Soy el guardián de mi hermano

Al decidir esconder judíos las vidas de los rescatadores cambiaron drásticamente y se vieron condenados a vivir bajo el miedo. Desde ese momento en adelante sus vidas giraron en torno a los judíos que estaban tratando de salvar; por sus parte los judíos ocultados por ellos, confinados indefinidamente en escondites hacinados, se volvieron completamente dependientes de sus benefactores.

Las condiciones en los escondites eran extremadamente difíciles. Las víctimas estaban completamente indefensas y a merced de sus salvadores. Las duras condiciones físicas que reinaban en los escondrijos –fosos, sótanos y desvanes-, el terror de los fugitivos y su temor ante sus perseguidores, la tensión constante que experimentaban personas encerradas juntas durante meses, y en ocasiones años, todo ello cobraba un alto precio a los escondidos. Nejama Herzhaft comparó como una “olla a presión” su experiencia de vida en una buhardilla de la estación de trenes de Sambor, en Galitzia oriental. Wladyslaw Bonkowski, el dueño del restaurante de la estación, escondió allí a varias familias –16 personas en total- durante más de un año, desde junio de 1943 a agosto de 1944. El miedo paralizante a ser capturado y la necesidad de guardar silencio hacían que la situación fuera sumamente difícil para los niños y sus padres. Los fugitivos judíos contaban mayormente con pocos o ningunos materiales de lectura, o cualquier otra cosa que los mantuviese ocupados. En ocasiones los niños debían ser sujetados para asegurar que mantuviesen el silencio. Las arduas experiencias en la “olla a presión” causaban a veces un desmoronamiento del espíritu dado que se volvía cada vez más difícil mantener la dignidad humana e imposible asegurar alguna privacidad, incluso para las necesidades más básicas. Bajo las condiciones extremadamente estresantes del escondite los hombres, mujeres y niños estaban constantemente expuestos los unos a los otros. No había posibilidades de intimidad o espacio privado, y los niños eran testigos de la impotencia de sus padres y su absoluta dependencia de los salvadores.

No sólo los judíos ocultos sufrían por las dificultades; quienes los cuidaban pagaron también un precio elevado. Más allá de los peligros muy reales que corrían los salvadores, la decisión de brindar refugio a judíos significaba que la familia debía renunciar a su ruitna habitual por un tiempo desconocido. Esconder a otras personas también significaba que la familia asumía una carga financiera adicional, así como restricciones sociales y a veces familiares. Existía el peligro constante de denuncia por parte de vecinos, y a veces incluso por parte de miembros de la familia. No se podía invitar a amigos al hogar y cada golpe en la puerta podía significar que hqabía llegado el terrible fin. Más todavía, al abrir sus casas a los judíos perseguidos los salvadores admitían extraños a la intimidad de su vida familiar por un periodo indefinido.

La decisión de esconder judíos no era obvia por ningún motivo y en muchos casos había diferencias de opinión entre los miembros de la familia de los salvadores. El esconder judíos exigía un compromiso de largo plazo por parte de los rescatadores, y en ocasiones, cuando aumentaba el peligro, su determinacióm se desvanecía. Además del terror de verse descubiertos por los nazis asesinos, el rompimiento con su vida anterior y el desconocimiento del destino corrido por el resto de la familia, se cernía sobre los judíos el temor de que en cualquier momento sus benefactores podrían decidir que no estaban más dispuestos a asumir el riesgo que implicaba esconderlos. Los niños se sobreponían a la tristeza de separarse de sus padres, no se quejaban y no decían nada sobre sus dificultades de adaptación. Hacían todo lo posible para no convertirse en una carga. Incluso los más pequeños hacían grandes esfuerzos para agraciarse con sus salvadores. El abandono que experimentaban reforzaba la tendencia a suprimir sus sentimientos y mantenerlos ocultos; temían acercarse demasiado a personas y lugares y verse forzados luego a abandonarlos.