ellos palabras cortas y avergonzadas. Dirigieron miradas llenas de extraño desconcierto hacia los cadáveres esparcidos, hacia las barracas a punto de desplomarse, y hacia nosotros, los pocos que quedábamos con vida. Para nosotros ellos parecían figuras de una realidad mágica, así como colgados sobre sus tremendos caballos, entre el gris de la nieve sobre la tierra y el gris de los cielos en lo alto, sin desplazarse y sin moverse, frente a las ráfagas de viento que amenazaban con el deshielo”.
Primo Levi, Hahafugá, [La pausa], Sifriat Poalim, Tel Aviv 1978, página 9.
- ¿Qué es lo que a su juicio lleva a la combinación de palabras “extraño desconcierto”?
- Preste atención al hecho que Primo Levi señala dos cuerpos humanos: los cadáveres de los prisioneros del campo y los soldados liberadores, ambos tienen cuerpo. ¿Qué significado tiene el hecho que así mismo, y a los otros prisioneros, se refiera tan sólo con las palabras “los pocos que quedábamos con vida”?
Resulta interesante analizar de que modo percibieron los instantes de la liberación los mismos liberadores. La liberación quedó profundamente grabada en la memoria de los soldados aliados. Muchos de ellos describieron la conmoción que acompañó los momentos de la liberación.El Coronel Lewis era un soldado del Ejército de los Estados Unidos que participó de la liberación de los campos. Relata:
“Escuchamos diversos rumores e historias [sobre los campos], pero eran tan terribles, que es muy difícil describirlos por medio de palabras. No lo podíamos creer. Cuando supe lo que ocurría en esos campos sentí una profunda culpa. Estábamos acostumbrados a medir el número de asesinados en miles, pero ahora hablábamos en términos de seis millones [...] de asesinados [judíos]. Por supuesto que estaba estupefacto”.
Chamberlin Brewster and Feldman Marcia, The Liberation of the Nazi Concentration Camps 1945: Eyewitness Accounts of the Liberators [La liberación de los campos de concentración nazis – Informes testimoniales de los liberadores], United States Holocaust Memorial Council, Washington D.C., 1987, páginas. 75-76.
Al impacto que describe el coronel Lewis se asocia también el Padre Edward F.Dwale, que fue sacerdote en el Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y participó de la liberación del campo de Nordhausen. Relata así:
“Estuve allí. Estuve presente. Vi las imágenes. Nunca voy a poder olvidar. Escucharon la historia ya muchas veces en el pasado. En la noche del 11 de abril de 1945, la brigada en la cual yo servía como sacerdote católico capturó la ciudad de Nordhausen. En la mañana siguiente, al amanecer, encontramos el campo de concentración. De inmediato se impartió la orden al equipo médico para que se presentara en el campamento. Aquella mañana en Nordhausen supe porqué estaba yo allí. Descubrí el contenido de mi presencia allí – la falta de humanidad del hombre para con su prójimo. ¿Qué pasó con el hermoso precepto que establecía « amarás a tu prójimo como a tí mismo?"
Chamberlin Brewster and Feldman Marcia, The Liberation of the Nazi Concentration Camps 1945: Eyewitness Accounts of the Liberators [La liberación de los campos de concentración nazis – Informes testimoniales de los liberadores], United States Holocaust Memorial Council, Washington D.C., 1987, página 103.
*Las palabras del Padre Edward expresan la importancia moral del precepto “Y amarás a tu prójimo como a ti mismo”, importancia que no es inferior al significado moral supremo de los diez mandamientos.
Para una parte de los prisioneros en los campos la liberación llegó demasiado tarde. Muchos prisioneros murieron en las primeras semanas posteriores a la liberación, y los prisioneros sobrevivientes ya no se veían a sí mismos con una imagen humana. Primo Levi describe los últimos meses que precedieron a la liberación del campo, en los cuales tampoco hubo alivio alguno para los prisioneros. Relata una ejecución pública, llevada a cabo en presencia de los prisioneros:
“El hombre que morirá hoy ante nuestros ojos participó en la rebelión [rebelión de los Sonderkommando [grupo de prisioneros encargados de los crematorios] en Auschwitz-Birkenau en octubre de 1944] de algún modo [...] los alemanes no entendían que su muerte, la muerte del hombre condenado, no sólo que no se consideraría como la muerte de un impío, sino que sería la muerte de un héroe.
