El proceso de reconocimiento
“Rendir tributo a esta buena, simple y noble mujer”
"Lamentamos profundamente que no tomamos medidas hasta ahora para rendir tributo a esa buena, simple y noble mujer", escribieron Tzvi Yanai y Yehudit Eldar a Yad Vashem cuando solicitaron honrar a Ida Brunelli como Justa de las Naciones. "El saber que actuar humanamente en esos tiempos está siendo recompensado por el Estado de Israel será una satisfacción y una lección para nosotros, como ciudadanos de este país."
Desde 1962 miles de solicitudes de todas partes del mundo, en todos los idiomas europeos, así como en hebreo e ídish, llegaron a Yad vashem. Cada año se reciben cientos de pedidos. Mientras la Segunda Guerra Mundial se va hundiendo profundamente en el pasado, recabar información detallada se vuelve cada vez más difícil, y representa un desafío para el personal del Departamento de Justos de las Naciones. Colocar los fragmentos en orden y completar el cuadro implican una investigación considerable y, a veces, no poca cantidad de actividades detectivescas. Usando las amplias colecciones y bases de datos de Yad Vashem, buscando en internet, y con la asistencia de archivos y organizaciones de todo el mundo, los investigadores del Departamento se esfuerzan para rastrear supervivientes y hallar evidencias en un esfuerzo para reconstruir las historias y hacer llegar los casos a la Comisión para la Designación de Justos de las Naciones. Una vez que se reúnen las evidencias el caso es presentado a la Comisión. Un integrante de esta que conoce los idiomas relevantes y está familiarizado con las circunstancias del Holocausto en la región pertinente examina los documentos y presenta sus recomendaciones al pleno. Después de una discusión la Comisión procede a votar. Todas las decisiones son revisadas por el presidente de la misma, un juez retirado de la Suprema Corte.
Entre 400 y 500 nuevos Justos son reconocidos anualmente.
La finalización del entramado – Investigación y rastreo de personas
En abril de 2005 Arnold van der Horst solicitó a Yad Vashem otorgar un reconocimiento a sus salvadores durante la guerra. Con ayuda de la Base Central de Datos de Víctimas del Holocausto se había enterado que sus padres, Jacob y Judith van der Horst habían sido asesinados en Auschwitz en enero de 1944. Arnold, por entonces un niño, estaba escondido en la casa de una familia de Arnhem, Holanda. La información que podía proporcionar era confusa: el apellido de la familia que lo protegió tal como lo recordaba resultó ser inexacto. No recordaba el nombre de los padres pero sí se acordaba los de los cuatro hijos. Sólo poseía una foto de sí mismo en una fiesta de cumpleaños. La experta en Holanda del Departamento de Justos de las Naciones comenzó su investigación poniéndose en contacto con la autoridad gubernamental holandesa que se ocupaba de huérfanos durante la posguerra. A través de esta Yad Vashem obtuvo los datos personales del superviviente y el nombre preciso de sus salvadores. Hendrika y Johann Holthaus no sólo fueron reconocidos como Justos de las Naciones, sino que la investigación ayudó a Arnold a reconstruir la historia de su niñez.
Esta es la historia que Yad Vashem consiguió recomponer:
Johann (Jo) y Hendrika Riek Holthaus vivían con sus cuatro hijos –uno ya trabajaba, dos en el colegio secundario y un pequeño de tres años- en Arnhem, provincia de Gelderland. Johann era oficinista en una compañía local de construcción. Hendrika era ama de casa a tiempo completo y se ocupaba de los hijos y el hogar.
En septiembre de 1942, poco después del comienzo de las deportaciones de los judíos a los campos de exterminio aceptaron recibir en su casa a Arnold van der Horst de siete años, también residente en Arnhem. Había sido traído por su madre, Judith (Cousin de soltera), que también llevó a su hermana Theodora (Doortje) a otro lugar. Ella y su esposo Jacob no lograron finalmente un refugio seguro, fueron deportados y perecieron en Auschwitz en 1944.
Arnold se sintió rápidamente en su casa en el hogar de la familia Holthaus y se convirtió en un miembro natural de la familia. Para el mundo exterior era un sobrino cuya familia no podía mantener. Ben, el más pequeño de la familia, era el más feliz, dado que adquirió un hermano instantáneo con el que podía jugar. Asistir a la escuela era demasiado peligroso para Arnold, ya que carecía de documentos válidos. Sólo podía jugar afuera después de las horas de clases y en las vacaciones, para no despertar sospechas entre los vecinos. El peligro rondaba todo el tiempo dado que en la punta de la calle había soldados alemanes acantonados en un edificio escolar. Una noche algunos de ellos tocaron el timbre y Arnold fue llevado rápidamente al ático. Resultó que los soldados estaban buscando bicicletas y el ático no fue registrado.
