Separación, una vez más
Józef y Natalia Roztropowicz y sus hijas, Janina y Stanislawa
Recién cuando llegó a los 57 años de edad Sabina Heller descubrió su verdadera identidad. Hasta entonces había creído que nació en Lodz en 1941 y que sus padres eran Zofia y Zygmund Goszczewski. Desconocida para ella, toda la información sobre su nacimiento y destino durante el Holocausto, junto con cartas de sus salvadores que habían tratado de encontrarla después, estaban guardadas en un archivo en el Instituto Histórico Judío de Varsovia. Emunah Rachmany Gafny, una investigadora israelí, encontró con el tiempo el archivo e informó a Rachel Rabin Yaacov (una parienta de Sabina) de su contenido. Después de que la mujer que la había criado y que ella creía haber sido su madre falleció, Sabina se embarcó en la dolorosa travesía de descubrir su pasado.
En la primavera de 1943, en el pueblo de Radziwiłów (actualmente Radiviliv, distrito de Volhynia, Ucrania), Zofia Stramska, de 16 años, encontró a una pequeña de cerca de dos años, hambrienta y asustada. La niña judía había sido abandonada por los vecinos que la acogieron, pero dejaron sola en un sótano oscuro. Zofia se apiadó de ella y la trajo a la casa de Józef y Natalia Roztropowicz. Zofia era amiga de las hijas del matrimonio Roztropowicz, Janina y Stanislawa, y visitaba frecuentemente a la familia. No obstante su situación económica difícil, los Roztropowicz no demostraron indiferencia a la suerte de la pobre niña y decidieron rescatarla. "Con ayuda de Dios la cuidaremos", dijo Józef Roztropowicz. La pequeña Sabina se convirtió rápidamente en la hija mimada de su nueva familia y pasó por todos los horrores de la guerra junto con ellos. Cuando finalizó el conflicto y nadie vino a reclamarla la pareja decidió adoptarla legalmente. La llevaron con ellos cuando los polacos fueron repatriados de las áreas que se convertirían en ucranianas y se mudaron a Polonia occidental. En julio de 1945 la niña fue adoptada formalmente y bautizada. Desde ese momento se llamó Irena Roztropowicz, apodada Inka.
En 1948 emisarios del Comité Coordinador Sionista para la Devolución de Niños Judíos – que se encargaba de devolver niños judíos que habían quedado al cuidado de familias e instituciones cristianas- descubrieron el paradero de Irena (que por entonces tenía siete años). Desolados, pero también considerando el futuro bienestar de la niña en las circunstancias reinantes, la familia Roztropowicz la devolvió al seno de su pueblo. Irena fue llevada a un orfanato judío en Lodz y fue finalmente adoptada por la Dra. Zofia Goszczewski y su esposo Zygmund. Con el propósito de poner el pasado detrás de ellos y probablemente con la convicción de que lo mejor para su hija adoptiva sería no conocer la verdad, le dijeron que era hija suya, de quien se habían separado en el transcurso de la guerra y con la cual se habían reunido nuevamente. La nueva familia emigró a Israel donde Inka, ahora llamada Sabina, se crió.
Mientras tanto las muchachas Roztropowicz trataron de encontrar a Inka, pero dado que su nombre había sido cambiado por el de Sabina Goszczewski, no lo consiguieron. A mediados de la década de los 1990 depositaron todos los documentos en el Instituto Histórico Judío, donde fueron hallados por Gafny. Después de enterarse de la verdad Sabina viajó a Polonia, para encontrarse con los sobrevivientes de sus salvadores. Allí pudo cerrar algunas brechas de su pasado. En el año 2000 se dirigió a Yad Vashem para solicitar que sus salvadores sean reconocidos como Justos de las Naciones. Hoy en día sabe que el apellido de sus padres verdaderos era Kagan, pero sus nombres de pila siguen siendo desconocidos.
De las memorias de Natalia Roztropowicz:
El Señor la puso en nuestras manos, entonces confío en que se ocupará de que tenga una buena vida. Así acaba la historia de Inuska y escribo esto por ella. Y cuando pienso cómo tendré que renunciar a ella, me es muy difícil para mí, dado que temo tanto que su futura vida podría ser muy dificultosa para ella en nuestro entorno – por supuesto no en nuestra familia, pero más que nuestros corazones y abrazos, no tenemos nada para ofrecer.
22 de abril de 1948 – ¡ha llegado el momento decisivo! ¡Debemos despedirnos! Inus, Inus, te amo. Por favor no nos guardes rencor por haber tenido que entregarte. No lo hacemos por provecho – mas bien el sentido común nos dice que debemos hacerlo. ... Si se vuelve muy difícil para tí, regresa a nosotros.