[...] Todos escucharon la voz del condenado [...] ¡amigos, yo seré el último!
Ojalá pudiera contarles que salió de entre nosotros, rebaño humillado, aunque fuera una sola voz, tan sólo un murmullo de simpatía y acuerdo. Pero nada de ello sucedió. Estábamos de pie en silencio, encorvados, grises, las cabezas gachas. [...]
Al pie de la columna de la horca, los soldados de las SS nos miraban con indiferencia: su tarea estaba cumplida. Bien cumplida. Ahora pueden venir los rusos: no hay más hombres de coraje entre nosotros; el último de ellos cuelga sobre nuestras cabezas. [...]Ahora pueden venir los rusos: no encontrarán a nadie más que a nosotros – fragmentos humanos sumisos, merecedores de la muerte vergonzosa que nos espera.
Es difícil perder la imagen humana, casi tan difícil como crearla: la tarea no fue fácil y requirió mucho tiempo, pero ustedes, los alemanes,lo lograron. [...]
Volvimos a la barraca. No podíamos mirarnos el uno al otro a la cara. Ese hombre, el que había sido colgado, era valiente [...] Nosotros estábamos quebrados y derrotados: aunque hubiéramos aprendido a adaptarnos, a encontrar comida, a no derrumbarnos aunque ya no tuviéramos más fuerzas, a no congelarnos de frío. Aún aunque volviéramos a casa”.
Primo Levi, ¿Hazóhu Adam? [¿Es esto un hombre?], Am Oved, Tel Aviv 1989, páginas 161-162.
Paralelamente a la falta de contenido y la falta de significado de la vida después del Holocausto, según las palabras de Primo Levi, muchos otros sobrevivientes dan el testimonio de una fuerte voluntad que los impulsaba a encontrar un nuevo sentido a sus vidas. Sobre estos intentos leeremos algo en el capítulo siguiente.
Testimonios:
- Del testimonio de Bela Braver sobre la liberación del campo
Diarios y memorias:
- De las memorias de Tsila Liberman sobre el periodo posterior a la liberación
- De las memorias de Masha Grinbaum – Luego de la liberación – Uno de cada ciudad y dos de cada familia
“Uno de la ciudad, dos de la familia”
A los sobrevivientes de los judíos de Europa, la lucha tenaz por la vida cotidiana, y los esfuerzos para permanecer con vida, casi no les dejaron lugar para los pensamientos acerca del destino de la familia, y de la vida antes de la guerra. La liberación trajo consigo respuestas complejas: a la alegría que sentían los sobrevivientes por la terminación de la guerra y por el fin del régimen de terror nazi, se unía el doloroso sentimiento de la pérdida, y a veces hasta el sentimiento de culpa porque ellos habían sobrevivido y sus familias quizás habían sido asesinadas. Liberados de la tiranía de los nazis y libres para volver a sus casas, descubrieron muchos de ellos que sus familias habían sido asesinadas, y que ya no tenían casa a la cual pudieran volver. Los intentos de los sobrevivientes de volver a los lugares donde habían vivido antes de la guerra no siempre terminaban bien. El trato de los habitantes del lugar, en especial en Europa oriental, hacia los refugiados, era frecuentemente antisemita, y se los veían como visitas indeseables. También en Europa occidental – allí podían los sobrevivientes, por lo general, encontrar sus casas aún en pie – frecuentemente se veían decepcionados por el trato recibido por sus vecinos, y por los organismos burocráticos que se ocupaban de sus asuntos. Los sobrevivientes del Holocausto que volvieron de la guerra carentes de todo, debian enumerar “todo lo que no está, lo que no hay” todas las cuerdas del alma. Al final, debían buscar su camino en la vida con sus propias fuerzas.
La búsqueda de un camino nuevo estaba acompañada por un terrible sentimiento de soledad. Al respecto nos relata Itzjak (Antek) Zukerman, quién fuera uno de los comandantes de la rebelión del gueto de Varsovia:
“Me parece, que nunca jamás hubo un duelo tan grande que el de este día de fiesta... Este día [...] fue el día más triste de mi vida. Quería llorar, no de alegría sino de pena y aflicción. [...] Los tanquistas que se besaban, las flores que volaban hacia ellos, el festejo de las multitudes, la sensación de libertad y de redención, y nosotros [...] parados entre la multitud solos, abandonados, huérfanos, últimos, sabiendo muy bien que ya no hay más pueblo judío. ¿Qué festejo podía haber?”