En el otoño de 1944, cuando la guerra comenzó a acercarse a Arnhem, todos los habitantes fueron obligados a evacuarse. Después de una breve permanencia en chozas en las inmediaciones boscosas, la familia Holthaus se trasladó a la casa de una hermana en Hiversum, llevándose con ellos a Arnold. Después de la guerra, cuando pudieron regresar a Arnhem, encontraron su casa completamente destruida.
Arnold sobrevivió la guerra bajo el cuidado de la familia Holthaus. Su hermana y abuela materna sobrevivieron también, todos emigraron a los Estados Unidos y el contacto se perdió.
Recién en 2005, a través de la investigación de Yad Vashem y los archivos holandeses, Arnold consiguió encontrar las huellas de los hijos de sus salvadores.
Como ocurrió con muchos supervivientes, Shmuel Eliraz se sumergió en su trabajo y su familia e invirtió todas sus energías para construir una nueva vida en Israel. Enfrentar las terribles memorias del pasado le era muy penoso y sólo en los años recientes le contó su historia a su hijo. Este documentó el relato de como su padre se salvó escondido. Su esposa envió a Yad Vashem el documento titulado “La niñez perdida de mi padre”. Shmuel recordaba el nombre de su salvadora, María Walewska pero no el nombre de la aldea donde había vivido. Todo lo que tenía eran algunas viejas fotos que lo mostraban junto con ella en el jardín de la casa de esta.
El departamento comenzó a investigar. Un primer rastro fue hallado en las memorias de Moshé Ishai, la persona que había traído a Shmuel a Israel y cuyos papeles personales estaban depositados en el archivo de Yad Vashem. Ishai relata que a comienzos de la primavera de 1945 salió de Lodz y condujo durante dos horas hasta las cercanías de Skierniewice, hasta llegar “a la aldea donde había sido escondido el nieto de rabí Poznanski”. Con ayuda de la oficina del Presidente de Polonia se consultaron todos los registros civiles de la zona hasta que fueron encontradas las huellas de María Walewska. Una mujer con ese nombre había vivido en la aldea de Nowy Kaweczyn. Como se pudo comprobar la casa donde había habitado se encontraba en la calle principal al fin de la aldea, exactamente donde Shmuel lo recordaba. La mujer había vivido allí hasta 1962, luego se mudó a Zyrardow, donde falleció en 1966. Una vez que los detalles concernientes a la salvadora pudieron ser establecidos se pudo enviar el expediente a la Comisión para la Designación de Justos de las Naciones; María Walewska fue reconocida como tal en 2009.
Esta es la historia que Yad Vashem logró reconstruir:
Shmuel Eliraz nació en Varsovia en 1935. Su abuelo materno, el Dr. Shmuel Poznanski, era un rabino e intelectual conocido y sus padres, Jozef y Stefa Rosenszweig, eran pudientes y pertenecían a la clase culta y educada de la Varsovia de entreguerras. Cuando los alemanes ocuparon Polonia la vida familiar se vio trastornada – debieron trasladarse al gueto. Cuando Jozef y Stefa se apercibieron de lo desesperado de su situación consiguieron que su hijo pequeño sea llevado a un lugar seguro, poniéndolo en manos de la antigua nodriza de Stefa, María Walewska, que residía por entonces en una aldea del distrito de Skierniewice.
Shmuel, que en su hogar era llamado por su nombre polaco, Ludwik, se convirtió en Wiesiu, el sobrino de María. El niño poseía cabello rubio y ojos azules y se acostumbró rápidamente a la vida de la aldea, adoptando incluso el acento local. La memoria de sus padres y de su vida pasada comenzó a desvanecerse. Permaneció en la aldea bajo el cuidado de María Walewska hasta que terminó la guerra.