Querida niña: quizás algún día puedas apreciar y comprender cuántas batallas, cuantas luchas, realizamos por tí. ¡Y ahora, en estos días finales, no sé cómo haré para sobrevivir! Pensar que tendré que llevarte personalmente y entregarte, dejarte en manos de otro, con mis manos. ¡Inus, por favor entiende que es por tu bien! No nos olvides – no sé cuántas cosas feas dirán de nosotros por haberte dejado ir. ¡Este es otro sacrificio y no sé por qué y para quién es necesario! ¡Tu gente podría pagarnos por lo que gastamos por tu crianza, pero se niegan! ¡Y así, otros que nuestros corazones, no tendrás nada si te quedas con nosotros! Quizás algún día volvamos a vernos. Recuerda, niña, como la madre que dios te dio, te digo esto: conserva a dios en tu corazón y no olvides que has sido bautizada. Ora, y Dios te dará una buena vida. Y por favor perdona cualquier dolor que te pueda estar causando.
Carta de Natalia Roztropowicz al Comité Coordinador, 8 de septiembre de 1949:
A pesar de que mis cartas siguen sin respuesta me dirijo una vez más al Comité con la siguiente cuestión: por favor hagánme saber acerca de la niña que devolví a la comunidad judía hace un año, llamada Inka Kagan (Roztropowicz). De nuestra parte hemos cumplido nuestro acuerdo, o sea, nos hemos retirado gradualmente de su vida, pero ustedes Miembros del Comité, no han mantenido su parte del trato. Me prometieron mantenerme al corriente en forma regular; sin embargo, a pesar de pedidos repetidos, no he escuchado una sola palabra. La suerte de Inuska me importa tanto como si fuera mi propia hija, por lo tanto me dirijo nuevamente a ustedes con una pregunta y una solicitud: ¿Dónde está ahora? ¿Está en el hogar de niños o en una casa privada? ... ¿Se ve bien? ¿cómo está de salud y fue operada de la nariz? Cualquier detalle es de importancia para mí. Por favor, no piensen que voy a tratar de venir a verla – no lo haré. Me preocupa su tranquilidad de espíritu y no quisiera perturbar eso. Sólo una pregunta más: ¿ya sabe la verdad sobre sus orígenes? De ser así ¿cómo recibió la noticia y ya se adaptó a ello? ¿Recuerda el pasado y a nosotros? De mi parte ruego a Dios que se adapte a su nueva situación lo más pronto posible y que esté tan bien como fuese posible en el seno de su pueblo. Quisiera pedirles que me envíen una foto de ella...
Carta de Stefania Halkow a Natalia Roztropowicz, 17 de agosto de 1950:
Seguramente le sorprenderá que le estoy contestando después de tanto tiempo. Tengo tan poco tiempo que me cuesta arrancarme del trabajo, aunque fuese por un solo momento. Esto es lo que ocurre ahora con Ineczka: desde los últimos meses está creciendo en la tierra de Israel. Cuando todavía estaba aquí se sentió magníficamente con la nueva pareja. Hicieron todo lo que estaba en su poder por ella... Le dijeron a Inka que eran sus padres y fue muy fácil persuadir a una niña como ella. Debo decirle también, señora, que realmente no tenía inclinación a escribir cartas a casa. Estuve con la doctora –o sea, la señora que está criando a Inka- y dijo que prefiere no entregar ninguna información respecto a ella dado que se ha adaptado completamente a su nueva situación... Puede estar Ud. tranquila señora, que Inka tiene asegurada su felicidad. Y Ud., señora, ha cumplido con su sagrado deber. Dios la premiará como corresponde por su dedicación a esta niña...
Carta de Stanislawa (Roztropowicz) Szkupel al embajador de Israel en Polonia, 10 de abril de 1994:
En estos días de la "Marcha de la Vida" quisiera que una de los miembros de nuestra familia que estuvo con nosotros en la época de la guerra (actualmente una mujer de 52 años) y vive en un lugar desconocido participe, aunque fuese simbólicamente, en esas marchas. Habiendo sido extraída de la muerte cuando todavía era una niña inocente, esta mujer es una prueba viva de la victoria del bien sobre el mal.
Por esas razones le hago entrega de una breve historia de su existencia. Es un último gesto, colmado de sentimiento, dedicado al hecho que se crió en el seno de nuestra familia. En medio de infortunio de la guerra, la suerte estuvo del lado de esta niña. Tengo la convicción de que su vida adulta es feliz.
Respetuosamente,
Stanislawa Roztropowicz-Szkupel
El 1 de enero del año 2000 Yad Vashem reconoció a Józef y Natalia Roztropowicz y a sus hijas, Janina y Stanislawa como Justos de las Naciones.