Itzjak (Antek) Zukerman, Ietziat Polin [La salida de Polonia], Hakibutz Hameujad, Beit Lojamei Haguetaot, Tel Aviv 1988, página 15.
También Eva B., que estuvo prisionera en Auschwitz-Birkenau, relata la soledad y las dudas en relación con su reencuentro con la familia:
“Durante todo el tiempo que duró la guerra rezábamos por la liberación, y de pronto llegó. ¡Estás libre! Pero después que logré digerir el asunto de la libertad comprendí que todo el tiempo estaba esperanzada de ver a mi padre, y hasta me atrevía a tener la esperanza de que tal vez, a pesar de todo, pudiera ver también a mi madre. Sabía en el fondo de mi corazón que eso era prácticamente imposible, irreal, pero a mi padre estaba segura de que todavía lograría llegar a verlo. Pero en mi corazón comenzaron a anidar las dudas, y empecé a comprender que quizás nada de eso se haría realidad.
[...] Resultó que la libertad es un tema relativo en gran medida. Sobre mí pesaba la preocupación por el futuro. Nosotros debemos construir nuestro futuro, pero, ¿cómo se construye un futuro?”
Iehudit Kleiman y Nina Springuer-Aharoni, Keev Hashijrur [El dolor de la liberación], Yad Vashem, Jerusalén 1995, página 37.
- Antek Zukerman dice: “Estamos parados entre la multitud solos, abandonados, huérfanos, últimos, y sabemos muy bien que ya no hay más pueblo judío”. Eva dice: “Sobre mí pesaba la preocupación por el futuro. Nosotros debemos construir nuestro futuro”. De las palabras de Eva se desprende que ella sabe que deberá preocuparse por sí misma, porque ciertamente no ha quedado nadie que pudiera hacerlo por ella. Pero ella también se ve a sí misma como parte de una entidad más grande. Intenta pensar: ¿ Había un significado único para el término “juntos” que encontraron los sobrevivientes del Holocausto después de la guerra? ¿De qué modo adquiere expresión dicho significado?
A la sensación de soledad se agregaban a menudo el dolor, la culpa y la vergüenza, como lo relata Primo Levi:
“Y así, también para nosotros tañó la campana de la liberación seria y cerrada, y llenó nuestras almas de alegría y de dolorosa vergüenza, a un mismo tiempo. Por eso queríamos borrar de nuestra conciencia y de nuestra memoria todo lo horrendo y repulsivo que allí hubo: y era ése también el tañido de la campana de los sufrimientos, porque sentíamos la liberación como una suerte de ilusión, porque ciertamente nada, nada podrá ser nunca tan bueno ni puro como para borrar el pasado.“
Primo Levi, Hahafugá, [La pausa], Sifriat Poalim, Tel Aviv 1978, página 10.
Ruth Bondi, nacida en Praga y sobreviviente de Auschwitz, y la poetisa polaca Wislewa Szimborska presentan una mirada diferente del sentimiento de culpa:
“¿Cómo se sobrevive? En las investigaciones, en los relatos, en la poesía, vuelve el motivo del sentimiento de culpa que pesa sobre los sobrevivientes del Holocausto durante todos los días de su vida, por haber sobrevivido después de que todo su mundo se destruyó. Por más que intento bucear en las negras profundidades de la experiencia del Holocausto, no encuentro en ellas el sentimiento de culpa por haber quedado con vida. Asombro, alegría por cada día adicional, el deseo de no desperdiciar el tiempo restante, el dolor por la pérdida, la deuda con aquellos que no tuvieron la suerte – pero no culpa”.
Ruth Bondi, Shvarim Shlemim [Fragmentos Enteros], Gvanim, Tel Aviv 1997, página 44.
Cualquier suceso/ Wislewa Szimborska
Traducción al hebreo: Rafi Weigert
[...]
Sobreviviste, porque estabas primero
Sobreviviste, porque estabas último
Porque solo, porque gente.
