“Entramos a un ambiente completamente diferente, con reglas y un estilo de vida totalmente distintos”.
(Del testimonio de Danek Młotek)
El proceso de llegada y absorción en el hogar de niños de Otwock era complicado y a menudo dificultoso. Por lo común los niños llegaban en estado de agotamiento físico y emocional. A menudo venían infestados de piojos, lo que era un real desafío para el personal. Cada niño era rapado completamente y se les quitaban las ropas. Debido a la falta de provisiones el hogar no contaba con vestimentas para reemplazar a las infestadas y los niños eran vestidos con frazadas y sábanas hasta tanto se les conseguía ropa limpia. Para muchos de ellos ese fue el primer recuerdo de estar libres de piojos.
Habiendo vivido en condiciones de riesgo extremo, muchos de los niños estaban peligrosamente débiles y enfermos. Una de las prioridades urgentes del personal era restaurar la salud de los chicos y asegurar de que recibieran tratamiento médico adecuado. Uno de ellos, por ejemplo, había estado escondido en un hoyo subterráneo y había perdido casi todo el funcionamiento de las piernas. Parcialmente paralizado el muchacho debió ser atendido y entrenado para recuperar la capacidad de caminar. Algunos de los más enfermos fueron trasladados a un sanatorio también ubicado en Otwock para recibir tratamiento y recuperarse.
Muchos de los niños habían estado escondidos solos o con adultos y al llegar al Hogar fueron empujados dentro de un mundo de chicos. Debían aprender a cumplir un horario fijo y una rutina. Por primera vez no estaban luchando para conseguir comida y para sobrevivir. Sin embargo debían acostumbrarse a tomar comidas regulares en un comedor y en compañía de otros niños. Ahora podían comer libremente y jugar como lo hacen niños corrientes, y a comenzar a formar relaciones y amistades con los otros chicos del Hogar.