“Ninguna escuela privada, ni la más rica, hubiera podido proporcionar tanto como lo que recibimos los niños del hogar de Otwock.”
(Del testimonio de Stefa Fromer)
Muchos de lo chicos del hogar buscaban completar los estudios que habían perdido por los años que pasaron huyendo y ocultándose. Se vieron obligados a superar las dificultades de reingresar a un ambiente educacional después de haber vivido mucho tiempo fuera de todo marco formal. Wiktoria Blum recuerda: “Había chicos sin ningún hábito de estudio o de trabajo... llegaron niños mayores que no habían recibido ningún tipo de educación. Había que prepararlos para que pudieran asistir a la escuela.”
Muchos de los maestros eran supervivientes del Holocausto que también habían sufrido el trauma y la pérdida, y la educación que impartieron les sirvió también a ellos como experiencia reparadora. Trataron de ayudar a los niños a completar los estudios que les faltaban, a la vez que intentaban indemnizarlos por la niñez perdida. “Antes de ir a dormir la maestra siempre contaba una historia, hablaba con cada uno, acariciaba... las maestras, que pasaron la guerra, perdieron a sus familias y quedaron completamente solas, transmitieron todo su amor a los chicos.” (Fragmentos del testimonio de Wiktoria Blum)
Stela Fromer recuerda: “En la escuela nos enseñaron con diligencia... estudiábamos también historia judía, y celebrábamos las festividades con todo su esplendor. Ninguna escuela privada, ni la más rica, hubiera podido proporcionar tanto como lo que recibimos los niños del hogar de Otwock.”
Algunos alumnos se inscribieron en escuelas polacas y comenzaron a estudiar. No los disuadió el abierto antisemitismo que encontraban camino de la escuela y en esta misma, el trato hostil de algunos profesores y alumnos o las piedras que les arrojaron por la calle. Antek Lemberg relata: “Sabíamos sólo una cosa: íbamos a estudiar. En 1945 tenía 12 años y comencé el tercer grado. ¿Qué podíamos hacer? Estudiamos intensamente. En el verano completamos el material de un año entero; en 1946 ya había pasado a quinto grado.”