Porque a la izquierda, porque a la derecha.
Porque llovía. Porque cayeron las sombras.
Porque estaba soleado.
Suerte que allí había un bosque.
Suerte que no había árboles.
Suerte que los rieles, que la bisagra, que la viga, que el freno.
El marco, la vuelta, el milímetro, el segundo.
Suerte que la navaja flota sobre el agua.
Porque, debido a que, y a pesar de ello, aunque.
Que hubiera pasado si la mano, el pie,
Con un paso, como un cabello.
Por coincidencia de los hechos.
[...]
Wislewa Szimborska, Beshévaj Hajalomot [Exaltación de los sueños], Keshev Lashirá, Israel 2004, página 73. Del polaco al hebreo por Rafi Weigert.
- La vergüenza por lo que se había hecho para sobrevivir, y por haber sido los únicos que sobrevivieron de una multitud, vuelve en los testimonios de los sobrevivientes del Holocausto. La poetisa polaca Wislewa Szimborska describe en esta poesía la arbitrariedad de la supervivencia. Analicen los diferentes enfoquen que presentan las tres fuentes previamente mencionadas.
Se ve que el dolor, la culpa y la vergüenza continúan siendo parte de la vida de los sobrevivientes del Holocausto. ¿En que medida los sobrevivientes que encontraron un nuevo sentido para sus vidas y formaron familias, fueron capaces de dejar atrás el mundo de los muertos? A este respecto relata Miriam Steiner, que estuvo prisionera en Auschwitz y en Ravensbruck:
“Fue entonces cuando empezamos a comprender la gran pérdida.. Comenzamos a entender que seguramente ni la abuela ni el abuelo, ni la gran mayoría de la familia, volvieron, solamente ese primo, y también su padre volvieron después. Dijeron que nosotros no podíamos esperarlo, pero la verdad es que nosotros esperábamos todo el tiempo a papá. Y yo sólo quiero contar, que más de una vez yo miro como buscando... no a papá – es a mi hermano al que hasta ahora busco todo el tiempo, y ya sé que no es realista en modo alguno, y no es exactamente que busco, yo exploro con los ojos...”.
Iehudit Kleiman y Nina Springuer-Aharoni, Keev Hashijrur [El dolor de la liberación], Yad Vashem, Jerusalén 1995, página 38.
- Con frecuencia tendemos a ocuparnos de la rehabilitación de los sobrevivientes sin emitir opinión acerca del largo y casi imposible camino que atravesaron los sobrevivientes del Holocausto hasta que lograron volver, y ser. ¿Será que el término “rehabilitación” cobra a vuestro entender un significado diferente a partir de las palabras de Miriam?
“Vivir vidas normales”
A fines del año 1945 muchos sobrevivieron los campos de trabajo, los campos de concentración, los campos de exterminio , las marchas de la muerte y no quisieron, o no pudieron, volver a sus casas. Por eso es que muchos de los sobrevivientes llegaron por diversos caminos a los campos de desplazados en el centro de Europa (Alemania, Austria e Italia) que dirigían los Aliados. La vida en estos campos estaba marcada por muchas dificultades. Detrás de las alambradas vivían sobrevivientes hambrientos, vestidos con harapos, sufriendo de una incertidumbre desesperante referente a su futuro. La sensación de alejamiento y falta de pertenencia llevaba a veces a la indiferencia y a la inacción. A pesar de esto, muchas personas contrajeron matrimonio en estos campos, y tuvieron hijos. Los sobrevivientes organizaron en los campos instituciones educativas, publicaron más de setenta periódicos, promovieron la creación de proyectos de perpetuación, y hasta fundaron teatros y orquestas.
El escritor Aarón Apelfeld, sobreviviente del Holocausto que emigró a Israel después de la guerra, relata:
“Durante años estuvimos en la más estrecha compañía con la muerte, y sin embargo, puede decirse que muy poco fue el pensamiento que se le dedicó. Después de la guerra, cuando la muerte se fue alejando, se fueron apagando las luces de la esperanza. Fue justamente entonces cuando la melancolía y la tristeza amenazaba atrapar a las personas... recuerdo personas, a las que la tristeza los arrastró en un murmullo hacia un letargo del que no despertaron más”.