Cierto día llegó una carta al Departamento de Justos de las Naciones enviada por una mujer ucraniana que relataba que su padre, Stach Yurechko, había ayudado a numerosos judíos en su pueblo, Rozniatow, en el distrito de Stanislawow. Por razones obvias el reconocimiento de Justo no puede basarse solamente en el testimonio de la persona o su familia, pero el departamento se compromete a no dejar piedra sin mover para dilucidar casos de salvamento. El investigador encaragado de casos en la antigua Unión Soviética comenzó a buscar testimonios de superviviventes se ese lugar y encontró un primer indicio en un libro memorial publicado por la comunidad de Rozniatow. En el libro se relata el rescate de 18 judíos a manos de tres individuos, uno de ellos apellidado Yurechko. Los nombres de algunos superviviventes, todos emigrados a los Estados Unidos, se mencionaban en el texto y se comenzó a tratar de ubicarlos. La organización HIAS (Hebrew Immigrant Aid Society) proveyó sus direcciones más recientes, pero se comprobó que todos habían fallecido y se llegó a un callejón sin salida.
Esta es la historia que Yad Vashem consiguió reconstruir:
El libro de Rozniakow menciona también que entre las personas que fueron salvadas figura un chico de Kalusz, pero nadie logró recordar su nombre. El investigador del Departamento no estaba dispuesto a renunciar y luego de una búsqueda exhaustiva en el archivo de Yad Vashem encontró un breve testimonio escrito en 1946 en un orfelinato polaco por David Halpern, un niño de Kalusz que había estado escondido en Rozniatow.
A pesar de que Yad vashem no consiguió ubicarlo, su testimonio era suficiente para corroborar el rescate. Una evidencia afirmativa fue encontrada en la documentación de otro salvador de Rozniatow, en la que Yeshayahu Lutvak manifestaba que había sido escondido por Stach Yurechko. De ese modo en 2006 este último fue reconocido por la Comisión para la Designación de Justos de las Naciones.
Michal (Mieszko) Jagiellowicz, un polaco, vivía en el pueblo de Rozniatow, distrito de Stanislawow (más tarde Ivano-Frankivsk). Al comenzar la ocupación alemana de Rozniatow, a principios de julio de 1941, Mieszko no permaneció indiferente a la suerte de los judíos perseguidos e invirtió esfuerzos ingentes para salvar vidas humanas.
El 27 de agosto de 1942 los judíos de Rozniatow recibieron la orden de abandonar sus casas y mudarse a Halicz, Kalusz, Bolechow o Dolina, donde habían sido establecidos guetos. En el pueblo quedaron sólo cuatro familias judías – los médicos y el farmacéutico, que fueron asesinados posteriormente. La mayoría de los judíos de Rozniatow compartieron el destino de las comunidades judías a las que se unieron después de la deportación.
Pero alrededor de 50 lograron esconderse durante las numerosas Aktionen y sobrevivieron hasta la liberación. 18 de ellos encontraron refugio en la casa de Mieszko. Con la ayuda de su ayudante ucraniano, Ostap Yurechko, había encontrado a algunos de ellos en los bosque en los cuales estaban escondiéndose después de escapar del gueto. Otros encontraron por sí mismos el camino a la casa de Mieszko.
Mieszko encontró a Ida, la hija del industrial local Hersh Landsman, en el punto donde eran reunidos los judíos antes de la deportación, sobornó a los guardias y la liberó. Ella comenzó a vivir en forma abierta en la casa de su benefactor, haciéndose pasar por una criada, ayudando a Stefka, la sobrina de Mieszko, en las tareas domésticas. Entre los judíos que se escondían en la casa de Mieszko estaban Aharon Vaidman, Ishaya Lutvak, Meir y Dozia Ungar y sus dos hijos, Mendel y Hana Landerman, Blima Horowicz, Yakov Laufer, Davis Halpern – de diez años, oriundo de Kalusz-, Baruj y Sara Widman y otros.
En la primavera de 1944 Mieszko – él mismo perseguido por las bandas ucranianas de Bandera- se vio obligado a escapar de su propia casa y buscar refugio en casas de amigos. Del cuidado de los judíos que todavía estaban escondidos se hizo cargo Ostap Yurechko. Este les proveyó comida y seguridad hasta la liberación de la región en agosto de 1944.
En 1945 la gente de Bandera hirió a Ostap Yurechko, que falleció de sus heridas algunos días después. Los supervivientes judíos abandonaron Ucrania y se dispersaron por todo el mundo. Algunos se afincaron en los Estados Unidos y continuaron manteniendo el contacto con Mieszko y su esposa Ida que vivían en Polonia después de la guerra.