Aarón Apelfeld, Masot BeGuf Rishon, [Escritos en primera persona], HaSifria HaZionit, Jerusalén 1979, página 42-43.
En oposición al “letargo” que nos describe Apelfeld, Eliezer Adler, que vivió tres años en un campo de desplazados nos relata acerca una vitalidad fuera de lo común por parte de los sobrevivientes:
“...este tema de la rehabilitación de los sobrevivientes, la voluntad de vivir de los judíos – es increíble. La gente suplicaba. Tomaban una barraca y la dividían en diez cuartos pequeños, para diez parejas. El impulso de vida se imponía a todo, no obstante, y a pesar de todo, yo vivo, y diría que hasta una vida intensa.
Cuando pienso hoy acerca de los tres años en Alemania – me asombro. Tomamos a los niños e hicimos de ellos personas, publicamos un periódico, insuflamos vida en esos huesos. ¿Los grandes cálculos con respecto al Holocausto? Quién tenia lugar en su cabeza para eso... Conocías la realidad, sabías que no tenías familia, que estabas solo, que tu deber es hacer. Estabas ocupado haciendo. Recuerdo que les decía a los jóvenes: El olvido es un deber muy importante. El hombre puede olvidar, dado que si no fuera capaz de olvidar, no podría construir una vida nueva. Después de una destrucción como ésta – ¿construir una vida nueva, casarse, traer al mundo niños? En el olvido está la posibilidad de construir una vida nueva... de algún modo, el impulso vital fue tan fuerte que nos mantuvo con vida”.
Archivo de Yad Vashem, O. 3/5426.
En el fragmento que sigue Aarón Apelfeld nos presenta un instinto de existencia totalmente diferente a esa tristeza que arrastraba a los sobrevivientes a un “letargo” del que no había más salida. Nos cuenta acerca de los grupos de actores que se formaron en los campamentos de desplazados:
“Inmediatamente después del fin de la guerra comenzaron a brotar las primeras compañías de entretenimiento: una mezcla de viejos y jóvenes, y entre ellos ex actores, cantantes jóvenes que se hicieron adultos en los búnkers, y una variedad de hombres delgados que encontraron un alivio en esta distracción. Estas compañías surgieron en forma espontánea, y fueron pasando de un campo a otro. Cantaban, declamaban, contaban chistes. [...] Qué es lo que traían estas compañías. Es difícil, por supuesto, generalizar. Fundamentalmente, era la secreta voluntad del instinto vital de devolvernos a la vida”.
Aarón Apelfeld, Masot BeGuf Rishon, [Escritos en primera persona], HaSifria Hazionit, Jerusalén 1979, página 44-45.
- La rehabilitación ¿dependía solamente del “instinto vital”, o se veía influido también por la elección conciente por la vida? Para sus respuestas, básense en los tres fragmentos anteriores.
Abba Kovner fue uno de los líderes del movimiento clandestino del gueto de Vilna. También él describe el proceso de la vuelta a la vida de los sobrevivientes de la comunidad judía de Europa:
“El mismo público, las mismas personas [sobrevivientes del Holocausto], podrían sumergirse en la resignación del estado de impotencia e intentar la reconstrucción de las ruinas en el lugar donde habían estado. No hubiese sido sorprendente para mí, si ese mismo público se hubiera convertido en un grupo de asaltantes, ladrones y asesinos, y quizás hubieran sido entonces tanto lo más humano como lo más justo que podría pasar en el mundo. Ellos llegaron hambrientos, hechos jirones, destruidos, derrotados, y lo primero para ellos era la búsqueda de las cosas esenciales – de pan, de un cuarto, de un empleo, y de alguna manera todo ello podía haberse hundido en la miseria de la vida supuestamente recompuesta”.
Abba Kovner, MiSheló VeAlav [De él y sobre él], Moreshet Sifriat Poalim, Tel Aviv 1988, páginas 40-41
- En la visión de Abba Kovner, la vuelta a la vida de los sobrevivientes no es algo que pueda darse por sobrentendido. Ahora trata de responder nuevamente a las preguntas previas. ¿Sigue siendo tu respuesta la misma? ¿Acaso cambió? ¿Por qué?
“Ya no hay más a quién esperar, no hay a donde volver”
Los sobrevivientes del Holocausto en los campos de desplazados de Europa concentraban sus esfuerzos en los intentos de emigración para reconstruir sus vidas en otros países, fuera de Europa. Dos tercios de los sobrevivientes emigraron a lo que con el tiempo sería el Estado de Israel. Otros emigraron hacia los Estados Unidos y hacia otros países de Occidente.
La enorme voluntad de los sobrevivientes de reconstruir sus vidas se sobrepuso también a las dificultades propias de la emigración. Rajel Ben Jaím emigró hacia Israel en enero de 1946. Nos cuenta:
“Atravesamos las fronteras mediante múltiples estratagemas, por lo menos cuatro o cinco fronteras. Dos veces recibimos papeles falsos. [...] una frontera la atravesamos a pie. Yo cargaba al niño de alguien. Otra frontera en un tren de carga. Nos subieron a uno o dos vagones y los cerraron. El tren de carga vacío atravesó la frontera para traer mercancías, y nosotros estábamos dentro de los vagones. [...] Éramos más de novecientos inmigrantes. Realmente nos arrojaron dentro del barco [...] el barco ancló frente a las playas de Israel y los ingleses nos descubrieron. [...] Nos rodearon barcos de guerra, y entonces sucedió algo que no puedo olvidar a pesar de que ya pasaron cuarenta y siete años. Anclamos e izamos la bandera de Israel en el mástil, bien, bien alto. Creo que anclamos en mar abierto. Teníamos la sensación de que todo el pueblo de Israel estaba de pie en los muelles de Haifa, porque el muelle estaba lleno [...] un hecho así no puede olvidarse, y fue ese hecho el que nos ayudo a superar muchas, muchas dificultades”.
Archivo de Yad Vashem, 03/6921
- Rajel casi no describe sus sensaciones durante el largo viaje hacia Israel. Dice solamente:“entonces sucedió algo que no puedo olvidar a pesar de que ya pasaron cuarenta y siete años”. ¿A que se refiere, en tu opinión?
Shlomo Cohen nació en Grecia en 1920. Fue deportado a Auschwitz-Birkenau, y el ejército inglés lo liberó en el campo de concentración de Bergen-Belsen . Emigró a Israel en 1946. Shlomo nos cuenta:
“...nos dijeron que podíamos inscribirnos – o para volver a Grecia, o para viajar a Israel o a los Estados Unidos. Yo me inscribí para dos lugares: a Grecia o a Israel, pero estaba interesado en volver a Grecia y esperar allí unos meses para ver si alguien de mi familia todavía vivía...”
Iehudit Kleiman y Nina Springuer-Aharoni, Keev Hashijrur [El dolor de la liberación], Yad Vashem, Jerusalén 1995, página 43.
Shalom (Kaplan [apellido original]) Eilati nació en 1933 en Kovno, Lituania. Durante la guerra fue encerrado en el gueto y consiguió escapar y ocultarse. Shalom emigró hacia Israel en 1946. Explica sus razones para dicha emigración:
“Y a pesar de eso, ¿porque justamente Israel? [...] En mi entorno cercano esta pregunta nunca surgió – quedaba sobrentendido que iríamos hacia Israel. El sonido de las ruedas, era inequívoco y decidido - Ya no hay más a quién esperar, no hay a donde volver”.
Shalom Eilati, Lajtzot et HaNahar [Cruzar el río], Yad Vashem, Jerusalén 1999, página 297.
- Shlomo dice: “Me inscribí para dos lugares: para Grecia y para Israel”, y Shalom dice: “Quedaba sobrentendido que nos dirigíamos hacia la tierra de Israel”. En ambos testimonios, los sobrevivientes dicen con toda claridad que ya no hay más lugar para la vida que en la patria conocida. Intenta pensar: ¿Qué es lo que los sobrevivientes dejan tras de sí? ¿Cuál es el significado del abandono del mundo perdido, a cambio de un intento de vivir en un mundo nuevo? ¿Qué es lo que este cambio implica?
Como ya dijimos, un tercio de los sobrevivientes decidió emigrar a otros países y no a Israel. Emigraron a Estados Unidos, a Canadá, y a otros países occidentales.
Dorothy Finguer nació en Polonia en 1929. Los rusos la liberaron, permaneció en un campo de desplazados en Alemania, y finalmente emigró a los Estados Unidos. Nos relata acerca de su elección:
“Estuve en un campo de desplazados en Alemania, y soñaba con ser libre en los Estados Unidos o en Israel. De una vez por todas decidí hacer algo por mi futuro. Le escribí una carta a mi tío que vivía en Wilmington (Estados Unidos), y le pedí que me ayudara. Así lo hizo. Me envió un affidávit [garantía para la inmigración]. [...] Esperé mucho tiempo el día en que pudiera llegar a la tierra de la libertad, donde no tiene importancia ni tu raza ni tu religión, donde todos son libres y felices, y donde recibí mi pasaporte el 17 de noviembre de 1947...”
Archivo de Yad Vashem, O.69/203
Riva Binder nos relata también ella su vagabundeo después del fin de la guerra:
“...Luego de haber estado en Roma dos años y medio, logramos sacarnos de encima la imagen de desplazados. Intentamos emigrar hacia Israel, la tierra de nuestros sueños, desde siempre y para siempre, pero los ingleses controlaban allí y no nos permitían entrar. Cuando unos conocidos de mi marido en Sudáfrica nos enviaron papeles de inmigración, presentamos nuestra solicitud, y finalmente, a fines del año 1948 nos permitieron la entrada. Y así fue como llegamos a Johannesburgo”.
Archivo de Yad Vashem, 0.69/58
- Riva Binder dice: “Logramos sacarnos de encima la imagen de desplazados”. ¿En tu opinión, a qué se refería? ¿Cuáles crees que eran sus motivos?
Testimonios:
- Parte del testimonio de Sara Lush (Ariovich) sobre la emigración a Israel luego de la liberación de Bergen Belsen
- Del testimonio de Menajem y Ami Lush sobre la emigración a Israel y sobre la absorción
- Del testimonio de Libi Stern sobre la emigración a los Estados Unidos
Diarios y memorias:
- De las memorias de Frederick Reims acerca de la emigración a Estados Unidos después de la guerra
Volver y vivir
Para muchos de los sobrevivientes, los días de la liberación estuvieron acompañados por una sensación donde se entremezclaban la alegría, la esperanza, la soledad y el dolor. Ese era el comienzo de un esfuerzo casi sobrehumano para reunir los fragmentos de la vida y comenzar de nuevo. En esas circunstancias, los sobrevivientes debían construirse a sí mismos una base para la existencia en el nuevo Estado de Israel formando nuevas familias y construyendo el país y la sociedad israelíes. Halina Birenbaum describe en una poesía esta vida suya que comenzaba desde el fin:
“Mi vida comenzó desde el fin,
primero conocí la muerte, el terror
y sólo después – el nacimiento.
Crecí en la destrucción, en el reino del odio
Y solo después, vi la construcción.
[...]
Mi vida comenzó desde el fin, y sólo después
Volví al comienzo. Regresé al renacimiento.
No era simple, no fue simple
Porque el bien – no es menos fuerte que el mal!
Y también en mí reside la fuerza de no rendirse.
¡Yo soy un Hecho!...”
Halina Birenbaum, Nigun Pnimi [Melodía Interior], Traklin, Tel Aviv 1985, página 9
- ¿Qué influencia tiene el hecho de que la vida de Halina comenzó desde el final, y tan sólo después volvió al principio? ¿A que conclusiones llegó Halina como consecuencia de su experiencia de vida?
Preguntas para el resumen de la actividad
- Durante esta actividad te has encontrado con una variedad de testimonios que relatan las experiencias personales de los sobrevivientes del Holocausto. ¿Acaso existe, desde tu punto de vista, una diferencia entre los testimonios y las otras fuentes históricas (por ejemplo documentos alemanes originales, fotografías de la época del Holocausto, artículos de investigaciones llevadas a cabo después de la guerra)? Si así fuera ¿Cómo se expresa esa diferencia?
- ¿Te ayudó este encuentro a comprender a los sobrevivientes del Holocausto y a las dificultades con las que se vieron obligados a enfrentarse después de la liberación? ¿Cómo?
De la investigación:
- "Sheerit Hapleitá", los “remanentes” del Holocausto - Problemas y aclaraciones
- El nuevo comienzo: Los sobrevivientes del Holocausto [Sheerit Hapleitá] como entidad nacional en formación 1945-1950